El paso atrás dado por Mauricio Macri al renunciar a la pelea por la candidatura presidencial podría ubicarse bajo el marco leninista del retroceso táctico para fortalecer posiciones. Tras su retiro anunciado el domingo mediante un video posteado en Twitter, el expresidente –un experimentado estratega electoral– se dedicó a reforzar el perfil conservador de la coalición Juntos por el Cambio (JxC), obtuvo un reconocimiento generalizado entre la derecha argentina y avanzó en la imposición de candidaturas en estamentos locales.
En la faz pública, la dirigencia del conservador Pro (Propuesta Republicana) y la tradicional Unión Cívica Radical se volcó a enaltecer a Macri. Los tres precandidatos presidenciales de JxC, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, la exministra de Seguridad Patricia Bullrich y la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal sumaron elogios: “valentía”, “generosidad”, “orgullo” y “grandeza”. Con el renunciamiento de Macri, todos ellos tienen un competidor menos en las primarias y deben pugnar por heredar sus adhesiones.
No sólo los precandidatos presidenciales del Pro alabaron a su exjefe político. El economista y diputado José Luis Espert, uno de los cuatro libertarios de la cámara baja, dijo a la diaria: “Fue un buen gesto, magnánimo, de permitir renovación y alentar a la nueva gente a que participe. Es una señal que los liberales valoramos de JxC: el no mesianismo y no personalismo en la construcción política”. Espert brega por ampliar la coalición conservadora hacia la derecha dura que representa.
Una valoración menos apasionada y pública de parte de dirigentes de JxC y de encuestadores apunta otras razones para explicar el retiro. El expresidente tiene una imagen negativa alta y estable desde que dejó el gobierno, en diciembre de 2019. La desaprobación del exmandatario se ubica entre 60% y 65%, similar a la de la peronista Cristina Fernández de Kirchner, pero, a diferencia de esta, su liderazgo sobre el tercio restante no es tan sólido. Si Fernández se presentara, pocos dudan de que ganaría por amplio margen cualquier primaria frente a otros peronistas, en cambio Macri era uno más entre sus adversarios del campo conservador. Y si el exmandatario conservador sorteara con éxito la pelea interna en JxC, luego su victoria en las elecciones generales ante el peronismo, incluso en su actual versión maltrecha, no sería muy probable.
Macri se habría encontrado con un muro de votos contrarios en los barrios populares del Gran Buenos Aires y en las provincias del norte, pero lo cierto es que en los últimos años logró reconstruir su liderazgo dentro de su sector. “Me quisieron jubilar”, deslizó en varias oportunidades. No es difícil de prever que, en caso de un gobierno de JxC, el expresidente de Boca Juniors será homenajeado y puesto por los suyos en el lugar de “estadista” en el que se autopercibe, convicción inmune a una experiencia de gestión (2015-2019) que duplicó la inflación, aumentó sustancialmente la pobreza y legó una deuda externa de decenas de miles de millones de dólares.
Con sus libros de 2021 y 2022, Primer tiempo y Para qué, Macri trazó un rumbo de gobierno. Allí abundan definiciones sobre una agenda confrontativa que debe imponerse en forma acelerada y cueste lo que cueste. En el relato del macrismo y su prensa afín –ampliamente mayoritaria en Argentina–, el fracaso del gobierno de Cambiemos (anterior nombre de JxC) se debió a que emprendió reformas tibias y fue tolerante con resistencias de la izquierda, el peronismo e, incluso, dirigentes de su propia administración.
La receta recargada de Macri es compartida y aumentada por Bullrich. La exministra de Seguridad, que en los años 70 fue miembro de la izquierda peronista y cercana a la guerrilla, hoy propone involucrar al Ejército en asuntos internos, entre un cúmulo de iniciativas que improvisa sobre la marcha y con una palmaria carencia de equipos. Vidal, por su parte, abandonó cualquier intento de tomar distancia del expresidente y hoy muestra como estrategia central ser la más macrista de todos. El candidato que aparece un poco mejor posicionado para ganar la interna de JxC, Rodríguez Larreta, es algo más moderado, pero esa actitud lo lleva a encerronas frecuentes que lo dejan descolocado.
El segundo acto de la renuncia de Macri fue la confirmación de que el Pro tendrá un único candidato en la primaria para gobernar la ciudad de Buenos Aires, la joya de la corona del partido de derecha. El postulante sería, casi con seguridad, el primo del expresidente Jorge Macri, un político y empresario con escaso carisma que genera grandes dosis de desconfianza dentro de JxC. Rodríguez Larreta se venía resistiendo a la idea de dejar el cargo en el otro Macri, barajaba otros postulantes y, por lo bajo, daba cabida a la candidatura del centrista Martín Lousteau (UCR). Tras el anuncio del expresidente, el alcalde de Buenos Aires comenzó a desmontar sus planes alternativos para una ciudad que el Pro gobierna desde 2007. Por ahora, la paridad con Bullrich le quita espacio a Rodríguez Larreta para desafiar abiertamente un objetivo central de Macri como es la elección del candidato en la capital argentina.
Con el eje programático delimitado, estrategias electorales amarradas, la colaboración de la derecha de la UCR –que predomina en provincias como Córdoba, Santa Fe y Mendoza–, y la perspectiva de una era de condecoraciones y reconocimientos, Macri despeja el horizonte para volcarse a su agenda internacional con las derechas del mundo y la presidencia de la Fundación FIFA, un ambiente en el que se lo ve cómodo y en el que selló relaciones privilegiadas con Gianni Infantino y los influyente emires qataríes.
En los próximos meses Macri podría inclinarse por alguno de los precandidatos de JxC. Tiene tiempo, porque las listas se definen en junio y las primarias serán el 13 de agosto. Con Larreta, el fundador del Pro lleva dos décadas de sociedad política, pero las diferencias en los últimos años se fueron agrandando y un elemento soterrado, el espionaje perpetrado durante el gobierno de Cambiemos, pudo haber dejado heridas profundas. La sintonía ideológica de Macri con Bullrich es evidente, tanto como el manejo personalista e imprevisible de la postulante. Vidal, acaso, sería la más dispuesta a aceptar las directivas del expresidente, pero parte muy atrás en las encuestas.
La amenaza electoral que representa la extrema derecha –por ahora, no está claro si es real o ilusoria– es otro factor que puede desacomodar las previsiones. Aunque la avanzada de Javier Milei es multifacética, el libertario gana la mayor cantidad de votos a costa de JxC.
Con el peronismo de centroizquierda sometido a la extenuante pelea entre Cristina y Alberto Fernández y a los efectos de una alta inflación que no cesa, todos los sondeos sostienen que el macrismo es el que congrega mayor intención de voto, pero sus tres candidatos en pugna congregan entre 4% y 15% de los apoyos cada uno. No está claro si, llegado el caso, esos fragmentos se mantendrán unidos o algunos se fugarán por derecha o por izquierda (Milei o el peronismo), según quién gane las primarias. De hecho, cuando se mide por el nombre de las coaliciones, JxC aparece tercero en algunos muestreos.
Macri tendrá un papel clave en el caso de que su sector vea que la victoria está en peligro, sea porque los números le cuadren al peronismo o por un crecimiento acelerado de Milei. El expresidente mantiene una buena relación personal con el economista libertario y es notorio que comparte más su mirada económica con él que con voces intervencionistas de JxC. Pero si el proyecto de Milei creciera al punto de acercarse a la posibilidad de gobernar y forzar un acuerdo con una parte del macrismo, habría que hablar de una Argentina distinta a la conocida hasta ahora.
Sebastián Lacunza, desde Buenos Aires.