En la madrugada del domingo, un día después de lo previsto, finalizó la COP29 que se desarrolló en la ciudad de Bakú, la capital de Azerbaiyán.
Inicialmente estaba pautado que el encuentro culminara el viernes, pero ante la falta de acuerdos se decidió extender la cumbre un día más para que los casi 200 países participantes intentaran llegar a un acuerdo sobre el plan de financiación climático para los próximos diez años.
El final del evento tuvo sabor a poco y eso fue criticado por el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres. El diplomático lusitano se mostró contrariado tanto por la falta de ambición de las principales potencias mundiales, que además son las mayores contaminantes del mundo, como por las metas fijadas para la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, los principales causantes de los cambios climáticos.
Las críticas de Guterres fueron conocidas luego de que el documento final de la COP acordó ofrecer 300 billones de dólares por año para las denominadas “acciones de mitigación”, que son medidas para la adaptación de los cambios ya causados por el aumento de la temperatura global y la preparación contra eventos extremos del clima en el futuro, como pueden ser sequías, grandes tempestades, entre otros.
“Esperaba un resultado más ambicioso –tanto en financiación como en mitigación– para afrontar el gran desafío al que nos enfrentamos”, declaró Guterres en un comunicado consignado por Reuters, al tiempo que llamó a “los gobiernos a ver este acuerdo como [sólo una] base [para futuros avances]”.
La COP29 de este año se celebró rodeada de polémica. Fue organizada por Azerbaiyán, un país cuyo presidente, Ilhan Aliyev, clasificó al petróleo y al gas –los principales insumos de los combustibles fósiles, que contribuyen al calentamiento global– como un “regalo de Dios” debido a la enorme importancia que tienen en la economía de su país.
De hecho, en la COP de Bakú alrededor de una cuarta parte de los delegados que participaron tenían alguna relación con la industria petrolera, según informaron organizaciones internacionales.
Tras el encuentro, el jefe de la ONU para el Clima, Simon Stiell, afirmó que “no era momento de dar vueltas de alegría”.
“Ningún país consiguió lo que quería y nos vamos de Bakú con una montaña de trabajo aún por hacer. Por lo tanto, no es el momento de dar vueltas victoriosas”, afirmó Stiell.
El acuerdo final fue criticado por muchas delegaciones, como por ejemplo los representantes de Cuba, India, Perú y Chile. La delegación boliviana declaró que la decisión “es un insulto a los países en desarrollo”. “La financiación climática no es caridad”, protestó el representante del país andino, reforzando la responsabilidad que tienen los países ricos por las emisiones de gases.
Por su parte, la negociadora nigeriana calificó la cantidad de dinero acordada para la mitigación como “un chiste”. En una línea similar se manifestó Evans Njewa, diplomático de Malawi y jefe del bloque de los países menos desarrollados. “Este objetivo no es lo que esperábamos lograr. Después de años de discusiones, no es ambicioso para nosotros”, dijo Njewa.
En el evento hubo momentos de tensión e incomodidad, como cuando las delegaciones de los pequeños estados insulares abandonaron la reunión para protestar contra el proyecto de acuerdo que se estaba preparando.
“Consideramos que no hemos sido escuchados”, declaró Cedric Schuster, enviado de Samoa en nombre de la alianza de los pequeños estados insulares. El texto final de la COP29 causó una sensación de insatisfacción generalizada, porque ni siquiera define a los países ricos como los responsables del calentamiento y, por tanto, de pagar por la mitigación de sus consecuencias. En la declaración final sólo se dice que estas potencias deben estar al “frente” de los esfuerzos para lograrlo.