Hay pocas cosas claras para las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Chile el domingo. Son, quizás, apenas dos: que los resultados se sabrán con certeza esa misma noche y que habrá, sin dudas, segunda vuelta. El Servicio Electoral chileno, que sustenta su trabajo en los mismos electores que actúan como vocales de mesa al momento del sufragio, tiene una reputación imbatible. Gracias a un conteo rápido y confiable, se espera que la incógnita se despeje a eso de las 21.00, cuando el recuento de votos supere el 60% de las mesas.
En Chile, las elecciones presidenciales se ganan con más de la mitad de los votos válidos. Dado que se medirán en las urnas un total de ocho presidenciables, lo que se conocerá el domingo de noche es cuáles serán los dos que se enfrenten en el balotaje el próximo 14 de diciembre.
Todo lo demás es incierto.
La oferta de candidatos mezcla antiguos aspirantes al sillón presidencial, exautoridades y figuras que nunca han competido en una elección. Marco Enríquez-Ominami, representante del Partido Progresista, participa por quinta vez en una elección presidencial, luego de obtener un 7% de los votos en 2021. Eduardo Artés, candidato independiente de extrema izquierda, lo hará por tercera vez luego de conseguir 1,47% de los sufragios en la elección pasada. También se repiten por tercera vez Franco Parisi, candidato del Partido de la Gente, y José Antonio Kast, líder del Partido Republicano y antiguo contendor de Gabriel Boric en la segunda vuelta de las presidenciales pasadas. A ellos se suma Evelyn Matthei, candidata de la Unión Demócrata Independiente, quien ya compitió en 2013 contra Michelle Bachelet y ha sido ministra, senadora y diputada por la tradicional alianza de derecha Chile Vamos, que hoy apoya su candidatura.
En tanto, los candidatos nuevos son Jeannette Jara, exministra del Trabajo de Boric y candidata de unidad del progresismo, quien se impuso en la primaria presidencial con un 60% de los votos y se convirtió en la primera militante comunista en representar a la concertación de partidos de izquierda para llegar a La Moneda. Otro debutante es Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario, diputado y antiguo militante de la tienda de Kast, a la que renunció para empezar un nuevo movimiento todavía más a la derecha. Por último, la papeleta se completa con Harold Mayne-Nicholls, periodista y expresidente de la Asociación Nacional de Fútbol que postula de manera independiente.
Son varios los factores que le imprimen a la elección del domingo un carácter incierto: se trata de la primera elección presidencial con voto obligatorio desde que Sebastián Piñera estableció el sufragio voluntario en 2012. Desde entonces, el electorado ha sufrido un proceso de desafectación política que tuvo como uno de sus momentos insignes la revuelta social de 2019 y los dos procesos constitucionales fallidos, el último de ellos durante el actual gobierno de Boric. La incertidumbre crece con respecto a un padrón electoral sin marcado interés en la política, el que se verá obligado a votar entre un amplio abanico de candidatos.
Medir lo incierto
Por eso, quizás, los intentos por descifrar el misterio han sido múltiples. “En los últimos meses hemos tenido una proliferación de encuestas electorales”, explica Fiorella Santis, socióloga y consultora de Asuntos Públicos en Feedback Comunicaciones. “Desde agosto a hoy se cuentan más de 67 mediciones, de diferentes encuestadoras. Lo que más ha destacado es cómo ha ido evolucionando y cambiando la intención de voto por los diferentes candidatos, pero si uno revisa encuestas más completas, que cubren otros temas además de preferencias por candidatos, podemos ver, por ejemplo, que al preguntarle a la gente por su identificación dentro del eje tradicional izquierda-derecha, hay un gran porcentaje, casi la mitad, que no se sitúa dentro de él”, comenta.
¿Y qué es lo que han mostrado las encuestas? En términos de tendencias, lo que mostraban hasta el 1º de noviembre –fecha en que comenzó a regir la veda para difundir mediciones electorales– era que la candidata Jeannette Jara pasaría a segunda vuelta, “lo cual es altamente probable”, acota Alejandro Olivares, profesor asociado del Departamento de Estudios Políticos de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile. “Pero también decían que habrá una elección abierta y muy competitiva entre los candidatos de la derecha: Kaiser, un diputado libertario nacionalista; Kast, que compite por tercera vez; Parisi, un outsider populista de derecha; y la derecha tradicional de Evelyn Matthei”, explica.
Y más allá del ranking de los candidatos, las mediciones han entregado luces sobre la composición y las actitudes del electorado. “Uno de los temas más importantes ha sido la fluctuación del voto. Hay una alta indecisión, pero también hay un voto útil, que está calculado entre un 10% y un 15% y que está dispuesto a mover su votación en torno a cómo va cambiando el escenario”, acota, por su parte, Fernanda Rubilar, académica del Departamento de Administración Pública y Ciencia Política de la Universidad de Concepción y miembro de la Red de Politólogas.
Votar, un mandato
Las preferencias electorales son todavía más difíciles de predecir debido a que la participación de los votantes en las últimas tres elecciones presidenciales ha sido voluntaria, lo que excluye a la población que no tiene interés en la política. Esta vez, el voto no sólo es obligatorio, sino que el registro electoral es automático: todos los ciudadanos chilenos mayores de 18 años que residen en Chile tienen obligación de votar y serán multados si no concurren a las urnas. Asimismo, los chilenos residentes en el extranjero se pueden sumar voluntariamente al proceso eleccionario.
“Es la primera elección presidencial luego del retorno del voto obligatorio en el país, lo que la hace una elección bastante inédita y con alta incertidumbre. Esto también se refleja en las encuestas: algunas han diferenciado entre los votantes ‘habituales’, es decir, personas que reportan haber votado en las elecciones con voto voluntario, y el votante ‘ocasional’ u ‘obligado’, el más difícil de definir y encasillar. Son personas mucho más desapegadas de la política, con poca identificación, pero a la vez muy diversas, atravesando diferentes segmentos de la sociedad. Además, muchos de ellos aún no habían decidido su voto al momento de la realización de las últimas mediciones, antes de que comenzara la veda de encuestas”, explica Santis.
Pese al esfuerzo, Alejandro Olivares advierte que “las diferentes encuestas no han logrado capturar quién es ese votante”, al que define como uno “menos politizado”. “Hay un gran porcentaje del electorado que está obligado hoy día a votar, que lo más probable es que con un sistema distinto no estaría participando, y ese electorado, que se distribuye de manera homogénea en diferentes sectores y rangos etarios de la población, no sabemos cómo se comporta, y las diferentes encuestas no han logrado capturar la forma en que políticamente toma decisiones”, agrega.
“No sabemos si son más autoritarios o más liberales en lo moral, o si son conservadores. Son votantes nuevos que, hasta el momento, no hemos podido saber cómo se comportan, y por lo tanto no sabemos a qué estímulos responden. En ese sentido, la elección está abierta en primera y en segunda vuelta. El voto obligatorio reconfiguró el escenario político, y tiene en este momento navegando a ciegas a las candidaturas, porque no saben con qué estrategia, de qué forma y cómo llegar a ese votante que, de otra forma, no hubiese participado”, dice.
Si bien son las primeras presidenciales obligatorias desde 2012, el país sí ha concurrido a las urnas a votar obligatoriamente en los últimos años en el marco de los procesos constitucionales. “La inscripción automática con obligatoriedad para todos volvió en los plebiscitos recientes, donde se tuvo entre un 80% y un 85% de participación. Por lo tanto, es esperable tener una primera vuelta muy concurrida y una segunda vuelta con estas mismas características”, comenta la profesora Rubilar.
Campañas no tradicionales
En parte por el desconocimiento del electorado y en parte por los acelerados cambios que ha traído la digitalización de los medios de comunicación, el impacto de la campaña electoral en este proceso ha sido difícil de medir. “Los elementos de campañas más tradicionales, como por ejemplo los debates o la franja electoral, se han vuelto difusos en su efecto. Cuando se analiza, el debate va rápidamente desde el contenido a la pregunta –si es que no cuestionamiento– sobre si ‘mueven o no la aguja’ de la elección. Esto también tiene que ver con lo diverso que es el electorado, la irrupción de las redes sociales, y con ellas la segmentación y la elección de nichos de los candidatos para buscar a sus votantes”, menciona Fiorella Santis.
Otra particularidad del proceso es que la campaña se convirtió, en la práctica, en una especie de elecciones internas de las derechas, que no se enfrentaron formalmente en una primaria en junio. “Tenemos tres candidatos que vienen de una misma matriz ideológica y que se han ido separando con el transcurso del tiempo, que son Kast, Matthei y Kaiser, y un cuarto candidato, Parisi, que es más bien una derecha económica, cuyos votantes en su mayoría también se identifican con ese sector. Por lo tanto, tenemos un grupo de candidaturas que más bien se está disputando un electorado y, por otro lado, tenemos la candidatura de Jara, quien ganó la primaria del oficialismo y tiene hoy día la primera posibilidad de pasar a segunda vuelta, pero sin tanto margen para crecer”, expresa Fernanda Rubilar.
Para Olivares, la campaña ha sido “bastante sobria, sin grandes problemas, sin grandes discusiones y sin grandes enfrentamientos”. “Se ha caracterizado por tener como ejes dos grandes cosas: el rol del gobierno y el debate de las derechas. Lo primero ha hecho que los diferentes candidatos de las derechas ataquen al gobierno, particularmente Kast, y ha significado que la candidata Jara algunas veces tenga que ir en contra de la opinión del gobierno para tener una visión propia. En ese sentido, no ha sido una campaña muy estridente. Lo segundo trae consigo la pugna por quién es el verdadero representante de la derecha. Vemos a una derecha que está en un proceso de transformación, y esa transformación en realidad está por definir si se mantiene la derecha tradicional –los partidos de Chile Vamos, que apoyan la candidatura de Matthei– o las alternativas: la libertaria de Kaiser y la republicana-nacionalista de Kast. La vía de comunicación para ese enfrentamiento han sido particularmente las redes sociales. En general, en las calles de las ciudades hay poco ambiente de elecciones”, observa.
Un escenario inédito
Con una candidatura única de centroizquierda encabezada por una comunista y alta incertidumbre con respecto a lo que ocurra con las cuatro opciones de derecha, las elecciones del domingo “van a significar una reconfiguración completa de cómo entendemos la política en Chile”, dice el profesor Olivares.
“Todo indica que los posibles escenarios de segunda vuelta van a ser entre la candidata comunista y el republicano o el libertario. Este enfrentamiento va a ser algo completamente nuevo en las dinámicas políticas chilenas. Este domingo también hay elecciones parlamentarias, por lo que es altamente probable que también se reconfigure el escenario político en el Congreso”, acota.
¿Qué podría significar este nuevo escenario? “Si la candidata comunista es la que gana la elección, paradójicamente podría no significar mucho: es una candidata de unidad de la centroizquierda, y para poder mostrar la viabilidad de un proyecto político con el Partido Comunista [PC] a la cabeza no puede ser muy radical en su discurso y en su acción posterior en el gobierno. Es esperable que sea continuadora de lo que desarrollaron los gobiernos de la Concertación, la Nueva Mayoría y el presidente Boric, quizás con un tinte social muy fuerte, pero continuando el modelo económico, político y social”, adelanta Olivares.
“Sería la primera presidenta del Partido Comunista en Chile, pero también ella ya ha sido bastante enfática en mencionar que, de ganar, muy probablemente congelaría o dejaría su militancia en el PC, ya que ha generado críticas, suspicacias y diferencias en su sector y también los ataques propios que vienen en período electoral del sector contrario”, complementa Rubilar. “Pero también hay una continuidad institucional: ella acaba de ser ministra del Trabajo, estuvo vinculada al crecimiento del empleo, a leyes como la de las 40 horas laborales o reformas de seguridad social. Su reto sería más bien construir una nueva gobernabilidad con un Congreso que va a estar muy fragmentado y tranquilizar las expectativas del mercado. De todas maneras, Jara es una candidata que políticamente es conocida, no es alguien que venga desde afuera: es conocido su trabajo y cuáles son sus posiciones respecto de llegar a acuerdos”, dice.
En cambio, agrega Olivares, “los candidatos de derecha que según las encuestas están pasando a segunda vuelta son candidatos que buscan alterar algunas cosas dentro del funcionamiento del sistema político. Kaiser tiene un perfil parecido al de Javier Milei, con la idea de que ‘hay que romper todo para transformarlo’, mientras que José Antonio Kast es un candidato que está en contra del aborto, de la eutanasia y de una serie de cosas que lo más probable es que generen un retroceso en muchos derechos y libertades obtenidos, o por lo menos es lo que va a promover, por lo tanto sería un cambio en el statu quo bastante interesante”, agrega.
Para Rubilar, el escenario de la derecha es distinto al que existía cuando ganó ambas presidencias Sebastián Piñera. “La derecha tradicional, que ya ha gobernado anteriormente, tiene como candidata a Matthei, que está un poco más a la derecha que Piñera porque tiene un vínculo con la dictadura que no puede borrar: sale en numerosos videos junto a Augusto Pinochet y su padre fue parte de la Junta Nacional de Gobierno en dictadura. Por lo tanto, es una derecha que, si bien es tradicional, está un poco más arraigada en el pinochetismo que la que ganó anteriormente con Sebastián Piñera”, expone.
“Sin embargo, si gana la ultraderecha probablemente vamos a tener un desajuste muchísimo mayor porque hay una promesa, tanto de José Antonio Kast como de Kaiser, de retrotraer algunas de las reformas institucionales que ya hemos obtenido y de impulsar un giro cultural más bien conservador, que también podría tensionar las relaciones con gobiernos más progresistas –como las alianzas con la Unión Europea o China– y podrían, según sus propias palabras, acercarse mucho más en temas de seguridad y alianzas a Estados Unidos”, agrega. Algo de ese tinte ya se evidenció en los cierres de campaña: Kast realizó un acto en el Movistar Arena, un emblemático recinto deportivo y musical, con una estética y una retórica similar a [la del presidente estadounidense, Donald] Trump, con varios de sus adherentes usando gorritos con visera que decían “Make America great again”.
Las urnas abrirán el domingo a las 9.00 y se mantendrán operativas hasta las 18.00 para recibir a los 15,7 millones de votantes habilitados para participar en la primera vuelta. Los primeros resultados se conocerán cerca de una hora después del cierre de las urnas.