El 23 de mayo del año pasado, la Asamblea General de las Naciones Unidas, el principal órgano de la ONU, aprobó una resolución en la que designó el 11 de julio como Día Internacional de Reflexión y Conmemoración del Genocidio de Srebrenica de 1995.
El texto, que fue presentado de forma conjunta por las representaciones de Alemania y Ruanda, tuvo en cuenta “que en 2025 se cumplirá el trigésimo aniversario del genocidio de Srebrenica, en el que se perdieron al menos 8.372 vidas, miles de personas fueron desplazadas y quedaron devastadas familias y comunidades”.
A menos de un mes de que se cumpla la conmemoración de uno de los hechos más luctuosos de las guerras que siguieron al desmembramiento de Yugoslavia, en este caso particularmente de la guerra de Bosnia, la situación en ese país balcánico está en un momento de tensión inédito desde el fin del conflicto bélico.
Esta situación fue advertida a comienzos de mayo al Consejo de Seguridad de la ONU por el alto representante para Bosnia y Herzegovina, el diplomático alemán Christian Schmidt. En su mensaje, Schmidt renovó su llamamiento para que en Bosnia se pongan en marcha profundas reformas constitucionales y legales para combatir la discriminación y fortalecer la integración europea.
El alto representante explicó que las condiciones para la plena aplicación de los aspectos civiles del acuerdo de paz en el país “se deterioraron enormemente” con respecto a los períodos anteriores. Informó que el primer trimestre de este año se caracterizó por un “aumento significativo de las tensiones”, lo que equivale a una crisis “extraordinaria” en el país desde la firma del Acuerdo de Dayton, en 1995.
Este acuerdo, llamado así porque se concretó en una base militar estadounidense situada cerca de la ciudad de Dayton, en el estado de Ohio, y se firmó en París en diciembre de 1995, sentó las bases del actual Estado bosnio.
En este territorio de algo más de 51.000 kilómetros cuadrados –equivalente a la tercera parte de Uruguay– conviven poco más de tres millones y medio de habitantes, 51% de ellos bosnios musulmanes, 31% de serbios adherentes a la iglesia ortodoxa serbia y poco más de 15% croatas católicos.
Bosnia, cuya capital es Sarajevo, está organizada políticamente por un complejo sistema determinado por un frágil equilibrio entre las tres etnias que habitan mayoritariamente en el país, que tiene sus orígenes en los Acuerdos de Dayton. Este tiene algunas similitudes con el que se adoptó en Líbano después de la extensa y cruenta guerra civil que se extendió desde 1975 a 1990.
La presidencia del país, ocupada por un bosnio musulmán, un serbio y un croata, rota cada ocho meses. Por sobre ellos, la autoridad política superior en el país es el alto representante para Bosnia y Herzegovina, cuya misión es velar por el cumplimiento de los Acuerdos de Dayton y mantener el equilibrio interétnico.
El alto representante, que desde 2021 es Schmidt, no es elegido por los bosnios, sino directamente por la ONU, lo que significa que se trata de una especie de gobierno tutelado, que es visto con recelo por la población local.
Otro aspecto clave para entender la realidad de Bosnia es su división administrativa en dos grandes entidades: por un lado, la Federación de Bosnia y Herzegovina, donde viven predominantemente los bosníacos y croatas; por otro lado, la República Srpska, literalmente República Serbia, habitada por serbios.
Cada una de estas entidades tiene una amplia autonomía, incluso una Constitución propia, pero el poder central judicial, por ejemplo, al menos en lo formal, lo tiene Sarajevo, que es la capital bosnia. La principal ciudad y capital de la República Srpska es Banja Luka.
Deterioro institucional y un pasado trágico que vuelve
En su comparecencia de mayo ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Schmidt dijo que el empeoramiento de la situación política en Bosnia se deriva de las reacciones al veredicto en primera instancia emitido en febrero por el Tribunal de Bosnia y Herzegovina que condenó al presidente de la República Srpska, Milorad Dodik, por desobedecer las decisiones del alto representante internacional.
“Tras el veredicto, el señor Dodik intensificó sus ataques contra el orden constitucional del país, ordenando a las autoridades de la República Srpska que aprobaran una legislación que prohíbe de hecho el poder judicial y la aplicación de la ley a nivel estatal en la República Srpska, e incluso poniendo sobre la mesa un proyecto de constitución de la Entidad, insinuando una secesión de facto”, informó el alto representante, cuyas declaraciones fueron consignadas por el portal oficial de la ONU.
Schmidt enfatizó que, en su mayor parte, las comunidades no apoyan el extremismo ni el secesionismo. “Hay sobradas pruebas de ello en la vida cotidiana, pero la política etnocéntrica dedica demasiado tiempo a dividir a las comunidades en lugar de unirlas”, afirmó.
La reconciliación de quienes viven en Bosnia es una tarea en parte pendiente por el extremismo de algunos sectores, que todavía reivindican lo que pasó en la guerra. Puntualmente, la Masacre de Srebrenica, llamada así por haber sido perpetrada en este municipio situado en el este de Bosnia, dentro de la República Srpska, fue llevada adelante por el ejército de la República Sprska (VRS, por sus siglas en serbio), en aquel momento presidida por Radovan Karadzic.
En la primavera boreal de 1993, en el contexto de la guerra de Bosnia que había comenzado un año antes, el Consejo de Seguridad de la ONU declaró la ciudad de Srebrenica y sus alrededores como “zona segura”, con tropas de Países Bajos que tenían la responsabilidad de proteger a los habitantes de la zona, en su enorme mayoría bosnios musulmanes.
Sin embargo, las tropas serbias, lideradas por el general Ratko Mladic, quien posteriormente fue declarado culpable de crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y genocidio, al igual que el presidente Karadzic, por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia con sede en La Haya, invadieron la zona.
Las tropas neerlandesas que comandaba el coronel Thomas Karremans no actuaron cuando las fuerzas serbias la ocuparon el 11 de julio, separando a las mujeres de los varones y asesinando a 2.000 de estos últimos, tanto hombres como niños, en un solo día.
En medio de un asedio implacable, que no pudo ser roto por las tropas bosnias, muy inferiores en número, aproximadamente 15.000 bosnios huyeron a las montañas que rodean la zona, pero las tropas serbias los persiguieron y asesinaron a otras 6.000 personas, en matanzas perpetradas en bosques, fábricas y grandes galpones.
Campo de refugiados de las Naciones Unidas, el 15 de julio de 1995, en Tuzla.
Foto: Odd Andersen, AFP
La masacre fue la mayor matanza colectiva en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. También en la guerra de Bosnia se registró otro hecho inédito desde la Segunda Guerra: el sitio de Sarajevo, llevado adelante por el VRS junto al Ejército Popular Yugoslavo, se extendió desde la declaración de independencia de Bosnia de Yugoslavia, en abril de 1992, hasta febrero de 1996, cuando finalizó el conflicto, y fue el más largo de la historia moderna. Este sitio, en el que murieron al menos 14.000 personas, marcó una reconfiguración de la demografía de la ciudad.
Investigaciones posteriores a la Masacre de Srebrenica, realizadas por el Parlamento de Países Bajos con base en declaraciones de Karremans y otros integrantes del contingente neerlandés, llegaron a la conclusión de que no pudieron actuar por el asedio que les impusieron los serbios, muy superiores en número y armamento.
Karremans pidió el apoyo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, pero la alianza militar liderada por Estados Unidos decidió no atacar a los serbios luego de que estos tomaran como rehenes a decenas de soldados neerlandeses y amenazaran con matarlos si sus tropas eran bombardeadas.
La ONU, en un informe elaborado en 1999, reconoció su error de creer que un contingente de soldados tan chico como el neerlandés iba a poder mantener el control de la zona de Srebrenica, que era un claro objetivo militar serbio.
Los bosnios asesinados fueron enterrados en fosas comunes, y se descubrieron cuerpos en 570 lugares de todo el país, entre ellos 77 fosas comunes. En 2007, la Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminó que lo que había sucedido en Srebrenica había sido un genocidio.
Los esfuerzos por localizar a las víctimas desaparecidas del genocidio prosiguieron con el correr de los años. Los restos fueron identificados a medida que iban siendo encontrados, y están enterrados en el Cementerio Memorial de Potocari, localidad situada en el municipio de Srebrenica.
En los últimos meses y debido a la situación de extrema tensión que se vive en el territorio, el memorial ha estado cerrado. Esto ha generado preocupación tanto dentro como fuera de Bosnia.
En julio del año pasado, en el marco de la Cuarta Cumbre de la Comunidad Política Europea, celebrada en Inglaterra, el actual integrante bosníaco de la presidencia del país, Denis Becirovic, declaró que el mundo y Europa deberían aprender las lecciones del genocidio de Srebrenica.
“La cultura del recuerdo nos enseña a luchar por la democracia y los derechos humanos. Al recordar, luchamos por un futuro seguro para las nuevas generaciones”, declaró el político musulmán, quien agregó que los males que no se pudieron prevenir al principio se volvieron más graves y peligrosos.
Becirovic afirmó que la cultura del recuerdo del genocidio de Srebrenica debería seguir desarrollándose en Europa y en el mundo.
El 8 de junio de 2021, los jueces del tribunal de la ONU confirmaron la cadena perpetua para Mladic por genocidio, persecución, crímenes de lesa humanidad, exterminio y otros crímenes de guerra cometidos en Bosnia y Herzegovina. N obstante, pese a su probada responsabilidad en la matanza, la figura de Mladic es reivindicada por el actual presidente de la República Srpska y por los políticos, militantes y ciudadanos ultranacionalistas que lo apoyan.
En 2017, cuando se condenó a Mladic a cadena perpetua en los tribunales de La Haya, por primera vez, Dodic lo calificó de “héroe”. Dodic, un ultranacionalista que mantiene fuertes lazos con el gobierno serbio de Belgrado y también con el presidente ruso, Vladimir Putin, y que se opone a la adhesión de Bosnia a la Unión Europea, dijo en aquel momento que Mladic tiene “reservado el puesto de héroe por haber compartido los males de su pueblo” y que ninguna sentencia podrá cambiar eso.
“A personas como él no los juzga un tribunal, sino la historia, y sólo ella dará la respuesta definitiva sobre quién es el general Mladic”, expresó en aquel momento Dodik, quien agregó que la condena contra Mladic es “otra cachetada vergonzosa a las víctimas serbias”. “No podemos influir en las sentencias, pero tampoco ellas pueden influir en nuestra memoria histórica y en los hechos históricos”, agregó.
En abril, la Policía bosnia intentó cumplir la orden judicial de detener a Dodic durante una visita a Sarajevo, pero los integrantes de la seguridad del mandatario lo impidieron.
Hace pocos días, el 3 de junio, las heridas no cicatrizadas de la masacre fueron tocadas nuevamente cuando los defensores legales de Mladic pidieron que su cliente sea liberado porque sólo le quedan unos meses de vida, según el escrito judicial presentado ante el Mecanismo Residual Internacional de la ONU para los Tribunales Penales en La Haya.
La moción, que solicita la libertad provisional o anticipada condicional para el condenado por genocidio y crímenes de guerra de 83 años, argumenta que “la limitada esperanza de vida de Mladic es una cuestión humanitaria central a la que se debe dar una importancia decisiva”. Los abogados del exmilitar serbio argumentan que no existe riesgo de fuga debido a su diagnóstico terminal, su corta esperanza de vida, la necesidad de cuidados paliativos y su confinamiento, informó el portal BalkanInsight.
También actuaron por estos días los abogados de Dodik, que el jueves, de acuerdo con lo que consignó la agencia de noticias Efe, pidieron la anulación de la sentencia en primera instancia que lo condena a un año de prisión y seis años de inhabilitación.
La solicitud fue presentada ante el Consejo de Apelaciones del Tribunal de Bosnia y Herzegovina, en Sarajevo, tras abrirse la primera audiencia para considerar en segunda instancia la sentencia de esa corte del 26 de febrero, que condenó al presidente de la República Srpska por desobedecer las decisiones del alto representante internacional para Bosnia y Herzegovina.