Hay que defender la educación pública, lo que exige transformarla. Queremos impulsar ambas tareas.
Hoy más gente accede a la educación pública que en ningún otro momento en la historia nacional. Ese es el resultado de inversiones serias y esfuerzos varios que debemos potenciar, no reducir. Es también el resultado de una vocación inclusiva: todas y todos tienen que poder seguir aprendiendo siempre al más alto nivel. Por todo ello, es necesario y posible abordar ahora una transformación global de la educación.
La primera clave es completar la universalización de la educación inicial conectada con la mejora de la educación primaria. Para ello proponemos ampliar la cobertura, promover la atención integral y consolidar la formación de educadores en primera infancia. Al mismo tiempo, se extenderá el Programa Maestros Comunitarios y se aumentarán las escuelas de tiempo extendido en todos los centros urbanos del país.
La segunda clave es universalizar una educación media que forme tanto para el trabajo digno como para seguir aprendiendo a nivel avanzado. Esa perspectiva puede entusiasmar al estudiantado y a sus familias. Es imprescindible y también viable organizar ofertas educativas que garanticen a quienes concluyen la educación media una formación que los capacite tanto para trabajar digna y fecundamente como para seguir estudiando con éxito a nivel terciario. Todas las personas, independientemente de su edad, deben tener oportunidades para completar esa formación, mediante modalidades vinculadas a su experiencia, según el principio de que se aprende a partir de lo que se sabe.
Las medidas concretas para avanzar en este camino van en tres direcciones simultáneas:
a) Iniciar una segunda fase del sistema de protección de trayectorias en enseñanza media con equipos territoriales multidisciplinarios que sostengan la permanencia del estudiantado.
b) Crear una dirección de la Administración Nacional de Educación Pública que promueva la experimentación pedagógica a partir de las exitosas experiencias de trabajo en proyectos comunitarios de UTU, Plan Ceibal y de cientos de docentes que ya lo hacen de forma autónoma, para que la enseñanza (y los tiempos que los docentes dedican a la innovación) cobre un impulso acorde al desafío.
c) Reformar la estructura del bachillerato para que los jóvenes puedan elegir las materias que cursan y articular las experiencias de trabajo, deporte y arte que practican, a la vez que se acreditan saberes y se ofrecen becas y estímulos para la finalización de estudios que tengan en cuenta las diversas situaciones.
La tercera clave de transformación es generalizar la educación terciaria de carácter permanente, acelerando una expansión que ya está en curso tanto en el acceso como en la culminación de los estudios universitarios. Para mejorar sistemáticamente la calidad de vida de todos hace falta multiplicar la formación avanzada, combinada con el trabajo a lo largo de toda la vida activa.
Para transitar en las direcciones mencionadas hay que jerarquizar los programas de formación profesional y educación permanente, vinculándolos directamente con la culminación de la educación media y al acceso a la educación terciaria.
Para garantizar una educación realmente buena es imprescindible potenciar la autonomía profesional de los educadores, invertir en formación y tiempo de acompañamiento, así como revertir la burocratización fiscalista (lo que supone una revisión de los sentidos de las inspecciones y las direcciones) y hacer realidad la formación universitaria en educación.
Una cuarta clave es expandir la descentralización educativa a todo el país en combinación con el desarrollo regional. Hay que pensar a Uruguay en su conjunto, para superar la desigualdad social y geográfica en el acceso al conocimiento y a sus beneficios. Hay que coordinar las ofertas educativas de manera que no haya lugar sin posibilidades de aprender a alto nivel. En particular, la descentralización de la enseñanza terciaria debe avanzar planificadamente junto con la creación de capacidades científicas y tecnológicas en todo el territorio nacional, así como con la generación de oportunidades de trabajo.
Sobre los hombros de nuestras mejores tradiciones republicanas y educativas, desde Varela a Figari, articulando la formación intelectual y manual, con autonomía y participación como principio y compromiso, pero con la actualizada renovación de nuestra Universidad de la República y las promisorias experiencias recientes de cambio educativo (Plan Ceibal, Ley de Educación, transformación de la UTU, creación de la Utec, extensión de la cobertura educativa, avance de la educación física, estudiantes premiados en el mundo) convocamos a la sociedad para la transformación de la educación marcando el rumbo hacia el Uruguay, país solidario de trabajo y aprendizaje.