El mes de febrero nos dejó una efeméride que paradójicamente pasó casi inadvertida hasta el momento, salvo por la evocación de Juan Raso en las redes sociales y un breve recordatorio ocurrido en un recinto universitario. Se trata del centenario del nacimiento del profesor Américo Plá Rodríguez, destacadísimo cultor del derecho del trabajo en nuestro país con reconocimiento internacional en toda el área iberoamericana, donde ha dejado una perdurable influencia en el campo de la enseñanza y la aplicación de la disciplina laboral.
La profusa obra de Plá Rodríguez puede sintetizarse muy bien en el libro de 1975 Los principios del derecho del trabajo, que tiene sucesivas ediciones en nuestro país y el exterior, pieza nodal de su pensamiento jurídico en la que desarrolla la concepción del derecho del trabajo como un instrumento de “protección” del trabajador por su posición dependiente y asimétrica respecto del empleador en la relación laboral. La diferencia de poder entre las partes en el contrato hace que el trabajador deba ser tutelado mediante la norma laboral para evitar que el empleador imponga condiciones arbitrarias y abusivas en materia de salario, duración del trabajo, seguridad y salud, etcétera.
Cofundador, junto con Héctor Hugo Barbagelata, de la revista Derecho Laboral en 1948 –la misma que hoy organiza un concurso internacional en evocación de sus aportes–, fue catedrático, profesor emérito y presidente de la Sociedad Internacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, así como decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Antes que todo eso, en épocas duras de la dictadura militar, reunió en su domicilio a un grupo de profesores desplazados de la facultad para crear el llamado Grupo de los Miércoles, que sumó a abogados prácticos y a interesados en estudiar y debatir de semana en semana los enfoques jurídicos de las relaciones laborales.
El mote de “maestro” le sentaba muy bien a Plá Rodríguez, ya que la diversidad de sus intereses y actividades no le impedía detenerse a atender de manera dedicada a todos quienes requeríamos de su punto de vista, de sus libros o de sus orientaciones, con un trato siempre afable pero exigente, sin tuteos, de modo de sacar lo mejor de cada uno en beneficio del bien común.
En los primeros años del decenio de 1960, junto con otros destacados compañeros suyos dio el paso de transformar al viejo partido católico –la Unión Cívica, UC– en el Partido Demócrata Cristiano (PDC), del que fue diputado en el período 1963-1967, poniendo así al pensamiento social de esa vertiente ideológica en sintonía con los avatares y la evolución de la época, muy surcada por los cambios y el conflicto en casi todos los frentes. El pasaje de la UC al PDC no era antojadizo ni improvisado, sino que se sostenía en elaboraciones de filósofos que conocía muy bien, como es el caso de Jacques Maritain, principal inspirador del humanismo cristiano. La cooperación entre diferentes y el valor de los derechos humanos fueron valores muy tempranamente asumidos por Plá Rodríguez mediante sus lecturas de juventud (o de toda la vida, quién lo sabe) de Maritain. Figura central del humanismo, Maritain no se detuvo en la oposición frontal al fascismo, sino que fue un crítico tenaz de la propiedad privada con base en el principio del destino universal de los bienes, ubicándose con valentía y lucidez en el intersticio del “dilema de hierro” entre individualismo y colectivismo de mediados del siglo XX a través de su idea del “bien común” y de una vía alternativa configurada por el “personalismo comunitario”.
Alguna vez me llamó la atención una frase de Plá Rodríguez, dicha en medio de una discusión dicotómica en torno a cierto problema laboral, que reclamaba prestar atención a “la parte de razón que tienen las doctrinas equivocadas”, una apelación a la apertura y el pluralismo para la apreciación de los problemas complejos. Años después pude leerla en el filósofo Maritain y comprender así la raigambre profunda del pensamiento de Plá y percibir la sencillez y sabiduría con que aplicaba en la práctica las enseñanzas de su maestro.
En la década siguiente esa vertiente del pensamiento social confluyó en nuestro país con la marxista, dando lugar al alumbramiento del Frente Amplio, una experiencia todavía difícil de replicar y de la que Plá Rodríguez fue animador y senador en el efímero período 1971-1973.
El repaso de sus intervenciones parlamentarias y los proyectos presentados muestran la llamativa actualidad de sus posturas sobre algunas cuestiones hoy vigentes.
Así, a pocos días de iniciada la legislatura, junto con el resto de los senadores de su sector, presentó un proyecto que pretendía derogar la llamada “ley de Coprin” del presidente Pacheco Areco, declarando a su vez vigentes a los Consejos de Salarios. Coherente con la política autoritaria de la época, los Consejos de Salarios habían sido suspendidos por el gobierno, generando dudas sobre su pervivencia. Esa inaplicación del mecanismo de negociación salarial tripartita se estiró por muchos años, con un breve interregno entre 1985 y 1990. Recién en 2005 el propio Frente Amplio los reinstaló hasta el día de hoy, en que comienzan a ser nuevamente cuestionados por los sectores y partidos de la derecha política.
Importa señalar, en esta incompleta reseña, algunas ideas que dejó planteadas en su actividad parlamentaria, como el caso de su preocupación acerca de la financiación de la seguridad social y su significación como política social. Casi en una extensión de su cátedra, expresó en el Senado que “este sistema inhabilita a la seguridad social como régimen de redistribución del ingreso nacional [...] Con este sistema, lo único que se logra es la redistribución a nivel horizontal, es decir, de los que trabajan hacia los que no trabajan [...] Pero esto se mantiene siempre en el mismo nivel, mientras que lo que interesa como factor de redistribución es lo que permite la redistribución vertical, es decir, que las clases o sectores mejor provistos económicamente puedan aportar a la comunidad una cantidad mayor en beneficio de aquellos sectores más desprovistos”. Por ello su propuesta era ir a un sistema sustitutivo basado en el impuesto a la renta, dado que “su financiación tiene que ser aportada por aquellos que dentro de la comunidad estén en mejores condiciones para hacerlo”.
Pero el sueño de la igualdad y el personalismo de Plá Rodríguez enfrentaban una realidad mucho más prosaica y amenazante, como si se tratara del “invierno que esperó tantos años” del que hablaba el poeta Líber Falco. El 8 de diciembre de 1972, en ocasión de discutir sobre un proyecto de ley que procuraba acelerar los pronunciamientos de la Justicia militar, y en momentos en que el Senado se centraba en aspectos de detalle, Plá destacaba que no podía acompañarlo, ya que implicaría “aceptar la tesis de que los civiles pueden ser sometidos a la Justicia militar, cuando a nuestro juicio vulnera el texto constitucional, dado que, de acuerdo con el artículo 253, solamente pueden ser los militares o, a lo sumo, los civiles en tiempo de guerra, pero de ninguna manera los civiles en tiempos de paz”.
Y en la sesión del 5 de setiembre de 1972 da lectura a una breve declaración de su partido sobre dos militantes políticos detenidos y torturados que habían sido liberados por no encontrarse mérito alguno para su procesamiento. Expresa en esa oportunidad que “los 80 días de arbitraria detención, las torturas y los malos tratos sufridos por Bava y Nilson comprueban una vez más la existencia de métodos indagatorios absolutamente inadmisibles y la necesidad, para erradicarlos, de restablecer de inmediato el régimen constitucional de garantías individuales”.
En la histórica sesión del 26 de junio de 1973, manifestó que “no valida la tortura el problema de su eficacia. No alcanza para justificarla que se pueda decir que a través de ella se descubren muchas cosas, porque hay algo más importante que esto que es el valor de la justicia y, en definitiva, el valor de la verdad [...] Creemos que hay algo más profundo que esto y es el sentido de la dignidad del ser humano, que nos obliga a todos nosotros a respetarnos, cualquiera sea la posición política y la responsabilidad que pudiera tener en otro orden cada uno de los seres humanos”. Y el 27 de junio, cuando ya se sabía de la trágica novedad de la dictadura, y antes de clausurarse el Parlamento, apeló al futuro y a la juventud: “A esa juventud yo le rindo homenaje, porque en la hora de hoy no me interesan los triunfadores efímeros de esta noche [apoyados], me preocupan los triunfadores del futuro y yo veo en la lucha de esa juventud consciente que hoy sufre la amargura de una derrota la gran venganza histórica de esta noche, porque será ella, junto con la de todos los partidos, la artífice del nuevo Uruguay que sabemos que está hecho para la libertad y para la democracia”.
Hay una constante en la trayectoria de Plá Rodríguez que atraviesa transversalmente su pensamiento y acción, expresada de manera variopinta tanto en su concepto del derecho del trabajo protector del trabajador como en la generosidad puntual hacia cada uno de sus discípulos; en la idea de financiar la seguridad social con base en el impuesto a la renta y en la más elemental defensa de los derechos humanos y la no intervención de los militares en las causas civiles. Es su apego sostenido a la dimensión personalista y humanista integral que transmitió con entusiasmo comprometido y convocante.
Hugo Barretto Ghione es profesor titular de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República.