Si bien existen variaciones dependiendo del producto, el transporte representa una parte significativa de los costos de producción, por lo que minimizarlo se ha vuelto una de las estrategias más importantes del negocio.
En particular, en Uruguay, exportador de productos primarios, la localización de la producción es en casi todos los casos fija e inamovible, por lo que el transporte se vuelve vital para viabilizar proyectos productivos y por ende para nuestra economía. En el caso de los procesos logísticos de la cadena agroindustrial, más de dos terceras partes de su costo corresponden al transporte. En virtud de ello, es necesario que la sociedad tome conciencia de la relevancia e impacto de esta actividad. No solamente en términos económicos, sino también sociales y medioambientales.
En este sentido, Uruguay se encuentra en las puertas de volver a tener una oportunidad importante en la materia con la puesta en marcha del proyecto Ferrocarril Central y con la reactivación del ferrocarril como modo de transporte eficaz, confiable y sostenible.
El ferrocarril tiene un conjunto de externalidades, que son identificables y están sustentadas en cientos de estudios, a saber: reducción de la accidentabilidad, corrección de la distorsión fiscal, disminución de la congestión vial, mejoramiento del uso de suelos, eficiencia energética. De la valoración de estos factores, se concluye que el ferrocarril repercute de forma positiva en el ahorro de la economía global. Es de especial trascendencia, dentro de estos factores, los ahorros de largo plazo que se generan por concepto del mantenimiento de la infraestructura (corrección de la distorsión fiscal), dada la robustez de la infraestructura ferroviaria y la minimización del uso de la infraestructura vial por parte del transporte de cargas, especialmente.
Contar con un ferrocarril confiable y con estándares operativos de calidad internacional es un elemento diferenciador para proyectos productivos en su zona de influencia, por las eficiencias logradas vinculadas al transporte. Claramente, también representa un diferencial de relevancia mayúscula para el puerto de Montevideo ya que le permite ampliar su zona de influencia de forma considerable.
Es clave comprender que esto dependerá de las políticas de transporte que lleve adelante el Estado y de cuáles sean las condiciones que se generen para que el ferrocarril pueda ser una opción viable para el sistema logístico.
Hay algunos elementos que no deben faltar en la definición de una política de transporte que intente optimizar sus capacidades en este sentido. En primer lugar, la formalización del sector y su correspondiente control. En la actualidad el mercado del transporte carretero de cargas está teniendo graves problemas debido al nivel de evasión existente y reconocido en diversos estudios, como el elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo y presentado meses atrás, lo cual genera, entre otras cosas, una competencia desleal entre los actores y condiciones laborales insalubres para los trabajadores, así como la generación de peligros reales en la operación, para ellos y para la sociedad en su conjunto. Es muy difícil para una actividad tan regulada como el ferrocarril convivir o complementarse en un sistema con los niveles de informalidad que presenta el transporte carretero en la actualidad. Por ende, es de vital importancia que el Estado aborde este problema de inmediato y de forma contundente. Pero no sólo por el sector transporte, sino también por los ingresos que la sociedad no está percibiendo por esta actividad.
Se deben evaluar incentivos por parte del Estado para promover la actividad ferroviaria por encima de otras menos sostenibles, tomando como base los beneficios que conlleva para la sociedad en su conjunto.
En segundo lugar, la protección del medioambiente. La actividad transporte representó, según el Observatorio de Emisiones de CO2 del Ministerio de Industria, Energía y Minería, 57% de la emisiones durante 2020, por lo que trabajar sobre este punto resulta en extremo relevante. En este sentido, el ferrocarril presenta un diferencial clave ya que su actividad conlleva a una reducción significativa de las emisiones de CO2 por tonelada transportada. Según la Association of American Railroads, mover carga por ferrocarril en lugar de camión reduce en promedio hasta 75% las emisiones de CO2; lógicamente esto depende del parque de locomotoras que exista en el medio y de la composición de los trenes, pero es una referencia objetivo de enorme validez. A esto se debe adicionar la reducción de emisiones de otros contaminantes como NOx y partículas, entre otros.
En tercer lugar, debemos tener presente un aspecto transversal a toda la actividad de las empresas autorizadas a realizar transporte: la seguridad operacional, entendida como el estado de operación en el que el riesgo de daños a personas o bienes que interactúan con la actividad se ve reducido y se mantiene en un nivel aceptable, por medio de un proceso continuo de identificación de peligros y gestión de riesgos. Especialmente, en este marco, se deben valorar los aspectos culturales que rodean a la operación, tanto en el entorno interno como externo.
La nueva reglamentación ferroviaria vigente en nuestro país, que comenzó a redactarse a partir de 2018, comprende algunos conceptos que van en consonancia con los desarrollados hasta aquí. El Decreto 280/018 de setiembre de 2018, que establece los Principios de la Reglamentación Ferroviaria, contiene un capítulo completo dedicado a la seguridad, la salud ocupacional y el medioambiente. Esto representa un avance sustantivo en la política de transporte ferroviario y es una de las principales novedades en el marco de un nuevo sistema ferroviario nacional.
Por otro lado, es importante considerar la sostenibilidad económica, con base en las externalidades del ferrocarril mencionadas anteriormente. En este sentido, se deben evaluar incentivos por parte del Estado para promover la actividad ferroviaria por encima de otras menos sostenibles, tomando como base los beneficios que conlleva para la sociedad en su conjunto.
La sustentabilidad y la sostenibilidad deben ser objetivos primarios de toda política y actividad de transporte. El avance de un sistema de transporte bajo estos preceptos le permitirá al país un desarrollo productivo con mayor equidad.
El desarrollo del ferrocarril como medio de transporte significativo, de cargas y personas, es clave para cumplir con los criterios mencionados anteriormente. Es el Estado el que debe promoverlo, participando activamente y generando condiciones para su inserción en la movilidad local y regional.
Waverley Tejera fue director nacional de Transporte Ferroviario (2017-2020).