El 12 de setiembre de 2022, MVD noticias publicaba una nota realizada al ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, sobre la conmemoración de los 190 años del viaje de Charles Darwin al Río de la Plata, al que se refirió como “un viaje que nos conecta con fenómenos culturales, con evolución en materia científica, impacto global”. Manifestó que la presencia del investigador inglés se produjo cuando aún no había alcanzado fama mundial y que en su visita pudo descubrir un sapito que lleva, en homenaje a él, su nombre. Comentó que lamentablemente en su época liceal no recibió de sus profesores los detalles de esa visita de Darwin a nuestro país, aunque sí pudo “adquirir los principios elementales de su teoría”. Dijo además: “Son partes esenciales de nuestra historia que se nos olvidan un poco y que nos impiden ver con suficiente claridad las mil maneras en que este pequeño pedazo de tierra, en un lugar tan alejado, ha estado siempre en contacto con la gran historia de la humanidad y con procesos de alcance global”.

De este modo, Da Silveira promovía las actividades para celebrar el acontecimiento con actos en todo el país, centrados en aquellos lugares donde Darwin estuvo presente, y destacó que esto debía servir para reflexionar sobre el hecho y también “para hacer carne en nosotros lo que fue este episodio histórico”. Sin embargo, el discurso fue interrumpido por la notera de MVD noticias, quien cambió de tema, preguntándole por el episodio por todos conocido que involucra a su pareja, Maya Cikurel, con quien, hace un tiempo, el ministro había querido salir del país y no pudo hacerlo porque estaba requerida por la Justicia panameña por lavado de activos. Finalmente, en noviembre de 2022 Cikurel fue sobreseída en esta causa.

Ante la incómoda pregunta, el tono cambió y el ministro expresó de forma lacónica: “Ustedes saben que yo no hablo de eso en público, en todo caso después comentamos algo, pero no es un hecho para hablar en público”. Ante tal advertencia, un notero de un canal abierto de televisión rápidamente cambió de tema y la entrevista se orientó hacia otro lugar.

No importa la verdad, importa ganar

El hecho permite analizar en un nivel microfísico la comunicación del gobierno. En esa breve aparición televisiva, Da Silveira estableció de forma clara de qué es que él considera que “puede hablarse” y de qué no, además del modo y el tiempo en que pueden o no comunicarse esas mismas cosas.

En esta escena se despliega buena parte del modo en que el gobierno maneja su comunicación: se habla de lo que quiero, cuando quiero y como quiero. Al mismo tiempo, si de algo no quiero hablar, lo elimino hacia atrás de los bastidores de la vida periodística o lo silencio.

Detrás de esta escena simple y menor es necesario encontrar la lógica comunicativa y argumentativa que la sostiene. Se trata de la punta de la madeja. El ministro en 2004 publicó un libro de valor para quienes sean capaces de soportar su lectura, ¿Cómo ganar discusiones? O al menos cómo evitar perderlas. Allí enseña el arte de dominar la comunicación discursiva y las técnicas argumentativas para poder ganar siempre en el terreno del enfrentamiento verbal y la lucha de ideas. Un texto que no pasará a ser parte de la historia de la filosofía y la comunicación, pero que debe leerse y entenderse si queremos comprender la comunicación del gobierno todo, especialmente reconociendo que en esta materia han tenido un buen manejo y una posición dominante desde el día en que asumieron. En algunos casos, las sugerencias son meras manipulaciones directas y evidentes, orientadas a intentar lograr lo que llama “victorias psicológicas”, que son el objetivo directo de toda comunicación, más allá de la cuestión de la verdad en juego.

Resumimos en una suerte de decálogo las ideas principales expuestas en el texto:

a) Ganar una discusión no es sinónimo de tener razón.

b) No se trata de convencer a todos, sino a un grupo reducido pero decisivo.

c) Se puede hacer adherir al otro a una conclusión cualquiera.

d) Comunicar es el resultado de un proceso de profesionalización y entrenamiento.

e) Siempre debemos procurar estar en posición de atacar, es decir, nunca situarnos a la defensiva de nuestros argumentos, porque eso siempre es debilidad.

f) Se discute de lo que quiero, cuando quiero y como quiero.

g) Argumentar no es lo mismo que demostrar.

h) Todo debate o confrontación requiere un otro que se oponga a mis postulados, por lo que debe “construirse ese otro”. Por ejemplo, a partir de definirlo y caracterizarlo permanentemente.

i) Calibrar muy bien las explicaciones dadas: toda comunicación implica la imposición de un lenguaje.

j) En toda discusión y comunicación es muy importante definir qué se denomina “hechos”, obteniendo una posición dominante en la argumentación quien alcance a definirlos.

k) En cuanto a la forma de expresar y justificar nuestros puntos de vista, se ocupa de los llamados argumentos ad hominem, es decir, aquellos en los que se ataca a las personas y a sus intenciones, más allá de los contenidos que se expresan.

En este sentido son muchos los ejemplos. Se trata del modo predilecto de comunicación de muchos actores del gobierno, dirigido diariamente a personas y grupos que se oponen a sus medidas. De lo que se trata es de sostener argumentos que atacan la credibilidad de quien habla, buscando una descalificación total y al mismo tiempo igualar en la discusión a quienes son expertos en ciertos temas con cualquier individuo.

Tanto va la mentira a las redes, que al final la verdad se rompe

Así, dentro de las formas argumentativas, Da Silveira se ocupa de lo que llama “tretas” que pueden usarse en el debate, aunque advirtiendo que su uso compromete la ética de toda discusión. La analogía lógica, el uso de ejemplos, dilemas y preguntas son recursos a utilizar para debilitar la posición y los contenidos del contrincante (usados permanentemente en las conferencias de prensa y notas a las autoridades del gobierno). Si observamos la comunicación social y política del gobierno y sus distintas puestas en escena, comprenderemos que estos postulados son seguidos al pie de la letra todos los días. El principio rector de la comunicación es atacar y poner al contrincante en permanente situación de defensa.

Las redes sociales y la prensa son el escenario en el que los principales actores políticos del gobierno se dedican mucho más a atacar al FA y a sus principales dirigentes que a mostrar los logros de su propia obra.

El caso Astesiano es un buen ejemplo aleccionador. Se trata del primer caso en que efectivamente perdieron el dominio de la comunicación y estuvieron durante semanas a la defensiva. Sin embargo, el asunto Leal cambió notoriamente la situación y pasaron al ataque, invirtiendo los pormenores del caso en su favor. Por otro lado, el engorroso caso de Mario Layera reafirmó el contraataque del gobierno y fue relevado por la situación de Susana Pereyra y Charles Carrera y los usos del Hospital Policial.

Se trata entonces de un método ejecutado con maestría y experticia: diariamente, las redes sociales y la prensa son el escenario en el que los principales actores políticos del gobierno se dedican mucho más a atacar al Frente Amplio y a sus principales dirigentes que a mostrar los logros de su propia obra. Así, a pesar de ser gobierno, lo que los ubicaría en posición de defender una gestión, son quienes atacan a la oposición acusándola de todos los males del país.

El Pou-purrí

Hace apenas unos meses, el ministro del Interior, Luis Alberto Heber, en medio de las turbulencias del caso Carrera, lo expresó de manera explícita: “No hay mejor defensa que un buen ataque”. Claro, no lo hacen solos. Lo hacen con ayuda de muchos amigos. Un ejemplo notable es que en medio del asunto Astesiano el único indagado resultó un dirigente de la oposición. A ello se sumó también la denuncia de la fiscal Gabriela Fossati al presidente del Frente Amplio, a un periodista y a usuarios de la red social Twitter, que después terminó en nada. Además, en medio del debate más importante del momento, la transformación de la seguridad social, que tendrá repercusiones gravísimas para un gran sector de la población, el centro del debate público giró en torno al cachet artístico de Lali Espósito y si la Intendencia de Montevideo debía ocuparse de organizar espectáculos públicos.

Se trata siempre de practicar las eficaces acusaciones distractoras. El método es simple; todos los días sacan un nuevo conejo de la galera, pero siempre se busca apelar al daño implícito que implica cualquier acusación. Es simple, claro, pero muy efectivo y al mismo tiempo riesgoso, pues propone un escenario de violencia constante.

Algunos miembros del gobierno y actores de las redes sociales son los encargados de la primera línea de fuego, siempre en tonos insultantes y agresivos. Son actores que simplemente se dedican a eso, es su papel repetido: acusar, agraviar, insultar, distraer. Y en las últimas semanas vimos algunos nuevos ejemplos.

En medio de los avatares del episodio de entrega de viviendas a correligionarios por parte de la removida ministra Irene Moreira, el escándalo total por el caso Penadés, la crisis hídrica sin precedentes, y de las acusaciones que lanzó la exvicecanciller Carolina Ache contra algunas de las principales autoridades del gobierno de mentir deliberadamente en el Parlamento en el vergonzoso episodio de la entrega del pasaporte al narco uruguayo Sebastián Marset, lanzaron, en su constante apelación al futuro imperfecto, los anuncios del proyecto del tren de la costa y de la supuesta inversión más grande de la historia del país, la del famoso combustible verde. En este caso, al igual que sucedió con el episodio del águila del buque nazi Graf Spee, se trata de los repetidos “anuncios distractores”.

Podemos decir que la comunicación del gobierno está claramente profesionalizada. Especialistas en marketing y publicidad ocupan puestos clave. El presidente, del que continuamente se alaba su manejo comunicacional, siempre se mueve en una atmósfera controlada. Nunca es puesto contra las cuerdas. Frente a las cámaras siempre repite un método: habla de lo que quiere, él mismo se pregunta y les pregunta a los periodistas, y nunca admite repreguntas. Admitiendo una metáfora pugilística, sus encuentros con los medios parecen un continuo enfrentamiento con un sparring al que se golpea, una constante pelea contra un otro que no es capaz de responder.

En síntesis, podemos decir que al plantear un escenario de ataques y violencia diaria, polarizan constantemente la escena de debate. Al respecto, valga analizar el fenómeno de Romina Celeste y de cómo alimentaron su violenta arremetida contra “el comunismo”, que tuvo inesperadas consecuencias especialmente con respecto al caso Penadés, que seguramente tiene aún mucha tela para cortar. Pero con lo que hemos visto hasta ahora, podemos dar por válida la advertencia de la gran Mary Shelley en su célebre alegoría: al final, debes tener cuidado con lo que construyas, porque la criatura puede terminar volviéndose contra su creador.

Nicolás Mederos es profesor de Filosofía y escritor. Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología.