Para quienes practicamos y disfrutamos de otros deportes allende el fútbol (el omnipresente fulbo), los Juegos Olímpicos (JJOO) se presentan como el evento deportivo más importante, que podremos disfrutar en su XXXIII edición de París, desde el 26 de julio hasta el 11 de agosto.

Los JJOO sacan a relucir lo mejor del espíritu humano: las ansias de superación en base a una sana competencia, la colaboración y el trabajo en equipo, la perseverancia, la comunión de las naciones, el desarrollo de las destrezas físicas, mentales y sociales, etcétera. No obstante, también revelan algo mortífero: la competencia desmedida, la mercantilización del deporte, la sobreexigencia física, el chauvinismo, el sexismo, etcétera. Y agregamos en esta segunda lista la explotación animal, porque será un punto nodal de esta crítica.

Como toda actividad humana, los deportes no están exentos de una dimensión política, y por ello han sido objeto de profundas reflexiones desde las ciencias sociales ―entre las cuales podemos destacar el ensayo Citius, altius, fortius. El libro negro del deporte, de Federico Corriente y Jorge Montero―. En esta línea, aquí argumentaremos por dos cambios que se hacen fundamentales para los próximos JJOO: eliminar los deportes con animales y crear una categoría transgénero1.

No más deportes ecuestres en los Juegos Olímpicos

En los pasados JJOO de Tokio los espectadores asistimos a un episodio de violencia por parte de la jinete Annika Schleu y su entrenadora hacia “su” caballo, Saint Boy. Las imágenes la mostraron golpeándolo con la fusta y las espuelas, y a su entrenadora propinándole golpes de puño. Pero lo que probablemente no sepan los espectadores es que esa es apenas la punta del iceberg de la violencia hacia los caballos en este deporte.

Actualmente existen dos deportes con caballos en los JJOO: la hípica ―que engloba tres disciplinas: doma, concurso completo y salto (también conocido como salto de obstáculos)― y pentatlón, que incluye el salto con obstáculos a caballo y que, afortunadamente, a raíz del episodio Schleu, esta edición será la última en que se realice. Agreguemos que la explotación equina en el deporte no se reduce a estos casos, sino que también se ejerce en el polo, el turf (carreras con apuestas), el raid (enduro), entre otros, aunque no estén presentes en los JJOO.

Según la web oficial del evento, “los deportes ecuestres estuvieron presentes por primera vez en los JJOO de 1900, y entraron definitivamente en el programa olímpico durante los Juegos de Estocolmo de 1912. A partir de 1952, durante los Juegos de Helsinki, se permitió a las mujeres participar en la prueba de doma, ahora mixta. En 1964 las mujeres participaban en todos los eventos ecuestres, lo que convirtió la equitación en el único deporte verdaderamente mixto en los JJOO”.

La hípica es también el único deporte en el que el principal esfuerzo no es desempeñado por el humano, sino por el caballo. No negamos cierta destreza requerida para montarlo, pero sin dudas no se compara con aquella que debe realizar el animal, o con las habilidades requeridas en otros deportes y disciplinas olímpicas, como por ejemplo la halterofilia, donde todo el desempeño recae sobre el atleta.

Sumado a esto, los deportes hípicos probablemente sean los más elitistas: son un entretenimiento de los ricos a modo de ritual de ostentación de riqueza y estatus (lo que el sociólogo Pierre Bourdieu llamaba habitus de clase). Comprar un caballo de genéticas seleccionadas especialmente para ello, mantenerlo con una dieta y un régimen de entrenamiento muy exigentes, adquirir el equipamiento necesario para la práctica del “deporte”, costear gastos veterinarios y de traslados para las competencias no es algo que esté al alcance de cualquier bolsillo, como sí puede serlo una pelota de fútbol o un aro de básquetbol. Claramente esto atenta contra el espíritu de integración social del deporte proferido por el Comité Olímpico Internacional (COI).

Hay quienes apelan a la historia y la tradición para sostener la vigencia de los deportes ecuestres, aludiendo a las competencias de cuadrigas en la Antigua Grecia. Pero para la reflexión ética, la tradición ―y la legalidad― no posee ningún valor argumental. De este modo, podemos fácilmente identificar tradiciones y legalidades nada buenas, como la esclavitud, así como también ilegalidades considerablemente buenas, como las acciones de liberación frente a la opresión.

Hay quienes apelan a la historia y la tradición para sostener la vigencia de los deportes. Pero para la reflexión ética la tradición ―y la legalidad― no posee ningún valor argumental.

También están quienes sostienen el argumento del bienestarismo: esos caballos, dicen, están mejor cuidados que muchos humanos y además disfrutan de esa actividad. Quizás acierten en lo primero ―lo cual nos sumiría en una reflexión sobre la exorbitante desigualdad social entre humanos―, pero lo que sí es seguro es que los caballos no desean ser montados y someterse a las pruebas ecuestres. La evidencia aportada por la etología ―la ciencia del comportamiento animal―, mediante el estudio del lenguaje corporal animal, nos enseña justamente lo contrario: los corcoveos para quitarse al jinete del lomo, los revuelcos en el suelo, el detenimiento abrupto frente a los obstáculos y la negación de saltarlos, cuando no las mordidas y patadas al jinete, son claros ejemplos de la intencionalidad del animal.

Aunque a sus defensores les cueste aceptarlo, el entrenamiento en la hípica se basa en la violencia a través de castigos corporales (basta con observar que el uso de la fusta es reglamentario). Y señalemos que cuando la seudofelicidad del espectáculo ecuestre se ve interrumpida por una lesión en el animal, o cuando este termina su “vida útil” por ser viejo, muy probablemente sea enviado al matadero, pues el supuesto abundante amor que sus propietarios le prodigan llega hasta el límite de su interés financiero: no se pueden costear los gastos médicos de las cirugías de recuperación o de manutención hasta una muerte digna y apacible. Precisamente esto fue lo que le sucedió, también en Tokio, al caballo Jet Set del jinete suizo Robin Godel, a quien decidieron asesinar luego de romperse los ligamentos de una pierna delantera en una prueba de salto.

En definitiva, la hípica es un deporte ultra elitista y violento que no representa los valores de integración social y dignidad que los JJOO dicen representar. En ella los caballos son usados y desechados como objetos por los miembros de la clase ociosa para la obtención de medallas, dinero y estatus. Celebramos la renovación generacional y la incorporación del surf, la escalada deportiva, el skateboarding, el béisbol y el karate como nuevas disciplinas olímpicas, en las que realmente se puede apreciar el mérito de los atletas, y proponemos eliminar la hípica y desestimar la incorporación de todo eventual futuro deporte con animales.

Por una categoría trans

Afortunadamente, la reparación y el reconocimiento a las personas transgénero ha ganado terreno en algunas sociedades, aunque aún persistan enormes brechas respecto al resto de la población y expresiones de transodio que pueden llegar hasta el asesinato. El deporte es una de las últimas áreas donde se ha visibilizado la participación trans; hubo que esperar hasta los JJOO de Tokio 2021 para presenciar la primera participación de una atleta transgénero en halterofilia femenina (la neozelandesa Laurel Hubbard). No obstante, ha habido participaciones de la misma índole en competiciones no olímpicas, como ser el renombrado caso de la nadadora Lia Thomas.

Thomas saltó a la fama tras ganar con holgura un campeonato nacional de la División I de la Asociación Nacional de Atletismo Universitario en Estados Unidos luego de su transición. En efecto, cuando competía en el equipo masculino en estilo libre, ocupó el puesto 554 en los 200 metros, el 65 en los 500 metros y el 32 en 1.650 metros. Luego, al competir en el equipo femenino, ocupó el quinto puesto en 200, el primero en 500 y el octavo en 1.650. Estos resultados suscitaron la polémica al estimar sus detractores ―algunos aprovechando para destilar su transodio― que gozaba de una ventaja fisiológica injusta. Esto condujo a que algunas nadadoras cisgénero perjudicadas iniciaran reclamaciones judiciales alegando afectaciones patrimoniales y morales, pues no quedar en el podio implica la pérdida de oportunidades económicas como salarios, patrocinios y becas. Recientemente, el Tribunal Arbitral del Deporte, al que Thomas acudió para recurrir su exclusión de las competiciones femeninas por la federación internacional, le negó la participación en los próximos JJOO.

No es otro que el dimorfismo sexual la causa última de que haya una diferencia tan importante en los desempeños alcanzados por sexo en algunos deportes (aunque no olvidamos por ello la importancia de las variables ambientales-sociales). En este marco, la testosterona cumple un rol primordial, aunque no único. Es así que los varones biológicos tienen un 61% más de fuerza en la parte superior del cuerpo y un 44% más en la parte inferior respecto a las mujeres biológicas.2 Además de una considerable ventaja para los deportes, esto también supone un riesgo mayor de lesiones hacia cismujeres en deportes de contacto (como boxeo o rugby), en caso de que estas se enfrenten a mujeres trans.

En la medida en que la deseada inclusión de las mujeres trans en el deporte progrese, la cantidad de cismujeres afectadas por este tipo de injusticias irá en aumento y esta situación será un caldo de cultivo para expresiones de resentimiento y odio.

Desgraciadamente, las soluciones propuestas para saldar este problema no han sido satisfactorias. El COI se ha desresponsabilizado dejando a las federaciones internacionales el deber de reglamentar el acceso de los deportistas transgénero a sus competiciones.

Por su parte, entre las soluciones propuestas por las federaciones está la de mirar para el costado y no tomar partido, dejando a las mujeres trans competir contra las mujeres biológicas libremente sin ningún requerimiento más que su autopercepción de identidad de género. Esto, claramente, no es una solución.

Por otro lado, se ha propuesto la medición y el establecimiento de estándares de los niveles de testosterona para competir en situación de igualdad. Sin embargo, esta no es una solución de fondo, pues, aun con niveles igualados de la hormona, no se anulan las diferencias producidas por esta en la estructura corporal, la altura, la cantidad de masa muscular y la capacidad cardíaca y pulmonar que pueden apreciarse entre cismujeres y mujeres trans.

También se ha planteado diferenciar las categorías ya no por sexo, sino por peso, altura y otras variables según el deporte en cuestión, pero no se han hecho propuestas concretas que hagan viable esta alternativa frente a lo que parecería su caótica implementación.

Así las cosas, se evidencia que una solución sostenible en el tiempo sería la creación de categorías para mujeres y varones trans, aunque los segundos no suponen un problema porque no tienen ventajas físicas sobre los varones biológicos.

En un principio la categoría de mujeres trans contaría con pocas participantes, cosa que irá mejorando en la medida en que vayan revirtiéndose las históricamente vulneradas condiciones de vida de las personas trans, a la par que podrá fomentarse la participación mediante el otorgamiento de premios simbólicos y económicos. Afortunadamente, para esto último contarán con el apoyo financiero de las empresas deseosas de exhibir su espíritu inclusivo y diverso, desplegando sus estrategias de brand washing color arcoíris.

La creación de una categoría trans superaría el embarazoso lugar en el que quedan las atletas trans, con demasiadas ventajas para competir en la liga femenina, y demasiada desventaja para hacerlo en la liga masculina, y las correría del foco de ataques transodiantes (aunque sin por ello solucionar el problema de fondo de este prejuicio), y les brindaría grandes oportunidades de desarrollo personal y profesional, al acercarlas a los beneficios para la salud física y mental de realizar actividad física.

La problemática trans en el deporte debe abordarse con valentía, compromiso por la igualdad y la justicia, y rigor científico. Sería un desacierto que, por errores y omisiones normativas, las deportistas trans se vean enfrentadas a las cismujeres que, luego de décadas de reclamar el derecho a participar en las competiciones internacionales en igualdad de condiciones que los hombres, lograron conquistar la paridad en París 2024, donde participarán 10.500 atletas, la misma cantidad de mujeres que de hombres.

Gustavo Medina es sociólogo.


  1. Ya hemos ensayado trabajos sobre la dimensión política de los deportes, esta vez con relación a la nutrición, desde una perspectiva ética; ver “Politizando la nutrición deportiva en los Juegos Olímpicos de Tokio”. 

  2. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7930971/