García Linera. “Las ideas, la organización y la incorruptibilidad no se pueden negociar; cuando uno de esos tres pilares se quiebra, el proceso progresista entra a la deriva”

En la conferencia inicial del ciclo “Ser de izquierda en el siglo XXI”, organizado por la Fundación Liber Seregni y el Frente Amplio, el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, presentó su visión sobre el surgimiento y el aparente fin de la oleada progresista en América Latina.

Tomó como punto de partida la caída del bloque soviético y el Consenso de Washington, dos sucesos que “marcaron los siguientes 20 años” en el mundo. La caída de la Unión Soviética implicó “el derrumbe de la esperanza” para la izquierda, que se convirtió en una ideología que “no seducía ni se presentaba como una alternativa viable y real de poder”. En paralelo, el Consenso de Washington se impuso como una especie de “recetario” que se aplicó por igual en todo el mundo, incluida América Latina, promoviendo la globalización “ya no solamente como proyecto económico sino también como horizonte político”. Las bases del proyecto político pasaban por la expropiación de lo público; la desdemocratización de la política, “concentrándola en elites partidarias”; la neutralización de las “clases peligrosas por medio de la des-sindicalización”; y el imperialismo cultural, “en el que el discurso, la ideología y los consumos globales se irradian hacia el resto del mundo”.

El resultado de este proceso fue, según mostró el vicepresidente boliviano en una serie de diapositivas, la concentración de la riqueza a nivel geográfico y social, el deterioro de las condiciones de vida de los pueblos y el aumento de la precariedad laboral. García Linera considera que la era progresista en América Latina surgió como consecuencia de estos malos resultados, a los que también responsabiliza por la salida de Reino Unido de la Unión Europea y la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos. En este sentido, señaló que como “no es el mejor momento para la ideología globalizadora”, la derecha se quedó “sin proyecto político hegemónico global”.

Acerca del aparente fin de la “oleada” progresista, García Linera dijo que los gobiernos de izquierda están sufriendo varias acciones: la intervención de los medios de comunicación en la política, la manipulación de las redes sociales por parte de la derecha y el debilitamiento económico de las democracias. Sin embargo, agregó: “La conspiración y los sabotajes son efectivos si nosotros tomamos malas decisiones, especialmente en lo económico”. García Linera considera que la clave de la estabilidad de un gobierno progresista está en su gestión económica, porque “no se puede tener un gobierno estable contando solamente con el sacrificio y el voluntarismo del pueblo”, sino que es imprescindible establecer un sistema de gestión económica “relativamente estable y benéfico para la población”.

El vicepresidente boliviano apuntó que las claves de un buen gobierno progresista residen en cuatro aspectos: el control de los resortes económicos del país, un crecimiento económico plural y diverso, la distribución de la riqueza y, subrayó, “ganar tiempo”, porque “no se le puede pedir a un gobierno progresista que en su país construya el comunismo”, ya que es un proceso que debe darse en simultáneo con otros países. Mientras se está “ganando tiempo”, también es necesario crear “nuevos sentidos comunes”, porque se debe “sedimentar en la mente de las personas los logros hasta aquí alcanzados, la esperanza y la creencia de que es posible avanzar más”.

García Linera también advirtió que “las ideas, la organización y la incorruptibilidad no se pueden negociar”, porque “cuando uno de esos tres pilares se quiebra, se pierde el revolucionario y el proceso progresista entra a la deriva”.