Algunas ciudades eligen quemar la basura acumulada. Otras logran reciclarla con éxito. Montevideo eligió enterrar los residuos de la ciudad y sobre ellos mejorar el paisaje urbano. Tal vez el ejemplo más representativo sean las canteras del Parque Rodó, donde los grandes montículos tapizados de césped fueron rellenados con residuos de la década del 20, y que hoy no sólo enmarcan el Teatro de Verano sino que además se han convertido en un frecuentado espacio recreativo.

El miércoles de esta semana, el programa “La ruta de la basura”, del Departamento de Desarrollo Ambiental (DDA) de la Intendencia de Montevideo, organizó una visita guiada para medios de comunicación que sirvió para comprender mejor el circuito que recorre la basura en la capital.

“No tenemos dudas de que hay mucho por mejorar. Pero habrán visto que no sólo hay problemas, también hay cosas bien hechas, como aquel gran campo de golf”, ironizó, señalando un gran monte cubierto de pasto, el director de Desarrollo Ambiental, Fernando Puntigliano. En realidad, esa lisa loma verde es la Usina 7, una montaña de basura compacta que durante mucho tiempo ofició de vertedero municipal, y una vez rebasada, se la cubrió con arcilla y tierra fértil, dando como resultado una extensa pradera, ubicada a 70 metros sobre el nivel del mar, desde donde se puede observar gran parte de Montevideo. Sin embargo, desde allí arriba, lo que llama la atención es la cantidad de gaviotas convocada por la montaña de basura más grande del país: la Usina 8.

Ubicado en el nordeste suburbano de Montevideo, sobre Camino Felipe Cardoso, funciona el Servicio de Disposición Final de Residuos, administrado por el DDA. Es el destino final de casi toda la basura de Montevideo, recogida a diario por los camiones municipales. Más de 2.500 toneladas de residuos sólidos ingresan diariamente a la usina para ser apilados mediante el sistema de relleno sanitario. La basura es compactada por maquinaria pesada, formando una base que, una vez consolidada, permite crear nuevas capas-base de desechos, y así, hasta que el mismo sistema de relleno sanitario lo permita. En algún momento, esa montaña llega a su cumbre, siendo ese preciso límite una de las mayores preocupaciones en el tema. Puntigliano sostiene que ante el incontenible crecimiento de la cantidad de desperdicios, la Usina 8 llegaría a su tope aproximadamente en dos años. En esta línea, en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo, el gobierno departamental viene preparando medidas que presentará en setiembre, según anunció el director, que anticipó la posibilidad de hacer más espacio en áreas cercanas y mejorar el sistema de compactación.

Más allá del problema espacial, la Intendencia debe hacer frente a otras consecuencias del sistema de relleno sanitario. Al descomponerse, los residuos sólidos desprenden líquidos y gases contaminantes. Para combatir estas sustancias, durante la administración municipal de Ana Olivera, en 2013 se inauguraron tanto la Planta de Lixiviados como la Planta de captura de Biogás, invirtiendo más de 300 millones de pesos en tecnología de punta. Ese mismo año la IM recibió por primera vez un certificado de gestión de calidad por cumplir con los parámetros sanitarios adecuados. A partir de los complejos procesos desplegados de estas plantas, se evitan miles de toneladas de elementos nocivos para el ambiente.

Cientos de miles de litros diarios de lixiviados de alta toxicidad se escurren de las montañas de basura en Felipe Cardoso. “Es el mismo líquido que solemos ver en la bolsa de basura de nuestras casas”, ilustró Raúl Blengio, el director del sitio de disposición de residuos, durante el recorrido por la planta donde desemboca esta corriente, que circula por distintos estanques con tecnologías que depuran el líquido. Al finalizar el proceso, la solución resulta inofensiva y es vertida en el colector de Camino Carrasco, según indican los ingenieros de la planta.

A su vez, el relleno sanitario genera grandes cantidades de biogás. La mitad de ese gas es metano, un contaminante de potente efecto invernadero. Sin un sistema de captura y quema, estos gases dañan a la atmósfera y agravan el cambio climático. En el Servicio de Disposición Final de Residuos existe un avanzado sistema de cañerías, a través del cual el metano es transportado hacia una gran chimenea en la Planta de Biogás, que lo quema y transforma en dióxido de carbono, siendo mucho menos perjudicial para el cambio climático, según estudios del DDA.

Si bien la inmensa mayoría de los residuos terminan en Felipe Cardoso, existen procesos alternativos en la gestión de la basura que contribuyen a su reutilización.

La segunda parada de “La ruta de la basura” fue la visita a Tresor, la Planta de Tratamiento de Residuos Orgánicos, ubicada en Camino Toledo Chico, cerca del Vivero Municipal. “Esta planta trata los desechos orgánicos por medio de la tecnología de compostaje para reinsertarlos en las cadenas productivas sin generar daños al medio ambiente, sino lo contrario”, explicó Daniel Basile, ingeniero agrónomo a cargo. Tresor tiene convenios con industrias como Conaprole y Coca-Cola, entre otras, que llevan sus desechos para ser procesados de manera biológica y convertirse en compost. En el proceso también se tratan los residuos orgánicos generados por la gestión municipal, como restos de podas, estiércol y otros. Basile ilustró cómo en 2016, a partir de 15.000 toneladas de residuos recibidos, se generaron 4.000 toneladas de compost, utilizado con exitosos resultados en gran parte por la División de Áreas Verdes de la comuna para su mantenimiento. También es donado a diferentes instituciones y vendido al público en general.

Mientras que el reciclaje es normal para las ciudades avanzadas, Montevideo no tiene conciencia de las ventajas de reciclar. Esto quedó claro en la visita a la Planta Durán, una de las cuatro plantas clasificadoras de residuos instaladas en Montevideo durante la administración de Ana Olivera (2014). Allí, 28 trabajadores clasifican ágilmente los residuos valorizables según su materia prima, separando en contenedores el plástico, el papel, el cartón. Pero hay un problema: la mayoría de los residuos secos ya no están secos, sino contaminados por yerba, cáscaras y otros residuos húmedos. Es decir que en vez de ser reciclados y reutilizados a nuevo, serán depositados en el vertedero municipal.

La experiencia de Montevideo en separar residuos se limita al Municipio B, donde se instalaron contenedores naranjas para residuos secos y verdes para húmedos. Sin embargo, en todo el resto del departamento aún no existen contenedores públicos que favorezcan la clasificación domiciliaria de residuos, ni campañas que brinden alternativas al respecto. Desde la división municipal de Limpieza se alega que habrían contenedores en los supermercados que apoyan la clasificación, pero la población, que tiene poca cultura de clasificar basura, no lo sabe.

Buenas clasificaciones | En Montevideo hay unos 8.000 clasificadores de basura, incluyendo niños, niñas y personas de la tercera edad, según la Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos Sólidos (UCRUS). Sin embargo, desde la inauguración de cuatro plantas de clasificación de residuos, en 2014, cada una es gestionada por una organización de la sociedad civil con experiencia con población en situación de vulnerabilidad social. Hoy alcanzan a 128 las personas que dejaron de ser hurgadores para trabajar con sueldo fijo, bajo techo, con guantes y uniforme.

Álvaro Delgado Vivas