“Ahora, ahora / resulta indispensable / aparición con vida y castigo a los culpables”. Con el grito de más de 300 personas que cantaban al unísono comenzó la marcha en reclamo de la aparición del argentino Santiago Maldonado, que unos minutos después de las 19.00 rompió con la tranquilidad de la Plaza del Entrevero, donde se concentró la masa. Paradójicamente, el nombre del lugar representaba bien la confusión que rodea el caso del activista desaparecido hace un mes: el Estado argentino niega tener información sobre su paradero, y no se tiene registro de ningún movimiento luego de que haya sido visto por última vez.
Cuando el grupo comenzó a moverse se podían divisar pancartas con la cara del argentino que incluían la pregunta “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Otra de las leyendas decía: “Macri: Devolvenos ya a Santiago”. Muchos fotógrafos de prensa trataban de captar ese momento fugaz, y lo cierto es que tras caminar una cuadra por Libertador, el ambiente de la marcha cambió rápidamente. Al frente de la movilización apareció una bandera sostenida por no más de cinco jóvenes con la cara tapada que rezaba “Todos los Estados son terroristas”. Inmediatamente, se impuso el canto “Contra la represión / salida y acción” y el pedido por Maldonado se empezó a opacar.
Tras doblar por la calle Mercedes, a sólo cinco minutos de caminata, el cambio de ambiente se intensificó. Mientras que las personas que lideraban el grupo tiraban volantes al aire –que incluían frases como “Fuego a todos los Estados, ¡Viva la anarquía!” y “¡Todos los Estados son terroristas! Que desborde la rabia...”–, comenzó a escucharse el sonido de los vidrios rotos.
Las personas con rostros cubiertos rompieron los vidrios de un local de cobranzas, y arremetieron contra las fachadas de la redacción del semanario Búsqueda y de la sede de la ORT. Otros grafitearon el famoso símbolo de la anarquía a la vez que escribían frases como “muerte a la yuta” y “policía asesina” en las paredes. Detrás de ellos, los que habían ido a reclamar de forma pacífica (parejas, jóvenes, padres con niños y algunos ancianos) seguían caminando sin saber cómo reaccionar a la situación, tal vez esperando a que alguien se animara a marcar otro rumbo.
Cuando en la sede de la ORT la situación empezó a ponerse realmente tensa y la violencia crecía, un pequeño grupo de mujeres tomó la iniciativa y lograron separar la marcha para tratar de volver al lugar de donde salieron: la Plaza del Entrevero. Nuevamente, el nombre del lugar cobraba relevancia. Cuando la masa salía hacia 18 de Julio, el grupo con las caras cubiertas se volvió a unir a la marcha para seguir rompiendo vidrios, a pesar de que el resto de las personas hacía lo posible para tratar de marchar en paz.
Vidrios rotos, grafitis con insultos hacia la policía, e incluso golpes a un comerciante que trataba de defender su lugar; todo mientras que la imagen de Santiago Maldonado era portada por aquellos que solamente querían reclamar por su aparición. En un momento, los de cara tapada decidieron cortar el recorrido: “en Presidencia nos están esperando con aparatos de represión”, avisó su vocera. Así, en la esquina de 18 de Julio y Río Branco ella hizo el reclamo por altavoz: “Sabemos que Santiago no fue el primero, y sabemos que Santiago no es el último”. Tras el grito de “venceremos”, se lideró la marcha por última vez y se volvió a donde habían salido.
“Que se desborde la rabia” rezaba el panfleto que tiraban al principio de la marcha. La rabia se desbordó, pero ¿cuál era su objetivo? ¿Reclamar por la aparición de Santiago Maldonado o aprovechar la situación para liberar el enojo contra el “Estado terrorista”? Sin buscarlo, las personas que fueron a reclamar por la primera consigna se vieron en una situación completamente distinta a la que buscaban. Para el que miraba desde afuera, la imagen de Santiago Maldonado se relacionó con la violencia, justamente lo opuesto de lo que se estaba luchando. Otro entrevero.