Con el viento del Movimiento de Participación Popular (MPP) a su favor, luego de que el sector oficializara su respaldo el domingo pasado, la ministra de Industria, Energía y Minería, Carolina Cosse, se prepara para competir en la interna del oficialismo. Aunque aspira a ganarla, tampoco se negaría a ocupar un lugar en la fórmula: “No voy a ser un problema para el Frente Amplio [FA]”. Cosse opinó que las empresas públicas deberían ser “el motor” de una transformación del modelo económico, aunque para eso “no pueden seguir haciendo lo que hacían hace 80 años”.
Reconoció que le causó “sorpresa” que Cristina Lustemberg y Constanza Moreira no apoyen a la única precandidata mujer; subrayó su buen vínculo con la ministra María Julia Muñoz y con el fiscal de Corte, Jorge Díaz, y destacó el “excelente trabajo” que lleva a cabo el sociólogo Gustavo Leal en Casavalle. En materia de seguridad discrepó con la opinión de Daniel Martínez: dijo que el problema no se soluciona con un cambio de autoridades en el Ministerio del Interior. También fue cauta al momento de calificar la gestión del intendente capitalino, y marcó que todavía “hay que avanzar mucho” en temas centrales, como la limpieza de la ciudad.
Una de las cosas que planteó el MPP en su documento programático, más conocido como “4x4”, fue que había que reformular el modelo económico. ¿Coincide con esa tesis?
Tuve varios puntos de contacto con él, era un buen documento, muy bien estructurado. Hay que distinguir entre cuidar la política macroeconómica y lo que es un modelo económico; a veces uno dice que hay que modificar el modelo económico, pero eso no significa dejar de tener el cuidado en la conducción de la macroeconomía. Nuestro modelo económico deja a la matriz productiva más o menos igual pero con algunas ayudas, y pretende que la actividad económica más la renta de las empresas públicas provean los fondos para promover políticas sociales. Es un modelo que funcionó bien, pero me parece que se está agotando y tenemos que cambiarlo, porque si Uruguay lo mantiene le va a resultar aun más difícil encontrar su lugar en el mundo. Tenemos que ir transformando el esquema productivo para que haya trabajo, para que la política social empiece a consustanciarse con la política productiva y que no sea sacar plata de un lado para arreglar lo que esta matriz productiva no puede arreglar. En general compartí el espíritu del documento, aunque hice varias observaciones, por ejemplo, con respecto a la inserción internacional. Creo que el panorama tanto regional como internacional es cada vez más complejo, y Uruguay va a tener que navegarlo encontrando canales y espacios dentro de ese mar.
¿Plantea zafar del anclaje tan fuerte con la región y diversificar mercados?
Sí. El anclaje con la región es una realidad, y aunque la integración productiva fue muy trabajosa, logramos insertarnos en algunos eslabones de la cadena. Eso es lo que ha hecho que la industria se desarrollara en Uruguay y a eso hay que protegerlo, pero hay que ir dándole a la industria la oportunidad de que cambie, para que tenga otros lugares donde ubicarse.
¿Los TLC son un instrumento para eso que plantea?
Ahí intercambié bastante con ellos [en el MPP], y lo he hablado siempre frontalmente. Los TLC siempre benefician al país más fuerte, al que tiene la economía más compleja. Lo que pasa es que no los vamos a poder evitar. O sea, los tratados con los que vamos a tener que negociar son cada vez más complicados, entonces lo que tiene que hacer Uruguay es prepararse para eso. Y prepararse de verdad para negociar. Eso quiere decir tener una metodología de negociación objetiva que pueda actuar como marco para que la negociación no dependa solamente de los negociadores.
Durante este período de gobierno existieron discrepancias en el gabinete sobre el tema de tarifas públicas. ¿Es más difícil reformular el rol de las empresas públicas después de lo que pasó en ANCAP?
Creo que de verdad nuestro pueblo es un pueblo que reflexiona, y que en momentos complicados ha tomado decisiones difíciles y las ha tomado bien, como en 1980, en 1992, y posteriormente en el plebiscito de ANCAP, entonces que exista un error en el camino no quiere decir que hay que tirar al bebé junto con el agua de la bañera. Me parece que es innegable el papel que tienen las empresas públicas en el desarrollo de la economía, y tenemos que lograr que la transformación productiva no esquive la puerta de las empresas públicas. Si estamos hablando de innovación, de investigación científica, de nuevos trabajos, las empresas públicas no pueden seguir haciendo lo que hacían hace 80 años. Lo que hay que ver es cómo se van modificando sus modelos de negocios para que las empresas públicas sean el motor que tienen que ser. A mí me parece que Antel reconoció los cambios en el mundo y se adaptó, pero creo que queda mucho por hacer en UTE y en ANCAP.
¿Cuál es su evaluación de la gestión de Marta Jara?
Me parece que el equipo está trabajando bien, pero hay mucho por hacer. Se encontraron con temas muy desafiantes. El tema del pórtland, por ejemplo, fue muy complicado, con pérdidas de 25 millones de dólares por año. Ha sido todo un proceso unificar metas con los trabajadores del pórtland y que todos tiren para el mismo lado. Todo eso ha sido trabajoso. Ahora por suerte hay espacios de trabajo y discusión con los trabajadores para ir arreglando ese asunto, y viene arreglándose.
Se ha manejado que pueda reemplazarla en el Ministerio de Industria, Energía y Minería. ¿Lo ves posible?
Es un bolazo.
¿La ve asumiendo algo más que ANCAP a futuro?
No me corresponde a mí evaluar eso.
Usted también estuvo al frente de un ente y ahora hace política.
No, no, yo siempre hice política. Las decisiones que tomé siempre fueron políticas. Ni me lo planteo.
En el último tiempo hubo un énfasis en volcar ese esfuerzo a rentas generales. ¿Se imagina un rol diferente de las empresas públicas?
Son cosas distintas. No me parece mal que las empresas públicas vuelquen parte de su ganancia a rentas generales. Dejemos de lado que es una empresa pública y pensemos que se trata de una empresa que está volcando parte de sus ganancias a los accionistas, porque a través de rentas generales vuelve al Estado, entonces ese modelo no me parece mal. Lo que me parece importante es lograr un punto de equilibrio, porque si yo soy accionista de una empresa pública y sistemáticamente le saco toda la ganancia o un porcentaje muy grande de la ganancia todos los años, en realidad no la estoy dejando reinvertir. Ese proceso no puede ser para siempre, en algún momento hay que encontrar un punto de equilibrio y parte de esas ganancias tienen que reinvertirse, porque si no se te termina el mecanismo, pero además todo esto tiene que ver con el modelo de negocio de las empresas públicas. Me parece que todas tienen que tener un área de innovación o una estrecha relación con la academia, para promover verdaderamente la investigación científica de Uruguay. ¿Se imaginan a una empresa en el exterior que facture 1.000 millones de dólares y no invierta en I+D? ¿Por qué acá tiene que ser distinto?
Cuando estuvo al frente de Antel, ¿cómo fue su relación con la competencia privada?
El mundo es una selva y las empresas cuando compiten, compiten todas. Antel en esa selva tiene que ir de guante blanco, por ser una empresa pública, y está bien que así sea, pero eso hace que el asunto sea mucho más desafiante.
¿Hasta cuándo va a seguir al frente del ministerio?
Hasta que empiece a hacer campaña. No es una condición temporal sino cualitativa. Mi definición va a estar cuando sienta que es el momento de dedicarme 100% a esto, a menos que el presidente me pida que me vaya antes.
Vázquez planteó que los ministros que quieran hacer campaña tienen que renunciar. ¿No siente que su permanencia en el ministerio entra en contradicción con ese planteo?
Fui la primera en estar de acuerdo con el presidente cuando lo planteó, porque creo que si vos vas a hacer campaña no podés estar en una responsabilidad decisoria. Yo trabajo todo el día como ministra y voy de noche a los comités de base. Cuando sienta que tengo que estar todo el día para la campaña voy a renunciar, porque no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo, y mi cabeza tampoco puede estar en dos lugares al mismo tiempo.
El intendente de Montevideo, Daniel Martínez, dijo hace unas semanas que “un cambio de nombres” en el Ministerio del Interior puede ayudar a solucionar los problemas de seguridad. ¿Comparte la idea?
No necesariamente, ese tema es posterior. Una vez que estemos de acuerdo con cuál es la política de seguridad, entonces se elegirá la ministra o ministro que sea, con total libertad. Pero me parece que es mucho más importante discutir sobre el asunto que sobre quién va a quedar al frente.
¿Le parece que hay que conformar un gabinete sin cuotas sectoriales?
Lo encararía de otra manera. Me parece que nadie puede quedar afuera de la estrategia de gobierno. Por otro lado, tiene que ser un gabinete político con elementos técnicos. Ahí va a haber que encontrar un equilibrio, pero eso se definirá en el momento; no me parece que haya que poner la carreta delante de los bueyes.
¿Cuál de los tres gobiernos del FA se acercó más a ese equilibrio que plantea como ideal?
Quizás el primero. Los temas eran otros: tomamos a un país con graves problemas en términos económicos, energéticos, todo era un problema. Me parece que ahí se tomó ese criterio: un gabinete mayormente político, con líderes sectoriales, que trataron de rodearse de equipos técnicos.
¿Qué valoración hace de la gestión del fiscal de corte Jorge Díaz?
Ha hecho una buena gestión y cambios importantes. He conversado con él varias veces sobre el tema de seguridad.
¿Y de la aplicación del nuevo Código del Proceso Penal?
Creo que no se tuvo en cuenta la necesidad de una transición, y eso se solucionó después con el proyecto que mandamos desde el Ejecutivo, modificando algunos aspectos vinculados a delitos violentos. En un tiempo, esa modificación va a permitir reacomodar la situación y contribuir a mejorar el tema de la seguridad pública.
¿Tiene alguna pista sobre por dónde debería ir la política de seguridad?
Me imagino una fuerte coordinación en el territorio, porque me parece que en muchos casos estamos dejando a la escuela como el único punto de esperanza en el territorio, y eso está bien porque es un punto de cobijo de la democracia, pero la escuela sola no puede. Creo que hay que juntar todos los recursos humanos, políticos y sociales, y reconocer cuáles son las fuerzas vivas de cada lugar e incluirlos en el trabajo conjunto.
Como los operativos que impulsó el director de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, Gustavo Leal.
Sí, esa es una parte, pero el operativo llega cuando el pescado está vendido; yo estoy hablando de que exista una política de coordinación que actúe sobre la realidad. Me imagino un gabinete de la seguridad, trabajando todo el tiempo en el territorio.
¿Qué evaluación hace del trabajo de Leal?
Me parece excelente. Además se fue comunicando muy bien, y eso fue muy importante. Me parece que en el período que viene vamos a tener que comunicar muy bien y todo el tiempo.
Dijo que en la reunión con Mujica en la chacra hablaron del tema vivienda. ¿Qué ideas está manejando?
Hay que empezar a mirar las cosas de manera diferente. Como se dice por ahí: pensar fuera de la caja. No me queda tan claro que lo que la gente quiere, especialmente los jóvenes, sea tener su casa en términos de propiedad, y sí me queda claro que necesita tener una buena vivienda, asequible, que proponga condiciones de vida dignas. Hay otras experiencias en el mundo, sobre todo en Europa, donde la vivienda nunca es tuya pero pagás un arrendamiento muy, muy bajo. Esa clase de experiencias, que son exitosas en otras partes del mundo, hay que mirarlas con atención. Otra cosa que no me convence es separar sectores en viviendas. No me parece que existan viviendas sólo para la tercera edad, sólo para un rubro de actividad. Me parece que tenemos que mezclarnos. Lo otro que creo que hay que asumir es el uso de nuevas técnicas constructivas, que son más económicas y más rápidas. Eso también vamos a tener que conversarlo.
¿Es posible regular los precios de los alquileres?
No lo estudié todavía. Sí creo que hay un tema con la clase media joven y media baja, que trabaja y estudia y que necesita condiciones dignas para vivir, pero no estamos logrando darles una buena solución. También me parece que vamos a tener que hablar de matriz productiva, de innovación, de tantas cosas, pero primero tenemos que resolver las básicas, y para resolver las básicas no nos podemos negar a pensar distinto, a pensar en nuevos materiales de construcción, en nuevas formas de propiedad. No le puedo pedir a una escuela que levante su rendimiento cuando el botija vuelve a la casa y tiene el piso de tierra y nunca usó un wáter.
¿Qué piensa de las propuestas de Eduy21?
El aporte de ideas me parece bien. En educación veo dos aspectos a trabajar: un aspecto netamente educativo y uno administrativo. Los aspectos administrativos hay que manejarlos con criterios de eficiencia. Por ejemplo, una escuela quiere arreglar una ventana y tiene que hacer un proceso perverso, pedir ochocientos permisos, hacer un trámite larguísimo. Eso hay que cambiarlo y hay formas administrativas de cambiarlo: descentralizando la capacidad de definir y centralizando la capacidad de controlar. Hay que darle más libertad a los centros educativos, y el contralor de la educación se tiene que hacer de manera diferente. Sin embargo, hay que definir algunas cuestiones que a nivel central son muy necesarias, por ejemplo la educación en ciencia. Uruguay no tiene una postura al respecto, y tiene que tenerla. O, por ejemplo, la necesidad de transversalizar en toda la educación algunas cuestiones, como el emprendedurismo y el pensamiento computacional. Si estamos todos de acuerdo en que hay que llevar adelante ese camino, cómo implementarlo pasa a ser una discusión secundaria.
Dicho así parece sencillo. ¿Por qué es tan difícil llegar a acuerdos entre los distintos actores involucrados?
Porque están discutiendo el detalle, están discutiendo primero la implementación y después los objetivos. Además, la discusión tiene que hacerse con los docentes, con los maestros; hay una gran cantidad de actores que están haciendo cosas muy bien y nadie lo sabe. Por ejemplo, los docentes de ciencias están asociados a nivel nacional, son un colectivo que tiene ideas, trabaja mucho. ¿Dónde están? Hay que meter a la gente dentro de la discusión y discutir primero las cosas profundas, después la implementación.
¿Cómo ve la gestión de la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz?
María Julia es una gran política y una gran gestora. Tiene una capacidad política muy importante y es una mujer muy fuerte. Si yo fuera docente habría aprovechado tener una ministra así, que respalda los cambios, la innovación, que sabe que tiene que dar rienda suelta a los que quieren cambiar las cosas. A veces siento que se desperdicia tener una ministra así. Es una mujer muy valiosa.
Un punto álgido de esta administración fue cuando se decretó la esencialidad. ¿Hubiera hecho lo mismo que Muñoz?
Lo viví con mucha angustia. Son cosas que hay que evitar a como dé lugar. Yo viví una situación en la que lo tuve que hacer [en junio de 2017, cuando decretó la esencialidad del servicio de combustible]. No sé qué situación vivió ella, pero por respeto no me voy a poner en su lugar, porque no sé las condicionantes que tuvo. Hay momentos en que si estás contra la pared acorralado tenés un solo lugar para salir, y ahí tenés que pensar en el interés general. Eso fue lo que me pasó a mí en mi rubro, y lo hice con un gran disgusto. Creo que ella vivió ese disgusto. Si me decís qué desearía yo: nunca tener que estar en esa situación. Para eso hay que tener mucha construcción política, mucha participación, mucha conversación.
¿En materia de agenda de derechos visualiza algún otro tema que sea importante instalar o promover en un eventual cuarto gobierno del FA?
Sí, me parece que tenemos que avanzar muchísimo en hacer realidad la ley de violencia de género, no solamente brindarle recursos, porque hay una cantidad de cosas que se pueden ir haciendo más allá del dinero. Por ejemplo: ¿hay juzgados que tienen poco trabajo? ¿No son esos los funcionarios que se pueden recapacitar y adaptar para cumplir otras funciones? Eso no quiere decir más recursos, eso es tener una mirada creativa frente a lo que tengo. Es un error pensar que si no tenés todo el dinero de entrada el proyecto no se puede implementar, porque por lo general los proyectos son procesos. Se puede ir avanzando en muchos aspectos sin tener todo el dinero de entrada. Por ejemplo, estaría bueno que en las escuelas se divulgara la ley para que los niños que viven en hogares con violencia de género estén informados. Hoy lo que más me preocupa es que esta ley se vuelva realidad.
Tanto la senadora Constanza Moreira como la diputada Cristina Lustemberg hacen mucho hincapié en promover la participación política de las mujeres. ¿La sorprendió que no la apoyaran?
Sí, la verdad que sí, pero cada una se hace cargo de sus decisiones. Son totalmente libres de elegir.
Según una encuesta impulsada por ONU Mujeres, más de 70% de los encuestados estuvo de acuerdo en implementar acciones afirmativas para promover la participación de las mujeres en la política ¿Cuál es su visión?
Estoy de acuerdo con las acciones afirmativas. Hubo un tiempo en el que no estuve de acuerdo y después me di cuenta, con el tema de la cuota, de que había que imponerlo para construir infraestructura social. Parto de mi propia experiencia: cuando llegué a posiciones de responsabilidad, sin buscarlo, todo empezó a cambiar alrededor de mí y me di cuenta de que es porque yo no tengo el prejuicio. ¿Pero y si no soy yo la que accedo a esos lugares? Entonces, al darme cuenta de eso, pensé en que hacían falta acciones afirmativas, porque no se puede depender de que la persona que esté a cargo no tenga prejuicios.
¿El próximo gabinete tiene que ser paritario?
Sí. La pregunta tendría que ser por qué no hacerlo paritario.
¿Cuáles son sus referencias políticas internacionales?
Varios. Por la positiva y por la negativa. Miro con mucha atención lo que está haciendo China y a Xi Jinping. También [Barack] Obama y Michelle Obama. Me regalaron ayer el libro de ella.
¿Y más cerca?
Más de la región Evo [Morales]; hay varios aspectos de Bolivia que me impresionan muy bien. También Dilma [Rousseff] [señala un papel que tiene pegado en un mueble de su despacho]; esa es la resolución de la presidencia de la República cuando la destituyeron.
¿Más Dilma que [Michelle] Bachelet?
Son distintas, son incomparables. A Bachelet también le tengo profundo respeto.
¿Y de la historia política uruguaya a quién admira?
A muchos, pero si tengo que nombrar a algunos a [Liber] Seregni, a Zelmar [Michelini], a Rodney Arismendi, a [José Luis] Massera, a Wilson [Ferreira Aldunate] y a [José] Batlle y Ordóñez.
De la nueva generación de políticos del FA, ¿a quién destacaría?
A Gonzalo Civila, que me parece que es un valor del FA; a Bettiana Díaz y al Pacha [Sánchez]. Esos son algunos, pero hay muchos más.
Si le toca perder en la interna, ¿estaría dispuesta a integrar una fórmula?
No quiero negarme a nada. Yo no voy a ser un problema para el FA. Pero quiero ganar, y voy a competir por la presidencia.
Tiene un perfil más ejecutivo. ¿Se aburriría en el Parlamento?
Habrá que cambiarlo.
¿Qué valoración hace de la actual gestión de la Intendencia de Montevideo?
[Piensa varios segundos]. Me parece que se están realizando muchas obras ahora, y eso es importante para la ciudad. Seguramente quedan muchas cosas por hacer. En los temas de higiene y limpieza, que son centrales, me parece que todavía hay que avanzar mucho. En general tengo una buena evaluación, pero me parece que hay capítulos en los que hay que seguir trabajando mucho.
La carrera política
Su primer acercamiento a la política fue en 1971, siendo una niña: un aviso televisivo del Frente Amplio (FA), en blanco y negro, en el que aparecía Liber Seregni arriba de un auto. “De esos años tengo muy presente lo que significó para mi padre (Villanueva Cosse) la creación del FA”, asegura. El actor de El Galpón viajó a trabajar a Buenos Aires en 1972 y poco tiempo después, ya en dictadura, sus amigos le pidieron que no volviera, porque los militares lo habían prohibido. Hija de padres divorciados, pasó la adolescencia en Montevideo, casi sin ver a su padre exiliado.
Cosse vivía en el límite entre Villa Española y la Curva de Maroñas, atrás de FUNSA; fue al liceo 19, al Dámaso y al IAVA. Asegura que su abuela y su madre –la profesora de Historia Zulma Garrido, que todavía sigue dando clases–, que fueron clave en su formación.
Ingresó a la Facultad de Ingeniería (Fing) en 1980 y empezó a militar en el centro de estudiantes, junto a otros integrantes de la generación 83. Se afilió a la Unión de Juventudes Comunistas (UJC) a finales de 1983: “Cuando ingresé a la UJC le conté a mi padre, y recién ahí me enteré de que él estaba en el Fidel. Después sus amigos comunistas le hacían bromas, porque su hija había dado el paso que él nunca se animó a dar”. Cosse estuvo en el Partido Comunista hasta finales de la década del 80.
Egresó de la Fing en 1991 (mientras cursaba tuvo a sus dos hijos) como ingeniera en electrónica; trabajó siempre en el sector privado, en Uruguay y en el exterior (por ejemplo, estuvo vinculada a proyectos en República Dominicana). “Como estudiante siempre trabajé, incluso como profesora particular de matemática. Daba clases en la cocina de mi casa y también en academias”, explica. Su tutor de tesis de maestría fue el matemático Jorge Lewowicz, y su guía de tesis el ex rector Roberto Markarian. También recuerda con afecto a la decana María Simon: “Una excelente profesora”.
En el primer gobierno del FA se vinculó al Centro Artiguista por los Derechos Económicos Sociales y Culturales, una institución afín al Espacio 609, y se integró a grupos de estudios sobre energía y telecomunicaciones. Allí conoció a Julio Battistoni, actual diputado del MPP, que cuatro años más tarde la invitó a sumarse a la gestión de Ricardo Ehrlich en la Intendencia de Montevideo, donde él se desempeñaba como director de Planificación. Luego, durante el gobierno de José Mujica, fue presidenta de Antel durante todo el período. A pesar de estas afinidades, Cosse nunca se integró al MPP. “Después de que me fui del Partido Comunista definí que iba a ser frenteamplista independiente, y es algo que pienso mantener”.