Docente e investigadora, magíster en Historia Rioplatense por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, María José Bolaña eligió como tema para su tesis de maestría un trabajo sobre los cantegriles que terminó siendo el libro Cantegriles montevideanos (1946-1973), pobreza y segregación urbana. En diálogo con la diaria, Bolaña explicó el proceso de elaboración de su trabajo y también algunas de las conclusiones a las que llegó, situando problemas del presente en las profundas raíces que tienen en el pasado.

¿Por qué elegiste para hacer tu investigación el corte temporal que va de 1946 a 1973?

En los años 40 surge lo que en los años 50 van a ser conocidos como cantegriles. En 1947 se inaugura el Cantegrill Country Club de Punta del Este con un festival de cine. Ya ahí la palabra “cantegril” empieza a aparecer, aunque no está del todo claro el origen del término y desde cuando se empezó a llamar de esa manera a los rancheríos ubicados en los suburbios de Montevideo. Lo que sí es cierto es que el proceso de industrialización de Uruguay, que comienza a fines de los años 40 y se extiende hasta 1955, es acompañado por el surgimiento de los cantegriles. Generalmente se asociaba la aparición de los cantegriles con la crisis del proceso industrializador, pero esto no es así. Se dieron en forma paralela en otras partes de América Latina, como en Argentina, por ejemplo, con el surgimiento de las villas miserias. El corte en 1973 lo hago porque a fines de los años 60 y principios de los 70 hay un aumento exponencial en la cantidad de cantegriles que surgen en Montevideo. Antes venían naciendo por goteo y a partir de 1966 el aumento es notorio. Porque, además, una de las respuestas del Estado fue la construcción de barrios de emergencia, pero al lado de estos barrios siguieron apareciendo cantegriles y al final terminaba siendo todo cantegril; desde el punto de vista urbano, desde lo conceptual.

¿Y quiénes iban a los cantegriles?

Al contrario de lo que se puede pensar, en los cantegriles vivían muchas personas con trabajos formales remunerados, funcionarios municipales, trabajadores de la construcción, soldados, y entre las mujeres sí predominaba el trabajo informal, porque había muchas empleadas domésticas y también lavanderas, ya que en los años 50 y 60, incluso entre las clases pudientes, no era usual tener lavarropas, por lo que muchas mujeres iban hasta el Centro o hasta Pocitos, recogían la ropa, la lavaban, la planchaban y la volvían a llevar.

En tu investigación rebatís la idea de que los cantegriles se formaron por la migración de población del interior hacia Montevideo.

Sí. Esa imagen se fue construyendo desde una visión muy montevideana sobre el mundo rural, y esa idea errónea de que desde el campo se viene a Montevideo. Porque además, en los estudios de los años 60 e incluso en el Censo de 1963, se mostraba que la población del campo iba a pueblos del interior, de ahí a las ciudades y recién entonces a Montevideo. Por lo tanto, estamos hablando de una o dos generaciones que llegan a la ciudad, gente que llega ya urbanizada. No estamos hablando de gente que llega del medio del campo y se viene a vivir a un rancho. Eso no es así. En eso tuvo mucho que ver una construcción urbana sobre el otro. En ese sentido tuvo mucha influencia el trabajo del sociólogo ítalo-argentino Gino Germani, que marcó a principios de los años 60 esa idea en la sociología, lo mismo que pasó en el caso de las villas miserias argentinas, la idea de que era gente del medio rural que no se adaptaba al medio urbano y por esa razón se quedaba viviendo en la periferia. Pero eso no era así.

En el libro mencionás que el racismo es también una de las causas.

El modelo integrador fallaba por muchas causas. Una de las que menciono en el libro es el tema del racismo, porque los mecanismos raciales tienen mucho que ver en esa expulsión de determinada población hacia los cantegriles. Si bien el golpe de muerte a los conventillos más grandes se dio durante la dictadura, en los años 60 había muchísimos conventillos no tan grandes en la zona de Cordón, por ejemplo, y mucha gente que allí vivía fue desalojada y terminó en cantegriles. Pero además del mecanismo de desalojo urbano, con las personas afrodescendientes pasaba que había muchos problemas para conseguir trabajo, lo que acentuaba la pobreza y la marginación de este sector de la población. A propósito del tema del racismo yo estuve leyendo el trabajo de Reid Andrews, un historiador estadounidense que estudió la situación de los afrodescendientes en Uruguay desde el principio del siglo XX hasta ahora, y él describe que en los años 50 se dieron casos de discriminación racial muy fuertes. También hay encuestas de la época en las que, por ejemplo, quedaba claro que los jóvenes blancos de Montevideo no veían bien el hecho de casarse con una persona afrodescendiente, lo cual habla de un racismo muy fuerte, que también se reflejaba en los trabajos a los cuales podía acceder esta parte de la población. En el presente eso está bastante más claro. Que la mayor parte de los afrodescendientes son pobres son datos que salen del Censo de 2011, pero en aquel tiempo el tema no estaba para nada presente.

En los testimonios que recogés en el libro, la gente decía que había “caído” en el cantegril...

Lo de caer tiene que ver con el hecho de bajar socialmente. Porque en muchos casos las que terminaban habitando los cantegriles eran personas que tenían un trabajo, una casa y que de repente se quedaban sin trabajo y no podían pagar el alquiler, por lo que no tenían otra opción que irse hacia la periferia y hacerse un rancho. Eso también lo vi en muchos casos de mujeres viudas, en hogares donde el mayor o el único ingreso provenía de sus esposos. Cuando el hombre moría y las mujeres quedaban a cargo de familias que en algunos casos tenían muchos hijos, terminaban viviendo en un cantegril.

Foto del artículo 'Establecidos y marginados: la historiadora María José Bolaña y su trabajo sobre los orígenes de los cantegriles montevideanos'

También mencionás la importancia que tuvo en la zona la presencia de entidades vinculadas a la iglesia católica...

Sí. La organización Emaús, en 1955, ya se instala en el barrio. Ellos mismos se denominaban “la obra social de los cantegriles”, y fueron los que hicieron un centro de barrio y también la primera policlínica que hubo en la zona. Todo, por supuesto, apoyado en trabajo voluntario. Incluso cuento en el libro que el Censo de 1963 en esas zonas lo hicieron jóvenes voluntarios de Emaús; se habían enterado de que los funcionarios públicos no querían entrar a los cantegriles para hacer el censo y entonces lo hicieron ellos mismos. Eso fue algo que también surgió de las entrevistas que realicé. Más adelante llegó a la zona el padre Cacho, que también tuvo una influencia muy grande en el barrio.

Con respecto al término “cantegril”: ¿cuando pasó a ser utilizado oficialmente por parte del Estado?

La palabra tiene su historia. En sus orígenes pudo haber tenido un sentido y con los años pasó de ser un término irónico a estar cargado de estigma y de connotaciones negativas. Pasamos de una idea irónica sobre la desigualdad a una idea de estigmatizar, algo muy propio del presente, de colocar a la pobreza en el otro y no como parte de un problema de la sociedad. El cambio de la percepción sobre el término es algo que surgió mucho en las entrevistas que hice durante la investigación. La palabra se rechaza desde el presente, pero hablando queda claro que el término es viejo y antes estaba mucho más naturalizado. Respecto de la pregunta, a mí me sorprendió que el gobierno empleara el término. Yo pensaba que la palabra cantegril era un término popular, que se utilizaba coloquialmente, pero en la investigación descubrí documentos municipales de 1955 en los que se habla de un plan para erradicar los rancheríos y ahí aparece la palabra “cantegriles” con letra mayúscula. En ese plan se dice que el problema no se resuelve creando barrios de emergencia, que hay que pensar en otra cosa, y entonces es que se crea el centro de recuperación social de la Unidad Casavalle, en la esquina de Aparicio Saravia y San Martín.

La Unidad Casavalle, de acuerdo a la idea original, tiene una planificación social de recuperación de habitantes de cantegriles. La escuela 178, que existe hasta hoy, fue construida en 1956, porque la idea era que todos los habitantes que vivían en los rancheríos pasaran a las viviendas de emergencia, que los niños fueran a la escuela y que con el trabajo de asistentes sociales y de policlínicas se “recuperaran”, por decirlo de alguna manera, y luego pasaran a viviendas permanentes, que nunca se construyeron, por lo que muchas familias que estaban por aquellos años en Casavalle siguen ahí.

¿En qué fuentes te basaste para desarrollar tu investigación?

Como el origen de los cantegriles era un tema que no se había investigado antes, desde la historia tuve que empezar de cero. Tenía que construir el objeto de estudio desde el punto de vista histórico, porque había trabajos sobre el tema pero desde la sociología, el urbanismo, la antropología. Entonces tuve que hacer un trabajo de reconstrucción y me basé en tres fuentes históricas: las académicas –que son las ciencias sociales de los años 50 y 60– los planes gubernamentales sobre el tema y la memoria, los testimonios orales.

En cuanto las ciencias sociales de la época, yo creo que no se acercaron al tema porque no veían en eso un objeto a estudiar, debido a varias cuestiones de fondo. Hay un miedo a abordar temas que marcan el límite de un Uruguay integrador. Porque hay un mito de ese Uruguay batllista que integraba a todo el mundo, entonces el tema de los cantegriles no se abordaba directamente, sino que se hacía desde otro punto de vista. Aldo Solari, por ejemplo, se enfocaba en los rancheríos rurales, porque se veía que el problema era el latifundio, entonces el problema estaba en el medio rural y no en la ciudad. Era un discurso muy propio de esa época, muy vinculado a la teoría de la dependencia y esos temas centrales en la sociología de aquel momento. En el caso de Renzo Pi Ugarte, Daniel Vidart y Germán Wettstein, ellos también trabajan el tema, lo ven, pero mantienen esa teoría de que la gente de los cantegriles son personas que vienen del mundo rural que no se adaptan al mundo urbano. Además en esos trabajos no hay conocimiento empírico, porque estos sociólogos no se metían en los cantegriles, no hacían encuestas. En ese sentido sí vale la pena destacar un trabajo muy importante que hicieron Juan Pablo Terra y Dionisio Garmendia, que trabajaron juntos en lo que luego terminó siendo el Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH). Ellos hicieron encuestas de familias y también el muestreo de viviendas en 1961 y 1962. Ahí hay todo un trabajo de campo impresionante, pero enfocado básicamente en el tema de la vivienda.

En tu trabajo te circunscribís a Casavalle y a zonas aledañas, como las de las viviendas del padre Cacho. Hoy esa parte de Montevideo es considerada “zona roja”. ¿Qué pasó desde fines de los años 40 hasta acá para que poco cambiara en la zona, básicamente en cuanto al desarrollo social de sus habitantes?

Planteo que lo que pasó fue un proceso de estigmatización sociourbana. En realidad hay una segregación urbana que es parte de la historia de Uruguay. Esa idea de que somos una sociedad integradora sabemos que es un mito, porque hay gente que ha sido históricamente excluida. No es algo del presente; es algo del pasado que tiene sus consecuencias en el presente. Por medio de la investigación yo fui comprobando –más allá de que no era mi idea inicial– que había familias y grupos sociales instalados en esa zona de Montevideo, que es la que más estudié, que tienen 60 o 70 años en esos barrios. No es algo reciente. Y eso ha ido acumulando para la percepción actual que tienen los habitantes de esas zonas, cómo se piensan en la ciudad, qué lugar ocupan, lo que en definitiva termina siendo el lugar dentro de la sociedad que me dan. Por eso planteo el tema de la segregación, y que lo que estamos viendo ahora es parte de lo que venimos reproduciendo desde hace décadas. Tampoco le quiero dar una dimensión de que ahora es peor que ayer, porque no creo que sea así; por ejemplo, hasta bien entrados los años 70 en algunas de esas zonas no había servicios, ni siquiera había agua corriente. No estamos hablando de la prehistoria. Hace 40 años en esos barrios no había agua.