Wilson Ferreira Aldunate fue uno de los más férreos opositores de la dictadura. Su empeño por denunciar las violaciones a los derechos humanos y su compromiso por condenar las atrocidades que sucedían en el país fueron algunas de las acciones que marcaron el derrotero del caudillo blanco en el exilio. “El Wilson anterior es muy valioso, pero a veces se omite en la memoria”, dice el ex senador nacionalista Juan Martín Posadas al recordar a su compañero de militancia.
Ferreira aterrizó en Estados Unidos en 1976 con un propósito: denunciar los crímenes de lesa humanidad que el régimen militar estaba cometiendo en el país, la participación del gobierno de facto en los asesinatos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz y la situación de los presos políticos uruguayos. Su denuncia tuvo un impacto directo en la situación uruguaya: el Congreso estadounidense decidió suspender la ayuda militar a la dictadura. Posadas considera que este fue un hecho significativo en la vida de Ferreira y del país, pero entiende que también es necesario recorrer los primeros años de su vida para entender el posterior accionar político del dirigente nacido el 28 de enero de 1919. “A mí me gusta rescatar detalles, porque ese Wilson deslumbrante, que se hizo fuerte en el exilio, que habló ante el Congreso de Estados Unidos y dejó a todos patas pa’ arriba con su oratoria, era un tipo que nació en Nico Pérez, que después se fue a Melo, que fue a la escuela pública y que tenía un papá que era un médico rural muy estimado en la localidad”.
Todo eso, dice Posadas, es importante para entender el interés que tenía por los temas agrarios y su apego con el país. “Tenía ese contacto con el Uruguay que no era sólo de una persona que lee, era un contacto muy profundo con la historia del país, su geografía, sus personajes”. Posadas recuerda una anécdota contada por el comunicador Walter Serrano Abella sobre un viaje en auto con Ferreira, antes de la campaña de 1971, en Treinta y Tres. Al caudillo blanco lo mataba la duda por saber si los personajes de la canción “De cojinillo”, de Rubén Lena, eran inventados o existían en la realidad. Cuando Serrano le contestó que eran reales, Wilson le respondió: “¡No sabés la tranquilidad que me da!”. “Siempre me llamó la atención cómo sentía el Uruguay, por eso el exilio fue un sufrimiento espantoso para él”, recuerda Posadas.
El ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, recuerda el rol que Ferreira tuvo al frente del Ministerio de Ganadería y Agricultura entre 1963 y 1967. “Wilson quiso desde un principio conformar un equipo de trabajo que se dedicara al estudio de la realidad agropecuaria y a la planificación de algunos cambios estructurales que, a su juicio, eran imprescindibles”, cuenta Astori. Fue así que promovió el trabajo de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) y, en particular, configuró lo que se conoció como la “CIDE Agropecuaria”. Wilson se dirigió a la Facultad de Ciencias Económicas y preguntó por egresados jóvenes para armar un equipo de profesionales. En la selección que hizo estaba Astori; arrancó a trabajar en diciembre 1963, tenía 23 años.
De su vínculo con Wilson, cuenta Astori, se quedó con muchas cosas. “Tuve la experiencia de trabajar con un personaje político importantísimo para el país, con una visión muy integral de lo que era nuestra sociedad, con una gran intuición de hacia dónde ir”. El equipo se propuso desarrollar un primer gran estudio del sector agropecuario. “Wilson se involucró a tal punto que se pidió licencia como ministro y se instaló en nuestra oficina en el 5º piso para trabajar directamente con nosotros y dirigir el trabajo”, cuenta Astori. Ferreira se proponía un verdadero plan de desarrollo rural y, en ese sentido, fue el impulsor de la batería de medidas para el desarrollo agropecuario, como las leyes de semillas, forestación, conservación de suelos y aguas, entre otras. “En cuatro años elaboramos todas esas propuestas que, desde el punto de vista del tamaño y la estructura de la tierra, suponía cambios absolutamente profundos en el país”, concluye Astori.
Con el triunfo del Partido Colorado en las elecciones de 1966 se dieron varios cambios en la oficina en la que trabajaba Astori. Wilson se fue al Parlamento, y llegaron nuevos jerarcas y una “nueva orientación”. “Yo temía por mi trabajo, lo que, en definitiva, fue justificado, porque me tuve que ir. En esas circunstancias nació mi primer hijo. Cuando Wilson llega al sanatorio abre la mano, me regala una libra esterlina de oro y me dice: ‘Yo te dije que iba a venir con un pan debajo del brazo’”.
Los distintos caminos hacia la salida
“Tenemos que buscar que la forma de salida de la dictadura no sea una forma de entrar”, repetía Ferreira entre sus correligionarios. Esa idea implicaba para Wilson que la apertura democrática no podía ser a cualquier precio. “Cuando una dictadura es tan dura y tan prolongada se va agotando la paciencia de la gente y se quiere aceptar cualquier cosa. Él era muy claro en ese sentido: no podíamos conformarnos con menos”, cuenta Posadas.
La salida de la dictadura no fue el resultado de un solo acto, recalca Posadas, sino de un proceso. “Cada paso significaba una pequeña conquista de los partidos y una pequeña reculada de los militares”, reflexiona. El primer gran paso fue el plebiscito de 1980, luego siguieron las frustradas conversaciones en el Parque Hotel y después las instancias para poder habilitar las elecciones nacionales. Posadas recuerda como un hecho significativo un encuentro entre Julio María Sanguinetti y Ferreira en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, a fines de 1983. El líder colorado le dijo a Wilson que era posible un acuerdo para tener elecciones y que él iba a ser presidente. “En ese momento se marca la diferencia. El valor de Wilson fue no dejar que se arreglara la situación por menos, y yo creo que ahí llega un momento en que se separan las lógicas de enfrentamiento de la dictadura. Sanguinetti dice: ‘No podemos empujar más’; y Wilson dice: ‘Tenemos que empujar más’”.
A los ojos de Posadas, allí se produjo un “quiebre” de todo lo que se venía haciendo de forma “muy unánime” entre todos los partidos políticos contra la dictadura. En el acto del Obelisco, en noviembre de 1983, encima del estrado en el que estaban sentados representantes de todos los partidos había un cartel que decía: “Por un Uruguay democrático sin exclusiones”. Esa consigna, dice Posadas, en un momento dado “se rompe” y se pacta una salida en el Club Naval “con la exclusión de Wilson”. “A partir de ese momento hay dos maneras de imaginar la salida y dos estrategias coherentes con esas maneras de pensar: una, la de Sanguinetti, que fue la que ganó, y la otra la de Wilson, que perdió”.
Los encuentros y desencuentros
La figura de Wilson fue clave para coordinar los esfuerzos de los exiliados contra el régimen dictatorial. No eran pocos los que veían el liderazgo político de Wilson con buenos ojos. Con el Frente Amplio (FA) proscripto, en las elecciones internas de los partidos de 1982 se dio un debate a la interna de la coalición de izquierda sobre cuál era la postura a tomar por parte del partido; muchos pensaban que la mejor opción era votar la lista ACF, que reunía a integrantes de Por la Patria, el movimiento liderado por Wilson, que se encontraba exiliado y proscripto, y el Movimiento Nacional de Rocha. El general Liber Seregni, que se encontraba por ese entonces preso en la Cárcel Central, llamó a votar en blanco y en una carta dirigida a los frenteamplistas, según consignó la diaria en noviembre de 2012, sostuvo: “La indicación de votar a los sectores más progresistas de los partidos autorizados se traducirá en división y disociación del pueblo frenteamplista. Sólo se mantendrá la unidad y la coherencia internas si se resolviera apoyar a un solo sector, lo que además de difícil es peligroso”.
Posadas cuenta que la lista ACF tuvo una votación masiva y lo atribuye al respaldo de votantes de izquierda. “El voto en blanco propuesto por Seregni sacó 80.000 votos y nosotros sacamos más de 200.000. Eso quiere decir que había votos de la izquierda, no podíamos pensar que eran todos nuestros”. En el exilio, Wilson tuvo un vínculo muy fuerte con la izquierda. “El objetivo era tirar abajo la dictadura, no había una diferencia de colores partidarios”, dice Posadas, y lo ilustra con el acto del Obelisco: “En el acto estaba sentado Sanguinetti en el medio de la primera fila del estrado, yo estaba en la segunda, al lado mío estaba [Víctor] Semproni, que había estado en la cárcel por ser tupa, arriba [Ulysses] Pereira Reverbel, que era de la ultraderecha, pachequista y fue secuestrado dos veces por los tupamaros. Ese era el Uruguay que simbólicamente quisimos recomponer”.
Es durante las negociaciones en el Club Naval, en las que participaron todos los partidos, salvo el Partido Nacional, que Posadas considera que la izquierda y Wilson empezaron a recorrer caminos separados. “Cuando vimos que se bifurcó la cosa así todos pensamos que Seregni iba a estar con nosotros, y nos equivocamos. Yo estaba tan seguro, tan seguro. Había pautas que nos daban que ellos estaban con nosotros”, dice, en referencia a las elecciones internas de los partidos y a la coordinación en el exilio contra la dictadura.
Un mes antes de volver al país, el 25 de mayo de 1984, en un discurso en la plaza principal de Concordia, Argentina, según consigna el historiador Lincoln Maiztegui en el tomo nueve de Orientales, Ferreira se pronunció vehementemente en contra del régimen militar: “Se denuncia que nosotros estamos dispuestos a integrar un plan de desestabilización. ¿Pero cómo de desestabilización? ¡Nosotros queremos derribar al gobierno! ¡No lo queremos desestabilizar! ¡Los queremos echar!”. También se refiere al rol que esperaba tener en las eventuales elecciones nacionales: “¡Nosotros no aceptaremos proscripción alguna de partidos, y no vamos a aceptar elecciones con proscriptos! ¡Yo voy a ser candidato de mi partido, y voy a ser candidato de mi partido porque quiero ganarle limpiamente las elecciones al general Seregni, que va a ser el candidato del Frente Amplio! ¡Porque las elecciones sin blancos no son elecciones! ¡Y alguien me ha dicho: ‘¿Y si no los dejan?’. ¡Y quiénes son para no dejarnos! [...] ¡La cosa es al revés! ¡Esto no se van a atrever a imponerlo porque nosotros no lo vamos a aguantar!”.
Al llegar a Montevideo, Ferreira fue detenido por los militares y trasladado a un cuartel en Trinidad.
“Seregni participó en los acuerdos que permitieron derrotar definitivamente a la dictadura y Wilson entendió que cumplió el papel que tenía que cumplir y no sólo renunció a lugares de acción política, a los que no sólo tenía derecho sino credenciales absolutamente destacadas, sino que convocó a la gobernabilidad en aquel acto magnífico de la explanada de la Intendencia de Montevideo”, dice Astori.
Un liderazgo que muere con el jinete
Al poco tiempo de fallecer Wilson, el 15 de marzo de 1988, Posadas cuenta que le preguntaron por el futuro del wilsonismo sin su caudillo principal. Si bien ahora la pregunta es qué pasó con el wilsonismo en todo este tiempo transcurrido, Posadas esboza una respuesta similar: “En un libro de crónicas de viajes de Marco Polo leí que pasó un tiempo en la región conocida hoy como la Ruta de la Seda. Desde allí salían hordas de jinetes que llegaban hasta Europa y fundaban unos imperios colosales. Cuenta Marco Polo que, al morir el caudillo, tenían la costumbre de matarle el caballo preferido y lo enterraban; rompían su sable, lo enterraban, y luego degollaban a todos los generales y los enterraban juntos. La idea era que esa gesta maravillosa no tiene sucesor, es única, se acabó. Quizás un día cuando salga del fondo de la estepa otro jinete vendrá, otro que será capaz de revolear el poncho, pero esta gesta fantástica no tiene continuación”.
En otros pagos
Ricardo Vilaró fue miembro del Organismo Coordinador de las Actividades del FA en el Exterior y del Organismo Coordinador de las Actividades de la CNT en el Exterior. Luego de estar preso durante cinco años, en 1978 Vilaró tuvo que exiliarse. Su esposa, Marta Ponce de León, exiliada en Holanda con tres hijos, mantenía contacto con Wilson, que realizaba actividades de denuncia de la dictadura en Europa, ya radicado en Londres. El histórico dirigente de la CNT cuenta que el líder nacionalista tuvo una relación “muy abierta” con los uruguayos exiliados y ese vínculo “fraterno y muy humano” trascendía las diferencias políticas y partidarias. De hecho, Vilaró cuenta que un día Ferreira estaba dando una charla en el Comité de Solidaridad en Róterdam con unos 80 uruguayos y recuerda que les dijo: “Tenemos tiempo para pelearnos en Uruguay, pero acá tenemos que luchar contra la dictadura”.
Con las elecciones internas de los partidos, “Seregni fundamentaba –y así lo hizo llegar en sus cartas y mensajes personales– que si el FA no marcaba su presencia en las elecciones internas de 1982 desaparecía su presencia en el mapa político. La manifestación de Convergencia [que se había dado en el exterior entre los distintos partidos] en las elecciones internas en Uruguay conducía –no digo que fuera la intención– a golpear al FA”, acotó. En el Organismo Coordinador de las Actividades del FA en el Exterior convivieron al respecto diversas posturas, pero finalmente se asumió por unanimidad la postura de Seregni a favor del voto en blanco.
También recuerda que en el año 1979 Amnistía Internacional realizó una reunión en Londres y los únicos invitados no integrantes de la organización fueron Wilson Ferreira Aldunate, Marta Ponce de León y él. “Wilson fue muy contundente con que había que rechazar la tortura y responsabilizar a quienes estuvieran comprometidos con delitos de lesa humanidad”. Vilaró cuenta que el entonces presidente Sanguinetti coordinó una reunión con mandos superiores militares y convenció a Wilson de que “si no se aprobaba la ley, se ponía en riesgo la democracia”. “Esto explicaría que Wilson se comprometiera con la Ley de Caducidad, pero en el exilio fue muy categórico políticamente en la otra posición”, concluyó.