Andrés Carvajales tiene 30 años, es biólogo y es el secretario político más joven que tuvo el Frente Amplio (FA). En entrevista con la diaria, explica que el FA no nació como una fuerza ambientalista porque, en el contexto de su surgimiento, el foco político estaba puesto en otros temas. “Más que problemas ambientales tenemos problemas políticos con la naturaleza”, dice sobre el debate actual, y añade que existe un trabajo de “sensibilización de esta nueva generación de militantes” de colocar el tema ambiental en la agenda política. Para él, el país tiene que asumir que el “devenir del desarrollo económico tiene costos ambientales”, y que “una arista potencialmente renovadora del programa del FA” debe recoger la necesidad de trabajar este tema “desde la política pública, pero en un diálogo con el movimiento social”.

Si tuvieras que describir al programa del FA en pocas palabras, ¿qué dirías?

El programa del FA, en esta coyuntura particular, es una apuesta a un nuevo ciclo de transformaciones. El FA ha logrado cambios muy importantes, con algunas limitaciones: no hemos resuelto todos los problemas de la vida de la gente. Si tuviese que definirlo en pocas palabras diría que es una apuesta solidaria a seguir construyendo un país próspero, pero sobre la base de un nuevo ciclo de transformaciones.

¿Es un programa renovador?

Siendo completamente sincero, creo que mantiene la vigencia de ciertas ideas, pero que todavía es necesario pasar por un proceso de purificación. Hay que buscar la forma de reafirmar las cosas que hemos hecho bien y de corregir las que no hemos hecho tan bien o las que directamente hemos hecho mal. Eso es muy importante. Tenemos que ser muy claros y contundentes en la autocrítica. Yo creo que el programa tiene el potencial de ser un programa renovador, sin lugar a dudas, porque las ideas están vigentes, pero el FA necesita no sólo llamar al país a un nuevo ciclo de transformaciones, sino también pasar él mismo por la transformación.

“Creo que la vigencia electoral del FA está puesta en cuestión”, dijiste esta semana en Radio Uruguay. ¿Cuáles son los motivos que llevaron a la fuerza política a estar en esta situación?

Es una visión personal. Me gusta basarme en evidencias. Yo creo que mirar las encuestas es una cosa importante para los políticos –aunque no la más importante– y eso nos enfrente a una realidad muy dura: la vigencia del FA está puesta en cuestión. La victoria en octubre y noviembre no está dada, hay que construirla. Tenemos que poder pararnos de cara a la ciudadanía orgullosos con lo que hicimos, pero sin andar con chiquitas respecto de lo que nos falta hacer. Tenemos deudas sociales importantes: compañeros y compañeras que todavía no tienen sus necesidades básicas satisfechas, problemas en la educación, que son conocidos por todos, y los temas ambientales. Hay muchas deudas sociales y políticas, y el FA tiene la potencialidad de darles una respuesta, construyendo acuerdos que incluyan a la oposición, pero eso no lo hemos hecho. Eso nos tiene que interpelar. Uno puede tomar la posición medio chovinista y caudillesca de decir: vamos, vamos, vamos. Yo no tengo ese estilo, no lo puedo hacer, además de que me parece un error político. También podemos contarles a las personas lo que hemos hecho pero sobre todo hay que hacer énfasis en volver a ser un FA que tenga la capacidad de soñar un país diferente, más próspero e integrado.

¿Cuáles son los puntos que considerás clave en este programa del FA?

Más bien hay rumbos clave. Si tuviera que mencionar algunas cosas que me parecen importantes y potencialmente renovadoras del programa del FA, ubicaría una necesidad manifiesta de construir un Estado de bienestar adaptado al siglo XXI. A pesar de lo que está ocurriendo en Europa, creo que la idea tiene plena vigencia. Si tuviese que posicionarme en el espectro ideológico, diría que soy un socialdemócrata radical o un ultra socialdemócrata. Sin embargo, también creo que esa construcción de Estado de bienestar del siglo XXI tiene ciertas cosas que lo anteceden: modificar la estrategia de desarrollo económico de Uruguay para basarla en el conocimiento, en la inteligencia de las uruguayas y uruguayos. Uruguay nunca va a superar su condición periférica, de tomador de precios, si no hace una apuesta muy profunda, muy arriesgada, a resolver los problemas estructurales que tiene en educación y darles la oportunidad a todos, sin exclusiones, de poder estudiar a lo largo de toda la vida y conectar ese aprendizaje con aquello con lo que desean trabajar. Directamente vinculado con eso, Uruguay tiene que asumir que ese devenir del desarrollo económico tiene costos ambientales. Entonces, una arista potencialmente renovadora del programa del FA también debe recoger la necesidad de trabajar desde la política pública, pero en un diálogo con el movimiento social. En ese sentido, el FA tiene que hacer autocrítica con los movimientos sociales, con la ciudadanía, de cuáles son los costos ambientales del crecimiento que tenemos. Tenemos que hacer algo con eso. Más que problemas ambientales, tenemos problemas políticos con la naturaleza. Es ahí donde el FA puede hacer síntesis de lo que discute la sociedad y hacer suyas las afirmaciones que surjan de ese espacio. Ahí tiene que haber un rumbo potencial, porque además es un llamado a las personas a relacionarse de forma diferente con la naturaleza, y eso tiene mucho que ver con un ideal de un partido de izquierda también. Además, hay deuda social en las necesidades sociohabitacionales del pueblo uruguayo. El nuevo gobierno debería efectivamente poder dar respuesta muy claras allí donde se hicieron esfuerzos y, de repente, no fueron suficientes.

El debate que aparece ausente en el FA, por lo menos hacia afuera, es el que refiere al medioambiente. ¿Cómo se ha procesado históricamente este tema en la fuerza política?

El FA no nace como una fuerza ambientalista, ni con ideas ambientales claras. Nace como una fuerza desarrollista, en un sentido muy clásico de la banca, de la nacionalización. Entonces, en ese concierto de discusiones políticas del FA el tema ambiental no estaba presente. Eso, a su vez, tiene explicaciones globales. El Frente nace en 1971 y, durante ese año, en el hemisferio norte el ambientalismo ya estaba instalado en su segunda ola. Ramachandra Guha hace una historia del ambientalismo y dice que hay dos olas: la primera es la ola de los poetas, la respuesta visceral a los cambios vertiginosos que supuso la industrialización de los países centrales, y la segunda ola la ubica con la que yo considero que es la madre del ambientalismo, Rachel Carson, con su publicación La primavera silenciosa, que denuncia el impacto que tenía el uso abusivo de pesticidas en Estados Unidos y cómo eso se movía a lo largo de la cadena trófica y terminaba afectando aves que eran emblemáticas, como el águila calva. Los que estudian el ambientalismo como movimiento social dicen que ese fue el momento determinante para que el ambientalismo pasara a ser social; antes era intelectual. Fue una respuesta a otro empuje de la industrialización, pero Uruguay no era un país particularmente industrializado en el año en el que nació el FA. No es que no hubiera problemas ambientales, siempre hubo. Entonces el FA llega a discutir los problemas ambientales con esta generación, porque los problemas ambientales para esta generación no son locales, son globales. Los problemas ambientales son de todos y son políticos, porque afectan sobremanera a las personas vulnerables. De todas formas, creo que es un tema que no se discute mucho en el Frente, tengo que ser muy honesto respecto de esto. Creo que hay un trabajo de sensibilización de esta nueva generación de militantes de meter el tema ambiental en la política.

Un debate pendiente

Luego del cese del ex comandante en jefe, Guido Manini Ríos, se instaló un debate sobre el rol de las Fuerzas Armadas y la necesidad de repensar su educación. Carvajales plantea que no se puede obviar que las ideas que inspiraron la dictadura cívico militar todavía están presentes en la sociedad y, por “obvias razones”, están concentradas en las “cercanías de donde se forman nuestros oficiales”. Para él, hay un camino muy largo todavía para recorrer en la transformación de la educación de los militares, y esa “es una deuda política que tiene el FA, pero que también tiene el país”. El secretario político del FA sostuvo que hay cuestiones tan fundamentales para el estado de derecho que “no vale únicamente que el FA tenga una visión sobre las Fuerzas Armadas. Esa visión tiene que ser reafirmada por todos los actores del sistema político”, dijo, y añadió: “Cuando el senador [Luis] Lacalle Pou no se posiciona críticamente sobre el video de Youtube de Manini Ríos a mí me preocupa, él no está mirando este problema como lo hacemos el resto de los demócratas. Eso es complicado. Por otro lado, el otro día [Lucía] Topolansky decía: ‘No es el momento para discutir sobre las Fuerzas Armadas’. Concedido, pero en algún momento vamos a tener que debatir”.

¿En el FA está instalada la discusión sobre las contradicciones que existen entre el modelo económico y los costos ambientales?

Algunos colegas le llaman a ese modelo extractivismo. Yo tengo mis matices con que el problema sea ese, porque para mí el extractivismo no es una construcción del FA, sino una consecuencia de la condición de periferia de Uruguay. El error que se comete –lo digo con muchísima humildad y modestia– es confundir los efectos con la causa, y si hay algo que tiene que caracterizar a la izquierda política es que tiene que trabajar en las causas, en el ADN de este sistema que nos lleva a este problema que tenemos, no centrar los esfuerzos en gestionar los efectos. Lo que es contradictorio entre algunos intelectuales es que se muestran muy radicales y hablan de extractivismo pero en realidad caracterizan un modelo y dicen: “Esto es un desastre, es lo que los progresismos han profundizado”. Es verdad, las críticas son atendibles, pero en realidad lo que tenemos que estar discutiendo son las causas del extractivismo, que están en la condición periférica. Mientras nosotros no resolvamos que nuestra estrategia de desarrollo económico, es decir, nuestro crecimiento con distribución dependa de nuestra exportación de recursos naturales, el extractivismo va a ser una cosa dada. Lo interesante y potencialmente revolucionario del ambientalismo es que te mete en un corset y te dice: “Mirá que en realidad esta lógica de que crezca la torta y yo la reparto en algún momento se termina”. Eso potencialmente es muy creativo para la izquierda. Nos da argumentos para cortar con la pavada de que tenemos que crecer, crecer, crecer, para empezar a discutir cómo hacemos para distribuir mejor lo que tenemos.

El politólogo Óscar Bottinelli dijo en una entrevista en Radio Uruguay que los frenteamplistas desilusionados son los que deciden la elección. ¿Cómo te imaginás que el FA puede volver a acercarlos?

Hay dos elementos bien importantes. El FA no sólo necesita llamar a la ciudadanía a un ciclo nuevo de transformaciones, sino que necesita él mismo, o ella misma, pasar por un nuevo ciclo de transformaciones. Hay una estructura del FA que es muy valiosa y hay que cuidar muchísimo. La fuerza política hoy en día tiene entre 3.000 y 5.000 personas que semanalmente se reúnen a discutir los problemas de Uruguay. Eso es realmente significativo. Esa estructura hay que cuidarla, pero hay que pensar cómo en esa estructura se abren puertas y ventanas a las nuevas reivindicaciones y a otras formas de hacer política. Eso es fundamental para mí, por lo menos para poder atraer de nuevo o encantar a una parte del electorado que se sabe frenteamplista pero que ha rechazado ciertas formas de hacer política de estos 15 años. Como todo partido político de Occidente, la forma de organización política está puesta en cuestión. El dirigencismo está puesto en cuestión, el elitismo político está puesto en cuestión, esa idea dicha o no dicha, implícita o explícita, de que tenemos algunos y algunas de que somos capaces de interpretar lo que la ciudadanía quiere está puesto en cuestión. A lo que estamos asistiendo es a un cuestionamiento muy fuerte a esa forma de hacer política. Yo creo que en algún momento es un debate muy importante para dar en el Frente. Capaz que en la elección no es el mejor momento para dar esa batalla política. Lo que creo que puede ayudar al FA, en una perspectiva más a mediano plazo, es justamente decir: llegamos a un punto de inflexión; esta forma de organización política nos sirvió para un momento, nos ayudó a interpretar lo que la sociedad necesitaba, pero ahora está en crisis. Discutamos, busquemos cuáles son las nuevas formas, cómo hacemos para que los sueños, las expectativas vuelvan a estar en el centro de la construcción del partido político. Una de las claves de nuevas formas de hacer política es que no somos caudillos. El caudillo es paternalista, es el que tiene todas las respuestas, es el que dice: “Nene, nena, quedate ahí tranquilo que yo te voy a dar la respuesta a todos tus problemas”. Esa es la vieja política. La nueva política es la que hacemos entre todos.

Nunca hubo un secretario político del partido tan joven. ¿Es producto de la casualidad o responde a un proceso de renovación?

Creo que se dio de manera relativamente fortuita, pero también creo que Javier [Miranda] hizo una apuesta interesante y arriesgada. Tengo que decir que no hubiese estado nada mal que en vez de un joven de 30 años hubiese sido una joven de 30 años, porque además nunca hubo una secretaria política del FA. Desde la forma más simple o sencilla de vida hasta la más complicada hay algo que es fijo: la vida es una pelea contra el caos. Entonces, en esta contradicción de juventud y renovación contra tradición y vejez, lo que yo diría es que los jóvenes no tenemos que pedir permiso para estar donde estamos. También está la figura de la referencia más veterana, que es fundamental. Es importante ese hilo que une los sueños de una generación con los de otra. La renovación no es contra los que están, es con los que están. La renovación de género y generacional del FA es una necesidad.

Las juventudes están encontrando formas de hacer política por fuera de los partidos. ¿Cómo debería acercarse el FA a los jóvenes?

Nosotros tenemos el deseo de modificar nuestra realidad, la de los demás, pero también tenemos que reconocer nuestras limitaciones y las cosas que no sabemos. La realidad es que hay muchos problemas públicos para los que no tenemos una respuesta clara. Entonces yo reivindico eso: que podamos hacer política también desde nuestras faltas. Las faltas, y asumir una postura modesta frente a los problemas, es la fuente primera del pluralismo. Si hay algo que los jóvenes están buscando son lugares en los cuales puedan darles visibilidad a temáticas que los aquejan o preocupan. Esto pasa con muchos conjuntos de reivindicaciones de la izquierda social. Hay muchos compañeros y compañeras que no están militando en el comité de base, creo yo, porque saben que hay un gobierno que, en el acierto o en el error, está buscando soluciones democráticas para las mayorías. El gobierno ha logrado hacer una buena síntesis en ese sentido, y si bien muchos nos enojamos por muchas cosas, por ahí nos volcamos a la izquierda social porque sabemos que hay cierto respaldo en la izquierda política. No está cerrado este análisis que hago, es algo que da para pensar.

Las encuestas arrojan que el FA, si gana, no contará con mayoría parlamentaria. ¿Lo ves como un escenario negativo?

Para nada, porque nosotros somos una fuerza del diálogo. Creo que lo hemos demostrado, más allá de que también hemos tenido actitudes soberbias con la oposición política y los movimientos sociales. Puede ser hasta positivo. Algunas deudas que tenemos en el pasaje de las ideas, los debates, la política pública, la evaluación de la política en ese camino no las hemos podido resolver, porque no hemos tenido la capacidad de construir acuerdos y mayorías. Porque en la lógica de soy mayoría y te impongo cosas me llevo puestas un montón de sensibilidades que, de alguna manera, de estar incluidas, legitimarían lo que estoy haciendo. Hay una cuestión de madurez política y creo que el FA tiene buenas condiciones, y además hemos llegado a un momento en que, como sistema político, como democracia madura, realmente tenemos que poder construir respuestas conjuntas. También es verdad que en los pingos se ve, y se va a ver la calidad política de la oposición. Quiero creer que tenemos una oposición política responsable y que en vez de trancar al país, lo va a ayudar.

Credenciales

Carvajales es militante de Casa Grande y dice que su acercamiento con el FA viene de mucho tiempo atrás: “Vengo de una familia materna comunista y una familia paterna muy cercana al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y a las Fuerzas Armadas. Esa mezcla, por lo menos en esa época, no era fácil de lograr”, cuenta. Si bien había tenido una experiencia de militancia barrial, cuando entró en la facultad consolidó ese interés militando en la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay. “La formación científica por lo general está lejos de la discusión de los temas nacionales”, acota. Sin embargo, en la “barra” de la Facultad Ciencias se encontró con Rodrigo Arocena y un conjunto de personas que reivindicaban la investigación con pertinencia social. El ex rector de la Universidad de la República es para Carvajales un “referente ético y político central”. Con una “gran lucidez”, dice, Arocena analiza cuáles son las causas más profundas de desigualdades en el mundo contemporáneo y las ubica en la capacidad de aprender. “Él dice muy seguido: ¿Cuál es la mejor política científica tecnológica? La mejor política científica tecnológica es ocuparse de los problemas de la gente. Eso tiene un componente ético muy fuerte”, dice. Luego de recibirse trabajó como docente en la Unidad de Ciencia y Desarrollo y generó una relación muy cercana con él. En su posgrado decidió hacer un viraje: salir de las ciencias naturales y volcarse a las ciencias sociales. Su tesis, que todavía no culminó, trata sobre la participación de los ciudadanos en las Comisiones de Cuencas.

.