La campaña contra la Ley Integral para Personas Trans impulsada por Carlos Iafigliola y Álvaro Dastugue; el supuesto efecto del “voto evangélico” en la elección de Jair Bolsonaro en Brasil; la oposición del conservadurismo religioso a la educación sexual y la ley de salud sexual en Argentina. Estos hechos recientes en la región, y otros similares, han generado una imagen social: ser evangélico, y especialmente pentecostal, está relacionado con un accionar político contrario a la perspectiva de derechos y el Estado laico.
El 29 de marzo en la sala de eventos del IMPO se llevó a cabo el conversatorio “Participación social y política de los evangélicos”, convocado por organizaciones de la sociedad civil de origen evangélico. Se presentaron exposiciones de pastores, académicos y políticos de un amplio espectro, “Evangélicos: ¿izquierdas o derechas?”, con Fernando Rodríguez y Ana María Ramírez, y una conferencia internacional de Guillermo Prein.
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Fernando Rodríguez es militante sindical y cristiano, presidió la Asociación Nacional de ONG (ANONG) y fue el primer defensor del Vecino de Montevideo (2006-2013). Es psicólogo social y magíster en Derechos Humanos; actualmente es vicepresidente del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) en representación del gobierno y forma parte del equipo pastoral de la Iglesia Evangélica de los Hermanos Libres en La Unión.
¿Cómo entiende su compromiso político de izquierda y su ser cristiano?
Como evangélico soy una persona comprometida con el desarrollo integral de la persona. Creo que todo aquello que apuesta a garantizar derechos es una buena noticia, una noticia evangélica. Cuando hay más derechos para más personas, eso está en el sentido del plan de Dios. Entiendo la política como un acto de amor, un acto de cuidado. Siempre que actué en ámbitos sindicales, como defensor del vecino o ahora en el INAU, lo he hecho pidiendo un respaldo de la comunidad en pensar juntos, en orar, porque yo entiendo que mi militancia nace desde la inspiración de la fe hacia el servicio de los demás.
¿Cree que la izquierda debe retomar el diálogo entre cristianismo y marxismo de los 60?
Creo que siempre es deseable tomar las experiencias históricas de diálogo entre pensamientos que en otro tiempo se presentaron como antagónicos, cristianismo/marxismo, para encontrar las perspectivas en común, los puntos de encuentro, reconocer las diferencias y respetarlas, y desde ahí caminar hacia objetivos. Algunos cristianos y marxistas tuvieron la capacidad de superar en la década de los 60 y 70 en Uruguay deudas dicótomas que habían sido instaladas por malas prácticas de ambas concepciones. Lograron superarlas y unirse en un proyecto liberador común sin desconocer las diferencias, sino aceptándolas y encontrándose en las confluencias.
¿Qué se puede aprender de ese momento?
Ese es un proyecto político que hoy mantiene total vigencia y ha sido promotor de derechos humanos, dignidad de vida, mejores relaciones sociales, vinculando materialismo y desarrollo de la espiritualidad como complementarios.
¿Cuáles son las dificultades y oportunidades de discutir estos temas con un gobierno de izquierda?
Creo que hoy hay más oportunidades que dificultades, comparando con el inicio de la décadas de los 90, en el que algunos sectores religiosos conservadores transmitían que la llegada al gobierno de la izquierda, en aquel momento a la Intendencia de Montevideo (IM), iba a generar que el gobierno cerrara los templos. Esto fue refutado por la realidad; hubo un grupo de iglesias cristianas, comprometidas con la transformación social, que establecieron vínculos y diálogos importantes con el intendente y ahora presidente Tabaré Vázquez. Allí comenzamos un diálogo que generó los primeros convenios en proyectos educativos laborales que firmó la Intendencia con organizaciones de la sociedad civil, como el movimiento Tacurú, la Iglesia Anglicana y Juventud para Cristo. Desde la fe y el compromiso con el desarrollo integral de los jóvenes, que veíamos desde una propuesta de izquierda también una conexión para desarrollar estrategias comunes de desarrollo integral de la persona. Allí se abrió un camino que luego continuaron diferentes organismos del Estado con la sociedad civil y con organizaciones con una perspectiva de fe cristiana. Así que las oportunidades son muchas desde una perspectiva de fe que incluya una visión de derechos, garantizando posibilidades en educación, trabajo, etcétera. Este camino ha demostrado que existen puntos complementarios, que hay más oportunidades que amenazas u obstáculos.
¿Qué opina de la campaña de algunas iglesias para derogar la ley trans?
En mi humilde comprensión de la palabra de Dios, una militancia para derogar una ley que otorga derechos es un error. Porque el respeto por la persona humana es central en el evangelio, porque Jesús nos invita a amar a los postergados, a los relegados de la sociedad; si miramos la actitud de Jesús, fue de otorgarles dignidad, otorgarles derechos. Creo altamente inconveniente que una iglesia como organización tenga una participación político-partidaria. Sí que participe en política en el sentido de cuidado de la gente y la vida plena para todos.
¿Cristianos, izquierdas o derechas?
Mi actitud del que piensa diferente es de total respeto; pienso que los valores del cristianismo están por encima de las concepciones de derecha o izquierda. Pero si analizo los valores cristianos y los vivo, voy a estar de acuerdo con la promoción de la equidad, que el más postergado, el pobre es al que primero y mejor atendemos. Pienso que un análisis cristiano de la realidad política actual se debería traducir, en términos políticos, en un Estado presente, centrado en las necesidades del ser humano, de asistencia y promoción humana, fomentando equidad entre los que ganan más y los que ganan menos. Un Estado centrado en las personas y no en el partido político, las empresas o las instituciones.
¿Cómo evalúa la aparición de bancadas evangélicas en Brasil y en la región?
Es muy doloroso pensar que hay cristianos que apoyaron o apoyan a candidatos que están celebrando un golpe de Estado, que aniquiló derechos, torturó y mató. Es muy triste pensar que un solo cristiano coincida con estas prácticas. Y es muy preocupante que hayan sido un factor para facilitar el acceso al poder de Bolsonaro, sabiendo que sus planes van en contra de los valores cristianos. Esto redunda en la reducción de los espacios democráticos y empobrece el desarrollo de la sociedad. Genera confusión, porque no se está transmitiendo el mensaje que Jesús vivió. Es malo y perjudicial; realmente, para hacerlo por ese camino, mejor no lo hubieran hecho. Creo que se han dejado engañar por un interés que no está centrado en la persona.
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Guilermo Prein es argentino, viene de una familia de mamá católica y padre protestante, pero fue criado como ateo. Desde los 18 años es pastor pentecostal, está involucrado en organizaciones de derechos humanos, milita por el estado laico, pastorea en un equipo a una red de iglesias con más de 30.000 miembros.
¿A qué se dedica No Matarás?
No Matarás lleva adelante un trabajo contra todo tipo de violencia o sistema de violencias. Sé que en los últimos tiempo los grupos antiabortos han usado este concepto, pero este movimiento, que tiene muchos años, actúa sobre diversos problemas sociales, violencia ecológica, género, institucional, económica, trata de personas, desaparecidos en democracia, la criminalización de la pobreza, la injusticia social. Por ejemplo, cada mes de marzo llevamos adelante actividades, como el ciclo “Marzo, mujer y memoria”. Mujeres de No Matarás son cofundadoras del 15M “Vivas nos queremos” y son integrantes activas del 8M.
¿Qué piensa del control que buscan ejercer algunas iglesias sobre las personas?
No soy muy amigo del control, considero que Jesús no controlaba a nadie; él enseñaba, pastoreaba y predicaba, pero no controlaba a nadie. Las personas van a vivir como quieran vivir. La moralidad es un tema para ser tratado. La Biblia habla mucho más veces de dinero y de justicia que de cualquier otro tema. La pobreza es inmoral, la desigualdad es inmoral. Jesús dijo: “No se puede servir a Dios y a las riquezas”. Las riquezas son un medio para servir, pero si pasan a ser el fin, nos convertimos en personas inmisericordes. A mí me gustaría una iglesia que se expresara y se ocupara con la misma vehemencia de estos temas morales, y que no restrinja lo moral sólo a lo sexual.
¿Cuál sería el lugar de la iglesia en asuntos civiles y legales vinculados con la sexualidad?
Nosotros no somos legalistas, somos evangelistas: creemos que quien bendice y transforma la vida de las personas es el evangelio. Sobre los derechos que asisten a las personas, no creo que la iglesia tenga que intervenir. Y si interviene, debe hacerlo en favor del que sufre y del más débil. La iglesia debe ayudar al oprimido, a quien sufre y no tiene quien lo defienda. La iglesia debe acercarse a todas las personas, amarlas como son y dejar que el Espíritu Santo haga la obra que tenga que hacer. Es muy peligroso que nosotros determinemos siempre qué está bien y qué está mal. El evangelio habla de preocupación por la viuda, del extranjero, el rechazado y el salario justo del jornalero. Por eso la iglesia, en una era de injusticias, debe estar cerca de quien sufre, en todo el amplio espectro de la vida social. Nosotros no somos los dueños de la verdad, la verdad es nuestra dueña, porque Jesucristo es la verdad, y Él nos la revela en cada circunstancia. Hay dogmáticos que porque le dijeron que la Biblia dice esto, piensan que tienen la verdad. Pero cuando tienen acceso a los idiomas y entienden los contextos en que esa palabra fue dicha, cambian de paradigma. Sin embargo, otros se niegan, afirmándose en un fundamentalismo literalista. Es clave la tarea pastoral y el estudio. Creo que la iglesia no fue llamada para condenar a nadie. Si la iglesia toma el mazo de juez, debe recordar que con la vara que mide será medida.
¿Por qué militar por un Estado laico en Argentina?
Porque el Estado laico es lo mejor que le puede pasar a la iglesia. Para ser libre, la iglesia no debe estar atada a ningún gobierno local o extranjero, porque el dinero y el poder compran conciencias. Los cristianos en este tema tenemos siglos de experiencia, la cristiandad es un ejemplo nefasto de participación religiosa en el campo público. Tampoco es sano que el Estado defienda una creencia, eso es una barbaridad. La libertad de conciencia –derecho de las personas, no de las instituciones– es vital para las personas, y para eso es necesario un Estado laico.
¿Qué piensa sobre la ESI (Educación Sexual Integral) y el aborto?
Antes que la ESI existiera, hace más de 20 años, Rock&Vida, nuestro programa de prevención y profilaxis de las enfermedades de transmisión sexual y lucha contra las adicciones, enseñaba todas las semanas educación sexual en los colegios e iglesias. Tuve consciencia de esta necesidad desde mi primer pastorado. Apenas con 18 años, comencé a pastorear en una villa de emergencia, lugar abandonado por las autoridades eclesiales y por el Estado. Mi primera consejería fue atender a una nena de 12 años, que vino con su mama desesperada y su padre borracho. La madre me dijo: “Ella es mi hija y está embarazada de su padre”. La niña me preguntó: “¿Cómo es que tengo un bebé en la panza?” Vi muchas muertes por abortos clandestinos, entonces entendí que teníamos que enseñar educación sexual. Fue la primera tarea en la comunidad: detener la sangría. Hoy en Argentina está penalizado el aborto, pero esa ley no soluciona el problema; la victoria es evitar los embarazos no deseados. Para ello necesitamos educación, trabajo pastoral y acompañamiento, no penalización. Nosotros recibimos mujeres que son expulsadas de sus familias, iglesias y muchas veces abandonadas por sus parejas, sin apoyo alguno. Nuestra responsabilidad es acompañar a las madres que deciden enfrentar solas la maternidad. No creemos que la iglesia sea el rector moral de nadie, la iglesia debe ser un lugar donde al llegar te reciban con amor. Me gustaría que la iglesia se preocupara por entender por qué los adolescentes se suicidan. Creo que la iglesia debe ocuparse por los chicos que ya nacieron.
¿Cómo evalúa el juego de poder entre las iglesias y los partidos políticos?
En el juego político partidario es frecuente que diferentes grupos busquen privilegios. Los políticos van a buscar a las iglesias porque tienen gente. Es muy loco pensar que alguien puede controlar el voto de la gente. La gente vota con el bolsillo y con el estómago; si hay pobreza, la gente va a votar para emerger, y en períodos de bonanza [lo hará] por vanidades ilusorias, por esto muchas veces el pueblo es engañado. La iglesia no puede apoyar a ningún candidato; los hermanos, en su pleno uso de la libertad de conciencia, deben elegir. Si los candidatos tientan a las iglesias y estas respaldan desde un púlpito pensando que la gente obedecerá sus consignas, estamos ante un gran peligro.
¿Cómo valora el efecto Bolsonaro asociado a los evangélicos en la política?
Tengo mis serias sospechas de que ese “efecto Bolsonaro” esté promovido por algunos grupos religiosos preocupados por el crecimiento de la iglesia evangélica. La hipótesis de que los evangélicos pusieron a Bolsonaro en el gobierno es un mensaje distorsionado. Los datos del voto de los evangélicos son prácticamente los mismos porcentajes que en el resto de la sociedad brasileña. El efecto del voto evangélico está sobredimensionado. Bolsonaro está llevando adelante políticas que son macabras, y pienso que todo los efectos nefastos de estas políticas se las van adjudicar al “voto evangélico”, y esto es preocupante. Algunos hermanos se confunden e incluso ponen el ejemplo del rey David, pensando que si un evangélico está en la política va a cambiar el rumbo de la historia. Algunos sostienen que impondrán leyes tal como ellos entienden la palabra de Dios, olvidando que el pueblo está compuesto por ateos, gente de otras religiones, y que como cristianos debemos respetar a las minorías y a quienes piensan diferente. Creo que la participación política de la iglesia debe darse en términos de su identidad: defender al más débil y luchar por la equidad. El mundo está pervertido porque le da más a que tiene más. La iglesia debe intervenir en la política en el sentido de favorecer políticas sociales y educativas que generen equidad, no desde el rol de política partidaria, sino aportando principios y fines basados en el Sermón del Monte, para enriquecer a las personas de diferentes partidos políticos que la integran y así darles lo mejor a todos.