Alejandra Casanova es una arquitecta chilena que trabaja en el vínculo entre el urbanismo y la seguridad, en particular en la prevención del delito. En 2016 empezó a colaborar con Uruguay mediante el Ministerio del Interior (MI), en un proyecto apoyado por el Banco Interamericano de Desarrollo. Diseñó un modelo de intervención territorial para la prevención del delito a través del urbanismo. Actualmente es consultora del MI; en ese marco, hace dos años comenzó un plan piloto en el barrio Marconi. Se trata de un estudio intersectorial que cruza estos temas y propone una intervención en el barrio.
El diseño urbano y el delito
Con sus espacios, la ciudad puede generar condiciones físicas de riesgo para la seguridad, que contribuyen a que exista temor y a que se cometan delitos. Además de haber sido víctima de un delito, está la percepción de inseguridad. “Muchas veces la gente no tiene vínculo con el delito, pero hay factores de la ciudad que generan temor”, explica Casanova.
Los factores de riesgo más comunes son los obstáculos visuales en el espacio, la iluminación, la planificación y el desarrollo urbano que ha favorecido que barrios enteros queden relegados y marginados de todos los bienes y servicios. A su vez, que los bienes y servicios sean menos accesibles en algunas zonas genera segregación social, y produce una desvinculación territorial entre la gente y de la gente respecto de las instituciones del Estado. La conectividad de una ciudad con un barrio determinado es clave para el equipamiento social. Cuando hay un déficit en este sentido aparece el abandono y el descuido de los espacios públicos y los espacios comunes, y eso genera condiciones de riesgo.
La mirada urbana tiene que ver con “producir seguridad”, es decir disminuir los riesgos de que haya delito y la percepción de inseguridad. Desde ese punto de partida, todos estos factores de riesgo implican más oportunidades de que se cometan delitos. La prevención mediante el diseño urbano tiene que ver con disminuir esas oportunidades. No se trata de trabajar con medidas de control o represión, sino de anticiparse y reducir las condiciones de riesgo que tienen las ciudades en materia de seguridad pública.
La iluminación es un elemento central. “Uno tiende a ir por una calle iluminada en vez de por una calle oscura”, afirma Casanova. También se suele tratar de transitar por calles que tengan mayor circulación de personas. “Hay una preferencia por habitar espacios que tengan mejores condiciones de control social; la ciudad propone condiciones que hace que uno tenga más o menos temor”.
La arquitecta explica que “para prevenir el delito, desde hace años se trabaja en estrategias combinadas que no apuntan solamente al control y la represión, sino que incorporan la prevención como eje fundamental de la política pública”.
Los vínculos territoriales y la organización vecinal son fundamentales para disminuir la sensación de temor. Por eso, “las estrategias asociadas al delito tienen que tener relación con la comunidad”, y se debe tener en cuenta que “los espacios que se abandonan y se desocupan son los que habilitan que el crimen exista”. La recuperación de espacios genera apropiación de esos lugares por parte de los vecinos y aumenta el sentido de pertenencia.
“No se contempla el delito en el diseño de las ciudades”, señala Casanova. La experta explica que este es un tema incipiente, que recién en la última década se ha empezado a institucionalizar.
La percepción de inseguridad
La percepción de inseguridad es el temor a ser víctima de un delito. Sin serlo necesariamente, es una sensación que se vive de forma particular y colectiva que muchas veces se forma a partir de lo que le pasó a otra persona. “A veces escuchás que a alguien le pasó algo en tal situación o en el tal barrio y eso genera un temor hacia esa actividad o ese lugar, aunque no te haya pasado a vos”, explica la arquitecta.
Aunque las cifras de los delitos han aumentado, según las estadísticas Uruguay tiene bajos índices de criminalidad. Sin embargo, la percepción de inseguridad es muy alta. La seguridad es uno de los temas que más preocupa a los uruguayos, y esta situación se mantuvo inmutable en las últimas décadas. Para Casanova, esto es común en América Latina: “En los países con bajos índices de criminalidad hay alta percepción de inseguridad”. Muchas veces esto tiene que ver con que los delitos son de alto impacto, en particular los que se cometen en el espacio público, como las rapiñas, que tienen una alta connotación social y generan inseguridad.
“El principal mecanismo para mejorar la percepción de seguridad es trabajar con la comunidad; organizarla y articularla. La gente se siente más segura cuando se trabaja con ella y en sus espacios, así sale más a la calle, ocupa más los espacios, aumentan los lugares de convivencia social, y eso hace que las personas adquieran una mejor percepción de la seguridad”, explica Casanova. Por el contrario, cuando la comunidad está fragmentada se repliega y las personas se encierran en su casa, y el individualismo aumenta la percepción de inseguridad.
La prevención del delito en Marconi
La prevención situacional del delito es el enfoque que orienta la estrategia en Marconi. Apunta a modificar factores y condiciones de riesgo que están en el espacio para disminuir la oportunidad de que sucedan delitos. La prevención situacional no ataca de frente el crimen ni al victimario, sino que intenta modificar los factores de riesgo que existen en la ciudad; tiene que ver con la disuasión y el desincentivo de la actividad criminal a través de la planificación del espacio público.
La experiencia en el barrio es una propuesta estratégica que entrecruza el diseño urbano con la seguridad pública. “Tiene que ver con recuperar los espacios degradados de la ciudad y apuntar a la activación del capital social”. Se promueve el trabajo con la comunidad y la convivencia, intentando reducir la conflictividad.
El diseño urbano seguro, la activación del capital social y el fortalecimiento de la coordinación con la Policía en el territorio son los tres componentes de la propuesta. “Es una propuesta integral, que incluye elementos policiales, que tienen que ver con la detección de zonas en las que se concentra mayor cantidad de delito, y allí se refuerzan los patrullajes”, dice Casanova. El Programa de Alta Dedicación Operativa, conocido por su sigla, PADO, está inserto en Marconi a través de zonas focalizadas con esta metodología.
La estrategia partió del diagnóstico del barrio en tres dimensiones: la urbana, que refiere a las vulnerabilidades del territorio, la victimización, que recoge los datos sobre el delito objetivo, y la percepción, que se mide a través de encuestas.
Es un modelo que georreferencia estas problemáticas, las localiza en el territorio. Hay espacios dentro del barrio que tienen más problemas que otros, y sobre esos focos hay un trabajo específico. También hay una apuesta a la recuperación urbana a través de medidas sociales, como la activación de programas ya existentes. El reforzamiento policial en las zonas señaladas como problemáticas completa la estrategia.
Se enfatiza en la recuperación de espacios públicos a través de programas. “No es recuperar un espacio público para embellecerlo, sino para que la ciudadanía se empodere”, dice Casanova. En este sentido, el soporte comunitario a través de actividades socioeducativas es fundamental. “La recuperación urbana siempre tiene que ir de la mano de un programa”. Para Casanova, la clave es devolverles la vitalidad a los espacios. “Si tenemos los espacios ocupados va a ser mucho más difícil que se cometan delitos y que haya temor”. El abandono es directamente proporcional a la criminalidad.
El avance del narcotráfico y su impacto en el diseño urbano
“El narcotráfico ha tomado territorios, y eso impacta directamente en el diseño urbano porque son lugares a los que no se puede llegar; ni el Estado ni las organizaciones pueden entrar a ciertos barrios”, afirma la arquitecta. Para Casanova es preciso considerar esta problemática desde la investigación. “El crimen organizado en los barrios es uno de los grandes generadores de inseguridad”, agrega. Las personas pueden ver o no el delito cometido, pero saben que hay una banda operando en el barrio, lo que genera altos niveles de inseguridad.
La desconectividad, las casas abandonadas, los pasajes limitados y los terrenos baldíos son lugares que se prestan para que las bandas delictivas monten sus bases de operaciones. “Hay signos en el espacio público que dan cuenta de un delito mucho más avanzado, que va más allá de la rapiña u otros delitos de oportunidad”, dice la arquitecta.
Más allá de la Policía
La seguridad pública va más allá del trabajo policial, que repercute parcialmente sobre el fenómeno de la criminalidad. Estas medidas proponen anticiparse al delito, prevenirlo y disuadirlo. “Son medidas que impiden que se cometa el delito”, afirma Casanova. Mientras la Policía trabaja directamente sobre el crimen, con énfasis en la flagrancia y en el victimario, estas medidas apuntan a mediano y largo plazo.
“Pueden también apoyar a las víctimas, en el sentido del autocuidado”, agrega la experta. Hay medidas que apuntan al “endurecimiento de blancos atractivos”, tanto en personas como en la propiedad, para que la comisión del delito sea más difícil. “Cuando a un delincuente se le complica para cometer un delito desiste de hacerlo, porque tiene un tiempo determinado y si le cuesta no puede lograr su cometido”.
Un ejemplo de endurecimiento de un blanco atractivo es reducir o eliminar el dinero en efectivo en el transporte público e implementar un sistema que funcione con tarjeta de débito o crédito, o la creación de una tarjeta específica, como es el caso del Sistema de Transporte Metropolitano de Montevideo. Ante la ausencia de dinero y con mecanismos de control alternativos, los robos disminuyen porque hacen desistir a las personas que los cometen.