La izquierda obtuvo una nueva victoria en las elecciones departamentales en Montevideo y aumentó el caudal electoral que obtuvo en 2015. Esta vez competía contra una alianza de seis partidos, ya que para estas elecciones departamentales el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI) se sumó a la coalición multicolor.

El desempeño electoral en las dos elecciones (departamental y municipal) del domingo fue distinto. A nivel departamental el Frente Amplio (FA) logró un amplio triunfo territorial. En efecto, de los 47 barrios de Montevideo, la izquierda ganó las elecciones en 40, y en todos los casos con una votación que osciló entre 50% y 73% del total.

Por su parte, la coalición multicolor triunfó en siete barrios capitalinos concentrados en la franja costera (Carrasco sur, Carrasco al norte de Avenida Italia, Buceo, Malvín, Pocitos, Parque Rodó y Centro). Si se suman los votos de 2015 de la Concertación, del Partido Independiente y del PERI y se compara el total con el desempeño de la coalición multicolor en 2020 se observa que la votación de Laura Raffo no movió el escenario en Montevideo.

La prédica política del “Montevideo olvidado” que mantuvo Raffo no tuvo una repercusión electoral preponderante en la elección departamental. Al comparar los resultados por barrios entre 2015 y 2020, se observa que en la mayor parte de las zonas de la periferia, fundamentalmente en las zonas norte y oeste de Montevideo, el FA mantiene o aumenta levemente su caudal electoral. En algunas zonas específicas del noreste de la capital hay comportamientos electorales menos dinámicos. Por otro lado, en algunos barrios de sectores medios y medios altos, como Parque Batlle, Pocitos y La Blanqueada, la izquierda recupera terreno.

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A la interna del FA, el triunfo de Carolina Cosse fue global y contundente en la distribución territorial. Se impuso en 90% de los 47 barrios de Montevideo, ganando en 42 de ellos, mientras que Álvaro Villar triunfó en los otros cinco.

A nivel de los municipios, su candidatura fue la más votada entre los frenteamplistas en siete de los ocho municipios. La excepción fue el Municipio A, donde la candidatura de Villar superó por 685 votos la de Cosse.

En la votación departamental, entonces, hay una consolidación del voto al FA, a pesar de lo sugerido por algunos analistas y politólogos que pronosticaban que “era posible que ganara Laura Raffo” por “el viento de cambio y su apelación al Montevideo olvidado”. Nada de eso ocurrió en la realidad.

Estrategias bicéfalas

En relación con 2015, en el plano de la elección municipal existieron diferencias significativas en la cantidad de votantes, la estrategia de los partidos y la distribución del electorado. La consecuencia es un cambio en el gobierno de los municipios y la composición interna de la conformación de los concejos municipales.

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En primer lugar, la cantidad de personas que votaron en la elección municipal aumentó 43% en relación con 2015, y se registraron 108.000 nuevos votantes. El domingo eligieron autoridades municipales 44% de las personas que votaron candidatos departamentales.

Las estrategias del FA y de la coalición multicolor fueron bicéfalas, pero en niveles diferentes.

El FA a nivel departamental promovió las múltiples candidaturas generando un abanico de tres opciones complementarias. Sin embargo, a nivel municipal priorizó las candidaturas únicas, con la excepción de los municipios B y G, donde no se logró un acuerdo interno. En total, hubo 11 candidatos para dirigir los municipios.

La coalición multicolor aplicó la lógica inversa: promovió una candidatura única para la intendencia y desplegó 77 candidatos a los municipios cubriendo con referentes locales las distintas realidades del departamento.

El tercer aspecto relevante es la distribución del voto que determinó cinco municipios para el FA y tres para la coalición multicolor. En los municipios Ch y E, la coalición multicolor ganó las elecciones a nivel departamental y también municipal. En el Municipio F, el FA obtuvo 58% de los votos departamentales y superó por 14.432 votos a la coalición multicolor, pero en la elección municipal el candidato único logró 46% de las adhesiones y perdió la elección por 2.300 votos.

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Un nuevo mapa interno en el FA

En las elecciones departamentales de mayo de 2015 en Montevideo, siete sectores del FA obtuvieron el respaldo abrumadoramente mayoritario de los frenteamplistas.

En efecto, el Movimiento de Participación Popular (MPP), el Partido Socialista (PS), Asamblea Uruguay, la 99/Alianza Progresista, la Vertiente Artiguista, Casagrande y la Lista 711 representaron 66% del electorado de Montevideo en las elecciones departamentales de mayo. Por fuera de esos siete grupos, se presentó el Partido Comunista del Uruguay (PCU), que obtuvo 6,7% de los votos, y otras listas “chicas” que alcanzaron 23%. 4% votó al lema.

Esos siete grupos más el PCU son los que prácticamente tienen mayor incidencia en la estructura de toma de decisiones del FA, de los comités, las coordinadoras y la departamental de Montevideo. Sin embargo, en las elecciones internas de 2019 ya se prefiguró un nuevo escenario, que se visibilizó fuertemente en octubre de ese año y que en setiembre de 2020 ya configura una nueva realidad política.

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Desde el punto de vista electoral, los siete grupos del FA perdieron 64% del apoyo entre 2015 y 2020 a nivel de las elecciones departamentales de Montevideo. En 2015 representaron 66% y en 2020, 37%. En conjunto tuvieron una fuga electoral de 129.000 votos, o sea una merma de 44% de sus adhesiones.

En las elecciones departamentales el fenómeno de pérdida de votos afectó al MPP (-14,1%), el PS (-47%), Asamblea Uruguay (-52%), la 99/Alianza (-70%), la Vertiente (-54,9%), Casagrande (-57,8%) y a la Lista 711 (-61,5%).

¿Hacia dónde fueron esos votos teniendo en cuenta que la votación entre 2015 y 2020 es prácticamente la misma, con un crecimiento de 5.000 votos?

Ocho de cada diez votos fueron hacia una nueva pluralidad de sectores que emergen fruto de la pérdida de peso de los grupos que eran “referencia” hace cinco años.

En 2015, lo que se llamaba “otros grupos chicos” significaba 23% del electorado (103.000 votos) en las elecciones de Montevideo, pero en 2020 esta cifra pasó a 48,2% (218.000 votos).

En las elecciones del domingo se presentaron 66 listas por el FA en Montevideo. La dispersión de la votación entre los frenteamplistas tuvo su máxima expresión en esta elección: 60 listas obtuvieron una votación que ronda entre 0,1% y 3%, pero que en su conjunto representan 46,2% de la votación. Hay que tener en cuenta que la lista más votada a nivel departamental alcanzó 16% de los sufragios, lo que da cuenta de la dispersión absoluta del voto y las preferencias. A nivel departamental no hay un grupo hegemónico electoralmente. Esto sin dudas implica un cambio sustantivo que de alguna forma prefigura una nueva arquitectura política en el FA.

A este crecimiento inusitado de opciones electorales se le suma la conformación de sublemas que maximizan los réditos electorales si tienen un diseño adecuado. En esta elección se destaca un sublema denominado “Sumemos”, que logró tres ediles en la Junta Departamental a partir de 30 listas bajo un mismo sistema de acumulación, pero que apoyaban a candidatos diferentes: 16 listas a Daniel Martínez, ocho a Carolina Cosse y ocho a Álvaro Villar.

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El único sector que creció en 2020 de los que eran pilares cinco años atrás fue el PCU, que tuvo un aumento de 85,6% en relación con 2015, pasando de 25.589 (6,7%) a 55.340 (12,2%). Es decir que logró captar 25.000 votos de los 129.000 que se desplazaron, o sea 20%.

¿Cómo se va a representar en la conducción y la estructura esa diversidad electoral que es la mitad del electorado frenteamplista?

En las elecciones nacionales de octubre de 2019 se habían presentado 37 listas a diputados en el departamento de Montevideo. Casi un año después pasaron a 66 las listas con candidatos a la Junta Departamental. La estructura del FA y la representación electoral de la fuerza política están cada vez más en tensión. El desafío es adaptar el funcionamiento a la representación política electoral. La atomización y la pérdida de referencia de algunos sectores políticos con el electorado y el surgimiento de una diáspora de microgrupos es tal vez la noticia más relevante en el mediano plazo. Y eso representa un problema para la conducción política y la legitimidad.

He leído algunos comentarios en redes sociales que aseguran que los resultados del domingo demuestran que “empezamos a volver”. Creo que es una forma equivocada de analizar los resultados. El domingo culminó un largo ciclo electoral y en todo caso lo prudente y deseable sería decir que hay que “pensar y actuar si queremos volver”. El futuro no está escrito y es necesario asumir en forma abierta y democrática un debate amplio sobre lo sucedido en las elecciones nacionales. La autocomplacencia es mala consejera, y las autocríticas fugaces y a oscuras también.

El FA está ante un tiempo de cambio. Se mueve una parte de la historia y deben llegar cuanto antes quienes protagonicen este nuevo tiempo.

Gustavo Leal es sociólogo.