Roque Moreira es coronel retirado y vive en Artigas. Ingresó al Ejército cuando tenía 17 años, pero desde niño se sintió atraído por la política. En 1971 se acogió a una excepción que permitía a los militares en actividad suspender sus tareas para dedicarse a la política, y formó parte de la coordinación de la campaña del Partido Nacional. Luego retornó a las Fuerzas Armadas. En 1981 fundó la agrupación Tres Árboles dentro del Partido Nacional. En las últimas elecciones departamentales, fue candidato a intendente de Artigas por Cabildo Abierto, dentro del lema Partido Nacional. Es padre de la ministra de Vivienda, Irene Moreira, y suegro de Guido Manini Ríos. Más de 40 años después de su participación en el Congreso de la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL), sigue preocupado por la “infiltración” y la acción del comunismo dentro de la iglesia católica y en el ámbito de la educación, así como sobre sus efectos en el campo político-partidario.

¿Considera que su catolicismo tuvo alguna incidencia en su actividad política?

Todas las disciplinas sociales están imbricadas entre sí, y la política está imbricada con los conceptos filosóficos y religiosos. Decía Mao Tse Tung que la religión es el opio de los pueblos, así que con las corrientes materialistas, como es el caso de las corrientes marxistas, indudablemente hay una oposición, una antinomia. Y las demás corrientes políticas están en algún tipo de relación con las corrientes religiosas del momento; algunas son altamente coincidentes, algunas son posiciones agnósticas.

Usted se refiere a que hay una oposición entre el marxismo y el catolicismo, pero hubo y hay casos de personas que se definen como católicas y al mismo tiempo son marxistas.

Bueno, esa es una brillante decisión de Li Weihan, que en 1959 cambió la actitud estratégica de combatir a las religiones, pero particularmente a la iglesia católica, y en vez de enfrentarla directamente, como lo venía haciendo desde la Revolución rusa en adelante, pasar a infiltrar la iglesia católica. A partir de ese momento se comenzó un esfuerzo mundial para ir infiltrando la iglesia con cambios en la teología: se pasó de la interpretación de dar prioridad al brazo vertical para dar prioridad al brazo horizontal, obviar todos los aspectos de las verdades eternas para pasar a aspectos estrictamente terrenales, ir pasando paulatinamente de la teología del amor a la teología del odio. Esa actividad indudablemente que en esta puja le ha ido dando grandes resultados. La infiltración de la iglesia se ha operado enormemente durante tantos años.

¿Usted se refiere a que el marxismo a nivel internacional infiltró la iglesia católica?

Claro, claro, una infiltración. Y la iglesia católica se fue desmejorando y desmoronando.

¿Y la teología de la liberación es parte de este movimiento?

La teología de la liberación sí, claro. No es la teología de la salvación, sino de la liberación. Hay muchos pasos sucesivos cumplidos durante medio siglo. La infiltración del Consejo Episcopal Latinoamericano. Para muchos católicos ortodoxos el actual papa ofrece muchos flancos de crítica.

¿Pero a usted le parece que llega al extremo de poder ser un infiltrado?

No, eso sería una presunción de mi parte. Pero, por ejemplo, concretamente, él ha planteado una cantidad de acusaciones a la situación de Argentina durante el gobierno de [Mauricio] Macri; luego Macri pasó [el poder] al kirchnerismo, esta forma de conformación de una sociedad política y espiritual con características cercanas al marxismo, y ahora, en esta etapa del kirchnerismo, el silencio [del papa] es total, hubo una variante de actitud en blanco y negro, y la situación argentina sigue siendo la misma. Entonces, uno constata un comportamiento en la descripción de la realidad que sigue las sinuosidades de la vida política, no responde a una afirmación de fondo.

Desde los 60 hasta ahora, ¿cómo ha evolucionado la situación de la infiltración de la iglesia por parte de grupos marxistas? ¿Hoy hay mayor infiltración que antes?

La expresión “infiltrar” se aplica originalmente a los líquidos, es una expresión del área de la física, y es el pasaje muy lento a través de un tejido muy sutil. La infiltración es lenta, pacífica, desapercibida. Y eso se hace cuando se inicia la infiltración. Después de que ya se cumplieron determinadas etapas, ya es visible, ya la infiltración se deja de necesitar, ya después sigue con fuerza propia lo que se inició.

Y ahora ya estamos en esa etapa.

Hace mucho que es público. La gente dejaba de ir a la iglesia porque al final la disertación del cura ya no era religión, era mensaje político, entonces mucha gente se retiró de la iglesia. Eso pasó en Uruguay hace 50 años.

¿Considera que Cabildo Abierto tiene sintonía política con el sector herrerista del Partido Nacional?

Es una pregunta muy difícil, porque hay una variedad de situaciones. En principio, Cabildo Abierto tomó una resolución que era inevitable: en cada departamento, vista la variedad de situaciones que se daban, tenía que tratar de armar un esquema electoral que fuera una respuesta particular a cada situación. En todo el país fue diferente. El caso de Artigas es único: quien habla era también dirigente del Partido Nacional, así que va no como delegado de Cabildo sino en simultáneo. Yo intentaba representar en la forma más fiel posible los intereses, la conducta política y la visión del Partido Nacional y de Cabildo, asumía la representación conjunta de ambos sectores. Y eso lo hacía con la comodidad, con la perspectiva de que esta coalición que se dio primero para el balotaje va a subsistir. El Uruguay de hoy está diagramado en una especie de bipartidismo, que no son dos partidos sino dos grupos políticos en los que predominan ciertos sectores. En uno, el hilo conductor del marxismo, integrado por socialismo, comunismo, MLN, y en el otro, todo este arco con blancos, colorados, Cabildo, que tienen denominadores comunes mínimos. Por algo tienen un programa de gobierno. Este esquema no cambia todos los días, no es el viento. Y va a subsistir por algún tiempo.

¿Cuál piensa que es hoy el principal problema cultural o moral de nuestra sociedad?

Se ha perdido la línea de lo que está bien y lo que está mal. Todo es posible, todo vale, no hay conducta. No es que haya descenso moral: se ha transitado hacia la amoralidad, todo es saque libre.

¿Considera que la hegemonía de 15 años de gobiernos del FA contribuyó un poco a agravar esos problemas en Uruguay?

Ah, no, no un poco, lo incentivó enormemente ese problema, cuando empezaron las ocupaciones de terrenos, de fábricas, la violación del derecho de propiedad, la introducción de la droga. En todas las áreas en las cuales uno visualice encuentra la permisividad. La convivencia exige un mínimo de disciplina, en las cosas más elementales. Si no, la gente no funciona, o funciona mal. Y así está el país, cada vez peor. Lo que fue motivo de orgullo, de conducta honorable, hoy no existe más. No se puede hacer absolutamente nada sin un papel firmado con escribano público. Se perdió la palabra, la honorabilidad. Contribuyó mucho que la ley de duelo fuera eliminada, a instancias del Partido Comunista y el Socialismo, [Liber] Seregni estaba en esa posición. Y la terminaron eliminando, forcejearon tanto que fueron convenciendo y lograron que se eliminara. Bueno, esa también ha sido una valla de contención. Hoy una persona puede decir cualquier cosa de otra persona y no pasa nada. El hombre de bien, de honor, no tiene derechos, no tiene armas para defender su dignidad.

¿Le parece que sería una buena medida reinstalar la ley de duelo?

Sí, porque los charlatanes se van al mazo. El ser humano sabe que tiene que afrontar, si dice lo que no debe. Porque una cosa es la acusación argumental, y otra cosa es el adjetivo degradante. Si yo presento pruebas de que un administrador manejó mal las cosas, si yo digo que la deuda externa del país se multiplicó seis o siete veces en este período de gobiernos marxistas, estoy dando una cifra estadística. Si yo dijera “son tal o cual”, estaría propagando un insulto, un agravio. Entonces, la ley de duelo otorgaba las posibilidades de que ocurriera y se llevara al terreno de los hechos cuando había el agravio, el desborde verbal, el ataque.

En los 70, además de la militancia política clásica en el Partido Nacional, ¿usted desarrolló militancia de otro tipo para combatir el comunismo?

En el período en que cumplí actividad política, la actividad política era a través de la radio, la televisión y los actos públicos, así que no era con organizaciones aparte ni cosas parecidas. Existieron algunas, muy larvarias, pero existieron.

¿Usted estuvo en una organización que se llamaba la Liga Anticomunista?

Liga Anticomunista... Liga Anticomunista... No me acuerdo, ya le digo, no participé activamente, pude haber estado en algún congreso, pude haber estado en algún acto. Pero nunca integré una organización de ese tipo.

Nosotros tenemos información de que usted y otros uruguayos participaron de un Congreso de la Confederación Anticomunista Latinoamericana en los años 70, en Asunción. ¿Usted no recuerda esa reunión?

Cómo no. No me acuerdo el año, pero hubo un congreso anticomunista latinoamericano que se realizó en Asunción. Y estaban representaciones de todos los países de América. Y allí el gobierno uruguayo envió dos delegados, y el otro uruguayo que estaba era yo, que recibí una invitación personal, pero no como integrante de una organización política o ideológica, la recibí en forma personal.

¿Quién lo invitó?

Fue 50 años atrás, no me acuerdo.

¿Y qué visión tiene ahora de aquella organización? ¿Fue útil? ¿Era importante en ese momento?

Fueron actividades tímidas; la acción en el mundo del marxismo-leninismo y de los partidos comunistas es permanente, es muy fuerte, es muy firme, y los antagonismos son parciales, débiles, descoordinados, por eso ha seguido avanzando en el mundo.

¿Le parece que sería necesario volver a reeditar algún tipo de cooperación internacional para combatir al marxismo-leninismo?

Eso sería política exterior del gobierno uruguayo a nivel oficial.

No a nivel oficial, sino una articulación política de organizaciones o personas que piensan que es necesario combatir al marxismo-leninismo.

Todo lo que piensa, lo que siente el ser humano, lo puede guardar en un cofre sagrado o puede tratar de expandir las ideas que profesa, y en esta materia yo no estoy para empezar una nueva lucha.

Está claro, no digo usted, sino los jóvenes.

La situación que se vive... Ayer me contaba una persona acá que tiene una hija que vive en Montevideo y fue a la Facultad de Medicina, entró a un lugar con los estudiantes, y entraron a presionar muy fuerte pidiéndole el nombre, que ya tenían los datos de ella, de dónde era, y todas las cuestiones, y que se tenía que afiliar. La afiliación compulsiva que se hace de los nuevos para plegarlos, ahí hay una lucha, una guerra despiadada.

¿Querían afiliarla a qué?

A los grupos de presión, a los grupos de izquierda que manejan toda la enseñanza.

Le preguntaba si piensa que sería importante reeditar esas alianzas internacionales.

Yo no afirmé que fuera una alianza internacional, los procesos se van dando de forma natural. Y así como en una época empezaron a aparecer los gobiernos de facto en varios países de América, hay un juego pendular, y ahora estamos en otra etapa, y hay regímenes consolidados en manos del comunismo: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y otros: Argentina en una etapa muy especial. Y Bolivia. La rueda de la historia no para de girar jamás, vive en una evolución perpetua y a veces es muy difícil estar haciendo pronósticos.

¿Cuál fue el objetivo de la reunión en Asunción de la CAL?

Se trataban todos temas ideológicos, discursos, como en todos los congresos, y declaraciones. Todo termina en papel. Los congresos tienen eso.

Más allá de los discursos y los documentos que se generaban, ¿no había acciones conjuntas?

No, no. Exacto. Es muy buena la precisión. Ese congreso tenía la característica de que se desarrollaba en el ámbito de lo declamatorio, no había coordinación de acciones. Son posiciones que exponen los representantes de distintos países que no pasan de la declaración, contribuyen a la formación.

¿Usted recuerda que hubiera algún tipo de liderazgo de algún país o de alguna organización? ¿Quién lo organizaba?

Al ser en Asunción, en Paraguay estaba el gobierno de Stroessner, que era decididamente anticomunista. Yo recuerdo en ese Congreso que el orador más brillante fue un cura. No recuerdo el nombre, pero fue un discurso que me impresionó notablemente. Me impresionó la brillantez, el espíritu de disquisición con el que iba planteando los temas, la parte escénica de su discurso. Estaba de sotana.

¿Se acuerda si en esos intercambios sobre el tema del comunismo se manejaba la posibilidad de acciones, sólo en términos de definiciones, en términos teóricos?

No, absolutamente nada que ver con la acción, esto no es como los cursos de la gente que iba a Cuba a recibir adiestramiento para la revolución. Esto era político y nada más. O ideológico, o religioso, no había otra cosa. Por ejemplo, el caso de la JUP en Uruguay. Yo nunca estuve en la JUP. Era un movimiento verbal, no protagonizaba acciones armadas, no asaltó bancos, no hay un solo homicidio, no era un protagonista de los hechos, sino de las ideas. Y este tipo de congresos eran comunes. Tal vez ha sido la gran falencia de todos estos movimientos, de todas estas actitudes del ser humano antagónicas del marxismo, que no han pasado de la palabra a la acción. Y los otros están en la acción. Y el que no avanza, retrocede.

¿Pero no le parece que estas visiones anticomunistas tuvieron también incidencia en acciones concretas, por ejemplo, en la represión militar de las dictaduras?

Al gobierno militar lo trajeron el marxismo, los tupamaros, los comunistas, los socialistas. Sin ese movimiento, sin los secuestros compulsivos de embajadores, sin los asaltos a bancos, sin los homicidios, no hubiera habido gobierno militar. Eso es así, terminante. El origen fue ese. Si no hubiera pasado lo que pasó antes, hubiera seguido el sistema eleccionario. Desde luego, después de que el gobierno le encomienda a las Fuerzas Armadas la represión del movimiento armado, de la subversión, entró... los hechos se reprimen con hechos.

Pero no estoy hablando de la represión a los tupamaros, sino a organizaciones marxistas que nunca tomaron las armas, que fueron reprimidas en el régimen militar y que no habían iniciado una acción contra el Estado.

Hay dos aspectos que están relacionados pero que no son lo mismo: uno es el ideológico y otro es el de los hechos. El meramente ideológico era denominado subversión, y la sedición era la actividad cumplida en los hechos. Están totalmente encadenados, no se puede sacar uno del otro. Yo no puedo, sin romper la cáscara, separar la yema de la clara. Esto es igual. Y bueno, sí, se atacó, fueron atacados, reprimidos, entraron en una cuarentena larga todos los grupos marxistas, no solamente los que protagonizaron actitud armada.

¿Eso le parece bien?

Jamás justificaría reprimir algo por su razón ideológica exclusiva. Cuando la razón ideológica deriva en una actitud material que es nociva, lo que yo estoy castigando o persiguiendo u oponiéndome es a la actitud material, no es a lo que piensa sino a lo que está haciendo. Los hechos y el pensamiento están relacionados, en una relación que es indivisible.