El senador frenteamplista Óscar Andrade asume un nuevo rol como coordinador de bancada. En su hoja de ruta para este año, los diputados y senadores del Frente Amplio (FA) definieron salir en conjunto del Parlamento para hablar con las organizaciones sociales, llegar al interior y hacerse presentes en los centros de trabajo, las cooperativas y los asentamientos. “En varios temas nos ha faltado claridad, y eso hace que determinados anuncios pasen casi inadvertidos”, dice en entrevista a la diaria.
Para Andrade, el FA no tuvo “la voz ni la acción política suficiente para marcar la cancha en cuanto a que no se puede presentar como un mérito lo que es un ajuste”. De todas formas, entiende que “la única autocrítica que sirve para algo es la que te abre camino a una práctica social superadora de la dificultad”.
Además, opina que el FA necesita un presidente que genere consenso y conduzca en colectivo y dice que le cuesta ver a otra persona que no sea Marcos Carámbula liderando ese proceso.
¿Qué planes tenés para la coordinación de la bancada del Senado?
Hubo una reunión hace pocos días entre las bancadas del Senado y Diputados en la que, si bien se recogieron los cinco ejes que propuso el FA el miércoles pasado, nos dedicamos a discutir sobre nuestro trabajo. Ahí surgieron algunas pistas de consenso, tanto de los diputados como senadores, y con Carlos Varela, que es el coordinador de los diputados frenteamplistas, vimos de traducirlo en una hoja de ruta. Una primera necesidad que vimos todos es que precisamos que las bancadas salgan a discutir estas iniciativas con las distintas expresiones de la sociedad civil. Desde las que puedan parecer potencialmente más cercanas, como el PIT-CNT, la FEUU [Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay], Onajpu [Organización Nacional de Asociaciones de Jubilados y Pensionistas del Uruguay], Madres y Familiares, Crysol, hasta la Asociación Rural, la Federación Rural, la Comisión de Fomento Rural, Anmype [Asociación Nacional de Micro y Pequeña Empresa], Cambadu. Un segundo elemento de consenso es que hay que concentrar el trabajo en el interior y acordamos salir al interior como bancada con ternas de compañeros, en las que estén expresadas las distintas sensibilidades del FA. La idea es que nos reunamos con todas las departamentales del FA en el interior, que podamos ir a conversar con los ediles, que tengamos un espacio para visitar a la Comisión de Fomento Rural, el hospital del departamento o un pueblito alejado, para tratar de que el trabajo parlamentario refleje la realidad a nivel nacional. A veces hay problemáticas muy locales que se te pierden en la mirada general. Todas estas acciones claramente están atravesadas por lo que es un año que va a estar marcado por la juntada de firmas contra la LUC [ley de urgente consideración]. También ahí vimos la posibilidad de visitar los centros de trabajo, las cooperativas de vivienda y los asentamientos. Después queremos articular el trabajo de las comisiones en el Senado y en Diputados, aunque sea semestralmente. Este es un desafío que nos ha costado resolver históricamente, es como si hubiera un pozo entre medio, como si fueran dos mundos. Eso no puede pasar. Tenemos que organizarnos para presentar la agenda de las comisiones del mismo tema en el Senado y Diputados a la sociedad y al frenteamplismo. Si la pandemia no nos deja hacerlo presencialmente, tenemos que rendir cuentas virtualmente del trabajo parlamentario.
¿Qué diagnóstico hacés de lo que ha sido el trabajo de las bancadas este año?
Este año fue muy particular. Tuvimos que tratar un conjunto de reformas radicales, la mayoría regresivas, en pocas semanas y a contrapelo de la opinión pública que estaba concentrada diariamente en la situación de la pandemia. Entonces acá hubo que discutir en pocas semanas una reforma de las políticas de seguridad, una reforma laboral, una reforma educativa, un cambio profundo en la forma en que funciona el Instituto Nacional de Colonización. Y ahí es cierto que tuvimos una pérdida de sintonía, porque estábamos en un debate que difícilmente fuera a calar en la sociedad. De hecho, creo que hoy la inmensa mayoría del pueblo uruguayo no está en contra de la LUC ni a favor de la LUC. Entonces el trabajo parlamentario estuvo marcado por esa situación. Estuvo marcado por la circunstancia de tener que enfrentar un ajuste muy difícil en medio de una situación compleja, y creo que nos ha faltado claridad en la explicación del ajuste. En varios temas nos ha faltado claridad, y eso hace que determinados anuncios pasen casi inadvertidos. A mí me pasó claramente mientras escuchaba el balance que hacía el presidente.
“Hay un balance triunfalista. Cuando aumentó la pobreza, se perdieron 10.000 pequeñas empresas, se triplicó la cantidad de gente que precisa comer en un comedor, no podés estar feliz. El deterioro tiene que ver con la pandemia y, a nuestro entender, con una política de ajuste”.
¿Qué medidas pasaron inadvertidas?
Por ejemplo, yo comparto la idea de que la formación profesional tiene que ser el centro de una estrategia competitiva. Si nuestra estrategia competitiva no es bajar los salarios, tiene que tener como elemento la formación profesional. Ahí tenemos una enorme coincidencia: incrementar las capacidades de los trabajadores es central. Ahora, fijate la paradoja: se presenta casi como un mérito que en 2020 pasaron 50.000 trabajadores y trabajadoras por cursos de formación profesional, sin hacer una mención mínima a que venís de que 100.000 habían pasado por el curso de formación profesional en 2019. ¿Cómo es posible? Bueno, esa es nuestra responsabilidad. El FA no logró colocar la denuncia de un recorte en una política que es principal, que además cualquiera que trabaje en formación profesional sabe que en momentos de desempleo vaya si es una política anticíclica. Nuestra incapacidad de comunicar y denunciar el recorte hace que el presidente pueda presentar un resultado 50% menor al año anterior como un mérito. Además, como yapa, los viáticos para las trabajadoras y los trabajadores desempleados que hacen cursos de formación se recortaron a la mitad: eran 200 pesos y quedaron en 90. Tenemos que sentir una profunda responsabilidad, no fuimos capaces de ubicar una política laboral que es central. Ahí el FA tiene que hacer autocrítica: no tuvimos la voz ni la acción política suficientes para marcar la cancha de que no se pueda presentar como un mérito lo que es un ajuste. ¿Cómo el presidente presenta como un mérito un recorte en el medio de la pandemia? Esa es toda nuestra responsabilidad. Lo que tenemos que asumir como bancada es que nosotros no logramos estar a la altura de poder ubicar en el debate político y en la sociedad el rechazo al recorte, pero como la autocrítica es hacia adelante, lo que tenemos que pensar es cómo hacemos para que no vuelva a pasar, cómo logramos mejorar la calidad del debate.
“Hay un balance triunfalista. Cuando aumentó la pobreza, se perdieron 10.000 pequeñas empresas, se triplicó la cantidad de gente que precisa comer en un comedor, no podés estar feliz. El deterioro tiene que ver con la pandemia y, a nuestro entender, con una política de ajuste”.
¿Qué balance general hacés de las propuestas que anunció Lacalle Pou ante la Asamblea General?
Hacia adelante no puedo decir sobre las medidas que anunció porque no las conocemos. Lacalle dice que va a haber una política de subsidio a la pequeña y mediana empresa. ¿Cuál? No sabemos. ¿De qué magnitud? No sabemos. La política crediticia del SIGA [Sistema Nacional de Garantías para Empresas] va a ser más amplia. ¿Cuánto? No sabemos. Hasta que no tengamos el detalle no estamos para decir que no. Voy a poner un ejemplo sobre cosas en las que podemos estar de acuerdo. El planteo del FA con respecto a la inversión pública en infraestructura cuando se vota el Presupuesto es que no llega a 300 millones de dólares para 2021. Entonces, si se logra 1.200 millones de inversión pública en infraestructura es más o menos incrementar cerca de un punto del producto interno bruto [PIB]. Es lo que reclamamos desde marzo del año pasado. Ahora, quiero verlo. ¿Es este año? ¿Cuáles son las obras que se adelantan? En todo caso, es un cambio en la dirección de lo que el FA estaba planteando. No estamos en una actitud de rechazar por rechazar. Lo que sí parecen hasta ahora insuficientes son las medidas para atender el componente social. Los ocho millones de dólares para ollas y personas en situación de calle son claramente insuficientes. El incremento al que está en la informalidad de 1.200 a 1.900 pesos por mes no mueve la aguja. La partida era tan raquítica que estamos lejos de garantizar una condición mínima. Lo que pide el FA es muy poco: que con las partidas que existen y con las que puedas agregar llegues a un salario mínimo líquido. Hay una interpretación política de la gestión de un año en la que tenemos una diferencia sustantiva. Hay un balance triunfalista. Cuando aumentó la pobreza, se perdieron 10.000 pequeñas empresas, se triplicó la cantidad de gente que precisa comer en un comedor –que es un síntoma profundo de deterioro social–, no podés estar feliz. El deterioro tiene que ver con la pandemia y, a nuestro entender, con una política de ajuste.
“La única forma de invertir 1.200 millones de dólares en obra pública es cambiar los topes que coloca el Presupuesto”.
¿Por qué pensás que Lacalle Pou tiene una popularidad tan alta?
Bueno, tuvo méritos. El manejo de la pandemia tuvo méritos, haberse apoyado en el Grupo Asesor Científico Honorario fue un elemento meritorio. También la pandemia genera en la sociedad una situación de causa nacional. Es el momento de la unidad nacional, por lo tanto, cualquier mirada crítica, por más que sea sólida, rigurosa y justa, choca contra la percepción de “pobre, el gobierno llegó y le tocó la pandemia”. El gobierno queda en un lugar de víctima. En realidad, le toca una situación difícil. No digo que sea sencillo. Y ahí creo que está la parte de nuestra autocrítica, de cosas que no supimos explicar. Hay elementos que tienen que ver con la pandemia pero hay otros que no. No fue la pandemia la que recortó el presupuesto de vivienda. No fue la pandemia la que aumentó las tarifas. No fue la pandemia la que tuvo la incapacidad de ahorrar 900 millones de dólares sin tocar salarios, jubilaciones y políticas sociales, que era la gran promesa de campaña electoral. No fue la pandemia la que cortó el Programa de Mejoramiento de Barrios. No fue la pandemia la que recortó 9.000 becas de Uruguay Estudia. Todo eso que no fue la pandemia nosotros no supimos explicarlo bien.
Hablabas de la forma que tiene el gobierno de comunicar las deficiencias como logros. Hace unos días Danilo Astori criticó el “fuerte personalismo” del presidente y José Mujica dijo que lo mejor que tiene el gobierno es el “machacón, permanente, de la publicidad y el relato”. ¿Coincidís con ellos?
Capaz que tendríamos que empezar por decir que la izquierda comunicó muy mal. No creo que la izquierda haya perdido el gobierno solamente por la comunicación, pero de que hay una partecita que está relacionada con eso no tengo dudas. Al FA le tocó enfrentar el proceso de formación de hogares más explosivo de la historia del país. Si uno sigue la formación de hogares en Uruguay desde el primer censo posdictadura hasta 2006, en 20 años se forman unos 70.000 hogares, y el FA tiene un proceso de 15 años y forma 230.000 hogares. Tiene que atender las circunstancias de la vivienda con una herencia muy pesada, con déficits estructurales pesados, con necesidades insatisfechas muy duras, y el resultado que tiene no es sólo el incremento de la inversión en vivienda, sino que las viviendas de personas con necesidades básicas insatisfechas baja a la mitad. Había 50.000 hogares con hacinamiento y esa cifra baja a 22.000. Hay un resultado desde la política pública que nadie puede pensar que es de retroceso, logra torcer una tendencia. Sin embargo, alcanzó un informe de Techo para ponerte a la defensiva y que vos mismo no defendieras tu política de vivienda, política con la que éramos críticos, porque en nuestro programa decía que debíamos duplicar la inversión en vivienda. Ahí tuvimos una enorme dificultad de síntesis. Ahora yo no me puedo enojar porque el gobierno comunique con potencia. En todo caso, tenemos que ver cómo somos capaces de colocar determinados temas con mayor profundidad.
En el proceso de autocrítica que vienen haciendo los diversos sectores del FA aparece la comunicación como una falencia, la poca llegada al interior, la pérdida del diálogo social con las bases. ¿Qué se ha hecho para enmendar estos problemas?
Claro, a mí no vengas con la autocrítica de acordar un texto de lamentos. Eso no es autocrítica. La autocrítica es pensar: ¿nos falta llegar al interior? Lleguemos al interior. ¿Nos falta rendir cuentas sobre en qué está el trabajo parlamentario para que el frenteamplista de a pie sepa en qué andamos? Hagámoslo. ¿Nos falta recorrer los centros de trabajo y las cooperativas? Hagámoslo. La única autocrítica que sirve para algo es la que te abre camino a una práctica social superadora de la dificultad. La autocrítica no es ponernos de acuerdo en un texto, que después nadie lee, acerca de nuestros dolores. ¡No! Para eso hacé terapia. El único proceso autocrítico válido es cambiar lo que estamos haciendo mal. Si estamos diciendo que falta diálogo nacional, la fuerza política tiene que estar dispuesta a discutir con todos. Lo otro que es claro: no podemos llegar a 2024 diciendo que falta una llegada más potente en el interior. Sobre la elaboración política, lo mismo: está bueno que tengas un vínculo cotidiano con el militante de a pie. Si algo nos enseñó la elección de 2019, que fue muy traumática porque perdimos, es que la militancia de a pie fue capaz de lograr una hazaña y llevarnos a la orilla. Precisamos jerarquizar la militancia de a pie.
El diputado Gerardo Núñez dijo a la diaria que el año pasado el FA quedó “entrampado” en la postura de oposición responsable. ¿Tiene que cambiar de estrategia?
El año pasado fue un año difícil. Tuvimos que simultáneamente acomodarnos a una derrota electoral en medio de la situación de una pandemia que nos cambió radicalmente el tablero y en medio de un conjunto de cambios regresivos que vinieron uno atrás del otro. Pero el Parlamento no puede sustituir al movimiento social. Entonces, ¿qué pasó? La rebaja salarial muy dura que se aplicó en las pautas salariales, la ley de urgente consideración y el Presupuesto tuvieron un escenario de enormes dificultades para la manifestación social porque cada vez que se convocaba a una acción tenías todos los riesgos de la pandemia. No tengo dudas de que la política restrictiva de pérdida de salario hubiera tenido una respuesta de los trabajadores uruguayos diferente. Y que el recorte del presupuesto educativo o de vivienda hubiese tenido un resultado diferente. El problema es que en medio de la pandemia hubo mayores dificultades para la acción social contraria al ajuste. Entonces la acción parlamentaria no sustituye a la acción social.
“Nuestra incapacidad de comunicar y denunciar el recorte hace que el presidente pueda presentar un resultado 50% menor al año anterior como un mérito”.
¿Se espera un escenario de mayor conflictividad este año?
Depende de distintas variables. Primero, depende de si el Poder Ejecutivo insiste en la política de ajuste y recorte. No puedo anticipar si va a haber conflictividad en los consejos de salarios antes de conocer la pauta salarial. Si la pauta salarial se parece a lo que fue el año pasado, sería nefasto. Sería muy difícil pensar en que no vas a tener niveles mayores de conflictividad. Después hay que ver qué orientación económica se toma. La única forma de invertir 1.200 millones de dólares en obra pública este año es cambiar los topes que coloca el Presupuesto. Lo estamos esperando acá para votarlo. Ahora, si después no es inversión pública y es otra cosa, es otra discusión. Esperamos que se concrete para que no pase lo que pasó con los alquileres. El gobierno anunció un subsidio a los alquileres y en las tapas salió que el gobierno iba a subsidiar hasta 50% los alquileres. Lo que ninguna tapa colocó que en el primer año de gobierno sólo 67.000 dólares fue lo que se invirtió para el subsidio. Es la nada.
Volviendo al FA, ¿cómo evaluás que viene el proceso de la creación de nuevos liderazgos?
El FA tiene un problema. Nos paramos en tres liderazgos importantísimos: Mujica, Astori y Tabaré. No hubieran existido gobiernos del FA sin ellos, pero quedamos a medio pelo del proceso de renovación. Un desafío que tiene el FA es que estamos fermentados pero nos siguen lloviendo grupos, de grupos, de grupos. Estamos cada vez más pulverizados.
“Si la pauta salarial se parece a lo que fue el año pasado, sería muy difícil pensar en que no vas a tener niveles mayores de conflictividad”.
¿La fragmentación de los sectores perjudica al FA?
Creo que hay que ir hacia la creación de grandes espacios. Por ejemplo, creo que hay un espacio donde puedo ubicar a Mario [Bergara] como la figura más potente hoy, a Álvaro García, Liliam [Kechichian], [Cristina] Lustemberg, el astorismo, y pienso que eso tiene que articularse y estar muy fuerte. En mi opinión, con mucho respeto, no me parece que le haga bien al FA que esa corriente se exprese en 40 grupos. Me parece que el MPP [Movimiento de Participación Popular], que lo precisamos muy potente, tiene la enorme responsabilidad de pensar en el día después del liderazgo de Mujica. Nosotros tenemos un espacio que construimos con Carolina [Cosse], que ella está hasta las manos con la intendencia, pero también tenemos una responsabilidad. Estuvimos en la campaña a la intendencia articulando con el Partido Socialista. Tenemos que buscar aglomerar a un conjunto del FA que anda por ahí desparramado en diferentes expresiones, y eso implica un desafío político. Si me preguntás, creo que tiene que haber tres espacios en el FA, que si se desarrollan con mucha potencia, llegamos con una condición a 2024 muy diferente de la que tuvimos en 2019, en la que fuimos “cual retazo de los cielos”. Estamos desparramados en cientos de pedacitos. Eso hay que construirlo ahora. No se trata de un armado electoral de apuro, se trata de construir sensibilidad, cultura política, espacio programático, ideas. Esta es una tarea que simultáneamente tiene que conectar con el frenteamplista independiente.
El Congreso y las elecciones internas se postergaron para el segundo semestre. Si Miranda no sigue de manera interina, ¿qué alternativas se manejan?
Es un problema. Tenemos que construir la conducción del FA, que trasciende ampliamente la presidencia. Necesitamos una conducción del FA a la altura de este momento. Necesitamos sangrar cuadros organizativos y políticos a muerte, porque con el FA que tenemos estamos mal, se fue cayendo a pedazos. Tenemos que recuperar la capacidad de movilización. Eso implica mucha más capacidad organizativa hacia adentro y hacia afuera. Recuperar la izquierda desde este lugar va a implicar un laburo territorial mucho más desarrollado, y eso implica no solamente un superpresidente, sino un laburo colectivo en áreas. La postergación de las elecciones nos va a complicar el segundo semestre, ya lo adelanto, porque vamos a llegar a las firmas y en el segundo semestre va a haber referéndum. Estamos en un momento complicado, capaz que sigue Javier [Miranda], no lo sé. Lo que digo es que la nueva conducción del FA se nos viene postergando producto de un conjunto de circunstancias que son ajenas.
¿Y cómo se soluciona? ¿Con la continuidad de Miranda o con una dirección colectiva?
Nadie cuestiona la continuidad de Javier, el que la puede cuestionar es él mismo. Si él sale, tenemos que ver un plan B. Ahí vemos cómo emparchamos la situación, pero mientras tanto lo que tenemos que empezar a discutir son estas cosas que estamos viendo en la bancada. Tenemos que mejorar el relacionamiento social, la llegada al interior, los vínculos en los centros de trabajo y en los asentamientos. La bancada es parte del FA y arrastramos los mismos problemas y dificultades. A veces el FA se piensa a sí mismo con compañeros que van a una reunión para llevar posturas a otras reuniones. Y la vida pasa por los costados de eso. La llegada al barrio, a la cooperativa, al sindicato, a la olla popular, al colectivo feminista, es decir, la vida, a veces transita por el costado de las perspectivas de futuro. Cómo ayudamos a ese impulso nuevo es parte del desafío. Va a tener que tener un presidente que, si llegamos al más amplio consenso, mejor, pero tiene que estar acompañado. Yo creo que ninguna compañera o compañero solo cambia esto.
¿La candidatura a la presidencia del FA tiene que ser única o tiene que haber candidaturas múltiples?
Hoy el peor escenario para el FA es que vayamos a una elección interna con siete candidatos. No tengo nada en contra de las candidaturas múltiples, participé en una en la interna del FA, pero creo que tiene que ser una persona que genere consenso y conduzca en colectivo. Por ejemplo, el compañero que se presentó con más consenso fue Marcos [Carámbula]. Creo que está muy despegado en términos de experiencia. A mí me cuesta ver a otro que genere ese consenso. Lo veo como un compañero que tiene amplísimo respaldo. ¿Por qué razones? Porque fue presidente del Sindicato Médico del Uruguay, presidente del Club Atlético Juventud de Las Piedras, dos veces intendente de Canelones, senador, diputado, militante en la clandestinidad, independiente del FA. El único problema que tengo con Marcos es que la compañera nos dice: “¿Cuándo lo van a dejar descansar?”. Pero en realidad, si vos me decís qué compañero puede conducir al FA para llevarlo de nuevo al gobierno, el nombre que me sale es Marcos. Es el nombre que coloco más despegado. ¿Alcanza con Marcos? No, es Marcos y un colectivo amplio que tiene que tener de todo: académicos, mujeres, jóvenes, dirigentes destacados. Es poner en la dirección del FA cosas que no le pudimos poner a Javier al lado. Ahí tenés que ser autocrítico. Cuánto rodeas la conducción pesa mucho. Marcos puede construir ese círculo, porque tiene capacidad de unir, de armar equipos. Todo esto lo tiene que madurar el FA. Fijate que si te tiran cinco o seis candidatos, el presidente te sale electo con 20% de los votos del FA. Con ese porcentaje no sé si tiene la espalda que necesita un presidente del FA. Precisás una conducción que ordene, que oriente. Para este FA, en este escenario concreto, no tenemos margen de error. ¿Cuál es la única contra que tiene Marcos? La edad, en términos del recambio generacional. Eso me ha hecho ruido, pero ¿este es el momento del FA de poner a alguien que haga sus primeras armas? Capaz que sí hubiera sido posible en 2006, cuando estábamos con todo el viento en la camiseta. Pero en este escenario hay que poner a un compañero al que le atiendan el teléfono cuando tenga que pararse en un lío con un sindicato o cuando tenga que llamar al gobierno. Y quizá es medio contradictorio, porque creo que hay que acelerar el recambio generacional, pero también pienso que en todo caso lo podés acelerar viendo con cuánto lo rodeás, con una conducción que exprese ese recambio general y la participación de género. Marcos no es ni mujer ni joven, pero todo lo demás le sobra. Pienso en una conducción del FA que diga: llegamos a 2022 con 150 comités más, con mejor comunicación, con cursos de formación por los que pasan 5.000 frenteamplistas. Pienso en un proceso de conducción que pegue un punto de inflexión. Ese proceso implica un presidente potente, con mucho respaldo, y muchísimo más que eso. Hay condiciones. Con todo el dolor, pero la muerte de Tabaré demostró que la cultura frenteamplista está viva. La gente sale con la bandera a la calle, tenemos una identidad con fuerza. No partimos de cero. No es una cultura muerta. El tema es cómo la recreás, y eso sólo se logra con una actitud política hacia adelante.
Referéndum contra la LUC: “Si se llega a las firmas, la coalición va a tener que remar de muy atrás”
Actualmente hay dos campañas de recolección de firmas contra la LUC: mientras que la Comisión Nacional Prorreferéndum apuesta a convocar un referéndum para derogar 135 artículos de la normativa, la Campaña contra Toda la LUC apunta contra toda la ley. “Yo hubiera preferido tener una sola por una razón instrumental: hay gente que firmó una y no te firma la otra porque dice que ya firmó. Para mí es obvio que hay una sola con posibilidad de llegar [se refiere a la campaña de la Comisión Nacional Prorreferéndum contra la LUC], pero la situación de repartir esfuerzos puede generar una dificultad”, sostuvo.
De todas formas, Andrade es “optimista” de conseguir las casi 700.000 firmas para iniciar el proceso. “Lo que cuesta es abrir la discusión, pero una vez que la abrís a la gente le cuesta mucho aceptar que un muchacho que saltó un tejido por una manzana, cosa que está muy mal, aunque no haya agredido a nadie, pueda ser matado. Me parece que es tan irracional. En la industria de la construcción poca cosa indigna más que un trabajador esté robando a otro trabajador. Pero ni en el peor de los casos pensamos que hay que matarlo ahí. Y es eso la LUC en términos de relación civilizatoria. Es demasiado grave el retroceso como para pensar que no vamos a tener las condiciones de dar esta discusión”, apuntó.
Andrade entiende que la decisión de los integrantes de la coalición de gobierno de no participar puede llegar “a ser inteligente”, porque el tema sigue “sin aparecer en los medios”. “Si se llega a las firmas, que creo que es lo que va a pasar, después van a tener que remar de muy atrás”, apuntó.
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