“Me dijeron que en cualquier momento me puedo morir”, cuenta Rafael cuando llega a un recoveco cerca del puerto, armado de cartones, pedazos de maderas prensadas y colchonetas; su hogar. Trae una bolsa con pedazos de pan debajo del brazo, lo que será su merienda antes de “buscar la moneda”, como él le dice. Hace un tiempo le dijeron que tiene el corazón agrandado, lo que en cualquier momento le puede costar la vida, pero no ha podido controlarse, ya que las consultas médicas son telefónicas desde que llegó la pandemia, y aunque se ha trasladado hasta la puerta de varios hospitales, no tuvo suerte.

A los refugios prefiere no ir ya que “son tierra de nadie” y en el último que estuvo le robaron el celular y todos sus documentos. “Se ven cosas fuera de lugar, no te dejan ni dormir”, agrega. Para Rafael la pandemia complicó todo, no sólo por la poca movilidad de las cuadras en las que trabaja de cuidacoches, también por no poder hacer los trámites para acceder a un médico y poder cuidar su salud. Quiere vacunarse contra la covid-19 y está juntando moneda por moneda para poder comprar un chip y ponerlo en un celular que consiguió hace poco, así se agenda.

Según el último censo del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), en Montevideo hay 855 personas viviendo a la intemperie. Gabriel Cunha, director del programa Calles, dijo a la diaria que “hablar de datos en este momento es pura percepción ya que aún no se realizó el relevamiento del corriente año”, y agregó que se está planificando concretarlo en julio.

El jueves se comenzó a vacunar con Pfizer/Biontech a personas que viven a la intemperie. Móviles del programa Calles fueron los encargados de trasladar a quienes quisieran recibir la vacuna hasta el punto de vacunación ubicado en un centro diurno de la Intendencia de Montevideo. “Se esperaba vacunar aproximadamente a 200 personas detectadas”, dijo a la diaria Fernanda Auersperg, directora nacional de Protección Social e integrante del equipo de coordinación de vacunación del Mides. Además, entiende que las personas en cuestión “son vectores de contagios para el resto de la población” por lo cual se les suministró Pfizer debido a su efectividad. Cumplidas las cuatro semanas, se repetirá el procedimiento para administrar la segunda dosis, según el comunicado emitido por el Mides.

Rafael

Rafael

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“El mensaje que se transmite hace más de un año es ‘Quedate en casa’, pero ¿qué hacemos los que no tenemos casa?”, dijo a la diaria Sergio Correa, integrante y fundador del colectivo Ni Todo Está Perdido (Nitep), integrado por “gente de la calle con el interés de hacer cosas por la gente de la calle”, que, además de trabajar en diferentes temáticas, busca un lugar social en el que puedan “sentirse parte”.

“Para quienes están en situación de calle sin concurrir a ningún tipo de centro es muy difícil agendarse para la vacuna ya que no tienen los medios ni la información, pero además están muy por fuera de lo que ocurre”, manifestó Correa. “Desde el colectivo los ayudamos e intentamos avisar a diferentes autoridades para que se acerquen a ellos o los registren, pero no podemos hacer más, no hay que olvidar que nuestra situación es similar”, agregó.

La calle tiene reglas, cada uno habita su zona y de alguna manera se conocen entre todos. Es por esto que a Rafael lo conoce el Chino, un oriundo de Salto que está casi todo el día unas cuadras más arriba, al lado del puerto. Ya no vive en la calle, pero todos los días vuelve al lugar que habitó durante años a cuidar coches, extraña lo que para él “fue una escuela que le enseñó mucho”, hasta que con ayuda de su hermana “y por sus propios medios, no gracias al Estado”, remarca, pudo lograr tener un hogar. Cuenta que de la calle se llevó muchas cosas, pero lo que más valora es el cariño de los vecinos con quienes siempre tuvo muy buena relación y a quienes considera sus amigos. El Chino conoce todo el barrio, las empresas que algún día existieron en los locales que hoy están abandonados, quién ya se mudó de la cuadra y qué vecinos llegaron hace poco.

Mientras habla el Chino llega José, que no lo conoce pero igual se para en la vereda de enfrente y se pone a arreglar sus cosas, mientras cuenta que tiene 30 años y que subsiste de las ventas. “Lo que se va consiguiendo lo vendo en la Cagancha”, explica y comenta que allí se junta todos los días con varios más en su misma situación. Como José pasan varios, todo el tiempo, van hacia algún lado o a ninguno, pero están.

El Chino

El Chino

Cae la noche, el frío ya se siente y caminando de una vereda a la otra, cruzando constantemente mientras ayuda a un vecino o a otro, está Jonathan. Es de Paso de la Arena, allí vuelve a veces a visitar a su mamá, con quien no tiene un buen vínculo si se ven a diario, pero “de vez en cuando es lindo verla”. En Julio Herrera y Obes es donde pasa todo el día, allí se armó un puesto donde vende lo que le dan los vecinos: radios antiguas, mochilas, objetos de todo tipo. “Hace doce años la calle es mi hogar”, relata mientras un vecino al que le dice tío le pone cuarenta pesos en la mano. “Para mí los vecinos son todo, hace 12 años ellos son los que me dan una mano, con plata o con comida, pero siempre están”. Alguien le grita que siga alcanzando baldes de agua para lavar la vereda y se va a alcanzarlos, vuelve y ayuda a una vecina a aceitar su bicicleta, siempre en movimiento. “A mí el Mides nunca me dio nada, hace más de diez años me la rebusco por la mía”, cuenta desesperanzado y agrega que nunca recibió ni siquiera una canasta. No tiene documentos y no se va a vacunar contra la covid. Lo único en lo que lo afectó la pandemia es en “hacer el mango”, porque “está todo muerto”. Es padre, su hijo tiene siete años y vive en Pando con su mamá, él lo ve “cada mucho tiempo, cuando la madre quiere”. Se nota que es hincha de Peñarol y de la “buena música” por los objetos que cuelgan de la cortina de un comercio y las fotos clavadas en el árbol.

Jorge Luis también tiene un hijo, de 30 años, con quien no mantiene un vínculo “porque no le gusta que lo vea así”. Vive hace más de diez años en la puerta de una lavandería que “no abrió nunca más”. Llega un vecino y le ofrece un pucho, otro pasa y lo saluda, “este es un bandido”, dice Jorge entre risas. “Yo me considero un afortunado de la vida”, comenta, porque todas sus hermanas murieron de cáncer y él, a pesar de haberse caído hace un tiempo atrás, haber sufrido una grave lesión en la rodilla que lo llevó a estar en silla de ruedas más de un año, y vivir en la calle, está sano y tiene salud. Duerme entre unas barras de material que hace años construyeron en esa esquina, justamente para que no durmiera nadie, pero él duerme igual, y el Toro Blanco, como llama al propietario del local, lo considera el cuidador de su local. El año pasado, en Navidad, fue y le dejó 2.000 pesos porque a fin de cuentas “le cuida y además no se mete nadie”. “Le encanta cocinar, manifiesta el vecino que se quedó para charlar un rato con él, a lo que José Luis agrega que sí, “y contales cómo estaba el chorizo al vino blanco que te convidé ayer”, le dice.

Su gusto por la cocina se refleja. A su lado tiene un carro con pertenencias, entre ellas la matera, porque le encanta el mate, “como a todo uruguayo”, utensilios para cocinar y una olla. Encadenado a una columna hay un medio tanque que usa para cocinar y para calentarse cuando “aprieta el frío”. También guarda sobre el marco de la pared una tabla de picar, sal, un apio, repasadores y una escoba porque “vivir en la calle no significa ser desprolijo”. El frío está llegando pero “los refugios no son una opción”. “Te roban, se drogan al lado tuyo, no podés descuidarte ni un minuto y nadie hace nada”, expresa, y por eso es que para él, y aunque “a muchos les parezca mentira”, la calle es su lugar más seguro.

Jonathan

Jonathan

Foto: Alessandro Maradei

El Plan Invierno 2021

Hoy comienza el “Plan nacional de contingencia para personas en situación de calle invierno 2021”. El diferencial respecto del año pasado es el aumento de 800 plazas en Montevideo, que sumadas a las agregadas en el interior del país resultan en 4.152 distribuidas en todo el territorio nacional, disponibles en diferentes modalidades.

Durante las olas de frío se coordinarán diferentes acciones con el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Desarrollo Social para adicionar 150 cupos y aumentar la capacidad en los momentos más críticos del invierno. Las recorridas también se harán durante la noche y funcionará un call center para avisos a partir de hoy, las 24 horas, los siete días de la semana. Se contará con dos ambulancias para brindar asistencia médica, en cualquier momento, a quienes lo requieran, y se implementará una nueva modalidad para julio y agosto: paradores nocturnos. Se hará una coordinación con organizaciones de la sociedad civil que trabajan con y por las personas en situación de calle y así se buscará brindar un lugar para quienes por diferentes motivos no consideran una opción los centros puestos a disposición por el Mides.

Consultado sobre las diferentes problemáticas que existen en los centros dispuestos por el ministerio, que hacen que muchas personas decidan no asistir, Cunha dijo que entienden “la complejidad que existe en los mismos, sabemos que la mayoría que decide no ir es porque tuvo malas experiencias” y que por ello es que “se sigue trabajando para que se puedan ver los resultados al final del día”. “El plan invierno recientemente presentado, lo hecho el año anterior y el diálogo permanente con otras delegaciones son la prueba”, agregó. Sobre el plan, manifiesta que sus dos grandes objetivos son “el invierno y la diversificación” ya que entienden que “con un techo y un plato de comida no se saca a nadie de esa situación”.

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Los vecinos son fundamentales para muchos. Leo no es la excepción, ya que desde hace muchos años todos los días se alimenta en el bar de la esquina, a pocas cuadras de la plaza Independencia. “Hace 15 años que esta es mi zona; a los que venían a drogarse frente a las mujeres y los niños los eché”, dice mientras mira para todos lados a ver si algún vecino lo llama. “Acá yo les hago los mandados, me dan changas, me ayudan, nos conocemos”. Al preguntarle si con la llegada del frío no considera los refugios un lugar para ir, dice que no, que no son nada seguros. “Yo vi de todo ahí las pocas veces que fui, a mí me robaron y además vi cómo a un pobre viejo que había podido cobrar una plata lo robaron también. Lo peor es que nadie hace nada, los educadores que hay se desentienden y te dicen que no podés meterte con nadie”.

Jorge Luis

Jorge Luis

Foto: Alessandro Maradei

Leo es padre de tres hijos. Uno está privado de libertad y los otros dos lo pasan a visitar por la cuadra, que ya es su hogar hace tiempo. No se traslada porque irse es “perderlo todo” y ahí el terreno “está ganado”. En una oportunidad que se movió “para hacer una changa” le robaron la mochila en la que tenía todos sus documentos, y no los ha podido recuperar. Quiere vacunarse pero no tiene información, no sabe “qué se necesita, lugares u horarios para poder hacerlo”. Le gusta tener todo prolijo y se nota. Tiene escoba, pala y libros ordenados que agarra “a veces, cuando la cosa está quieta”. Ese es su hogar y los vecinos son su “familia”.

El colectivo Nitep lanzó en abril su campaña “Otro invierno es posible, ¡ni una muerte más en situación de calle!”. En diálogo con la diaria, el colectivo explicó que su campaña se debe, además de la llegada del invierno, a que “la gente de la calle sigue estando en la calle y a que están “más solos que antes”. Relatan que antes de la pandemia había posibilidad de rebuscarse por diferentes medios y que la reducción de la movilidad les afectó directamente.

Por otra parte, perciben las garantías del Estado como “insuficientes”. “Vemos como algo muy lejano el poder solucionar la situación; es como un ajedrez, se mueven soluciones de un lado y ocurren cosas en otros”, dijo Correa, vocero del colectivo.

El grupo está en permanente diálogo con la Intendencia de Montevideo y con el Mides, “se está gestionando con la intendencia tener mayor cantidad de baños en la capital, eso está avanzado”, contaron. Además, se encuentran trabajando en la gestión de denuncias de distinta índole como maltratos, faltas y negaciones de asistencia en reiteradas oportunidades. “Sabemos que en algunos refugios los alimentos llegan pero no se reparten, que existen maltratos hacia quienes llegan a los centros y muertes que ocurrieron porque golpearon una puerta y no los quisieron asistir, eso lo estamos recibiendo, redactando y lo vamos a gestionar”, agregó Correa.

Leo

Leo

Por último, valora la organización del colectivo y expresa que con lo hecho se pretende seguir y “al menos empatar, no perder”, porque el objetivo es luchar para que no pasen más vidas y muertes desapercibidas. Asegura que el esfuerzo es constante ya que son personas en situación de calle y eso “no se puede olvidar”.

Noelia y Gerardo van a ser padres. Ella vive en la calle desde los 12 años, está embarazada “sin buscarlo”, de siete meses y medio, y espera una nena. Ya tiene un hijo de 13 años y lo cría su abuela, la mamá de Noelia, porque “la calle no es lugar para crecer”, dice. Entre idas y venidas, ayudando a salir a los autos de la cuadra y gritando con algún vecino, cuenta que no quiere dar en adopción a su hija pero entiende que “es lo mejor para ella y para su futuro”. No tiene familia, nadie que la ayude y su madre actualmente tampoco es una opción para cuidar a su hija cuando nazca. “Mi familia son vecinos, a ellos les pido algo cuando tenemos frío o hambre”, agrega. En ese mismo momento alguien sale de un supermercado y le alcanza una caja de jugo y un paquete de galletitas. “Le dije que tenía hambre y que me comprara lo que pudiera”, explica. La pandemia la afectó muchísimo, en su cuadra y cuidando coches hace un año ganaban 2.000 pesos al día, hoy no llegan ni a doscientos. Su embarazo lo pasa con muchos malestares, vomitando y sintiéndose mal todos los días. Relata que del Mides la visitaron seis veces, en ninguna de ellas le dieron una solución, ni para ella ni para su hija. “La última vez eran dos hombres, se pararon al lado mío y me miraban, entonces les dije: ‘si ni siquiera me van a hablar mejor váyanse’”, cuenta. En los ojos de Noelia se ven muchas ausencias, el resultado de ellas es esa hija en camino que evidentemente no quiere entregar, pero que lo hará porque su día a día es la muestra de no poder cuidarla. “Lo más difícil va a ser tenerla en brazos después de llevarla acá [se toca la panza] nueve meses y saber que se va, que no se queda conmigo”, dice.

Al igual que para Rafael, Jonathan, Jorge Luis y Leo, por diferentes experiencias que vivió sola y con su pareja, ella considera que “los refugios no son un lugar para nadie”. A dos meses de dar a luz, nunca pensó en interrumpir su embarazo porque entiende que “todas las vidas importan” y espera la llegada del invierno confiando en que los vecinos le darán una mano y será a quienes les golpeará de nuevo la puerta, como lo hizo siempre. Porque si algo le enseñó la calle es que “a la gente la ayuda la gente”.

Hace una semana murió una persona en situación de calle. Lo encontraron en el Centro de Montevideo. Tenía 61 años, y su identidad no se conoció públicamente. ¿Murió de frío? ¿Por qué no quiso recibir ayuda? ¿Cuál era su nombre?