En setiembre de 2020, dos banderas con los colores de la diversidad se desplegaron desde un balcón de la sede del directorio del Partido Nacional (PN), cubriendo un piso de la fachada. La iniciativa, impulsada por la juventud partidaria, contó con el respaldo de la vicepresidenta Beatriz Argimón y del presidente del partido, Pablo Iturralde, pero no fue vista con buenos ojos por algunos dirigentes nacionalistas.

“Si bien nuestra comunidad política está integrada por diferentes individuos, agrupaciones y sectores que manifiestan y adhieren a distintas cosmovisiones, todos coincidimos en un conjunto de ideales y valores fundamentales, los que se encuentran representados en el Pabellón Nacional y en la bandera y símbolos de nuestro Partido”, sostenía una carta entregada a Iturralde por referentes blancos, entre ellos el diputado Álvaro Dastugue, integrante de la iglesia Misión Vida. Solicitaban a continuación que sólo se colocaran en la sede del directorio aquellas banderas y símbolos que representan “a todos los nacionalistas por igual y respecto de los cuales hay consenso”.

En junio de este año, el PN relanzó su Secretaría de Diversidad. Uno de sus integrantes, Federico Bianchi, del sector Alianza Nacional, explicó a la diaria que el objetivo principal del organismo es “visibilizar a la militancia LGBT del partido”, porque “lo que no se visibiliza no se ve y es más fácil hacer como que no existe”. “Queremos que personas que no se identifican actualmente como blancas, pero que tampoco sean de izquierda sepan que hay un partido político que está preparado para recibirlos”, explicó.

Contó que lo primero que hicieron después del lanzamiento fue crear un grupo de Whatsapp “al que se unieron un montón de chicos” contando sus experiencias en la militancia, pero “también experiencias desde la vida, sobre bullying, situaciones de acoso o de incomprensión de parte de sus familias”. Señaló que si bien se han conquistado muchos derechos en los últimos años, todavía sucede que las personas LGTB no los disfrutan con la misma libertad que los heterosexuales. “Poder caminar libremente con tu pareja de la mano y que no se dé vuelta todo el mundo a mirarte; son cosas que están legalmente permitidas pero que siguen llamando la atención, y creemos que tiene que ver con una falta de visibilización”, ejemplificó.

A los pocos días del relanzamiento de la secretaría, las críticas internas volvieron a surgir. Una agrupación del partido creada recientemente, denominada Unión Blanca Republicana (UBR), se pronunció en Twitter: “¿Entonces para qué crearon una Secretaría de Diversidad? Nuestro Partido no la necesita, y la inmensa mayoría repudiamos la segregación y la ideología de género. #BatallaCultural”. Una de las integrantes de UBR, Stephanie Magliano, escribió una columna en el semanario de Cabildo Abierto (CA), La Mañana, en la que sostuvo que “los blancos que defendemos y amamos las raíces de nuestro Partido, nos oponemos a que vengan a querer arrancarlas”. “Los blancos no queremos agendas importadas. Los blancos no queremos imposiciones ideológicas”, insistió. Magliano utilizó no sólo el instrumento de prensa de CA, sino también su argumentación: el señalamiento de presuntas imposiciones de agenda de organismos internacionales se ha utilizado para cuestionar avances no sólo en temas de diversidad sexual y género, sino también en materia de protección de los derechos humanos en general.

Fernanda Sfeir

Fernanda Sfeir

Foto: Federico Gutiérrez

En un medio digital ultraderechista de Argentina denominado La derecha diario se publicó un artículo con información y opinión sobre la creación de la Secretaría de Diversidad del PN en Uruguay. “En redes se generó una intensa discusión entre los militantes blancos más conservadores que repudian que el gobierno uruguayo caiga en las mismas medidas de falsa inclusividad como el Frente Amplio (FA), y la nueva generación de militantes del Partido Nacional que quieren llevar a la histórica formación política a la extrema izquierda feminista”, rezaba la peculiar síntesis de las visiones en pugna.

Menos de los que parecen

La militancia orgánica joven del PN considera que las redes sociales dan la impresión de que hay una resistencia interna en el partido a la agenda de derechos que no es tal. “Los militantes del partido no son las redes sociales. Los militantes del partido son cara, nombre, apellido, los que dedicaron toda su vida a hacer que hoy el gobierno esté donde esté. Al PN lo representa su orgánica. El día del lanzamiento de la Secretaría de Diversidad estaba el presidente del PN, Pablo Iturralde, con la presidenta de la departamental, Laura Raffo. Después, a nivel de dirigencia, yo no vi ni recibí una resistencia”, sostiene Fernanda Sfeir, del Frente Nacionalista Carlos Quijano del PN.

Tanto ella como Santiago Gutiérrez, militante de Por la Patria, creen que el avance en la agenda de derechos es una cuestión generacional. “Hay muchos temas generacionales que en algunos partidos tienen más anclaje, o que los jóvenes han tratado con más éxito de hacerlos propios, y en otros partidos llevan otros tiempos. Me parece que es un tema sobre todo de tiempos, porque además la realidad les va ganando a las resistencias”, considera Gutiérrez. “Es un tema que al PN le ha costado más incorporar, pero para mí el problema es más generacional que político-partidario, porque nuestra generación de verdad lo tiene recontra incorporado, y hasta los compañeros más conservadores entienden que está bien”, coincide Sfeir.

Además, ambos enfatizan que la promoción de estas agendas es coherente con la historia de su partido. “El PN tiene una historia larguísima e irrefutable en defensa de las minorías. Creo que en los últimos años nos ha costado reconocer nuevas minorías. Yo el otro día discutía con un compañero y le decía: ‘Seguramente cuando Manuel Oribe abolió la esclavitud tenía un pueblo en contra. O cuando Herrera y Roxlo presentaron la legislación obrera también, o cuando Wilson presentó la reforma agraria, también’. Y creo que este es un nuevo capítulo. Entendemos que hay una actualización y una evolución que tiene que hacer el partido, y que además es coherente con su historia y con su ideario”, sostuvo Gutiérrez.

Santiago Gutiérrez

Santiago Gutiérrez

Foto: Federico Gutiérrez

Una “agenda importada”, corporativa y montevideana

Los avances en materia de derechos que se alcanzaron durante los gobiernos del FA no tuvieron la misma receptividad en todo el territorio nacional. En Montevideo la agenda de género y diversidad sexual permeó con más fuerza que en localidades pequeñas del interior del país, por ejemplo. En lugares más alejados de las zonas metropolitanas es más difícil que estos temas se conciban como falta de derechos reales, y en cambio se visualizan como una agenda “importada”, advierte Gutiérrez. “Seguramente hay muchas cosas en la defensa [de estos temas] y en las manifestaciones que tienen mucho de urbanas, porque probablemente también al nacer desde la izquierda nacen desde Montevideo. Y hay una cantidad de personas que podrían sentirse identificadas que de repente no viven en Montevideo pero se sienten identificadas por temas de género, de feminismos, por distintos lados, y sin embargo el aterrizaje de la agenda que hacemos, urbana y moderna, les queda muy lejos y molesta, les queda ajena a una cantidad de uruguayos y uruguayas que tienen la misma necesidad y quedan ajenos al movimiento, a pesar de que después pueden aprovechar y beneficiarse. Hay un desafío importante en diversificar la expresión de los movimientos”, estima el militante nacionalista, y agrega que las resistencias que se observan en una parte de la población a estas agendas se explican porque son temas que generan “inestabilidad, inseguridad”, como siempre genera lo nuevo, y además es un asunto que “tiene pinta de extranjero de algún modo”, y por lo tanto genera “desconfianza”.

Otra crítica apunta a señalar que se promueven “agendas corporativas” y que los partidos deben representar a toda la población y no a corporaciones. Este fue, por ejemplo, el argumento del consultor político Luis Costa Bonino. En Twitter, Costa Bonino escribió, a raíz de la conformación de la Secretaría de Diversidad: “Esto no es la identidad del Partido Nacional, que es representación universal y no particular y corporativa. @Diversidad_PN es enemiga de la Identidad y valores blancos”. Esto motivó un intercambio con el actual director de Educación, Gonzalo Baroni, que le respondió: “No Luis, la verdad que no. Ser blanco es muy amplio y no es solo eso. Pero adherir incluye muchas cosas. Militar, aportar, bancar el cuestionamiento de la colectividad. Tú no cumplis con ninguno de ellos. Saludos”.

Gutiérrez sostuvo que el lobby o la presión social existen “para todas las causas del mundo”. “Creo que a veces es difícil entenderlo hasta que no conocés las historias de personas que pasan situaciones muy angustiantes al respecto, por la falta de derechos, por la discriminación, por las condicionantes personales y emocionales que genera ser ‘diferente a la norma’. Hasta que no entendemos que realmente hay gente a la que esto le cambia la vida, podemos creer que hay una especie de presión, de lobby”, consideró.

Sfeir sostuvo que “hay una realidad que rompe los ojos, no es porque haya una agenda corporativa que viene y lo impone”. “Bo, esto es reflejo de la sociedad uruguaya. Es un reclamo de la sociedad uruguaya. Y lo de las particularidades es un error garrafal, porque si hay un partido que fue un defensor histórico de las minorías, fue el PN. Y además te ponen a las mujeres como minorías, pero por favor. Ese es el discurso corporativo, basta salir un poquito para darte cuenta de que es un reclamo social”, afirmó.

Federico Bianchi. Foto: Fiorella Morelli

Federico Bianchi. Foto: Fiorella Morelli

En el futuro próximo

La mayoría de los legisladores del PN –y en algunos casos, el partido en su conjunto– no votaron las principales leyes de la agenda de derechos, como el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y la ley integral para personas trans. Sfeir y Gutiérrez consideran que otro será el cantar dentro de diez o 15 años. Aseguran que notan “un cambio” en los dirigentes de generaciones anteriores respecto de la aceptación de estas causas.

“Nosotros no estábamos ahí para tomar esas decisiones. Nosotros lo que hacemos es construir el partido que queremos desde adentro. Si mi partido funcionara bien, yo estaría en mi casa, dedicándome 100% a mi vida particular, pero desde los 16 estoy intentando batallar, porque creo en la herramienta PN, pero creo que no está funcionando del todo bien, o como a mí me gustaría”, argumenta Sfeir. Pero agrega que hace diez años “era impensado” que en la fachada del PN se pudiera colgar una bandera de la diversidad. “Es una discusión que nosotros generacionalmente la tenemos saldada. Y si hoy está saldada, en cinco o diez años va a estar recontra incorporada”, auguró.

Recientemente, legisladores del PN han impulsado en el Parlamento proyectos de ley que forman parte de la agenda de grupos antiderechos, como las normas relativas a la tenencia compartida de hijos e hijas, que disminuyen las garantías de protección de niños y niñas ante denuncias de violencia, y un proyecto que busca que la educación sexual en las escuelas sólo pueda brindarse previo consentimiento expreso de padres y madres.

Sfeir y Gutiérrez no conocen el proyecto presentado sobre educación sexual y por lo tanto prefirieron no opinar al respecto, pero discrepan con la idea de que la educación sexual sólo deba quedar en la órbita de las familias. “Yo parto de la base de que la educación está en manos de profesionales y que está graduada según la edad de los chiquilines. Pero la creo necesaria, para evitar, por ejemplo, situaciones como abortos. Es sobre protección contra enfermedades, es sobre responsabilidad a la hora de tener relaciones sexuales, y eso no necesariamente te lo dicen en tu casa, porque eso depende mucho de tus padres o de con quién vivas, depende de la confianza que tengas, entonces a mí me parece súper positivo que los chiquilines salgan del colegio y del liceo sabiendo cómo son sus órganos reproductores, cómo se pueden cuidar, qué distinto tipo de relaciones pueden tener, porque saca un universo de inseguridades y peligros asociados a los vínculos sexuales que después es para toda la vida”, sostiene Gutiérrez.

Sfeir, en tanto, entiende que la educación sexual es “una garantía para los gurises”. “Yo no sé qué pasa en las familias. Yo me tengo que quedar tranquila de que el Estado garantiza el acceso a la misma formación base a todos”, remarcó.