“Gente de izquierda me dice ‘oligarca’ o ‘narco sojero’, y para muchos blancos soy un infiltrado de la izquierda, así que creo que estoy en un buen lugar”, dice Marcelo Nougué, de 50 años, uno de los voceros de Un Solo Uruguay desde el inicio del movimiento, en enero de 2018.

Recibe a la diaria en la oficina de la consultora agropecuaria que tiene en la ciudad de Paysandú, donde reside desde hace años. El escritorio sobre el que se apoya el grabador fue testigo del nacimiento de Un Solo Uruguay, en el encuentro en el que se conocieron Nougué y Federico Holzmann, el 8 de enero de 2018. A la reunión de esa noche fueron cientos de personas que definieron una nueva convocatoria para el 23 de enero en Santa Bernardina, en Durazno, a la que concurrieron miles de personas y por la que se hizo conocer en todo el país este movimiento, denominado en aquel momento “de autoconvocados”.

Habla pausado mientras intercala algunos mates, evita mencionar si tiene referentes históricos o definiciones ideológicas, salvo la descentralización y la libertad personal, con un Estado que intervenga lo menos posible (si bien varios de los cambios que busca requieren definiciones y políticas de Estado).

Dice que nunca estuvo afiliado a ningún sector político y no hace público a quién votó en las elecciones nacionales. Afirma que ni su esposa ni sus hijos lo saben, porque el voto no nos define como personas. Asegura que falta diálogo en Uruguay y está en contra de la lógica amigo-enemigo que considera que está muy presente en el país. Aunque no se define como antisindical, afirma que Un Solo Uruguay está en las antípodas de la actual dirección del PIT-CNT.

Nació en Montevideo y vivió hasta los 24 años en una casa frente al Hospital de Clínicas. A los 14 comenzó a trabajar e hizo un curso de líderes en la Asociación Cristiana de Jóvenes. A los 16 años, un trabajo en una chacra en Rincón del Cerro fue la experiencia que le despertó el interés por lo agropecuario, y a los 17 fue a estudiar cuatro años a la escuela agraria de Artigas, de la que volvió para iniciar la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Udelar). De los cuatro años de estudios universitarios cursó tres en Montevideo y el último en Paysandú, donde se quedó a vivir.

Tuvo una intensa militancia estudiantil, primero en la escuela agraria y luego en la Facultad de Agronomía, de la que fue consejero y participó en la huelga universitaria de 1994. En la universidad tuvo contacto con personas que luego ocuparon cargos públicos en gobiernos del Frente Amplio, como Ernesto Agazzi –que representaba al sector docente en Agronomía–, Jorge Brovetto y Héctor Lescano, con quienes compartió una de las primeras comisiones que se crearon en la Udelar para analizar la mudanza de la Facultad de Veterinaria a una nueva sede, lo que se concretó meses atrás.

Comenta que en 2006, debido al trabajo y asuntos familiares, se retiró de esas actividades y que su idea era continuar así. Pero el 8 de enero de 2018 comenzó un cambio importante en su vida. Para el anochecer de ese día se había convocado a productores a una reunión en Paysandú. Antes habían comenzado a circular por Whatsapp unos mensajes que decían que se iba a cortar el suministro a Punta del Este y a Montevideo, y se filtró un audio de la entonces ministra Liliam Kechichian que hablaba de eso y decía que detrás de las medidas estaban gremiales de Cerro Largo y San José, recuerda Nougué.

Días antes, su socio le había hablado del encuentro y él le había respondido que ni loco iba a ir. Pero ese día se despertó con un mensaje de Federico Holzmann (otro de los voceros de Un Solo Uruguay), a quien no conocía personalmente, y que le pedía reunirse ese día.

Se encontraron a las 13.00 en su oficina. Holzmann le habló del encuentro que habría ese día, que lo querían como vocero y, tras un tiempo de charla, lo convenció. “Concurrieron unas 500 personas de 11 departamentos. Además de productores, había industriales, metalúrgicos, jubilados y periodistas de medios de alcance nacional tras la filtración de los audios”, rememora.

“Fue una reunión que estuvo dura. La teníamos que cortar de alguna forma y definimos hacer otra el 23 de enero. Entre el 8 y el 23 fue que se armó todo lo que se armó, y algo que estaba previsto como una reunión un poco más amplia terminó siendo un acto multitudinario. Fue un tsunami que nos pasó por arriba y que fuimos atajando lo mejor que pudimos”, resume.

Casi cuatro años después, destaca que Un Solo Uruguay sigue siendo un movimiento social de autoconvocados y apartidario. Agrega que si bien los han pegado al sector rural, la integración es más amplia, aunque de raíces en el interior.

“Surgió por los grandes problemas que tiene el interior olvidado, por las diferencias de servicios en la parte logística, de salud, educación y seguridad. Ese ha sido nuestro gran pie y, en definitiva, la raíz del movimiento. En la campaña del BPS [Banco de Previsión Social] hablaba con gente de algunos barrios de Montevideo, tipo Piedras Blancas, y los problemas no son muy distintos. Vas viendo, a la medida que pasa el tiempo, que hay un tipo de Uruguay en el centro de Montevideo, que es tradicionalmente Avenida Italia al sur, y después hay otro montón de realidades de ahí para afuera que son de menos servicios, menos posibilidades de desarrollo, menos futuro para nuestros gurises”.

Sin referentes

“No tengo líderes a nivel ideológico. Creo en nosotros, en los que estamos acá y en la construcción de la inteligencia colectiva a la hora de ir tomando decisiones”, dice sobre cómo se define ideológicamente y cuáles son sus referencias.

Su decisión de evitar mencionar referentes históricos incluye a José Artigas, José Batlle y Ordóñez, Liber Seregni y Wilson Ferreira, “porque lamentablemente se han transformado en cuestiones vacías de contenido, porque hay gente que te habla del artiguismo y no tiene idea de lo que planteó Artigas, y así con los líderes históricos de los partidos”.

Toma distancia del ruralismo liderado por Benito Nardone –que en sus inicios fue extrapartidario– como antecedente de Un Solo Uruguay. “De hecho, yo no soy productor agropecuario, no tengo campo ni una vaca. Lejos puedo estar de defender un corporativismo que no integro. Y cuando mirás las propuestas del movimiento, están lejos de ser corporativas”, sostiene.

Agrega que sí es un gran descentralizador. “Para mí uno de los grandes problemas que tiene Uruguay es el centralismo, y lo viví de los dos lados. Además, hay gente que piensa que descentralizar es querer debilitar Montevideo, y en realidad es prender muchos lugares de crecimiento y desarrollo para que todo el país pueda crecer en conjunto”, dice, y se explaya sobre este tema que le apasiona. “El centralismo que hoy tenemos le corta las patas al interior. Y hay dos niveles de centralismo: el de Montevideo con el interior y el de las capitales departamentales con el resto del interior. Porque tenemos un modelo centralista. Cuanto más lejos estás del centro, menos te llega, menos posibilidades de desarrollo y crecimiento tenés. Los niveles de pobreza más altos están al norte, cuanto más lejos estás del centro”.

Otra cosa que lo define, dice, es ser “una suerte de defensor a ultranza de la libertad individual, que cada uno tiene los derechos a elegir su camino y el Estado debe intervenir lo menos posible”, y observa que “hay un Estado que cada vez interviene más en lo que tienen que hacer los uruguayos”.

Nougué coincide con declaraciones que recientemente hicieron Holzmann y Guillermo Franchi –también voceros de Un Solo Uruguay– en una entrevista en el programa En perspectiva acerca de que ese movimiento y el PIT-CNT son los polos opuestos, aunque niega que Un Solo Uruguay sea antisindical. Más bien son anti lucha de clases, sostiene, y acota que el PIT-CNT tiene definida dicha lucha como principio. Defiende una “línea del acuerdo, pensar en el desarrollo y el crecimiento conjunto”, y añade que la lucha de clases es un paso intermedio para llegar a la dictadura del proletariado y que no puede apoyar una dictadura ni de izquierda ni de derecha. “Estamos parados en las antípodas, no del sindicalismo, no de los gremios, sí de estos dirigentes”, dice.

En una mañana de diciembre, mientras, preocupado por la sequía, recorre algunas plantaciones de maíz y soja en una zona cercana al río Queguay, le pregunto si en Un Solo Uruguay se habla también de las contradicciones en el propio medio rural. Por ejemplo, los problemas para arrendar campos, el aumento del valor de la tierra, las grandes concentraciones de terrenos, el monocultivo y la forestación, que pueden generar intereses contrapuestos en la interna del movimiento. Contesta que han tenido que discutir, compartir y convivir sectores tan antagónicos dentro de la producción como los apicultores y los agricultores, porque los problemas centrales son los mismos.

“Ambos coinciden en que faltan reglas claras de juego. Es necesario tener una visión de, por ejemplo, qué productos apícolas se quieren en Uruguay, y eso implica coordinación y trabajo. En la medida que el agricultor y el apicultor se vean como enemigos, la sociedad no va a poder crecer, y nosotros estamos más en la línea del acuerdo y del trabajo en conjunto. Las diferencias existen y se conversan. En Uruguay falta mucho diálogo porque todo es Peñarol-Nacional y así es difícil, porque antes de proponer cosas ya te están criticando por ser quien sos”.

Prueba de fuego

Para Nougué, Un Solo Uruguay tiene “una gran prueba de fuego” con el cargo que obtuvo de director en representación de los empresarios en el BPS. “Tenemos en la espalda la obligación de demostrar que se pueden hacer cosas diferentes desde el lugar que nos toca, y eso va a generar mucho trabajo en equipo y dedicación”. Sobre su futuro en este movimiento dice que estará “ocupando el lugar que la barra quiera” y cuenta que “a veces se calientan” con él porque cuando le avisan que hay que comunicar algo busca “la forma de decirlo lo mejor posible, porque soy un vocero y es el rol que me ha tocado jugar”.

Nougué dice que en general los movimientos de autoconvocados del mundo duran unos meses y desaparecen o se dedican a la política partidaria, como los chalecos amarillos de Francia, los indignados de España o los movimientos de productores rurales en Argentina, pero que Un Solo Uruguay tuvo la capacidad de continuar.

Afirma que entre las principales caras de Un Solo Uruguay puede haber algunas personas que tuvieron militancia para buscar votos en las elecciones, pero subraya que ninguno ocupa cargos de gobierno. “En el arranque tuvimos mucha gente que buscó en el movimiento una forma de escalar dentro de las estructuras partidarias a las que pertenecían, y fueron peleas a brazo partido para que no ocurriera eso. Corrimos gente e incluso en algún momento se planteó que los delegados a la mesa nacional firmaran un documento en el que se comprometían a no integrar listas. Fuimos muy celosos en eso y, de hecho, la gente que estaba para poder armar algo dentro del partido al que pertenecían se descolgó rápidamente”.

“Hacer reformas fuertes implica bajar la popularidad”

En enero del año pasado, usted dijo que esperaban un cambio de 180 grados en la relación con el actual gobierno pero eso que no se dio, que el vínculo con el Ejecutivo es cero, una situación que calificó de rara y no esperada. ¿Se mantiene así?

Sigue igual. Tuvimos una reunión con la ministra de Economía [y Finanzas] que pedimos nosotros, pedimos una reunión con el presidente por el tema de los combustibles pero nos recibió [el secretario de Presidencia] Álvaro Delgado, y después no ha habido más contacto con el Ejecutivo. Seguimos en lo mismo, vaya uno a saber por qué.

¿Es inesperado para ustedes?

Sobre todo porque fuimos convocados por el presidente el 7 de enero de 2020 en su sede, antes de asumir. Le dejamos un listado de temas en los que nos interesaría participar con propuestas y trabajo. Quedó en revisar eso, en manos de Delgado, y nunca más. Nosotros “acordamos” una forma el 7 de enero de 2020, que era decir: en todos estos temas queremos participar y [se nos contestó que] se va a instrumentar algún mecanismo. Si no se instrumentó el mecanismo, uno tampoco va a andar mendigando para ser recibido. De hecho, en la reunión con Delgado, en la que entregamos otro documento por el tema de los combustibles, estaba el ministro de Industria [Energía y Minería]. Quedaron en contestar el documento y hasta ahora no lo hicieron.

Como movimiento, ¿tienen posición tomada sobre el referéndum contra 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC)?

Nosotros vamos a defender los artículos que afectan lo que hemos planteado, básicamente los de inclusión financiera y algunos vinculados a seguridad. No vamos a hacer campaña porque nos parece que no nos corresponde, hay un Poder Ejecutivo que está armando una campaña a favor de la LUC y un conjunto de partidos que trabajan en ello. Esto se transformó más en una campaña electoral de medio tiempo que en una discusión real por los cambios que plantea la LUC. En esto preferimos mantenernos separados.

¿Qué posición tienen respecto de la reforma de la seguridad social y el documento emitido por la mayoría de la comisión de expertos?

Lo hemos estudiado bastante y no nos parece que haya que aumentar la edad de jubilación, sino que hay otras herramientas previas que implican meterse a fondo en los cambios. El BPS tiene serios problemas de gestión, esperamos con nuestro representante ponerlos sobre la mesa y proponer cosas puntuales sobre las que estamos trabajando. Hay mucha duplicación de gasto en el Estado que hay que bajar. Entendemos que hay que trabajar mucho en gestión, y lo otro es que el BPS se basa en un sistema de solidaridad intergeneracional. Si tenemos 400.000 uruguayos en la informalidad es imposible que un sistema así pueda funcionar. Hay que hacer una campaña muy fuerte para que la gente se formalice, y eso va a ayudar en parte a viabilizar el BPS.

En la campaña electoral hubo promesas del presidente como la de no aumentar impuestos y, sin embargo, aumentaron, al igual que los combustibles, y hubo una baja real de los salarios. ¿Cómo impactó eso en los integrantes de Un Solo Uruguay?

Hay una ansiedad por los incumplimientos de campaña. Creo que el movimiento lo que más tiene pendiente son los cambios más estructurales, porque somos conscientes de que si el barril de petróleo salta de 30 a 60 dólares el combustible tiene que subir. Pero hay planteos sobre cosas que no se revisaron, que no cambiaron; mucha gente esperaba cambios más profundos. Esto de entrar a un ministerio y si hay 25 direcciones bajarlas a diez, ser más eficientes en ese sentido y en el gasto estructural, que hoy Uruguay no lo ha cambiado. Y con las promesas de las auditorías muchos quedaron esperando a ver qué pasaba.

En la proclama de Un Solo Uruguay de 2021 dijeron estar convencidos de que “perdimos como país la oportunidad de bajar el presupuesto sin desatender la emergencia social”, que “en definitiva perdimos la oportunidad de empezar en el camino de hacer una seria y profunda reforma del Estado”.

Sí, es así.

Quedan más de dos años de este gobierno. ¿Ven esto ya como perdido?

¿Qué gobierno hace reformas de fondo en los últimos dos años? Hacer reformas fuertes implica bajar la popularidad, y el sistema político acá y en el mundo se basa en juntar votos para las próximas elecciones, por lo tanto, lo que no hacés en los primeros tiempos para que el cimbronazo te permita después levantar no lo vas a hacer al final. Estamos dudosos incluso de que la reforma del BPS salga, porque es un costo político muy alto y ¿quién lo va a pagar? Antes de que asumiera el gobierno, dijimos que no se iban a hacer los cambios y en la reunión con Lacalle Pou de enero de 2020 nos dijeron que ya estábamos criticando cuando no habían asumido. Pero ya ves cómo viene la cosa cuando mirás a quiénes están nombrando. Si pedís descentralización y los que manejan la plata son todos centralistas, es muy difícil que haya un cambio. Con 50 años ya sabés quién es quién. Nos decían que hay que darles tiempo y después cayó la pandemia, pero en la pandemia se definió una ley de urgente consideración, o sea que el gobierno gobernó. No es que por la pandemia se trancó y se dedicó sólo a eso. Para nosotros, parte de los cambios que había que hacer no se hicieron; se perdió la oportunidad y en lo que queda del quinquenio no va a pasar.