El canciller Francisco Bustillo es hijo de padre diplomático cercano al Partido Nacional. Decidió seguir la tradición familiar y en 1986 ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1998 asumió como canciller del gobierno de Julio María Sanguinetti el colorado Didier Opertti, que se mantuvo en el cargo también durante toda la Presidencia de Jorge Batlle. Era una época en la que en la cancillería “mandaba el Foro Batllista”, según comentó a la diaria un integrante del gabinete de Batlle. Bustillo argüía que por ese motivo no tenía posibilidades de ascenso, y acudió al presidente Batlle para que “se le garantizara un concurso justo”, explicó la fuente consultada. El concurso finalmente se abrió y el hoy canciller lo ganó y ascendió a ministro consejero en 2003.

Cuando ganó el Frente Amplio su primer gobierno, en 2004, Bustillo era embajador en Ecuador. “Jorge [Batlle] intervino para que le dieran como destino Ecuador”, aseguró la fuente consultada. No obstante, Bustillo les comentaba a sus allegados que aspiraba a un destino mejor. Razones no le faltaban: había cultivado una amistad personal con el expresidente Tabaré Vázquez porque ayudó a uno de sus hijos con un problema que tenía, cuando Bustillo cumplía funciones diplomáticas en Buenos Aires en la década del 90. Y efectivamente, en 2005 fue designado embajador en Argentina. Cuando ocupaba ese cargo se produjo el primer episodio polémico que lo involucró y que tuvo alcance público.

Una auditoría interna de la cancillería argentina realizada en octubre de 2007 detectó irregularidades en la compra de autos para diplomáticos de diversas embajadas, y a raíz de esto inició una causa judicial en el vecino país. La fiscal María Luz Rivas pidió el 3 de mayo de 2010 que se investigara a Bustillo por “presentación de documentos falsos, otorgamiento de patentes para autos que todavía no habían llegado al país y respecto de los que ni siquiera se habían emitido las facturas de venta de la empresa en el exterior”, según informó el diario argentino Clarín el 9 de setiembre de ese año. Uruguay ratificó la inmunidad diplomática de Bustillo, por lo que no pudo ser juzgado. Posteriormente, la Cancillería argentina concluyó que Bustillo incumplió circulares diplomáticas pero no cometió, a su juicio, ilegalidades. Bustillo adquirió durante su gestión como embajador (2005-2010) cinco autos de lujo, cuatro de ellos en infracción, según la cancillería argentina; dos BMW y dos Porsche.

Consultado sobre este tema en comisión de Asuntos Internacionales el 27 de noviembre de 2012, el entonces canciller Luis Almagro afirmó que el expediente contra Bustillo fue archivado: “Obviamente, Uruguay hizo valer la inmunidad, como correspondía para alguien que había defendido los intereses del país en instancias tan complicadas, tal como lo había hecho el embajador Bustillo”, argumentó Almagro.

El hoy secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) fue el vínculo principal de Bustillo con el entonces presidente José Mujica. Almagro y Bustillo compartieron oficina en la dirección de Asuntos Económicos de la cancillería en 2004. Almagro, también diplomático de carrera, consideraba a Bustillo un “hermano”, según confesó en el libro Luis Almagro no pide perdón, de los periodistas Martín Natalevich y Gonzalo Ferreira. Durante el gobierno de Mujica, Bustillo fue jefe de gabinete de Almagro, y fue también quien le tendió puentes al hoy secretario general de la OEA con el actual presidente argentino Alberto Fernández.

En 2012 sucedió un segundo episodio polémico que involucró a Bustillo, en ese momento titular de la delegación uruguaya en la Comisión Administradora del Río de la Plata (CARP). El hoy canciller denunció una situación poco clara relacionada a las negociaciones en curso en aquel momento en la CARP para el mantenimiento del canal Martín García: el uruguayo sugirió que habría habido presiones por parte de Argentina para extender las obras de dragado en favor de la empresa Riovia. Esto generó un fuerte malestar en su contraparte argentina y a la postre Bustillo fue reemplazado por Gonzalo Koncke al frente de la delegación uruguaya en la CARP y designado como embajador en España.

La venia y el licenciado

El 2 de octubre de 2012, el Poder Ejecutivo pidió al Parlamento la venia para destinar a Bustillo a la embajada de España en carácter urgente.

El miembro informante, el frenteamplista Daniel Montiel, destacó al comienzo de su exposición: “El señor Francisco Carlos Bustillo cuenta con un extenso currículum. Es licenciado en Comercio Internacional ‒título otorgado por la Universidad de la República‒; habla inglés y ha pasado por distintas promociones”. El currículum de Bustillo remitido al Parlamento indicaba en el ítem de estudios: “Universidad de la República. Licenciatura en Comercio Internacional”.

Ese mismo año, el 27 de noviembre, cuando el entonces canciller Almagro asistió a la comisión de Asuntos Internacionales por diversos temas, el entonces diputado colorado Juan Manuel Garino ‒fallecido en 2020‒ se refirió al currículum de Bustillo. Recordó que en el Senado Montiel había asegurado que Bustillo era licenciado en Comercio Internacional. Sin embargo, consultado Almagro sobre si Bustillo tenía título universitario, respondió que no, que contaba solamente con estudios universitarios. “Se desinformó al Parlamento, en concreto al Senado. Reitero que tengo el currículum que se extendió a todos los Senadores y allí dice: ‘Universidad de la República. Licenciatura en Comercio Internacional’. Ahora el Canciller dice que no tiene título universitario”, cuestionó el diputado colorado.

Almagro adjudicó lo sucedido a problemas de comprensión de Garino y le restó importancia al tema, pero esa no fue la primera ni la única vez que Bustillo fue presentado como licenciado.

Cuando el Gobierno argentino otorgó lo que se denomina el “plácet de estilo” para la designación de Bustillo como embajador en febrero de 2005, también se lo presentó como “licenciado en Comercio Internacional”. El error no fue corregido durante todos los años que Bustillo fue embajador y aún figura en el sitio del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina. Cuando asumió de embajador en España, en los medios españoles también lo presentaron con un título que Bustillo no tiene.

Cuando se aprobó la venia de Bustillo en el Senado, el entonces senador colorado Pedro Bordaberry votó en contra. “He votado negativamente la venia porque entiendo que hoy existen en la Cancillería profesionales de mejor currículum y carrera que el señor Francisco Bustillo”, argumentó. Inmediatamente, tomó la palabra el senador nacionalista Gustavo Penadés para elogiar a Bustillo: “Hemos votado afirmativamente la venia del señor embajador Francisco Bustillo porque lo consideramos un excelente profesional de carrera, en todos los cargos desempeñados ha demostrado altísima profesionalidad, vocación de servicio, probidad, honradez y dedicación al trabajo que lo hacen más que meritorio para ocupar el cargo propuesto por el Gobierno de la República ante el Reino de España”. “¡Apoyado!”, exclamó a continuación el entonces senador herrerista Luis Alberto Lacalle. Y con esto llegamos al último vínculo presidencial de Bustillo.

La cercanía del hoy canciller con la familia Lacalle, además de obedecer a las raíces blancas de ambos, responde a la ayuda que Bustillo le prestó a la hermana del hoy presidente Luis Lacalle Pou durante un trance familiar complejo que ella enfrentó cuando Bustillo era embajador en España.

El frente interno

Semanas antes de la asunción de Luis Lacalle Pou como presidente en marzo de 2020, el nombre de Bustillo sonaba como posible canciller. Sin embargo, finalmente el hoy presidente se decantó por el colorado Ernesto Talvi, quien cuestionó lo que llamó la “diplomacia de cóctel” de la cancillería. El resto es historia conocida. Tras el alejamiento de Talvi del ministerio, Bustillo cuestionó las posturas y declaraciones de su antecesor: “El mal llamado cóctel no es otra cosa que muchas horas de esfuerzo”, sostuvo.

Desde aquellos lejanos tiempos en los que Batlle intercedió para que se llamara a concurso, Bustillo no tiene una buena relación con los funcionarios de la cancillería. Diversas fuentes consultadas por la diaria afirman que el canciller es crítico de la carrera diplomática y de la profesionalización, que no da espacios ni autonomía a los embajadores, que no toma en cuenta los informes técnicos que se le proporcionan. Tiene un círculo muy estrecho en el que confía: su jefe de gabinete, Fernando López Fabregat; Horacio Abadie, director de Prensa de la cartera; y el actual director general para Asuntos de Integración y Mercosur, Enrique Delgado. “El estilo de conducción es igual que en la cancillería de Almagro: las decisiones se toman en una reunión chiquita y no se piden informes técnicos ni cuestiones más elaboradas”, afirmó uno de los funcionarios consultados.

De este malestar entre los diplomáticos dio cuenta también el semanario Búsqueda en su última edición. Quienes defienden a Bustillo, en particular figuras del Partido Nacional vinculadas a la política exterior consultadas por la diaria, sostienen que estas resistencias del funcionariado son naturales y se dan con todos los cancilleres. Alegan que se trata de cortocircuitos habituales entre los perfiles políticos y técnicos.

El último acto

El 25 de febrero Uruguay no acompañó una declaración de la OEA que expresaba su “condena enérgica” a Rusia por la “invasión ilegal, injustificada y no provocada a Ucrania”. La declaración no llevó la firma de Uruguay por orden expresa del canciller Bustillo. El embajador uruguayo en la OEA, Washington Abdala, expresó a sus allegados su impotencia por no poder modificar esta directiva.

El episodio generó, además, mucha molestia en la coalición gobernante. El diputado colorado Gustavo Zubía dijo a El País que se trata de un “error grave de la cancillería o de más arriba”, y que “esos errores graves se pagan”, y apuntó contra la “falta de coordinación” en el seno del Ejecutivo.

El director de Asuntos Políticos de la cancillería, Ricardo González, mantuvo la reserva en conversaciones con funcionarios del ministerio respecto de los motivos de este posicionamiento, pero los diplomáticos estiman que puede tener que ver tanto con un alineamiento con las posiciones de Argentina y Brasil como con una postura pragmática de Uruguay de no querer enemistarse con Rusia por un posicionamiento en la OEA, que no es el organismo “natural” para abordar la cuestión de la invasión. Sin embargo, sobre esta segunda hipótesis, las fuentes consultadas recordaron que Uruguay tampoco acompañó una declaración similar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde se deploraba “en los términos más enérgicos” la invasión de Rusia a Ucrania. Según informó en su momento El Observador, Uruguay tampoco acompañó esta declaración. En cambio, sí aprobó la declaración de condena a Rusia emitida días atrás por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El jueves por la noche, entrevistado por Telemundo, el presidente Lacalle Pou contó que tras lo sucedido en la OEA Bustillo le presentó su renuncia, que él declinó “de plano”. “En el caso del ministro Bustillo tengo una relación de hace muchísimos años, y con la confianza que tenemos, personalmente lo hizo [presentar la renuncia] y yo lo descarté de plano”, relató. Días atrás había afirmado que se trató de un “error” que fue corregido.