La tradición fabril de Paysandú, quizá la ciudad industrial más importante del interior del país durante una parte del siglo XX, está presente en muchos aspectos de la idiosincrasia sanducera. Desde una tradición sindical obrera de larga data hasta los edificios abandonados de las fábricas que no sobrevivieron al paso del tiempo y se resignifican en predios destinados a cooperativas de vivienda e incluso en cervecerías artesanales.
Este vínculo entre la vida de las fábricas y la ciudad generó “un tipo particular de sindicatos y con el tiempo una influencia de esos sindicatos en diferentes grupos de la sociedad civil”, explicó a la diaria el politólogo Ernesto Nieto, radicado en Salto y que se dedica a realizar sondeos y análisis respecto de la política en el litoral. Esta influencia, sostuvo, “es mucho más poderosa y tiene más organización que la mayoría de los sindicatos que existen en el interior”; no es algo particular de Paysandú, claro, es algo que se ve en las agremiaciones de obreros industriales en muchas partes del mundo, sindicatos “politizados y que denotan movimientos históricos de mucho más largo plazo”. Es por eso que, más allá de lo que se dio a nivel nacional, el triunfo departamental de la papeleta del Sí en el referéndum del 27 de marzo –que buscaba anular 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC)– no se puede entender sin las organizaciones de la sociedad civil y la militancia de base.
“Para entender lo que pasó en Paysandú hay que entender que no fue solamente el Frente Amplio [FA] sino que la actividad de los grupos organizados de la sociedad civil tuvo mucha relevancia”, argumentó Nieto, aunque –matizó– es cierto que “después de Jorge Larrañaga, nunca más en Paysandú gobernó el mismo partido dos períodos seguidos, siempre rotaron el FA y el Partido Nacional”, es decir, “se generó una volatilidad electoral que hace que Paysandú no sea tan predecible”. Según Nieto, “los sanduceros están dispuestos a cambiar el voto más que el resto del país”.
El FA no ha hecho un balance de la votación en el referéndum, y espera organizar un plenario “para ver la opinión del colectivo”, dijo la presidenta de la departamental del FA, Gabriela Fallini. Donde sí hubo una síntesis fue en la comisión departamental que se conformó de cara a la votación. Justamente, esta comisión, integrada por el FA, Unidad Popular, dirigentes de partidos de la coalición, sindicatos y la intersocial –que nuclea a estudiantes, trabajadores y la Iglesia Valdense–, fue una herramienta clave para la militancia del Sí. Para Fallini, “fueron esa apertura y esa horizontalidad las que permitieron que se llegara a 40.391 votos”. El FA “no fue un actor central de la campaña”, insistió, atando esto a la autocrítica que se hizo después de las nacionales de 2019 y las departamentales de 2020. “Dijimos ‘estamos alejados de los movimientos y de las organizaciones’ y una conclusión a la que llegamos fue esa, que logrando trascender esas limitantes, se puede”, agregó.
Según Nieto, el mapa electoral en el referéndum “se pareció bastante más a las departamentales anteriores [2015]”, es decir, “en la ciudad y en el casco suburbano de la ciudad ganó el Sí, pero en todos los municipios [del interior del departamento] ganó el No. El tema es que la diferencia en los municipios fue relativamente poca, no fue tan grande como en las departamentales de 2020”.
Para Fallini, “llegar con otra cosa que no era una campaña electoral de partidos políticos, sino el planteo de una ley y no una guerra política, te permitía hablar con la gente”, que estaba “muy receptiva”, y esto sucedió en pueblos “donde pensabas que no iban a acompañar el Sí; sin embargo, la gente te recibía, conversabas y tenías debates”. Por otra parte, “en la ciudad costó muchísimo más el puerta a puerta; la gente está muy encerrada: rejas, perros, permea mucho el discurso de la inseguridad”.
Cruces
La política se sustenta cada vez más en el relato. Y el relato de “dos dirigentes de la coalición de gobierno que apoyan el Sí” es fuerte, contundente, más allá del caudal electoral que puedan aportar. Este fue el caso de David Helguera, del Partido Colorado, y Sergio Rodríguez Heredia, del Partido Nacional, que pasaron de ser referentes locales de sectores minoritarios a aparecer en medios nacionales como los dirigentes oficialistas que –en ese momento– juntaban firmas para la derogación.
Según contó Rodríguez Heredia a la diaria, después de no encontrar “nada que fuera sostenible desde el punto de vista argumentativo y técnico, que lo único que resultaba era un mensaje político más que modificaciones que fueran útiles, me puse la camiseta de la militancia”. Fue entonces que se contactó con la comisión departamental, que “nos abrió las puertas, nos hicieron un lugar, y en la medida de nuestras posibilidades acompañamos en las barriadas”. Para el dirigente nacionalista, “llegó el mensaje de que en la comisión había gente más allá del PIT-CNT y del FA; es un hecho singular que diferenció, y no sé si fue lo fundamental pero creo que ayudó mucho a que el mensaje llegara a la gente”.
Consultado por las repercusiones a la interna del PN, señaló “dos hechos puntuales”; en primer lugar, luego de que se presentaran las firmas, hubo una instancia en la que “vino Álvaro Delgado a hacer una defensa de la LUC y a mí me pidieron que no fuera, que no me hiciera presente y que si iba, que no pidiera la palabra”. Luego, contó, “un domingo me llamó el propio Pablo Iturralde [presidente del Directorio del PN] a raíz de una foto con [el actual presidente del FA, Fernando] Pereira. Me llamó molesto y me dijo que le estaba haciendo un daño al partido”, relató.
El camino de Helguera fue algo parecido. Según contó, “cuando analizamos el entonces proyecto de ley encontramos que teníamos una enorme cantidad de diferencias, manifestamos nuestra contrariedad con gran parte del proyecto y aparentemente no se tomó en serio nuestra objeción”; así, “cuando fue ley y se trató de juntar firmas para llegar al referéndum, nosotros le manifestamos a la intersocial de Paysandú –que fue, a todo esto, quien se puso la campaña al hombro– que los apoyaríamos en la recolección de firmas”. Si bien el planteo fue tomado con sorpresa al principio, Helguera pasó a formar parte de la comisión y llevó su caudal electoral en Guichón –que estima en unos 1.000 votos– hacia el Sí.
Interna disputada
“Este es un departamento donde la figura de Larrañaga siempre fue muy fuerte”, dijo Rodríguez Heredia, intentando explicar las fallas en la campaña local del No. “Si uno mira los porcentajes de votación, el de Nicolás Olivera es un sector fuerte; el tema es que cuando tomó las riendas del departamento tomó algunas decisiones impopulares que lo hicieron entrar a los tropiezos, y ahora con esto del referéndum se lo ha cuestionado mucho”.
Según el dirigente nacionalista, “se dice que ‘la barra de la 51’ –como se conoce a los militantees del intendente Olivera– no se movió para defender la LUC un poco como un ajuste de cuentas por los cargos que no se le dieron a Alianza Nacional, acá en Paysandú, en organismos nacionales”. Agregó: “Hay algo que dejó maltrecha la interna que provocó que la defensa de la LUC no fuera contundente”.
“En todo el interior la campaña del referéndum tuvo que ver con liderazgos locales, que tuvieron un fuerte protagonismo”, aseguró Nieto, y analizó que en ese sentido “se pareció mucho más a una campaña departamental”. Señaló que “hay 17 intendentes del PN y hubo uno solo que perdió en este referéndum: Nicolás Olivera”, un intendente que ganó con una distancia cómoda respecto de sus contrincantes, pero que desde que asumió el cargo ha visto reducida gradualmente su aprobación. “Todas las veces que hemos medido la aprobación de Olivera, los niveles son sensiblemente menores a los de los intendentes en el litoral y en el interior en general, que normalmente están por encima de 50%”, mientras que en la última medición realizada por la consultora Ágora, de marzo de 2021, la aprobación del intendente sanducero se queda en 38%.