Dice que el destrato es la moneda corriente para un cuidacoches y que en su caso al clasismo se suman el racismo, el machismo y el rechazo por ser una adulta mayor. Una historia que es a la vez un mapa de la discriminación en Uruguay.

“De chica tuve una vida complicada, pero la fui llevando. A los tres años mi mamá se fue de casa y nos dejó con mi papá [es la menor de tres hermanos]. Ahí empezó una odisea entre la casa de mi padre y de la familia de mi madre, en la que estaban mi abuela y mi tía. A los diez murió mi mamá y ya me mandaron a trabajar en una casa de familia”.

Así recuerda Graciela Rodríguez sus primeros años de vida. Dice que en ese tiempo era visto como normal que las niñas fueran a hacer trabajo doméstico y a vivir a casas de familia. “Los patrones le decían a tu familia: ‘Yo se la visto, la calzo y la mando a la escuela’, y con eso ya estaba”.

Entonces, de Piedras Blancas se trasladó a vivir en casas de Punta Carretas, hasta que a los 16 años tuvo un hijo “y ahí empezaron a cerrarse y cerrarse puertas”. Luego de ser madre trabajó en fábricas, rotiserías y empresas de limpieza, en general con sueldos escasos y tomando changas.

A los 40 años se casó y se mudó con su esposo a una casa que alquilaron, tiempo en que recuerda que sus condiciones de vida mejoraron. A los cinco años, su esposo enfermó –ella dejó su trabajo para cuidarlo– y poco después él falleció.

Tras esto comenzó a trabajar en tareas de limpieza y con la pensión de su esposo “la fui llevando”. Luego volvió a casarse y, al tiempo, se separó.

Trabajó en una fábrica de ropa, pero se enfermó y perdió ese empleo. A los seis meses se recuperó, se presentó de vuelta en la fábrica y no la tomaron. “Ahí empecé a cuidar coches”. Era 2001 y ella tenía 50 años, recuerda.

“Me daba rabia e impotencia ver cómo te maltrata la gente, no te digo físicamente pero sí psicológicamente. Cuando recién empecé era horrible, muchos días me quería ir. Te acercabas y te decían ‘¿Qué querés, a qué viniste?’, cuando sabían a qué ibas, si cuidás coches”.

Y esto no ha cambiado mucho, afirma: “Algunos se te ríen, no te bajan la ventanilla. Ayer me acerqué a una camioneta grandota, el tipo aceleró, me pegó en la pierna y siguió. No le importó si me había hecho algo o no”.

Unos años después, junto a otros cuidacoches iniciaron el intento de formar un sindicato, que en 2007 se concretó en la Asociación Cuidacoches Uruguay. “Nos estuvimos reuniendo por todos lados, hasta en una pensión en el Centro que estaba vacía y que el sereno era además cuidacoches en la puerta”.

Una persona le recomendó que fuera a la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios (Fuecys). Fue esa organización la que le abrió las puertas al sindicato de cuidacoches que se estaba formando para que se reunieran en su sede y apoyarlos en diversas gestiones. Esa relación se mantiene hasta hoy y Graciela la menciona como algo fundamental para la asociación que integra.

La participación en el sindicato ha variado en estos años, en la medida en que sus integrantes son personas que para cubrir sus necesidades básicas diarias dependen del dinero que consigan en cada jornada, por lo que esa es su prioridad cotidiana.

Dignificar

La mayoría de los planteos del sindicato tiene relación con la Intendencia de Montevideo (IM). El principal es lograr un ingreso fijo básico, ya sea teniendo la posibilidad de cobrar un porcentaje de los tickets por estacionamiento, un salario mínimo o una canasta de alimentos o tickets de alimentación.

“La propina se ideó para los taximetristas, los mozos, los pisteros de las estaciones de servicio, pero toda esa gente tiene un sueldo aparte, y nosotros no. No me están dando propina, me están dando para que coma, y no se dan cuenta de que uno precisa esa plata, que es mi ‘sueldo’”, explica Graciela.

Afirma que Antel y la IM están de acuerdo en permitir que cobren estacionamiento tarifado, “pero nunca llega el momento de reunirse entre ellos para ver cómo se va a implementar, porque acá el problema es de qué forma lo cobramos y es en parte un tema tecnológico”. Agrega que tiene fe en que eso se solucione y además haya otras alternativas de cobro para las zonas que no están tarifadas.

Comenta que “poder cobrar nos dignificaría, porque que nos den una capa y baños públicos soluciona algunas situaciones, pero no nos dignifica: seguimos siendo los mismos mendigos que estamos ahí”.

El planteo de un ingreso mensual básico fue rechazado por las administraciones de Ricardo Ehrlich, Ana Olivera y Daniel Martínez, y tiene escasas chances de ser implementada durante la gestión de Carolina Cosse.

La experiencia con los anteriores intendentes no fue buena, dice Graciela, que trabajó durante algunos años en la puerta de la sede de Adeom. Cuando en la campaña electoral los candidatos salían de reunirse con las autoridades del sindicato de funcionarios municipales, ella los encaraba para comentarles los planteos del sindicato de cuidacoches.

“Me decían que sí, que esto les interesaba mucho. Todos lo mismo: que es un tema que les gustaría tocar y que si ganaban se iban a ocupar, pero luego no hicieron nada”. Cosse y Martínez fueron los candidatos que los recibieron durante la campaña previa a las últimas elecciones departamentales.

Recuerda que a Cosse le plantearon sus pretensiones y ella les respondió que sólo se comprometía a darles capas, porque “es imposible que una persona que trabaja todo el día en la calle no tenga con qué cubrirse cuando llueve”, lo que se concretó el 7 de abril.

Graciela destaca que Cosse “cumplió con su palabra”, y espera que este sea un primer paso en mejorar sus condiciones de trabajo. Enseguida añade que esto lo dice “sin partidizar, porque yo soy del que me ayuda, y lamento si a algunos no les gusta, porque uno tiene que seguir rompiéndose la cabeza cada día, soportar que gente te esté basureando, estar a cinco ojos por las situaciones de peligro, y ellos como si nada”.

Discriminación cotidiana

“Tengo que lidiar con el racismo, con el clasismo, con el machismo y hasta por ser vieja; no me quedó nada afuera”, dice Graciela. Agrega que así como en su tarea sufre discriminación y maltrato de personas de clase media y alta, también tiene problemas y situaciones de violencia con gente que está en condiciones peores que las suyas y en general sin hogar.

En ese sentido hace énfasis en que los cuidacoches con chaleco son los que están autorizados por la IM a trabajar, tienen una cuadra asignada donde hacerlo. A los otros los define como “intrusos” que afectan sus tareas e ingresos.

Por otra parte, expresa que “los que no nos dan dinero son de la clase media, tienen un sueldo grande, pero les costó subir y ahora cuidan cada pesito. Acá donde cuido autos hay una obra en un banco en que varias empresas trabajan, salen los muchachos de trabajar todo el día ahí y algunos me dejan hasta 100 pesos a la salida. Son trabajadores, saben lo que es lucharla”.

Cuidacoches en Montevideo

El cuidado de coches es la principal actividad que realizan las personas en situación de calle para ganar su sustento (58,7%), indica un relevamiento de personas en situación de calle en Montevideo realizado por el Ministerio de Desarrollo Social en 2020.

La Intendencia de Montevideo (IM) en esta gestión tiene como objetivo dignificar la labor de los cuidacoches, que su tarea sea considerada un servicio, que sea más valorada y la gente esté más dispuesta a retribuirlo, informó la directora de Desarrollo Social, Mercedes Clara.

Es muy baja la cantidad de denuncias por desempeño a cuidacoches formalizados. Desde setiembre de 2021 a marzo de 2022, del total de 700 cuidadores registrados en la IM sólo tres fueron denunciados.