Con la misión de organizarse “para liberarnos de lo que nos impide crecer como persona y comunidad”, la Obra Padre Cacho o San Vicente (OPC), situada en el barrio Marconi, intenta generar herramientas para que la vida de la población radicada en Cuenca de Casavalle mejore en tres aspectos: vivienda, educación y trabajo. Trabajan con 1.500 núcleos familiares y gestionan nueve centros de infancia en convenio con el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU); seis son CAIF y otros dos son clubes de niños en edad escolar. Se encargan también de un centro juvenil donde se acompaña la actividad educativa para que no abandonen los estudios, además de trabajar con los clasificadores de residuos de la zona y en el área de vivienda.

La OPC se ubica sobre la avenida Aparicio Saravia, a pocas cuadras del lugar donde a principios de mes murieron durante una balacera dos jóvenes, Micaela Pereira, de 29 años y madre de cuatro niños, y otro muchacho de 25 años. Pese a naturalizar esta clase de fenómenos violentos, los vecinos y vecinas, entre ellos familiares de las víctimas, se organizaron para denunciar la ausencia del Estado en la zona.

la diaria conversó con dos referentes territoriales e integrantes de la dirección de la obra, la maestra Teresita Colazzo y la administrativa Nebia López, para conocer su perspectiva sobre la situación del barrio.

La muerte de Micaela mostró la organización que existe en el barrio.

Nebia López: La familia tiene mucho potencial en el barrio. A partir del dolor por la situación concreta de Micaela, pudieron tener cierta fuerza y determinada rebeldía para poder decir: “Acá estamos”. Somos de acá, queremos vivir tranquilos y que esto no suceda más. Ellos están más allá del dolor de la pérdida de Micaela, es para que se sepa de alguna manera, no sólo para lograr justicia por la situación, sino que quieren generar movimientos para que el fenómeno de violencia extrema se revierta. Son una familia numerosa.

Teresita Colazzo: Y es una familia, muy, muy querida.

Nebia López: Ocupan muchos espacios en las instituciones de la zona, porque, por ejemplo, [Micaela] era mamá de uno de nuestros CAIF. Todas las instituciones están solidarizadas y acompañan a la familia.

Teresita Colazzo: Hay una gran mayoría de la población que son trabajadores, responsables, que tratan de visualizar lo mejor para el barrio. Pero, como en todo barrio, tenés un porcentaje de gente que viene de afuera y genera este tipo de violencias.

Nebia López: El tema del consumo transversaliza la situación. Murió en una balacera. Ella y otro muchacho de 25 años, mientras salían de un local comercial. Ambos laburantes, eso duele.

¿Estos episodios de violencia extrema son recurrentes?

Nebia López: Lamentablemente, hoy sí. Los vecinos del barrio te cuentan que las noches acá son complicadas, se escuchan todo el tiempo tiros. Eso comentan los vecinos. Desde barrios cercanos a la zona escuchás. Aprendés a diferenciar lo que es un cuete, cuando hay un partido de fútbol, de lo que es un tiro. Usan diferentes armas.

¿Ha ido en aumento?

Teresita Colazzo: Sí. Se perdieron los códigos, además. Antes había respeto por el barrio, pero actualmente las adicciones en edades precoces y las vulnerabilidades llevan a estas cosas. La accesibilidad a las armas es impresionante. Son todos jóvenes, eso nos implica a nosotros.

Nebia López: Son jóvenes que se están muriendo, que se están matando.

Teresita Colazzo: Nadie quiere esa vida, nadie la quiere. A nosotros nos pasa que trabajás con el hijo del policía, con el hijo del que delinque, con la víctima y el victimario, porque es así. Nuestra intención es tratar de llegar a todos por igual. En el camino algunos se pierden y cada vida que se pierde también es una responsabilidad para el resto, porque por algo llegaron donde están. Eso te provoca dolor: ver gurises jóvenes a los que ya no les importa ni su vida ni la ajena. Eso nos tiene que doler a todos como sociedad. Todos somos responsables. ¿Por qué esperamos? ¿Por qué tenemos que esperar a que ocurra lo de Micaela o lo del otro chico?

¿Hay presencia policial?

Nebia López: En realidad, ahora hay ausencia. Lo hemos conversado con otras instituciones y están de acuerdo.

Teresita Colazzo: Ahora no hay presencia policial. Es espantoso, muy injusto. Ves a personas sufriendo porque no pueden salir porque si lo hacen les desvalijan la casa; tenemos educadoras que vienen a trabajar sin dormir porque escuchan las balaceras toda la noche. La hija de una de ellas tiene tres años y al escuchar los balazos dice: “Cuerpo a tierra”. Esta problemática se visualiza también en los juegos simbólicos de niños de dos a tres años: todo el tiempo juegan con balazos, con revólveres, con sirenas, con helicópteros. No es justo que se tenga que convivir con ese temor.

Tras 44 años de trabajo en la zona, ¿ven que los problemas sociales se mantienen?

Nebia López: En grandes líneas, se mantienen. La institución trabaja con esas problemáticas más allá de que se ha aggiornado a las diferentes realidades. No es lo mismo cuando Cacho vino al barrio y lo que es la actualidad: ha pasado agua bajo el puente y la realidad es otra. Nuestro trabajo de base se centra en los tres ejes: educación, vivienda y clasificadores.

Teresita Colazzo: Tanto la vivienda y el trabajo como la educación son problemáticas que trascienden las épocas. Lo que varía es la forma en que nosotros las abordamos. En el área de educación nos actualizamos tras la concreción de diferentes programas y convenios con el INAU. En el área de clasificadores hacemos diferentes convenios con la Intendencia de Montevideo [IM]. La vivienda es una de las problemáticas más difíciles; hemos acompañado algunos procesos, que tienen larga data.

Nebia López: Sí, justamente hoy finalizamos la construcción de la última cooperativa que el padre Cacho acompañó. Por diferentes motivos no se logró la construcción, pero sí un préstamo otorgado por el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial, en 2018. Esa es la última cooperativa que Cacho acompañó. Su último lugar de residencia fue la cooperativa Comunidad Nuevo Mausa, que queda en Piedras Blancas.

¿Trabajan educación, vivienda y clasificación por separado o de manera integral?

Nebia López: La práctica atraviesa todo. Porque, ¿qué pasa? Tenemos madres de CAIF que también son trabajadoras de la institución o están en el área de clasificadores. Todo, de alguna manera, siempre se entrelaza.

Teresita Colazzo: La idea es trabajar junto a las personas para que puedan acceder al trabajo y a la educación. En los CAIF, gran parte de las educadoras, del personal de limpieza y de mantenimiento son personas del barrio. Nuestra decisión fue continuar con eso y priorizar la educación con las compañeras y familias que viven dentro del barrio. El convenio es una etapa de formalización que hay que respetar. Por eso fuimos acompañando procesos educativos para que las educadoras terminen el liceo y el centro de formación y hagan cursos en el Centro de Estudios del INAU [Cenfores], para que pudieran cuidar su fuente de trabajo.

Nebia López: Los serenos de los centros cuando cierran son del barrio, también. La idea es brindar la posibilidad de acceder a una fuente laboral, ya sea a jóvenes con sus primeras experiencias laborales, ya sea a madres jefas de familias que están solas atendiendo un hogar.

Ustedes afirman, entonces, que existen problemáticas que comprenden a los barrios de la Cuenca Casavalle que son estructurales, como la vivienda o el trabajo informal.

Teresita Colazzo: La vivienda es una problemática que atraviesa a toda la sociedad y en esta población vulnerable aún más. La escasez de trabajo formal recorre a toda la población de la cuenca. En temas educativos hemos avanzado y mejorado. Mucha gente terminó el ciclo escolar. La informalidad, de igual manera, tiene que ver con la alfabetización de las personas. Nosotros trabajamos para culminar ese proceso y que se pueda acceder a puestos de trabajo formales. El recurso más inmediato es clasificar y obtener dinero diario para el sustento de la familia. Hay cuestiones estructurales que cuesta mucho trabajar, en especial, en el barrio Marconi, al que siempre se asocia con la violencia.

¿Existen otros temas que transversalizan las tres áreas, como podría ser la violencia o el consumo problemático?

Teresita Colazzo: Sí, sí. Pero el tema de la vivienda es lo más jodido... En una vivienda conviven en un ambiente de dos por dos metros familias numerosas, que suelen ser monoparentales. A veces son seis o siete personas en un monoambiente. Evidentemente, todas estas condiciones hacen que se incremente la violencia, la escasez de trabajo.

La falta de accesibilidad es otra problemática que ahonda la marginación. Si vivís en el barrio la única línea de ómnibus que atraviesa la avenida Aparicio Saravia es el 405. Eso dificulta la accesibilidad y la movilidad: si ocurre un problema, quedan aislados. Es real.

Nebia López: La marginación aumenta porque no se tiene contacto con el resto de la sociedad.

Teresita Colazzo: En ese sentido, la accesibilidad es fundamental. Muchas veces cuesta que entren las ambulancias y los taxis. Cuando vengo a la institución en taxi tengo desarrollado un mecanismo: indicarle por dónde ir sin decirle el punto final. Porque si se lo digo al taxista capaz que me dice “para allá no voy”. Eso es exclusión y violencia.

¿Cómo es la convivencia de los vecinos? ¿Ocupan los espacios públicos?

Teresita Colazzo: Las plazas le han dado vida al barrio y son cuidadas por los vecinos. No podés estar con tus niños en la plaza, pero la plaza está. En sus inicios contaban con profesores de educación física o algunos talleres educativos, después hubo una gran retirada de instituciones durante la pandemia. Ahora queda sólo la plaza. Habría que incorporar más profesores de fútbol o básquetbol y otras actividades culturales. El deporte es fundamental en la lucha contra las adicciones.

Nebia López: Hay que entender que muchos jóvenes no saben cómo utilizar esos espacios.

Teresita Colazzo: Desde la pandemia aumentaron las ollas populares y los merenderos. La cantidad de familias que acceden a la alimentación en ollas populares es impresionante. Nosotros trabajamos con familiares y vecinos que comen en una olla. Otra de las problemáticas que han ido en aumento es el consumo problemático por parte de menores.

Nebia López: El período crítico es cuando terminan la escuela y comienzan el liceo, a los 12 o 13 años.

No hay estímulos, entonces, ni para la vida cultural ni para las actividades de ocio.

Teresita Colazzo: No, es imposible. En realidad, debería haber más clubes de niños y más propuestas para los adolescentes. Durante la pandemia quedamos sólo la policlínica y nosotros. Todos los proyectos que trabajan con jóvenes y adolescentes se fueron. Si no tenés recursos humanos para hacer uso de las plazas esa cosa queda. Si no tenés la seguridad para tomar mate en la plaza o tenés sólo una línea de bus, son cosas pequeñas que favorecen el aumento de la violencia, pero la gran incógnita es el consumo de sustancias.

Nebia López: Todos sabemos que el consumo problemático también trae un deterioro cognitivo y físico. Por eso se generan entornos de violencia no sólo en el barrio, sino en las familias.

En cuanto al trabajo de la OPC con los clasificadores, ¿qué clase de proyectos abarca la organización?

Nebia López: Nos manejamos con convenios con la IM. Uno de los proyectos más viejos es de 1995, que consiste en la recolección de residuos en los domicilios de los clasificadores. Trabajamos en dos municipios diferentes, en el D y en el F, por separado. Los municipios brindan camiones con personal arriba que pasen por la casa de clasificadores de determinadas zonas a levantar el descarte que el clasificador no va a utilizar. El clasificador sale a la calle, recolecta, viene a su casa, hace una clasificación de cosas que le puedan servir para la venta. Aquellas que no van a ser utilizadas son levantadas por nuestro proyecto. El material excedente es llevado a disposición final.

¿Es difícil para la gente de la zona acceder a un trabajo formal?

Teresita Colazzo: Muchos mienten sobre el lugar donde viven para tener mayores posibilidades de ser contratados. De las personas que se dedican a la recolección de residuos, pocas llegan a 50 años. Eso sólo puede ser soportado por los jóvenes. Pero también tienen que estar bien alimentados, por la fuerza que tienen que hacer. Y acá la alimentación es todo un tema. Tenés malnutrición por falta y por exceso, porque consumen alimentos que llenan pero no nutren. Eso va en detrimento de las posibilidades de desarrollo físico, lo vemos en niños que tienen mala alimentación.