Cuando se hace referencia al movimiento estudiantil uruguayo durante los años 90, lo más recordado suele ser el ciclo de ocupaciones de 1996, ya que entonces tuvo lugar uno de los conflictos de mayor extensión, duración y participación estudiantil. Sin embargo, muchas de las características expresadas en ese momento venían procesándose desde los años iniciales de la década. Se trata de un período protagonizado por los estudiantes de enseñanza media, quienes experimentaron novedosas formas organizativas y de movilización que, en parte, rompieron con algunas concepciones y esquemas anteriores.

El movimiento estudiantil durante el primer gobierno de la transición democrática mantiene una continuidad con las organizaciones creadas en la etapa final de la dictadura y que fueron protagonizadas por la llamada “Generación 83”. Entre 1985 y 1989 en enseñanza media existían dos organizaciones: la Federación de Estudiantes de Secundaria (FES) y la Coordinación Gremial de Estudiantes de UTU (CGEUTU). La FES tenía una estructura organizativa jerarquizada: asamblea de clase, consejo de turno, mesa de centro, consejo federal y mesa ejecutiva. Los “federales” y “convencionales” se elegían con urna y voto secreto y las agrupaciones estudiantiles competían con diferentes listas.

El año 1989 y el fin de un ciclo

1989 será un año de quiebre. El fin del llamado “socialismo real” impacta en la izquierda a nivel mundial y local, con replanteos ideológicos, fracturas y realineamientos. En Uruguay ocurrirán hechos de gran trascendencia. El año comienza con el impacto por la muerte de Alfredo Zitarrosa, continúa con la de Raúl Sendic, líder histórico de los tupamaros, y finaliza con la de Rodney Arismendi, líder histórico de los comunistas. La derrota del voto verde en el referéndum del 16 de abril será un golpe muy duro para todo el movimiento popular y provocará un silenciamiento de la temática vinculada a las violaciones de los derechos humanos que se extenderá por más de seis años.

Parte de una generación abandona en esos años la militancia activa, e incluso algunos se sienten defraudados, renegando de sus concepciones anteriores. Las mesas de ofertas de la feria de Tristán Narvaja lucen abarrotadas de libros de Marx, Lenin y otros títulos de Editorial Progreso.

En secundaria la FES se disuelve a fines de 1989 en medio de feroces divisiones y discusiones internas.

Foto del artículo 'El movimiento estudiantil uruguayo a comienzos de la década de 1990'

Como removiendo escombros y a contramano del clima desmovilizador de la época, ingresa al ruedo una nueva generación de militantes estudiantiles. Su irrupción coincide con el segundo gobierno posdictadura, administración del Partido Nacional encabezada por Luis Alberto Lacalle Herrera que marcará una profundización de las políticas neoliberales.

Un antecedente importante de las formas de militancia desarrolladas en los 90 fue la Coordinadora Anti Razzias, que tuvo su momento de auge en 1989 logrando su objetivo y desapareciendo luego de ello. Las nuevas formas se expresarán particularmente en la naciente Coordinadora de Estudiantes de Secundaria y UTU. El primer evento importante ocurre el 14 de setiembre de 1991, cuando el IAVA celebra sus 80 años de existencia. A la conmemoración fueron invitadas destacadas personalidades en su carácter de exalumnos. Los estudiantes señalaron la contradicción existente entre un edificio que en los papeles era reconocido como monumento histórico nacional, pero que en los hechos había sido declarado en peligro de derrumbe. A ello se sumaba la escasez de funcionarios de servicio, por lo que la mugre en salones y baños era una realidad cotidiana.

Las primeras acciones gremiales fueron las denominadas “jornadas de limpieza”, que se reiteraron en los años posteriores en otros centros. Previo a la celebración, las autoridades contratan empresas de limpieza con el objetivo de aparentar una situación que no era la que se vivía cotidianamente. Desde el gremio se resuelve que la instancia sea aprovechada para expresar sus reclamos y reivindicaciones. La presencia activa tuvo dos etapas: manteniendo silencio mientras se desarrollaba el discurso de la directora del instituto y la actuación del coro liceal, rompiendo ese silencio cuando llegara el turno de las autoridades políticas de la educación. La protesta trascendió al gremio del IAVA y fue acompañada por otros centros. En el momento en que el director de Secundaria Daniel Corbo comienza su discurso, una lluvia de volantes cae sobre los asistentes y al mismo tiempo quienes estaban como espectadores se ponen de pie y comienzan a cantar consignas. El director decide continuar con su discurso, pero al ver que los cantos no cesan desiste y antes de hacerlo exclama: “nostálgicos de la dictadura”.

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El director del Codicen Juan Gabito Zóboli tampoco pronuncia su discurso dado el clima imperante. Tras los hechos, se abrirá un proceso de investigación y las autoridades pedirán actuar con la mayor severidad mediante una sanción ejemplarizante que signifique la pérdida de la calidad de estudiantes hasta por dos años. Se aplica en primera instancia una suspensión preventiva a seis estudiantes, con imposibilidad de ingresar al centro de estudios, catalogándonos como “cabecillas”. En los días siguientes se genera una situación de creciente movilización en solidaridad con los sancionados, tanto a la interna del IAVA como también en otros centros. Se realizarán incluso reuniones conjuntas entre estudiantes y docentes de la institución, trascendiendo los ámbitos gremiales. Finalmente, la directora del instituto aplica la comisión de “falta grave” prevista en el reglamento de comportamiento del alumno, y sanciona con seis días de suspensión y anotación en el legajo estudiantil. Esta determinación le generó una fuerte reprimenda por parte del Consejo de Secundaria, que por aspectos reglamentarios no podía agravar lo ya actuado.

1992 será el año de mayor auge en las movilizaciones. La primera actividad es el 24 de julio y consiste en una marcha en recuerdo a Heber Nieto, mártir estudiantil asesinado en 1971, y a Guillermo Machado, joven trabajador de la construcción, asesinado tras ser detenido en una razia en la seccional 15 de Montevideo en 1989. Participan unos 1.000 estudiantes y transcurre con normalidad en su recorrido desde el liceo 17 hasta la plaza Cagancha, posteriormente se desplaza hasta la puerta del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública, situado en la calle Soriano esquina Río Negro, donde es reprimida por fuerzas policiales dejando como saldo a varios estudiantes heridos.

Con el repudio a la represión policial como uno de los puntos principales, se organiza una muy masiva marcha el 14 de agosto, que parte del Palacio Legislativo y culmina en la explanada universitaria, donde se lee una proclama catalogada como “muy radical” por varios medios de prensa. Los puntos de la plataforma incluyen: “presupuesto digno para la enseñanza, caída de las 50 medidas y el acta 8, que todos podamos acceder a estudiar dignamente, contra la extranjerización de las empresas públicas, respeto por las culturas indígenas y no su exterminio, una prensa que informe y no manipule”. Es interesante la referencia a las culturas indígenas, ya que ese año los estudiantes participarán en los contrafestejos de los 500 años del denominado “Descubrimiento de América”. La marcha transcurre sin incidentes y convoca a miles de estudiantes, transformándose en el evento estudiantil más masivo en varios años.

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Otro importante evento de protesta ocurrirá en setiembre de 1992, cuando los estudiantes del liceo Héctor Miranda ocupen su local durante más de una semana. El conflicto estuvo motivado por la sanción aplicada a un grupo de diez estudiantes que habían encabezado una manifestación dentro del liceo, en el marco de una reunión en la que la dirección liceal recibía al cuerpo de inspectores del Consejo de Secundaria. La medida genera el apoyo y la solidaridad de todo el movimiento estudiantil, que confluye en ese centro y finalmente, se salda con una victoria total de la plataforma reivindicativa estudiantil. Cabe recordar que por decisión de las autoridades y con el fin de evitar la propagación del conflicto, las clases fueron suspendidas desde el miércoles y durante el resto de esa semana en los liceos de Montevideo. Las movilizaciones de 1992 culminan en octubre, cuando la capacidad organizativa de la coordinadora se pone a prueba mediante la convocatoria a un recital en el Teatro de Verano del Parque Rodó. Allí se recibe a un público de 5.000 personas, y la coordinadora de estudiantes se hace cargo de todos los aspectos organizativos, desde la grilla de bandas y el sonido hasta la atención de la cantina y la seguridad del espectáculo.

En 1993 las movilizaciones continúan a nivel de varios centros, destacándose el conflicto por la clausura de la biblioteca central de Secundaria, ubicada en el edificio del IAVA. Las marchas del 24 de julio y del 14 de agosto tendrán concurrencias masivas ese año.

Desde 1994 y en especial luego de la represión ocurrida en torno al Hospital Filtro, se conforma una coordinación de grupos juveniles y barriales contra la represión. Durante todo 1995 y hasta mediados de 1996, el protagonismo se desplazará hacia las actividades de estos grupos, cuyo punto culminante será el masivo campamento realizado en Colonia durante la Semana de Turismo de 1996, donde se realizará el “Primer encuentro del Cono Sur por los derechos humanos y contra la represión”, que congregó a más de 5.000 jóvenes, incluyendo participantes de Argentina, Chile y Brasil.

Reapropiación y resignificación del 14 de agosto

Durante el primer período de la transición democrática los 14 de agosto eran conmemorados mediante la realización de actos centrales. En 1989 se realizó el último acto de esa etapa, frente a la Facultad de Odontología y con menor peso que los de años anteriores, mientras que en 1990 no se hizo ningún acto. A partir de 1991 la fecha será retomada y resignificada. Ese año los estudiantes de secundaria convocan a una marcha por 18 de Julio, desde la plaza Cagancha hasta la Universidad, movilización a la que concurren unos 500 estudiantes.

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Los puntos planteados trascienden lo meramente estudiantil, característica constante a lo largo de ese quinquenio en el que los estudiantes, al tiempo que se organizan por sus reclamos particulares, son activos partícipes de las luchas generales, tales como el referéndum en defensa de las empresas públicas, el apoyo a los sindicatos en conflicto (Funsa, Inlasa, Conagel, marcha de El Espinillar, entre otras), la preocupación por la incorporación de Uruguay en el Mercosur o la situación de los derechos humanos en las cárceles. También se incluye una referencia a la “libre sexualidad”, vinculada a un hecho coyuntural, como lo fue la designación del ministro Carlos Delpiazzo en Salud Pública, integrante del Opus Dei, que cobró notoriedad al pretender eliminar las referencias al uso del preservativo en una campaña de prevención del sida.

A partir de 1992 la conmemoración del 14 de agosto mediante una marcha central cobrará un carácter masivo y quedará definitivamente instalada. La intención expresa era que confluyeran las luchas del pasado con las del presente, en una marcha que no sólo implicara el recuerdo, sino también la lucha por los temas y las preocupaciones del momento y donde el protagonismo absoluto lo tuviera el movimiento estudiantil.

Nuevas formas organizativas y contenidos

El “Encuentro de estudiantes de secundaria” de 1991 al año siguiente pasará a denominarse “Coordinación de estudiantes” para finalmente identificarse como “Coordinadora de estudiantes”, denominación que mantiene hasta 1995.

Uno de los temas más sentidos y sufridos por la juventud de ese entonces era la represión policial. El recuerdo de las razias del período anterior era cercano, y si bien esa metodología de acción policial dejó de aplicarse tras la muerte de Guillermo Machado y la renuncia del ministro del Interior Antonio Marchesano, con la asunción del nuevo gobierno se despliegan formas de represión quizá menos generalizadas a la población en su conjunto, pero más selectivas y con énfasis en las organizaciones sociales y los espacios de nucleamiento juvenil, tales como recitales de rock y otros ámbitos de naturaleza similar.

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Desde 1991 se produce una agudización de las acciones policiales dirigidas hacia las movilizaciones y conflictos sociales. Algunos ejemplos de ello: la represión a los estudiantes del liceo Zorrilla durante una jornada de integración el 8 de agosto de 1991, el desalojo violento de la fábrica de Funsa ocupada el 13 de enero de 1992, la represión a los estudiantes frente al Codicen en 1992 que ya fue referida, la represión a la movilización de los trabajadores de los entes públicos frente al Palacio Legislativo en mayo de 1993, la represión a los obreros de la fábrica Alpargatas en la Aguada, y finalmente, el despliegue represivo a gran escala que se vive en los alrededores del Hospital Filtro el 24 de agosto de 1994 y que dejará un saldo de dos muertos, un centenar de heridos graves y varios centenares de heridos de diversa entidad. Todos estos acontecimientos conforman el contexto en el que la Coordinadora de Estudiantes nace y se desarrolla.

Respecto de las formas, la horizontalidad en la toma de decisiones y la simplificación de los aspectos organizativos fueron una preocupación constante de la nueva coordinadora. La estructura organizativa era muy simple: asambleas generales en los centros, y reunión de los voceros de dichas asambleas en el Plenario de la Coordinadora (que no se caracterizaban como “delegados” ni como “representantes”), cuyas reuniones eran de carácter abierto. Se produjo un cambio en el lenguaje que pretendió ser un cambio conceptual: las resoluciones no “bajaban” de la coordinadora a los centros; se entendía que los centros, en tanto instancias de base, estaban por encima, por lo que las propuestas de la coordinadora “subían” a los centros para ser consideradas.

El concepto de “dirigente” también fue cuestionado, sosteniendo que era una estructura sin dirigentes fijos, sólo con división de tareas, y en todo caso se nombrarían “voceros” para establecer el relacionamiento con las autoridades educativas o con la prensa. Muchas veces se planteó que dichos voceros no fueran de carácter permanente sino rotativos. Las movilizaciones callejeras en cierto modo se radicalizaron y no se pedía ningún tipo de permiso o autorización para realizarlas. Se estableció que las marchas debían ocupar el total de la calle, a diferencia de la rigurosa “media calzada” tan característica del período anterior.

Al promediar la década se produce el lógico recambio generacional y con él la Coordinadora de Estudiantes ingresa en un período de discusiones internas y reconfiguraciones que posteriormente darán lugar al nacimiento de la Coordinadora Intergremial de Estudiantes de Secundaria y UTU en 1996.