El Censo 2023 tendrá una innovación respecto de ediciones anteriores. Esta vez se hará en dos modalidades: una digital y otra presencial. La primera etapa, la digital, comenzará el 29 de abril y culminará el 17 de mayo, y la persona deberá completar la información censal por todos los integrantes del hogar. Luego comenzará la etapa presencial, en la que los censistas recorrerán todo el territorio nacional y también concurrirán a los hogares que se autocensaron para solicitar el código de finalización del cuestionario. El Instituto Nacional de Estadística (INE) buscará liberar el dato preliminar de cuántos somos en tres meses, pero el procesamiento de la base final llevará aproximadamente medio año.

Censo 2023: ¿cómo completar la versión digital?

Se recorrerá más de 650 localidades, 80.000 manzanas en zonas urbanas, 1.500.000 viviendas en zonas urbanas y 120.000 en zonas rurales. Se trata de “una nueva fotografía, 11 años y medio después” del último censo, que mostrará “cómo cambiamos los uruguayos”, resume Diego Aboal, director del INE, en entrevista con la diaria.

Aboal habló de las innovaciones en el cuestionario censal que, por ejemplo, podrán arrojar un “perfil muy bueno” de los inmigrantes en Uruguay, porque si bien “tenemos percepciones”, todavía “no tenemos buenos números”. También permitirá ver cómo se ha dado la migración interna en el país y qué ha pasado con la ruralidad.

Asimismo, se refirió a los cuestionamientos de la sociedad civil sobre la incorporación de la cédula en el censo digital. Aclaró que, aunque se han tomado los resguardos suficientes y se cuenta con el aval de la Unidad de Regulación y Control de Datos Privados, llegado el caso, quien no quiera proporcionar esa información podrá ser censado en la etapa presencial.

Es el primer censo que tendrá una modalidad digital además de la presencial. ¿Qué evaluación hicieron para ir por este camino?

La decisión de ir por acá se basó, en primer lugar, en la experiencia internacional previa. Recuerdo el caso de Polonia, por ejemplo, y muchos países europeos, y también una experiencia en América Latina cada vez mayor; ya teníamos ejemplos de México, Colombia y un caso muy exitoso, el de Argentina, de hace un año y algo, donde 50% de la población había respondido por esta vía en un contexto de pandemia. El presupuesto para nuestro censo se aprobó a fines de diciembre de 2020, en plena pandemia, y, por lo tanto, la decisión fue mucho más fácil. Además, en ese momento no sabíamos cuánto iba a durar la pandemia, entonces nos propusimos utilizar este canal. Las experiencias previas y el contexto hicieron que la decisión de ir por este camino fuera muy fácil.

Mencionabas el caso exitoso de Argentina. ¿Qué porcentaje de la población uruguaya manejan que podría autocensarse?

Más que expectativas, tenemos deseos. Depende de que la gente quiera hacerlo. Lo que sí tenemos son antecedentes. Te mencionaba hoy el caso de México y el de Colombia, que tuvieron 10%, y en el otro extremo Argentina, con 50%. Así que veremos, yo estaría satisfecho con un punto intermedio, sobre todo por ser la primera experiencia en Uruguay; si tuviéramos los resultados del caso argentino sería fantástico, pero reconozco que es el único ejemplo en América Latina de ese nivel de éxito, entonces es una vara muy alta.

¿Cuáles son los datos más valiosos que se puede obtener?

El censo lo que hace es una caracterización de cuántos somos los uruguayos y cuántos somos por cortes muy finos, y eso no lo tenemos en ninguna instancia que no sea el censo. Lo segundo es que luego caracteriza quiénes somos: hay tantas mujeres, tantos hombres y, otra vez, por cortes finos, por barrios, por localidades. Esa caracterización es muy importante después de 11 años y medio desde el último censo.

Finalmente, el censo muestra cómo vivimos. Sabemos que hemos tenido un proceso de crecimiento económico entre los dos censos, creemos que vivimos mejor, pero esta es la forma de constatarlo a partir de saber en qué viviendas vivimos, si tenemos mejores viviendas, si tenemos más saneamiento, si hay más viviendas que tienen conexión eléctrica y agua potable. Por lo tanto, va a ser útil porque es una nueva fotografía, 11 años y medio después, y está bueno ver cómo cambiamos los uruguayos.

Después hay algunas cuestiones más puntuales que pueden ser interesantes; entre las cosas que cambiamos está lo que tiene que ver con la inmigración. Cuando analicemos los datos de inmigración va a ser bien importante, porque va a dar un perfil muy bueno de quiénes son los inmigrantes. Tenemos percepciones, pero no tenemos buenos números, y esto va a dar datos muy duros de cuántos son, qué características tienen, en qué trabajan, cómo viven.

También vamos a tener elementos vinculados a la migración interna que también creo que pueden ser interesantes. Tenemos una percepción de que las zonas costeras han crecido mucho y en varios departamentos, pero creo que el más dramático es Maldonado. Lo veremos con los números, pero han surgido poblaciones enteras en algunos balnearios que no estaban poblados en el censo anterior.

Qué pasa con la ruralidad lo constataremos en el censo, pero es bastante probable que tengamos menos gente en el ámbito rural, menos gente en pequeños pueblos y una migración hacia todas las zonas periféricas de Uruguay, fundamentalmente la zona más costera, pero también hacia las fronteras con Argentina y Brasil. Eso va a estar bueno y seguramente nos muestre un Uruguay bastante distinto de lo que era.

¿Qué nuevas preguntas se incorporaron al cuestionario?

Como siempre, el instituto ha recibido una demanda tal de inclusión de preguntas en el censo que tendríamos que hacer cinco cuestionarios para poder responderlas. Es comprensible que mucha gente quiera incluir preguntas, pero hay que recordar que el censo, al ser casi universal –y digo casi universal porque no hay censo que llegue a 100% de la población–, para ser viable no puede tener un cuestionario de una hora, porque la gente comienza a cansarse y, por lo tanto, a no dar buenas respuestas. Entonces, gran parte de las sugerencias fueron descartadas. El cuestionario es similar al de ediciones anteriores, pero hay algunas incorporaciones. Por ejemplo, tenemos la variable de identidad de género, que por primera vez se incluye en un cuestionario censal, y acá hay que recordar que hay una ley de 2018 [Ley Integral para Personas Trans] que obliga al instituto a incluirla, tanto en censos como en encuestas continuas de hogares. Hay preguntas vinculadas al teletrabajo, que es un fenómeno nuevo y, sobre todo, es interesante después de la pandemia. Vamos a tener una especie de censo de mascotas, que es la primera vez que va a ocurrir y es un elemento importante para llevar adelante políticas de corte sanitario. Hay una pregunta vinculada a desastres naturales y cómo afectan a nuestras viviendas; es una pregunta para el Sinae [Sistema Nacional de Emergencias] y va a permitir decir, de todas las viviendas que tenemos en Uruguay, cuáles están en riesgo al estar en zonas que potencialmente pueden ser afectadas por inundaciones. Por primera vez vamos a indagar en el fenómeno de uruguayos que residieron en el exterior pero que luego volvieron a Uruguay; vamos a poder cuantificar eso y en qué momento se dio. Hay una pregunta sobre el trastorno del espectro autista que es nueva; ya había un módulo sobre discapacidad en el censo pasado, pero ahora se le agrega una pregunta específica sobre esto.

¿Cuántas personas van a trabajar en el censo y cuánto fue el presupuesto?

Vamos a recorrer más de 650 localidades, 80.000 manzanas en zonas urbanas, 1.500.000 viviendas en zonas urbanas y 120.000 puntos rurales que tenemos identificados con imágenes satelitales; no necesariamente todos están habitados, pero los tenemos que recorrer y ver si hay gente o no. Después tenemos operativos especiales para zonas de asentamientos, unos 80 operativos. Allí no va a ir un censista solo, sino varios. Tenemos un censo de población en situación de calle. Tenemos que censar gente que vive en hogares colectivos, por ejemplo, en residenciales, pensiones, gente privada de libertad. Todo esto implica un despliegue, por supuesto, gigante. Es en todo el país y simultáneo, entonces tenemos previsto contratar 7.000 personas para poder abarcar todo en tiempos razonables. Cuánto invertiremos en esto lo sabremos al final, pero estimamos que entre 20 y 25 millones de dólares.

Los datos están anonimizados, pero se va a incluir la posibilidad de que la persona ingrese su cédula de identidad en la vía digital, algo que ha despertado críticas por parte de la sociedad civil. ¿Para qué le sirve al INE saber la cédula de identidad de la persona?

La primera cédula que se pregunta es por la cuestión del chequeo de que el informante sea mayor de 18 años, que es el requisito que tenemos para que sea el informante de todo el hogar. Cuando se pregunta dentro del cuestionario, el objetivo fundamental para el cual vamos a usar información es evitar la respuesta duplicada, evitar que una persona sea reportada dos veces.

Desde Datysoc sostienen que la recolección de estos datos sensibles puede llegar a la posibilidad del uso indebido o la filtración, vulnerando la privacidad de las personas. Esta discusión también estuvo presente en Argentina y se terminó eliminando la inclusión de la cédula de identidad en los cuestionarios. ¿El INE descarta que exista riesgo con el manejo de esta información?

Esto no es lo extraordinario, lo digo porque si no parece que es algo absolutamente anormal. Los institutos –no sólo en Uruguay, en el mundo– manejan información que tiene identificación. Lo otro es que la información que recogemos en el censo no incluye datos de ingresos, ni tampoco recogemos información sobre el patrimonio. Los datos son muy básicos: sexo, edad, en qué trabajamos, datos de la vivienda. El tipo de información que recogemos no tiene un nivel de sensibilidad alto. El alcance es importante en términos de la universalidad, porque vamos a llegar a un porcentaje alto de la población, pero en términos de la profundidad tiene limitaciones. Lo otro a decir es que en muchos países preguntan de forma cotidiana y de forma obligatoria la cédula. En nuestro caso no es obligatorio y además incluso si no quiere proporcionar la primera cédula, que es de verificación de la edad, se espera al censista y listo. O sea, el que no quiere hacerlo no tiene ningún problema para ser censado. Por otra parte, tenemos el aval de la unidad reguladora encargada de preservar los datos, con base en la Ley de Protección de Datos Personales, de que los métodos para desidentificar y anonimizar los datos son los correctos. Finalmente, el instituto siempre tiene datos de múltiples fuentes que tienen identificadores personales. Yo entiendo que pueda haber posicionamientos en diversos sentidos, y es legítima la discusión, pero hay que dar este marco más amplio para entender que esto no es obligatorio, que hay métodos de protección avalados y que el negocio de los institutos es manejar información identificada, anonimizarla y devolverla como estadística. Es la única forma que tenemos de hacerlo. Por supuesto, puede ser un debate muy legítimo si los institutos tenemos que seguir dando estadísticas, si eso tiene un valor que haga que tengamos que ser confiados con información a nivel identificado. Ese debate es legítimo, pero esto del secreto estadístico es tan viejo como los institutos nacionales de estadísticas. Hay discusiones que se reeditan debido a elementos que son novedosos, pero son discusiones que ya fueron dadas con otras tecnologías y otras modalidades. Quiero llevar el debate a ese punto para que no se crea que es una cuestión extraordinaria, pero obviamente respetamos los posicionamientos que cada individuo puede tener al respecto.

La medición de la pobreza

El INE estuvo trabajando en un indicador multidimensional de la pobreza. ¿Cómo va ese proceso?

Está avanzado, pero todavía no está listo. Estamos trabajando allí con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y Unicef. Los equipos técnicos han ido avanzando, todavía quedan algunos debates para saldar antes de tener un indicador.

¿La pobreza multidimensional va a dar muy diferente a la pobreza medida por ingresos?

Lo primero a destacar es que es una medición distinta. La medición que hacemos hoy de la pobreza tiene que ver con cuál es el valor de una canasta mínima de consumo, le ponemos valor y decimos que los hogares que tienen un ingreso por debajo de esa canasta son pobres y los que tienen un ingreso por encima no lo son. Las mediciones multidimensionales van a factores más duros porque, por ejemplo, yo puedo tener un ingreso más alto de forma coyuntural, porque en un mes gané más, y en ese mes no soy pobre, pero al mes siguiente capaz que sí, pero mis condiciones son más o menos la mismas. Tengo la misma casa, capaz que sin saneamiento, vivo hacinado... Lo que hace la medición de la pobreza multidimensional es mirar algunas de estas características más duras, más estructurales, y entonces se concluye que son pobres aquellos que no pasan algunos umbrales, pero son formas de medir distintas, que pueden eventualmente dar cosas distintas. Por ejemplo, un factor muy conocido de la pobreza medida por el ingreso es que fluctúa mucho en corto tiempo porque depende de la condición laboral de ingresos del hogar. La otra es mucho más estructural porque depende del nivel educativo de los miembros del hogar, del saneamiento, o sea, de cosas que no varían. Pueden dar cosas directamente distintas y, es más, en parte tenemos que educar en que, en la medida en que las dos mediciones son complementarias, las dos aportan y no tienen por qué coincidir necesariamente.

El INE empezó a publicar los datos semestrales de pobreza junto a los anuales, y eso generó repercusiones políticas por las lecturas que se hicieron de los datos. ¿Qué tiene el INE para aportar a ese debate?

Los dos datos generan información distinta y tienen cosas interesantes, por eso hay que leerlos juntos. Cuando uno mira el dato anual, lo que está mirando es cuál es la situación promedio de pobreza en el último año. Ahora, la situación de pobreza o cómo esta evolucionó ese año o los años anteriores puede ser distinta de lo que ocurrió en el último semestre con respecto al semestre anterior. Podés tener una pobreza de 10% en el promedio del año, pero capaz que tuviste una pobreza de 12% en el primer semestre y una de 8% en el segundo. Quiere decir que tenés indicios de que la pobreza está en una trayectoria descendente hacia el segundo semestre, mientras que en el promedio anual no lo ves. La ventaja de la anual es que es una señal más firme en el largo plazo, porque tiene muchos más datos, pero la segunda permite una imagen mucho más reciente a tu momento de observación, o sea, vos estás dando el dato y lo más reciente es el último semestre. Podés tener una alerta a los seis meses en vez de tener que esperar un año y, recién ahí, ajustar. Entonces yo creo que acá la cuestión es leer las dos cosas y saber las limitaciones. El objetivo por el que hicimos esto es dar datos con mayor frecuencia y que pueden ser para múltiples usos. Antes se liberaban los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) una vez por año, mientras que ahora publicamos y liberamos en bases semestrales, entonces tenés toda la riqueza de la ECH antes, y además, si nosotros liberábamos sólo los microdatos y no publicábamos la pobreza, aparecían cálculos no oficiales de pobreza hechos con microdatos; en definitiva, es para que haya más información. Como todas las cosas nuevas, genera debates.

¿Cómo se hace el censo digital?

En la página web del Censo 2023 se detalla paso a paso cómo completarlo de forma digital. La opción quedará habilitada después de las 21.00 de este sábado y en todas las preguntas hay un botón de ayuda que explica en detalle los conceptos, en caso de que queden dudas.

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