La inauguración del monumento a Artigas en la plaza Independencia el 28 de febrero de 1923, bajo la presidencia del batllista Baltasar Brum, consolidó un relato nacional mediante la construcción de una historia más inmaculada que veraz, y partió de un interés por dotar de motivos de pertenencia a una sociedad altamente diferenciada en términos étnicos, culturales e históricos. Adentrarse en la prensa de febrero de 1923 implica observar, en el marco de un consenso construido sobre estas premisas, ciertos matices en torno a la figura de José Artigas y la cuestión nacional.
El carácter nacional: una cuestión tardía para Uruguay
La construcción de un pasado identitario es uno de los aspectos que todo país debió atender para consolidar su carácter nacional. Este proceso implicó un esfuerzo por sintetizar aquellos elementos que se asocian a la historia de una comunidad.
Benedict Anderson, en su obra Comunidades imaginadas, indica que el imaginario nacional es ante todo una asociación imaginaria. El carácter nacional fue asentado sobre el conjunto de peculiaridades y características más estables de las comunidades y dio lugar a una percepción común del mundo circundante y del lugar que se ocupa en él. Representa ante todo un conjunto de elementos, tanto emocionales como racionales, en el individuo que se integran en su constitución psíquica en forma de orientaciones axiológicas, necesidades, intereses, costumbres y tradiciones.
El caso de Uruguay resulta un tanto atípico en comparación con el resto de los países del continente, porque fue independiente mucho tiempo antes de ser una nación, y en medio de este proceso que llevó varias décadas se debatió intensamente sobre la simbología nacional. Con respecto a la figura de Artigas, fue tarea de una gran cantidad de intelectuales y también del Estado moderno batllista rescatarlo del desmedro y construir su significación de prócer nacional. El batllismo tuvo un rol trascendental en la culminación de este proceso, mediante la exaltación de la excepcionalidad uruguaya, el Estado de bienestar y su particular visión cosmopolita, optimista y eurocentrista para el futuro del país.
Nacionalismo progresista: la patria eurocéntrica del batllismo
“En la revolución del Río de la Plata es Artigas el que imprime, a ese vasto movimiento de un pueblo que despierta, el gesto americano”. El Día, 28 de febrero de 1923, p. 1
El discurso batllista se enmarca en una forma de nacionalismo atípico que se caracterizó por invertir el foco en lo nacional. Bajo una perspectiva eurocéntrica, su proyección no era exaltar lo típicamente uruguayo, sino nutrir a la sociedad de los rasgos más característicos de las culturas europeas, y en ello se basó para establecer un ideal de ciudadano que se completó con un insistente llamado a inmigrantes.
El etnocentrismo es un fenómeno que tiene origen en el nacionalismo. El apego hacia los constructos “nación” o “patria” deviene en una consideración subjetiva por parte de las naciones hacia los demás países, que se caracterizó por juzgarlos desde el prisma de las tradiciones culturales propias. Si bien este fenómeno ocasionó comúnmente la exaltación del modo de vida y la cultura de los propios países ante el resto, en el caso del batllismo influyó de manera contraria. La comparación con los pueblos europeos afirmó la necesidad de parecerse a ellos más que diferenciarse. Además de la influencia ideológica de Batlle, la presencia de vacíos culturales propios de una sociedad heterogénea en donde el sujeto uruguayo en sí mismo era casi inexistente determinó que Europa fuese el horizonte de nuestro país.
El discurso del periódico batllista El Día con respecto a la inauguración del monumento a Artigas fue reflejo de este nacionalismo progresista. En términos generales planteó un carácter nacional ampliado, integrador, a través de una imagen del prócer atribuida a todo el continente. El artículo de mayor visibilidad en la portada del 28 de febrero se titula “Artigas. El Libertador, el Demócrata y el Americano” y, como indica su bajada, desarrolla estos “tres aspectos de la figura del prócer”.
En primer lugar, la fundamentación de Artigas como “libertador” hace un breve recorrido por los principales hitos de su historia. Se detiene en el Grito de Asencio como el primer acto revolucionario de los orientales que encontró en el caudillo su máximo inspirador. El carácter popular de Artigas es representado por su vinculación con los criollos: “Había sentido, en consecuencia, las palpitaciones de su pueblo en los memorables cabildos abiertos. Allí, en esas juntas populares había escuchado con demasiada frecuencia para la paz de la colonia, palabras peligrosas como ‘derechos de los habitantes’, ‘independencia civil’, ‘libertad de comercio’ y ‘autonomía regional’”. Luego continúa relatando las peripecias como comandante de los sublevados de Mercedes, Colonia, Paysandú, Santa Lucía y Minas y su posterior integración en el cuerpo de Blandengues como “soldado distinguido” y su rol preponderante en las invasiones inglesas: “Es el guerrillero que surge; el futuro caudillo del Éxodo, el conductor de las multitudes orientales que no detuvo su marcha hasta llegar a lo más alto de la Meseta. Tal fue el Libertador”.
La segunda acepción, “demócrata”, enfatiza en el contenido de las Instrucciones del año XIII, que había pronunciado en calidad de “un ciudadano a quien el voto del pueblo había autorizado para ello, es decir, como demócrata”. Este inciso plantea en el prócer una fidelidad con las “nuevas ideas” por encima de cualquier otro prócer continental. Los ejemplos de Manuel Belgrano, Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardino Rivadavia, Juan Martín de Pueyrredón y Manuel de Sarratea son contrapuestos al de Artigas para expresar: “¡Sólo Artigas fue el Demócrata!”.
Uno de los aspectos que caracterizaron el discurso del batllismo fue la constante alusión al futuro del país y a la prosperidad que deparaba a la realidad uruguaya. Gran parte del discurso de El Día sobre el homenaje consistió en expresar el cumplimiento del legado del prócer. A partir de una frase recogida de Artigas que expresa “No se admitirá otro sistema que el de la confederación”, y su materialización en los artículos II y V de las Instrucciones de 1813 que abordan la división de poderes, El Día se pregunta: “¿No forman hoy esos tres poderes el gobierno de la Nación que evocará esta tarde, plena de júbilo al Legislador de 1813? ¿Y el sistema de confederación no es el que rige en la República Argentina, cuyos representantes estarán hoy al pie del monumento al Demócrata, cuya personalidad histórica ha de acrecer en el apogeo de la reivindicación?”. El hecho de saldar la existencia del federalismo mediante el sistema político establecido en Argentina demuestra que el batllismo no escapaba a la reticencia generalizada en los medios de prensa a la hora de tratar el asunto de la doctrina ideológica del héroe. El motivo es evidente: no había forma de abordar este aspecto sin contradecir las propias intenciones del homenaje.
Por último, en el desarrollo del americanismo de Artigas se ve reflejado con mayor nitidez el nacionalismo invertido del batllismo. En esta última parte del artículo se desarrollan las vinculaciones diplomáticas entre el gobierno de James Monroe en Estados Unidos y el gobierno de Artigas: “Sí, Artigas se inspiró siempre en la libertad y en la democracia norteamericanas, y fue él también quien provocó en los hombres del Norte el deseo de conocer a los hombres del Sur”. El artículo continúa argumentando el vínculo entre Artigas y Monroe para demostrar la inspiración de Artigas en la democracia norteamericana y su reflejo en las Instrucciones del año XIII. La relación entre ambos se plantea para demostrar un pasado nacional de gran calidad ideológica, que se inspiró en los principales precursores de la filosofía revolucionaria y que por ello vincula a Uruguay con las sociedades modélicas del siglo XX.
El batllismo no sólo se atribuía la concreción del homenaje más importante alguna vez hecho a Artigas, sino la construcción de una política que recogía sus premisas. El 1º de marzo, Francisco Schinca publicó una columna titulada “En el día de gloria”, que sintetiza la intención del oficialismo con respecto al homenaje: “La República fue la obra esforzada de sus continuadores. La democracia la hemos forjado después, en luengos lustros de aprendizaje nacional, entre el hervor de las reacciones y las asechanzas y el tumulto de los instintos subalternos. Hemos consagrado la igualdad sobre la base de la única preeminencia legítima: la del talento indiscutible y soberano. La libertad civil y religiosa, otro postulado artiguista, es ya una adquisición definitiva de la conciencia popular”.
Nacionalismo conservador: El patrimonio de lo uruguayo
“Recojamos pues, la enseñanza máxima de la contemplación minuciosa del pasado, la convicción firmísima de que nuestro carácter y nuestra actividad están influyendo en la acción conjunta de la sociedad, que somos constructores del porvenir, que tenemos dos existencias inseparables”. La Mañana, 28 de febrero de 1923, p. 1
La filiación ideológica existente entre el riverismo del Partido Colorado y el Partido Nacional es desarrollada con gran claridad por Luis Alberto de Herrera en una entrevista recopilada en La Tribuna Popular el 3 de enero de 1923:
“–¿Cree usted, Doctor, en la eficacia de la oposición parlamentaria como freno a las tentativas batllistas?
–Estoy seguro de ella. Lo más representativo del Partido Colorado está en el riverismo. En la esencia de muchas cuestiones no hay disparidad entre riveristas y nacionalistas. Bastaría esa afinidad de pensamiento para afianzar el éxito”.
La condensación de los partidos políticos conservadores a lo largo de la historia ha tenido mucho que ver con el crecimiento del progresismo o de la izquierda con el posterior ejemplo del Frente Amplio. En aquella época, gran parte del acercamiento entre el riverismo y el Partido Nacional está determinado por la existencia de una corriente política que trascendió las diferencias tradicionales del bipartidismo: el batllismo. La concepción del Estado como interventor y benefactor y el fuerte signo progresista de sus políticas abrió campo a una vinculación más fértil entre los sectores conservadores que comenzaron a abandonar las rivalidades obsoletas. Este vínculo explica la afinidad entre los discursos de los periódicos conservadores La Mañana (riverismo), El País (Partido Nacional) y La Tribuna Popular (Partido Nacional, herrerismo), que, a diferencia del nacionalismo batllista, pretendían exaltar el carácter uruguayo por excelencia a partir de un conjunto de símbolos que se incluyen en algo así como un “decálogo patriótico”. El nacionalismo de los conservadores es el nacionalismo por excelencia, aquel que deriva en la utilización de términos tan conocidos por la historia universal como “nuestra raza” para referirse a los uruguayos y pretende establecer en esta raza el concepto de un “nosotros”, por encima de todos “ellos”.
La Mañana es el medio de prensa que mayor énfasis deposita en la figura militar de Artigas. En todo su contenido encontraremos reivindicaciones que a través de la poética recuerdan las batallas emprendidas por los orientales en las primeras décadas del siglo XIX. Para los riveristas estos conflictos eran parte de una confrontación con naciones que en aquel momento intentaban “hacerse parte” de la Banda Oriental. Incluso Argentina y Brasil son incluidos dentro de este grupo, desde una perspectiva anacrónica que incluye naciones aún no existentes en la disputa por la Banda Oriental.
El 28 de febrero, el primer artículo de la portada indica bajo el título “Artigas”: “Las mismas naciones que combatió el héroe para sentar las bases de nuestra democracia se asocian hoy al homenaje que se le tributa, hasta la Argentina y el Brasil, que bajo el imperio de otras ideas, o de otros regímenes de gobierno, quisieron que formara parte de sus territorios este pedazo de suelo destinado a ser la república soñada por Artigas”.
Uno de los artículos más importantes de la portada del 28 de febrero fue escrito por Teófilo Piñeiro, un importante magistrado de la época y presidente de la Asociación Patriótica del Uruguay, organización que encabezó la inauguración del monumento. Piñeiro nombró a Artigas como “el derrotero luminoso de la patria independiente” y dedicó prolongados enunciados cargados de emotividad al símbolo de Artigas montado a su caballo.
En todo el discurso del riverismo parecen obviarse los motivos por los que se debía rendir culto a Artigas. Expresa mayoritariamente palabras de reverencia y un relato mítico sobre el prócer en el que predominan la épica y la heroicidad pero nunca se termina de desarrollar aspectos que puedan fundamentar la trascendencia que se le atribuía. No se encuentra un contenido abocado a referencias históricas ni tampoco a las cuestiones vinculadas a su ideario o a su carisma, sino textos que constantemente construyen la imagen de un héroe consagrado: “Artigas ya no bajará jamás de su corcel; allí estará eternamente en su puesto de guía a la vanguardia de su pueblo en gestación portentosa a la conquista de los altos destinos a que está llamada nuestra raza”.
Lo que diferencia a El País de La Mañana es el fundamento de las cualidades míticas que se depositan en Artigas. Al igual que los riveristas, el poder simbólico otorgado al prócer en el país es catalogable en categorías divinas, pero en las páginas de El País no se encuentra tanto un héroe de guerra como un héroe popular. Los blancos construyen en Artigas un modelo de identificación a partir de su figura de caudillo y su enorme poder de conducción sometido a la decisión del soberano. Así, connotaciones construidas sobre la bravura, el guerrero excelso y vencedor, el soldado impoluto montado a caballo, son sustituidas por una imagen que apunta más a un líder solemne, silencioso y grave, solitario y acompañado por su pueblo.
La conmemoración pretendía generar unanimidad en los uruguayos sobre la figura de su prócer, la unidad nacional es un aspecto referenciado por la mayoría de los medios de prensa. El primer artículo de la portada de El País, titulado “Hora memorable”, demuestra el límite al que llegaba la capacidad unitaria de los sectores conservadores. La cuestión de considerar saldada la tradicional confrontación entre “riveristas” y “oribistas” se relaciona con la “afinidad de pensamiento” que declaraba Luis Alberto de Herrera en enero a La Tribuna Popular. La unidad entre estos sectores no es una cuestión solamente pensada por el caudillo del Partido Nacional, es una tendencia que refleja la transformación de un espectro político en el que las disputas pasan a suceder mucho más en el terreno ideológico que en el partidario: “En torno a su sagrada memoria se confunden todos los espíritus comulgando por vez primera blancos y colorados, oribistas y riveristas, descendientes de los defensores de Montevideo, en un fuerte y generoso anhelo de reverenciar la gesta inicial de la joven nacionalidad uruguaya”, indica el artículo de El País.
El País dio un importante lugar a la participación de sus lectores. La columna central del día del homenaje está dedicada a un concurso de poemas que invitó a la participación del público durante el mes de febrero. El poema es una fiel representación del carácter divino que se atribuía al prócer, reflejado en este caso mediante la vinculación directa con Cristo:
“En el barro humano brilla una idea divina: ¡Cristo está sobre el caballo! ¡Y resplandece en todo la fe!
Amor al Hombre. Amor al Dolor. Amor al Dios.
Amor a lo que siendo luz está entre el lodo.
¡Dios mismo no pudiera partir el pueblo en dos!”.
Para plasmar el criterio moral que caracterizaba al caudillo, se agrega a la portada un artículo titulado “Una carta inédita de Artigas”, que revela una correspondencia en la que Artigas se dirige al presidente del consulado en 1815. El País hace un previo desarrollo de la coyuntura en la que se encontraba el caudillo, ya que es en gran medida lo que fundamenta el valor de la correspondencia. “La figura del caudillo con su obstinada fe, con su silencio, con su amargura, con su luminosa serena virtud” fue la que antepuso la justicia por encima de la traición a pesar de conocerla. Se plantea que mientras el director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el general Carlos María de Alvear, pedía ayuda a Inglaterra para “salvar la independencia”, sobrevenía la invasión portuguesa y el Congreso de Tucumán culminaba con “la cobardía de los dirigentes” y el planteamiento de la monarquía constitucional, Artigas le decía al consulado lo siguiente: “Entonces conocerán los ciudadanos y Magistrados, que la revolución no autoriza crímenes y que en medio de los contrastes, como en la tranquilidad, los hombres deben ser virtuosos, para no ser responsables”.
La Tribuna Popular es, de los medios conservadores, el que más reivindica el carácter federal de la etapa artiguista. Comienza su portada con un artículo llamado “La consagración histórica del artiguismo”, en el que menciona el carácter continental del prócer representado por las delegaciones que asistieron a la conmemoración: “La historia de Artigas a través del tiempo y de los años ha de ser la historia misma de estos pueblos de América”.
Quien desarrolló con mayor despliegue este concepto fue Luis Alberto de Herrera, en un artículo titulado “Formidable Caudillo”. El artículo expresa el asombro por las iniquidades que en épocas pasadas formaron parte de la imagen de Artigas, y que en aquel momento resultaban ya incomprensibles para los hombres de la época. Herrera plantea que existió una “campaña de difamación sistemática” contra la figura del prócer y que esta pudo ser rescatada del extravío por una generación que a través de la “docilidad espiritual” y de una ideología divergente creó un tropo sobre la figura de Artigas a la medida de un héroe nacional.
En los últimos párrafos se hace mención directa al federalismo: “Antes que nadie, entendió el verbo federal. Con las instrucciones le puso fe de bautismo, rúbrica con sus hazañas y coronamiento con la fundación de nuestra patria inmortal”. Si bien esta alusión no deja de ser utilizada para fundamentar el desenlace de la independencia, Herrera en este artículo otorga un lugar particular a Artigas en el proceso histórico de la Banda Oriental: “Si no hubiese existido Artigas, la historia de estos países, en el ciclo independiente, no tendría nudo. Por él somos una nación, una raza y una gloria”. Artigas y toda la coyuntura de revueltas que lo rodeó son entendidos en el marco del período de desmoronamiento de la estructura colonial, pero no como el desenlace de la historia de Uruguay, ya que este fue la independencia.
Antinacionalismo: la oposición al homenaje
“La admiración es lógica a condición de ser dinámica, es decir, siempre que implique el impulso a superarse. ¿Amar a los sabios o a los fuertes? Sí, pero sólo a título de ejemplos; es decir, de excitación a hacer. La idolatría es debilidad porque es renunciamiento”. Justicia, 28 de febrero de 1923, p. 1
El Partido Comunista representaba una de las principales expresiones de la izquierda en aquel momento. Para 1923 se encontraba en pleno momento de autoconstrucción, producto de la escisión del Partido Socialista que se había colocado como el tercer partido más votado con el 4% del electorado en las elecciones de 1919. La Unión Soviética recientemente nacida y la vinculación del batllismo con la clase trabajadora a nivel nacional representaban un momento fértil para la difusión de las ideas revolucionarias. Con respecto a lo nacional, la postura del Partido Comunista fue intransigente y sumamente alineada al principio del internacionalismo.
El periódico comunista Justicia se posicionó en contra del homenaje desde su inicio, consideró todo lo referente a la patria un instrumento de dominación de la burguesía y a la figura en sí misma de Artigas como uno de los referentes simbólicos fundamentales para encauzar el orden burgués a través del concepto de nación. El primer artículo de la portada del diario se tituló “Seamos”. Debajo del título el epígrafe indica concretamente a quién estaba dirigida la columna: “Para los que endiosan a los hombres o a las estatuas”. Resalta la ajenidad con que es tratada la figura de Artigas: el caudillo es “la humanización de nuestra insuficiencia [...]. La luz nos atrae en la noche porque es dirección, el caudillo porque es voluntad. Porque no sabemos y porque no podemos, necesitamos de otro que sepa por nosotros y nos reemplace”. La cuestión del idolatrismo del prócer es planteada como un proceso de potenciación de su simbolismo hasta alcanzar el máximo grado: “El ídolo es el caudillo elevado al cubo, es la última etapa de su metamorfosis. El caudillo es la fuerza activa y creadora. El ídolo es su forma parasitaria. Los dos necesitan la dócil sumisión del pueblo”.
En este artículo, Justicia enmarca el conflicto en la Banda Oriental bajo las categorías de la lucha de clases. Artigas fue para los comunistas un sublevado de una época en la que “no se conocían las grandes ideas redentoras” de la clase trabajadora. La rebelión de los “criollos esclavos” de la Banda Oriental es planteada a través de cuestiones económicas, como un conflicto desatado “contra el despotismo de los capitalistas conquistadores, llevando en sus mentes incultas el germen luminoso de las magníficas rebeliones proletarias”. Claro está que en aquel momento de la Banda Oriental referido por el artículo no es posible identificar ningún tipo de relaciones productivas ni mucho menos un antagonismo de clases sociales, pero de alguna forma, lo que pretende decir el texto es que los criollos sin saberlo estaban luchando en clave de oprimidos contra un enemigo en común que mutó históricamente del colonialismo al imperialismo y del feudalismo al capitalismo.
El resto de la columna se dedica a desmenuzar el concepto de patria: “El concepto de patria fue siempre y seguirá siendo, junto con la religión, el hierro formidable que tortura la mentalidad del pueblo”. El surgimiento de este concepto es ligado estrechamente a la imposición del derecho a la propiedad privada, en contra de los intereses del caudillo federalista que murió en Paraguay “maldiciendo quizás, en sus delirios revolucionarios, la hora fatal en que preparó el advenimiento de una burguesía canallesca, interesada y corrompida como lo es la que domina en esta republiqueta de mentira y de negación de toda libertad individual y colectiva”.
Más allá de las transformaciones de los partidos políticos, no constituye una sorpresa que gran parte de los discursos sobre Artigas en 1923 se vea replicada hoy en el espectro político actual. Las ideologías consideradas –el conservadurismo, el progresismo y el comunismo– continúan presentes en la actualidad y su concepción sobre la simbología nacional parte de la base de aquellos discursos. La construcción de representaciones y relatos sobre Artigas que hacen los partidos políticos actuales, y la sociedad en general, tiene sus raíces históricas, y el 28 de febrero de 1923 es una fecha clave para comprenderlas.