En plena campaña electoral, el concepto de desarrollo y las discusiones sobre el modelo que Uruguay debería adoptar hacia el futuro adquieren centralidad en los programas de los diferentes partidos que compiten por el gobierno. Acerca de los desafíos prioritarios que enfrenta el país en materia de desarrollo, la importancia de un abordaje tanto multidimensional como territorial del desarrollo y el rol de la diversificación productiva, la diaria conversó con Luis Bértola, profesor titular de Historia y Desarrollo Económico y Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, en la previa de las Jornadas de Desarrollo que tendrán lugar entre miércoles y viernes de la semana próxima en ese centro de estudios.
¿Cuáles considerás que son los desafíos prioritarios que tiene Uruguay en materia de desarrollo?
Esa es la pregunta clave. En temas de desarrollo, tenemos que abordar distintas dimensiones. Es indudable que hoy el tema ambiental se ha impuesto con toda fuerza en la agenda. No puede haber estrategia en clave de desarrollo que no contemple el tema de la preservación y el mejoramiento, o la reducción de los daños que se han realizado al medioambiente. Eso es indudable. El problema es que hay otro componente del desarrollo, que es lo social, poder enfrentar un montón de desafíos que están planteados en nuestra época; obviamente, la desigualdad, la pobreza, la pobreza infantil, la indigencia, en donde tenemos niveles bajos, pero no están erradicados. Claro que hay otro tema que está muy en el candelero, que es el tema de la convivencia, la violencia, la seguridad. Son temáticas que las estrategias de desarrollo tienen que abordar. Tenemos el tema del empleo y de las desigualdades sociales de diversa índole; las que más están tomando relieve son las desigualdades de género, dado que la mitad más uno de la población son mujeres. También tenemos desigualdad de etnia, que es marcadísima, aunque las poblaciones étnicamente marginadas son relativamente pequeñas en Uruguay. Pero también tenemos desigualdades regionales, ¿no? Distintos tipos de regiones en el país tienen desarrollos muy dispares. Entonces, es muy difícil abordar la agenda social y la agenda ambiental sin abordar la agenda económica.
A veces, con toda razón, se viene enfatizando mucho en el problema ambiental, se sigue enfatizando en el problema de derechos, pero a veces parece que economía fuera una mala palabra. ¿Por qué? Porque en ocasiones el desarrollo económico –o el crecimiento económico– ha generado desigualdades, porque ha dañado el medioambiente, porque ha generado inequidades de diversa índole, y porque además no siempre ha estado a la altura de las necesidades. Por ello podemos correr el riesgo de plantear la agenda de derechos y del estado de bienestar por un lado, descolgada de otras cosas, podemos generar una agenda ambiental que también está descolgada, y a veces corre el riesgo de ser muy conservadora esa agenda; conservadora del medioambiente y conservadora en lo social. Es un riesgo importante. Tenemos el gran desafío de abordar en conjunto estas dimensiones y pensar en el desarrollo económico. Y cuando hablamos de desarrollo económico, este país –como muchos países de América Latina– tiene un reto muy importante: la estrecha diversidad de su base productiva y de la base productiva con la que nos insertamos internacionalmente. Eso tiene que ver, a su vez, con una dependencia muy fuerte de recursos naturales, que a veces genera daños ambientales importantes.
Entonces, la agenda de estudios del desarrollo es muy importante, porque es muy lindo decir “desarrollo sostenible”, “quiero preservar el medioambiente, quiero crecer y quiero distribuir bien”, pero entre esas dimensiones hay conflictos reales y hay conflictos sociales, [hay] intereses políticos e intereses sociales que hacen que la armonía entre esos componentes no sea nada obvia.
¿Cómo ha cambiado la relación entre desarrollo e industrialización a partir del rol que ha jugado la innovación tecnológica y el surgimiento de la industria 4.0 en el capitalismo contemporáneo?
Hubo una época en la que, con toda razón, el desarrollo estuvo asociado a la industrialización. Si miramos las grandes transformaciones de nuestra época, de los últimos 200 años, tuvieron que ver con la industrialización. En Inglaterra, en el resto de Europa, luego en Estados Unidos y recientemente en China. No es cosa tan del pasado este tema. Y pensemos además que los países periféricos que fueron exitosos en acortar brechas y sumarse al bloque de los países que llamamos “desarrollados”, prácticamente todos han pasado por procesos de industrialización, Corea [del Sur], China... Es cierto que estamos en una etapa diferente y aquellas industrias no son hoy las industrias más dinámicas; que la estructura del consumo y de la producción ha variado enormemente y hoy tenemos todas estas nuevas industrias que tienen características diferentes, pero que tienen núcleos industriales muy fuertes, que concentran en buena parte la dinámica del cambio tecnológico.
Pero también es cierto que tenemos un conjunto de nuevos sectores económicos que no son propiamente industriales, que no son industria manufacturera, pero que son servicios modernos, que son actividades de logística, cambios enormes en el comercio… Y que van de la mano también de cambios muy radicales en la forma en que organizamos el consumo, a lo que algunos llaman “innovaciones sociales”. A veces da la idea de que como aquella industria manufacturera, pesada, siderúrgica, dejó de ser el puntal de la transformación, eso de la industria ya fue, eso del cambio estructural ya fue, eso de la distribución y de la diversificación productiva ya fue; y [hay que] rehabilitar, de alguna manera, el modelo primario/exportador como el único modelo posible. Sin embargo, lo que observamos es que las economías de todo el mundo se siguen diversificando y que el tema ambiental es importante, la producción primaria es importante, pero seguimos viviendo en un mundo donde cada vez más aumenta la proporción de la producción que no es directamente agraria ni de base primaria. El tema de la diversificación de la matriz productiva sigue siendo un debe y un enorme desafío que tenemos por delante.
En una entrevista publicada en la diaria el pasado jueves, el economista Adrián Rodríguez Miranda, a partir de los datos publicados del índice de desarrollo regional, señalaba que las desigualdades intrarregionales –entre Montevideo y el interior– “frenan” el desarrollo del país. ¿Cómo ves esta cuestión y qué se puede hacer para mitigar estas brechas?
Sí, hay muchas desigualdades que bloquean el desarrollo. Tener regiones con niveles de actividad económica y de productividad claramente más bajos es un problema serio. Y es cierto que en todo el mundo existen, y que en nuestro país también, economías de aglomeración. No es sólo Montevideo, es la zona metropolitana la que concentra muchas actividades. También es una zona que concentra pobreza y exclusión, en donde se concentran muchísimas desigualdades.
Cuando hablamos de los desafíos del desarrollo, mencioné el tema ambiental, el social y el económico, pero claramente el tema territorial es fundamental, porque no existe un modelo de desarrollo uniforme para todas las regiones del país. Cada región tiene sus cualidades, tiene sus recursos y es importante que las políticas de desarrollo tengan un anclaje fuerte en las particularidades de las distintas regiones. Yo no sé cuánto meterme en esto, pero yo soy hincha de la “regionalización” del país. A mí me parece que el tema de las lógicas de las intendencias departamentales, que de manera aislada, separada, buscan emprender caminos de desarrollo tiene limitaciones. Y yo creo que hay macrorregiones en el país donde se podría trabajar mucho más si se superaran algunas restricciones, que las vemos en el área metropolitana. No siempre es fácil construir políticas de desarrollo metropolitano cuando la existencia de una región metropolitana rompe los ojos, y seguimos teniendo muchas restricciones institucionales que dificultan y limitan las capacidades de desarrollar políticas de ese tipo.
¿Podría ir de la mano con esta idea de “diversificación productiva” que traías?
Sí, claro. Lo que pasa es que, digamos... las zonas menos desarrolladas, con menores niveles de desarrollo humano y capacidades económicas tienden a ser zonas de predominio de la actividad agraria y, además, donde se da ese cierto desequilibrio, donde se genera la riqueza y donde viven los dueños de la riqueza. Por esta razón, si mirás dónde se produce, tal vez las desigualdades no son tan grandes. Pero si mirás dónde vive la gente y dónde se apropian los ingresos, las diferencias pasan a ser mayores.
Es un gran desafío construir estrategias de desarrollo en el territorio, pero lo que es clave es que esa dimensión tiene que estar presente, porque todos sabemos que lo que ha predominado es una mirada metropolitana de desarrollo del país.
¿Cuál es la importancia de las jornadas de desarrollo en un momento como este, de 15 años de la Licenciatura en Desarrollo (LED) y al mismo tiempo de definición o redefinición del rumbo de desarrollo del país durante los próximos 5 años?
Es una pregunta muy pertinente, e increíblemente estos 15 años de la LED tienen cierta importancia y su contexto también. La LED fue el resultado de una coyuntura en la que en la facultad promovimos un cambio en los planes de estudio para promover más la flexibilidad y la movilidad [de los estudiantes], pero, a su vez, era un momento muy especial del país. Veníamos de una crisis muy profunda, como muchas otras anteriores, y estaba el horizonte de cambios políticos importantes. Entonces, esta discusión, la creación de la Red Temáticas de Estudios del Desarrollo, la creación de la LED, si bien anuda con una larga tradición de estudios del desarrollo, aparece en este contexto de salida de una crisis económica muy profunda, de crecimiento pero con creciente desigualdad. Estaba la expectativa de un cambio político importante para la historia del país y la pregunta era: ¿a dónde vamos ahora? ¿Cuál es el modelo de desarrollo? Muy bien, la izquierda, pero era un clima adecuado para acrecentar la discusión de hacia dónde iba el país.
A 15 años de esa coyuntura, el país vive otra situación crítica. Porque después tuvimos el “boom” de los commodities, con el que muchos creyeron que ahí se estaba en la senda del desarrollo, no vamos a decir “sostenible” porque el tema ambiental todavía no estaba fuertemente, pero sí un desarrollo con equidad, un desarrollo con distribución y con políticas de bienestar, diferente al de la década de 1990… Bueno, pero hoy nos encontramos con que ese modelo, ese “superboom”, se cortó, y con que hoy, de hecho, el país está viviendo prácticamente una década que no fue tan perdida como otras, porque no tuvimos una crisis profunda –salvo en el momento de la pandemia–; pero sí tenemos una especie de estancamiento económico de muy baja dinámica de crecimiento, y que pone en jaque muchos de los logros sociales que se obtuvieron.
Yo creo que hoy está nuevamente planteada la pregunta: ¿qué desarrollo queremos para Uruguay? ¿Cuál es el modelo de desarrollo que queremos para Uruguay? ¿Cuáles son los modelos de desarrollo que nos están ofreciendo los partidos políticos para esta elección? No es momento de ponerse a dar opiniones políticas, pero esas son las preguntas que nos tenemos que hacer: ¿cómo los distintos partidos están encarando estos desafíos de encontrar un modelo de desarrollo que contemple estos cuatro elementos de los que estábamos hablando? El componente ambiental, el componente del crecimiento económico, la construcción de un estado de bienestar, y junto con el tema de reducir las desigualdades, pensar en las particularidades del territorio. Y nunca va a estar ausente el tema de la inserción internacional del país, un tema particularmente álgido en este momento, en el que estamos en una crisis hegemónica global muy marcada, que va de la mano de un aumento muy fuerte de la conflictividad internacional, y en la región, de un desbarajuste bastante importante.