El subsecretario del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Matías Carámbula (Partido Comunista, PCU), es uno de los jerarcas que trabajaron con el presidente Yamandú Orsi cuando este fue intendente de Canelones, cuando se desempeñó como director general de la Agencia de Desarrollo Rural departamental entre 2015 y 2020. Pero su relación con la intendencia canaria viene de mucho antes, porque es hijo del exintendente Marcos Carámbula y de Elena Pareja. En diálogo con la diaria, además de hablar sobre diversos aspectos de la gestión actual del MGAP, cuenta sobre su trayectoria política, su militancia y opina acerca de la construcción del “relato” hegemónico sobre el distanciamiento de la izquierda y la ruralidad.
¿Cómo surgió la vocación de ingeniero agrónomo?
Hay un tema genético, me parece, y más por el lado de Elena [docente] que por el lado de Marcos [médico]. Mi abuelo materno, Gilberto Pareja, una persona muy vinculada al campo, trabajaba en mejoramiento ovino, era jurado de la raza corriedale y, si bien no lo conocí porque murió antes de que yo naciera, debe haber algo ahí. Además, en la casa de mi abuela materna siempre había marcas de ganado; era una casa que tenía muy fuerte la presencia del campo. Y, por otro lado, capaz más desde la historia de mi viejo, hice la primera campaña política acompañándolo en 1984. Mi viejo en ese momento era candidato a diputado por Canelones, y en las actividades de campaña iba él, una parte de su equipo y yo. Y me acuerdo cómo recorrimos el noreste de Canelones, toda esa zona rural, que es bastante más profunda, diferente a lo que pasa en la zona mía, de la horticultura. En ese momento, mi viejo era candidato del Partido Comunista y me acuerdo muy bien de las reuniones en casas de productores, que vivían esa realidad canaria. Entonces, también por él, ahí hay otra veta.
Estuviste trabajando en la Intendencia de Canelones.
Estuve de 2015 a 2020, durante el primer período de Yamandú Orsi como intendente canario, y justamente fue un planteo de Yamandú que quería repensar el desarrollo rural de Canelones y las políticas departamentales, y ahí apeló a mi trayectoria en la Universidad de la República [Udelar]. Como docente, empecé a trabajar en el 2000 en la Facultad de Agronomía de la Udelar. Hoy en día soy grado 4, con dedicación total; ahora lo tengo suspendido por el cargo de subsecretario, pero me formé en políticas públicas de desarrollo rural y Yamandú apeló a eso, y al conocimiento personal que tenemos, para pensar en una nueva etapa de la política en desarrollo rural en Canelones. Y fue tremenda experiencia, porque ahí conocí mucho de la cuestión pública, de cómo funciona el Estado, pero también descubrí dos o tres cosas que me marcaron. Una es que desde el Estado se puede hacer mucha cosa; aprendí lo que es la gestión, y también reivindico desde ahí, porque conocí en profundidad el trabajo de los funcionarios.
También estuve en 2005 como diputado, entonces tengo un entrevero. Milito desde 1983-1984, pero orgánicamente desde 1985, cuando tenía 12 años, y me afilié a la Unión de la Juventud Comunista. Después, en los 90, con la crisis del comunismo mundial, dejé de militar en organizaciones políticas, y ahí me quedé a militar en la FEUU [Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay] y en la Asociación de Estudiantes de Agronomía. Y después de ese proceso volví a militar, y en ese momento fui diputado suplente por Canelones [2005-2010, por el Espacio 609], cuando conocí y aprendí muchísimo de uno de mis referentes, que fue el flaco [Ernesto Agazzi, subsecretario del MGAP y luego ministro]. En 2002 ya había terminado mi etapa de militancia estudiantil, vivo en una cooperativa de Fucvam [Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua] y estuve unos años militando por el tema de la vivienda, y ahí ya tenía una necesidad de volver a una militancia más orgánica. En ese momento tenía mucha cercanía con los planteos sobre la cuestión agraria del MPP [Movimiento de Participación Popular], además de la cercanía con Agazzi y también con [José] Mujica. En el MPP estuve hasta 2008, porque ahí hubo todo un proceso dentro del PCU de recomponer el vínculo con los que habían estado en el partido, y más allá de diferencias políticas e ideológicas, se reconoció el aporte de varias personas, una de ellas mi viejo. Yo ya me había distanciado del MPP, no por los temas del agro, sino más bien por la cuestión de los derechos humanos y la dictadura, ya que entendí que mi perspectiva era muy diferente. El plebiscito de 2009 [para anular la ley de caducidad] me marcó, y al mismo tiempo se fue dando ese recomponer el vínculo del PCU con mi viejo y mi vieja, y ahí entendí que podía aportar desde mi lugar a fortalecer lo que es un partido muy importante en el Uruguay, que aporta mucho al Frente Amplio [FA], al país, que es el PCU. Entonces, formalmente, me afilié al PCU en 2014, y de ahí en adelante sigo vinculado e integro el Comité Central. Ahora pedí licencia, pero soy consejero de la Facultad de Agronomía por la Asociación de Docentes de la Udelar.
Una persona como vos, con una relación con la ruralidad de toda la vida, ¿qué pensás del posicionamiento que tiene la izquierda hacia ese sector y de las críticas que recibe por su distanciamiento?
Eso forma parte de construcciones ideológicas, que explican también la distancia. Indudablemente, falta mucho conocimiento. La izquierda uruguaya, el FA en general, tiene una base importante de la zona metropolitana o de las grandes ciudades del interior; por su identidad, su esencia, por ser una organización política de izquierda, vinculada a los trabajadores, a los intelectuales, al arte, a la cultura, tiene como esa composición hasta geográfica. Pero falta información, conocimiento, para entender la complejidad de lo que es el sector agropecuario y la ruralidad en Uruguay. Esa imagen de la construcción cultural, pero que es política también, de la estancia y las 4x4, es un error importante, porque eso no permite entender la complejidad de cómo se compone la base agraria uruguaya: la mayor parte son productores familiares que tienen la vida, la realidad, muy parecida a la de un trabajador de la construcción, en su base material. Hay una construcción que responde también a intereses ideológicos, que fue construyendo esa distancia o ese relato desde la izquierda, pero también está acentuado desde un relato construido desde los sectores más conservadores de Uruguay, que lo que han reivindicado permanentemente es la homogeneidad del campo, la familia rural. Con esa familia rural, lo que se genera es una idea que no permite ver qué hay adentro. Hay un montón de diversidad de situaciones sociales, económicas, productivas, de rubros. Eso es parte de un relato, que en el caso uruguayo tiene más de 150 años, de esa homogeneidad del campo. Si bien hay cuestiones culturales, de desconocimiento, de falta de información, hay construcciones, relatos político-ideológicos que buscan, en algunos casos, desde el mundo rural, desde algunas de las organizaciones gremiales más importantes del campo, la construcción de esa homogeneidad. Y también desde la izquierda se ha construido ese relato que no genera condiciones para tender puentes de diálogo. Y a su vez siempre hay actores políticos que fogonean eso. Hoy en día tenemos algún actor político muy claro, que fogonea que el FA no entiende nada del campo, que hay una distancia, que son de la ciudad, blablablá. Todo eso es parte también de mantener un relato de la hegemonía: ‘No conocen el interior, no conocen el campo’, cuando en realidad hay mucho conocimiento de muchos actores vinculados a lo rural que son de izquierda, que son del FA. Es parte de los desafíos nuestros en el ministerio, justamente, empezar a construir otro relato, de sinergias, confluencias, necesidades en común. A veces se plantea una cuestión muy soberbia. Es verdad la importancia del sector agropecuario en Uruguay, por lo que hace al ingreso de divisas, la distribución, pero también es importante una maestra, un policía o un trabajador de la construcción. Y a veces se plantea como desde planos diferentes. Yo creo que el relato que tenemos que construir como país, como sociedad, es justamente el reconocimiento del aporte de todos.
En su discurso en la Expo Prado, el ministro Alfredo Fratti dio a conocer 17 medidas para el sector, empezando por la cadena productiva más importante, que es la ganadería.
Las 17 medidas que planteó Fratti hay que ubicarlas dentro de un documento programático que vamos a estar presentando antes del fin de año, que es el que ordena todas las medidas. Me parece importante ubicar en esas líneas programáticas algunas de estas actividades concretas que se han hecho. En la primera, que es la promoción de la ganadería sostenible, hay varios ejemplos: el programa Procría, el tema de la garrapata; forman parte de un eje estratégico que es que creemos que hay que retomar y focalizar mucho la ganadería como parte de nuestra identidad, que además tiene un contexto de mercado muy bueno, que es a mediano y largo plazo. Está ahora lo del campo natural, que está en debate parlamentario una ley que declara de interés nacional la ganadería sostenible, el silvopastoreo; hay un bloque programático que es la ganadería.
Después, hay un segundo bloque que es el tema de la expansión de los mercados internacionales, donde estamos trabajando mucho en conjunto con cancillería para consolidar los mercados que están, pero también explorar mercados nuevos en Asia, África, el mundo árabe, que son mercados donde hay que seguir profundizando y avanzando, sobre todo, con dos o tres conceptos que son la marca de nuestro país, como la calidad, pero no sólo del producto, sino también la calidad del proceso. Por ejemplo, en la carne, tenemos que seguir profundizando la carne basada en el campo, la calidad del campo natural, los patrones de sanidad. Uruguay puede ir certificando procesos de normas ambientales que se cumplen, que son diferentes a otros mercados, a otros países, que tenemos que ir matrizando, dándoles más valor a esas condiciones de producción de Uruguay. No sólo en la carne, también en la lechería, en el arroz, en varios productos de exportación. Hay que ir matrizando cada producto, pero además tenemos certificación de un proceso que nos marca la identidad y la diferencia. En el caso de los mercados, nunca competimos por volumen, o muy poco.
Después hay un tercer bloque temático que es el de los recursos naturales. Ahí incorporamos mucho el concepto de la sostenibilidad del sector agropecuario, con el foco puesto en el agua, el suelo, la biodiversidad. Siempre hay tensión entre producción y ambiente, o producción y salud. Lo que pensamos es que el ambiente tiene que ser un componente más del proceso productivo, no como algo externo, que tensiona, complica, sino que en realidad las cuestiones ambientales deben irse integrando en un proceso dentro del sistema de producción. En este proceso se ha ido avanzando mucho, pero igual falta.
Después hay otro nudo temático que es bien importante, que son todas las políticas diferenciadas de la producción familiar, los conceptos de seguridad y soberanía alimentaria. Y después hay cuestiones que son complementarias, ciencia, tecnología e innovación como conceptos centrales, pensando y aportando desde la política pública.
También tenemos que pensar, articulando con el Mides [Ministerio de Desarrollo Social], el Ministerio de Transporte, el Ministerio de Educación, que la población que vive y trabaja en el campo sea población sujeta a derechos, educación, salud, vivienda. Y otro tema que estamos trabajando es la construcción de una institucionalidad agropecuaria, que es el ministerio, pero también es el INIA [Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria], el Inale [Instituto Nacional de la Leche], el Inavi [Instituto Nacional de Vitivinicultura], los siete institutos, más la UAM [Unidad Agroalimentaria Metropolitana], que también forma parte de la institucionalidad. Esa institucionalidad integrada permite articular, y no que cada uno vaya por su lado. Es una forma, al fin y al cabo, de ser mucho más eficientes con el uso de los recursos. Ahora hay dos gabinetes, uno con las unidades ejecutoras y otro con los institutos y la UAM. Por otro lado, hay cuatro ejes transversales a todo el programa, que son el enfoque de género, y ahí tenemos un acumulado interesante de diez años, la política de Estado con relación a la perspectiva de género y la situación de las mujeres rurales, que es un trabajo muy bueno que se viene haciendo. Después está el tema de la bioeconomía, los bioinsumos, y también el tema de la descentralización del ministerio y la importancia de los territorios en la política pública. Ese es el esquema programático.
Se plantea desde la economía, incluso como algo que debe hacer toda América Latina, que hay que apostar a agregar valor a los productos primarios, que son los que componen principalmente el paquete de exportaciones de la región. ¿Qué papel puede jugar el MGAP en esa apuesta?
Indudablemente, Uruguay precisa diversificar la matriz productiva, que está bien, y hay otros sectores que hay que desarrollar, la tecnología, la ciencia, porque a veces se ponen como en tensión cosas que son complementarias. Pero también es importante señalar que atrás de un kilo de carne, de un litro de leche, de un kilo de arroz, hay un montón de ciencia, tecnología, innovación y valor agregado. El que está investigando para mejorar tal cuestión en el proceso de producción de carne es valor agregado. Capaz que no se ve en esa unidad más tradicional que es una cadena de valor, pero atrás de cualquier producto de origen agropecuario de Uruguay hay un montón de cadenas de valor, capaz no tan visibles, porque no ves la industria. Pero es impresionante la condensación de valor que hay atrás de un litro de leche: la ciencia, la nutrición, la alimentación, la sanidad, el manejo; y es un valor no conocido, que está principalmente vinculado a ciencia, tecnología e innovación. Y hay mucha plata metida ahí; por algo también es parte de los intereses de las multinacionales vincularse al trabajo agropecuario, el desarrollo científico, la tecnología que hemos generado, porque es tremendo negocio, porque tiene mucho valor. Una semilla tiene mucho valor en plata, en la propiedad; detrás de esa semilla hay mucha inversión tecnológica. Y por otro lado, yo estoy convencido de que Uruguay tiene que seguir avanzando en el valor agregado a esa producción de materia prima, como la leche, la carne, en esto que decía del proceso. Hay cerca de dos millones de hectáreas de Uruguay certificadas como de carne orgánica. Es un diferencial muy grande en el mercado. Y ese tipo de cosas tienen que seguir avanzando, matrizando la diferencia. Nosotros competimos por diferenciación en calidad del producto y del proceso. Hay mercados en el mundo, con barreras arancelarias y no arancelarias, que igualmente te van exigiendo cada vez más cambios en la calidad del producto o marca del producto. Uruguay tiene que entenderlo. No se puede calentar. No es un país que se pueda calentar por una medida en la Unión Europea [UE]. Porque lo que nos pide lo hacemos. Porque es parte de nuestra estrategia de permanencia, pero también de diferenciación. Ahora la UE va a exigir un certificado de producción libre de deforestación, es decir, que el producto tal fue producido en condiciones en que no se deforestó. Uruguay está en condiciones de emitir ese certificado y además es público, elaborado por el Estado. Son muy pocas las superficies o padrones de Uruguay que no cumplen con ese requisito. Más allá de la exigencia europea, nosotros debemos decir que los sistemas de producción no surgen de la deforestación del bosque nativo, sino que, en realidad, hoy en día, la mayor parte de la producción siempre respeta las normas del cuidado del bosque nativo. Eso es una marca país que hay que empezar a marcarla mucho más.
Este camino hacia el agregado de valor, de la lechería en particular, ¿tiene que ver con la decisión de la adquisición de María Dolores?
Sí. Más allá del caso puntual, tenemos la lechería como un rubro que tiene un potencial de crecimiento importante para el país. Es un producto que forma parte de nuestra seguridad, de nuestra soberanía alimentaria, pero que tiene un montón de condiciones para crecer. Y además, una de las líneas de crecimiento también es la exportación. Uno de los problemas centrales que tiene la lechería, en la producción familiar sobre todo, es un problema de escala, escala en superficie. Uno de los problemas es que nos está faltando leche para poder mantener el funcionamiento de todas las plantas y para poder pensar en acceder a mercados, como podría ser Indonesia. Si se abre ese mercado, precisamos producir más leche. Una de las posibilidades para poder producir más leche es mantener la producción familiar lechera, que es muy importante en el sector. Y una de las limitantes que tiene la producción lechera es la escala. Necesita más tierra. Y para tener más tierra en la lechería, hay que arrendar o buscar más tierra, o en el marco de una sociedad, de un grupo de productores, hacer escala, producir una parte en un predio colectivo. En los tres casos, hoy los productores lecheros familiares no tienen condiciones ni de arrendar, porque el precio de la tierra es muy alto, ni de comprar. Entonces ahí es que aparece la herramienta colonización, como una herramienta de darle escala a la producción familiar lechera. María Dolores es un ejemplo; no es el único, ni la única forma.
¿En qué se ha avanzado en el proyecto de María Dolores? ¿La denuncia penal no es una limitante?
No hay impedimentos por el proceso judicial; de hecho, va avanzando el proyecto, y en paralelo está el proceso judicial. Era importante iniciar ya un esquema de rotación de producción forrajera para empezar a mover el campo, y eso se optó por hacerlo una parte con cinco sociedades de productores de leche, que lo que iniciaron ahora es la producción de granos, con el objetivo de generar un banco de granos para los productores socios. Son aproximadamente mil hectáreas que ya iniciaron el cultivo. Y ese es el objetivo: por un lado, iniciar un ciclo de rotaciones agrícolas forrajeras que van a quedar después para la futura colonia, y por otro lado, los socios de estas cinco sociedades de productores de leche van a tener un primer beneficio del campo, que es la producción de granos. El objetivo de María Dolores no son sólo las familias que se instalen en este campo, sino también beneficiar a los productores de la cuenca, unos 200 productores, con esta producción de granos y de forraje.
En el tema de la pesca, se está trabajando en la implementación de un plan nacional de desarrollo, que no existe desde los años 70.
La pesca ha sido como una acumulación de parches, de situaciones de conflicto, y lo que falta realmente es la elaboración de un plan nacional de desarrollo de la pesca que le dé un horizonte a mediano y largo plazo. Es un sector estratégico para la generación de empleo, trabajo, economía, soberanía. Esto se inició ahora, y estamos en la etapa de diagnóstico, de armar el mapa de todo el sector, y el año que viene se termina de armar el plan, que va a ser la hoja de ruta para después, vía peticiones presupuestales y otras intervenciones, poder generar una inversión mayor y que sea una política de Estado, 50 años después del último plan.
En la discusión del presupuesto, uno de los temas que ha generado polémica con la oposición es la decisión de gravar con el impuesto específico interno (Imesi) los plaguicidas más contaminantes. ¿Es una medida que va a reducir su uso?
No se si el gravar es una medida que condiciona o no el uso. Lo que sí, en la discusión que se dio, el MGAP aportó y lo que termina siendo es interesante porque el impuesto que se plantea para estos productos de grado uno, que son de alta toxicidad, es que el destino de esos fondos vaya para el Plan Nacional de Agroecología, promoviendo otras formas y sistemas de producción. Si fuera sólo por el impuesto, no sé, pero me parece que tiene más coherencia que el impuesto cierre con una inversión en la promoción de sistemas sostenibles de producción.
¿Qué opinás sobre los cuestionamientos al estilo de las declaraciones o discursos de Fratti?
Fratti es una persona que, además de conocer mucho al sector, es muy honesta, franca y emocional, y eso indudablemente en la política actual puede hacer ruido. Pero lo que hay que valorar en la política justamente es la honestidad, la franqueza y la emoción. Aunque a veces la franqueza y la emoción en la política te la cobran. Pero Mujica hay uno solo y Fratti hay uno solo.