En el país del amargo mate y del astringente tannat podía adivinarse que el característico lúpulo de las cervezas IPA pegara entre miles y que no tardaría en llegar el día en que hasta los 24 horas incluyeran artesanales en sus heladeras. El fenómeno ya trascendió el cliché de hombres barbudos y lettering ingenioso: hay más de 50 marcas, el Club de Cerveceros Caseros del Uruguay registra unos 200 socios activos, y siguen apareciendo microcervecerías. Hoy, organizado por la Cámara de Cervecerías Artesanales del Uruguay, el tercer Beerfest copa el Velódromo y espera convocar a unas 4.000 personas, apuntando a un consumo consciente, que tiende a poner en contacto a quien elabora y a quien toma paladeando el producto.

Hace rato que las rubias livianas tienen competencia. No es un ultimátum, pero las cervezas industriales, de tipo lager, pierden terreno frente a sus más o menos complejas y aromáticas parientes artesanales. El que probó lo sabe, como escribía Lope, porque el consumidor iniciado en el mundo artesanal siente que hasta entonces sólo conoció una rama lejana de la familia, y que entre los integrantes más antiguos de ella podía dar con experiencias singulares.

Si suena exagerado para alguien que aún no es del palo, veamos cómo se ve desde adentro: “Allá por los 70 se le llamaba hophead a los adictos a la heroína o al opio. Con la revolución cervecera estadounidense, ese concepto perdió negatividad y se transformó para llamar a aquellas personas que están obsesionadas con el lúpulo (hop en inglés). Es que nos enamora, nos hace adictos. Las cervezas lupuladas, lideradas por la IPA, trazan la línea entre entusiastas, aficionados y conocedores. En pocas palabras, si a una persona le gusta la IPA, ama las cervezas artesanales. Si las encuentra muy amargas o intensas, será un conocedor, no un activista”. Así lo declaraba el librillo del Underground Beer Club que acompañó una de las ediciones limitadas de la Single Hop IPA. La fundamentación continuaba: “Las IPA son básicamente una declaración de amor al lúpulo, ingrediente clave del estilo y que el consumidor promedio de cervezas no conoce, ya que en los estilos industriales no está tan presente”.

Un indicio más en este sendero tan amargo como espumoso: el fin de semana pasado la Copa Uruguaya de Cervezas se definió a favor de un producto de Cervecería Cosmopolita: la Session India Pale Ale identificada con el mítico mago Harry Houdini resultó Mejor Cerveza 2017.

“Mundialmente el estilo que es tendencia son las IPA americanas, que son cervezas súper amargas, con mucho más alcohol; el lúpulo americano es bien resinoso. Acá, como a cualquier consumidor de cerveza artesanal, lo primero que te parte la cabeza es el lúpulo, entonces obviamente que cada uno dentro de su cervecería busca ese tipo por gusto personal”, confirma Néstor Pocho Bettinelli, dueño de Shelter Patio Cervecero, y parte de la organización del Beerfest, una jornada de 12 horas de degustación, que esta tarde llenará de espuma el Velódromo Municipal.

“La gente al principio prueba una rubia suave y el propio paladar se va amoldando a un poco más de ese amargor, que es el lúpulo. Cada vez vienen más aromáticas, y está la gama de las cervezas oscuras, que son sabores y olores diferentes, café, chocolate. También hay cervezas rojas en las que empiezan a aparecer caramelos, algo más dulce, clavo de olor, y empezás a descubrir”.

¿Qué hay que probar?

“Los Beerfest sirven para que las cervecerías que estamos exponiendo mostremos cosas que no tenemos en el mercado. Por lo general, 70% de las cervezas que va a haber para degustar nunca fueron testeadas, la gente ya sabe que va a tener cuatro estilos de Davok que nunca probó, dos estilos de Oso Pardo nuevos, cuatro de Mastra, y se trata de que el consumidor vaya y se sorprenda, como nos pasa a nosotros en el bar, donde producimos y buscamos cosas nuevas porque la gente ya está con esa cabeza”, dice Bettinelli.

Por eso, esta tarde-noche lo mejor es hacer una progresión: ir subiendo en amargor y en alcohol. En la barra, cada cervecería irá asesorando. “Tremenda es una marca que hace su cerveza a façon en otra fábrica, y en este caso hizo una cerveza colaborativa con Mastra. En Shelter vamos a llevar una hecha con Clandestina y vamos a llevar una IPA de trigo. Se dan esos cruces naturales, sobre todo con los que no tienen una cervecería armada”, explica Bettinelli. Una vez terminada la tiquetera de la entrada, los precios por unidad serán 100 pesos por la media pinta y 150 la pinta, sea cual sea la cerveza.

Justamente, el Beerfest apunta a la exploración, a abrirse a nuevos estilos y, quizás, también a ponerse a fabricar. Por eso, aparte de las diez medidas de cerveza de base, en el mismo predio se podrá acceder a charlas y talleres vinculados al sector, y hasta el curioso ocasional podrá tentarse con la idea de cocinar su propia bebida mientras visita la feria de insumos, equipos y ventas cerveceras.

Buen vidrio

La primera edición de este festival se realizó en 2015 en el Museo del Carnaval y, aunque para la segunda ya sumaron la calle lateral para ampliar la capacidad de admisión, esta vez decidieron cambiar de locación. La intención es que la fiesta sea más integradora, es decir, que convivan productores y consumidores, que intercambien gustos, notas de cata. “El año pasado estuve tanteando la idea de hacerla en Kibón, en la zona de afuera, pero los costos eran bastante elevados”, cuenta Bettinelli, quien reconoce el fuerte respaldo de la Intendencia para conseguir el Velódromo, donde unos 3.500 metros cuadrados serán ocupados por las cervecerías, los foodtrucks y espacios gastronómicos, los expositores, una carpa, un escenario para shows musicales y las barras de bebidas con y sin alcohol para quien prefiera cortar un poco con tanta burbuja.

Recalca Bettinelli que “no es una feria gastronómica sino una fiesta de cerveza”, y por eso mismo se procuró que la entrada incluya una copa rotulada donde el comprador hará uso del talonario para una decena de degustaciones de 100 ml. Es decir que en total tendrá derecho a aproximadamente un litro de cerveza, bebida como se debe, en un recipiente de vidrio. Esa fue otra batalla ganada.

Cervecería Oso Pardo. Foto: Andrés Cuenca

Cervecería Oso Pardo. Foto: Andrés Cuenca

“En espectáculos públicos no permiten envases de vidrio, pero debido a lo que es nuestro producto, les planteamos eso y nos dejaron. Porque realmente querés que el consumidor huela la cerveza y no podés hacerlo en un envase de plástico, va en contra del espíritu del evento. Tuvimos todo el apoyo. No es una fiesta para emborracharse, por más que es una fiesta de cerveza. Es educar en el consumo responsable, que sepa lo que está tomando. Y no te tomás cinco litros de cerveza artesanal. Por eso no hemos tenido un lío, son eventos tranquilos”.

Como la levadura

No hay un registro exacto de la cantidad de gente que hace cerveza en su casa, aclara Bettinelli, antes de revelar que los estimativos indican en más de 50 las marcas que están produciendo para vender. El Club de Cerveceros Caseros del Uruguay, que hoy hará una cocción en vivo y va a dar un curso, tiene aproximadamente 200 socios activos.

“Creo que en este momento tiene que haber miles de personas haciendo esto, mucha gente. No todos son socios ni se muestran o quieren hacer de esto un modo de vida. Como todo el mundo, empezás a hacer cerveza en tu casa y después se te da vuelta la taba. Pero cuando empieza, nadie se imagina que va a terminar viviendo de esto”. En ese sentido, es bastante sintomático que armen una fiesta en la que también hay insumos.

  • Hoy, a partir de las 15.00, Velódromo Municipal. Entradas: $ 750 (2x1 para suscriptores de la diaria) en venta en Abitab y cervecería participantes. Degustación de cervezas artesanales, gastronomía (Glamburguer, Orígenes, No Tan Pancho, HDP, Warapo, Espacio Wok, Brandi, Rodelú, refrescos naturales Chi y un stand de golosinas), talleres, cocción en vivo. Bandas: Rasta Soul, Hablan Por La Espalda, Los Prolijos, Reggae Poppins, Cumbia Club. Musicalizan: Sonidero Mandinga y DJ Sonna Dummer.