El lunes nos levantamos y no estaba el sol en la bandera. Miedo, terror. Pánico en las calles. Desasosiego. No saber para dónde correr. Pavor, ojos trémulos, convulsionados. Nos vimos dominados por el escándalo. La gente lloraba, gritaba y se desgañitaba las crines. Se golpeaban y pellizcaban unas a otras para comprobar si no era un sueño. Todos los canales cortaron la transmisión de sus programas de entretenimientos y comedias sobre lo doloroso que es amar para informar que no hay que tomarlo tan a la tremenda, pero que es el fin. El gobierno telefoneó inmediatamente a los dueños de los diarios más vendidos para ver cómo se podía arreglar eso de que no se regara la noticia. Los dueños de la información tiraron una cifra sobre la mesa. Al gobierno lo pasó el agua. Los medios abrieron las regaderas y les alquilaron las mangueras a los bomberos. ¡A bañarse!

Un canal sacó un programa en vivo para ver quién vio algo, y qué fue lo que vio, y qué sintió y si podía llorar cuando se prendiera la luz roja en aquella cámara. Cuente. La gente quiere saber, ¡derecho a saber! Otro canal estrenó un ciclo sobre quién se habrá llevado el sol y la importancia de hacer justicia. ¡Que paguen! Con la participación de los televidentes y un análisis pormenorizado de los más reconocidos especialistas.

Las encuestas cabeza a cabeza:

25% que fue Sendic.

21% todos los políticos, ninguno sirve pa’ nada.

18% los vientos fuertes huracanados.

15% unos mochileros que viajaban por Sudamérica en desacuerdo con las fronteras.

11% que ya era hora, con las rayas alcanza.

48% que no sé de qué me hablás, que tengo que llevar a los niños al cole y no sé cómo pagar la UTE este mes.

De Melo, Casupá y Treinta y Tres arribó una pelotera de caballos con gente arriba para protestar porque este gobierno permitió que se violara nuestra más rica tradición. Una epidemia de patritis aguda se desparramó por todo el país, sólo vista en la final de una competición futbolística o en ambos bandos de las guerras civiles, que hacía años que no.

La Policía consideraba la posibilidad de un acto terrorista. Un vestuarista de carnaval hizo una demostración en vivo en un programa de radio con la cual intentaba dejar claro que si se trabaja con materiales de poca calidad, el amarillo es lo primero que se destiñe. Este año no tiene conjunto.

De pronto, las redes sociales explotan porque un movilero se arrima a la garita de Walter (el guardián de la bandera). Y ahí vemos a Walter, con miedo, ojos embotados, trémulos, como pidiendo disculpas a Artigas y a Tabárez y a Natalia Oreiro. Dijo que se durmió porque la gripe y que viene durmiendo mal. Izó la bandera para explicar que andá a saber cómo. La abrió un poco más, y ¡ups!, ahí estaba, el sol, escondido en un ángulo, como la han escondido tantas veces tantos baluartes de nuestro fútbol, ¿verdad? Sólo que en esas oportunidades fue la guinda en el arco enemigo. A Walter se le iluminaron los ojos al ver al sol, suspiró y señalando la bandera dijo: “Ahí est...”, y el movilero: “Vamos a estudios”.

La semana que viene sale la noticia de que apareció el sol. Porque lo que pasa es que ya hay empresas que contrataron el espacio por 15 episodios. Y van 13.

En fin. Tranquilidad. Todos a su posición de lunes. El sol está ahí, siempre estuvo ahí. Lo bueno es que lo estamos contando.

Pero qué julepe.