Será por el advenimiento de Jorge Bergoglio como papa o porque en su pontificado designó como cardenal al uruguayo Daniel Sturla, salesiano y militante por la canonización del padre Cacho. Será porque el nuevo arzobispo de Montevideo, desde su designación, le ha dado a la iglesia católica un protagonismo en la sociedad que no tenía. O será porque el presidente Tabaré Vázquez, si bien es un confeso ateo, está rodeado de familiares católicos y ha elegido a varios miembros del Partido Demócrata Cristiano (PDC) para ocupar cargos de gobierno. Capaz que sí, capaz que no.

Lo cierto es que el Instituto Humanista Cristiano Juan Pablo Terra, vinculado al PDC, está trabajando desde fines del año pasado en impulsar la creación de un espacio dentro del Frente Amplio (FA) que reagrupe a los frenteamplistas “de matriz cristiana en el sentido cultural y antropológico, no religioso, que tienen mucho que aportar”, según Pablo Martínez Bengochea, director del instituto. La semana pasada volvieron a insistir en esta idea convocando a un panel que expuso sobre “Renovación de la agenda política. Una mirada de izquierda cristiana”. El encuentro contó con más de 250 asistentes, de los cuales menos de la mitad son adherentes del PDC, según pudo saber la diaria. Uno de los que habló en el panel, el presidente del PIT-CNT, Fernando Pereira, que adhiere a la Vertiente Artiguista, ya se sumó al espacio, informó ayer Brecha.

“Muchos frenteamplistas de matriz cristiana necesitan un ámbito en el que juntarse, un espacio abierto, no cerrado como un partido. Hay una acumulación de reflexiones en estos años de los democratacristianos, en espacios autónomos, como el instituto, que nos hizo darnos cuenta de que tenemos algo vigente que aportar”, explicó Martínez Bengochea, alejándose de la hipótesis de que esta iniciativa sea para captar afiliados al PDC.

Pero el PDC, lema bajo el que votaron todos los sectores del FA en las elecciones de 1971 y 1984, no tiene actualmente representación parlamentaria, aunque sí mantiene varios cuadros en el Poder Ejecutivo, como el prosecretario de Presidencia, Juan Andrés Roballo; el director de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social, Matías Rodríguez, y el director ejecutivo de Uruguay XXI; Antonio Carámbula, entre otros que también cumplen funciones en gobiernos departamentales. Durante la campaña electoral de 2014, Vázquez incorporó a su equipo de campaña a dos integrantes de la juvetud frenteamplista. Uno de ellos era Gerónimo Olmando, miembro de la Juventud Demócrata Cristiana (JDC).

Los orígenes

El PDC se fundó formalmente el 25 de febrero de 1962, pero ya en 1947 se habían reunido en Montevideo personalidades del continente que “compartían el ideario demócrata cristiano, y de allí surgió la Organización Democrata Cristiana de América, de la que participó como invitado el fundador de la Unión Demócrata Cristiana [UDC] del Uruguay, Eduardo Cayota, fundada en 1904”, registra Mario Cayota, ex embajador de Uruguay en el Vaticano y uno de los integrantes del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia creado por el presidente Vázquez en su segundo mandato, en su libro Las raíces de la democracia cristiana uruguaya, publicado por el instituto.

En este libro, Cayota cuenta cómo la UDC se conformó fundamentalmente con trabajadores y artesanos “contando con la colaboración de los Círculos Católicos de Obreros”, que eran asociaciones con base territorial (y desde donde se formó la actual mutualista privada Círculo Católico), que terminaron creando la Confederación de Uniones Gremiales. A fines del siglo XIX y principios del XX, estas “uniones gremiales”, que llegaron a nuclear a más de 30.000 trabajadores, eran la vanguardia de la lucha —junto con anarquistas y socialistas— en procura de la Ley de Ocho Horas y el descanso dominical. Además, la UDC promovió el establecimiento de escuelas para obreros, y la constitución de cooperativas y cajas populares. Por ejemplo, en 1905 surgió la Caja Obrera, una entidad de ahorro y crédito de carácter social.

“La fecundidad del movimiento socialcristiano no se agotó en la creación de la UDC y las conquistas sociales que esta, en gran medida, contribuyó a lograr. Paralelamente emergieron otros movimientos, entre ellos la Unión Cívica [UC], a la cual se integraron conocidos demócratas cristianos”, apunta Cayota. La UDC era un movimiento “apartidario”, pensado como un “centro de irradiación doctrinal, promotor de una acción gremial y política inspirada en los principios del socialcristianismo. Pero, a pesar de no ser un partido político […] no le impidió a sus integrantes comprender la necesidad, la urgencia, de constituir un movimiento político que, independiente de la UDC, estuviera sin embargo inspirado en la doctrina socialcristiana”. Esta necesidad se volcó a la sociedad por medio de las editoriales de El Demócrata, periódico que publicaba la UDC. Así, las discusiones en la interna del movimiento giraban entre apoyar a alguno de los partidos tradicionales o crear un partido político propio. En las elecciones de 1910 se presentó por primera vez el Partido Católico y obtuvo 300 votos, “cifra no despreciable para la época pero que tampoco puede considerarse importante”. En 1911, el Cuarto Congreso Católico resolvió la creación de tres uniones: la UC para operar en el plano político, la Unión Económica (para fomentar las cajas populares), y la Unión Social.

Este accionar socialcristiano llevó a mediados del siglo XX a la creación de la Acción Sindical Uruguaya (ASU), que se fundó en el Colegio Pío de Colón entre el 28 de febrero y el 2 de marzo de 1960, y de la que Waldo Warren sería su primer presidente.

“La UDC aportó a un movimiento sindical convulsionado por doctrinas y teorías revolucionarias, los postulados sociales de la Iglesia experimentados en la Encíclica ‘Rerun Novarum’ [escrita por el papa León XIII en 1891 sobre la situación de la clase obrera]. Si bien sus posiciones juzgadas con la óptica actual no pueden ser consideradas revolucionarias, este aporte fue importante en la sociedad de principios de siglo que rechazaba con violencia la organización obrera como atentatoria de la libertad individual y a la huelga como obra de bárbaros. Planteba la superación del régimen asalariado, la participación en los beneficios de la empresa y la codirección. Bregaron por la jornada de 8 horas, el descanso semanal, la humanización del trabajo de la mujer y los niños, etc. Igualmente propugnaron por el impulso de la legislación laboral implantando los convenios colectivos, las paritarias en la industria, la reglamentación de las relaciones entre capital y trabajo, etc. Encararon la formación social de los trabajadores a través de los Círculos de Estudios Sociales y escuelas nocturnas para adultos. Propendieron a la formación de cooperativas de consumo y llevar la sindicalización al interior, incluyendo al campesinado”, explica José Bottaro en su libro 25 años del Movimiento Sindical Uruguayo - La vida de ASU.

Según el autor, el desarrollo de este movimiento se vio diezmado en la década del 30 del siglo XX, pero tuvo un nuevo “envión” en la mitad del siglo, lo que derivó en la fundación de ASU. ASU jugó un papel preponderante en la huelga de los textiles de 1960, que conquistó la firma de un convenio colectivo bajo el principio de “a igual trabajo, igual salario”. También tuvo un rol fundamental en la unificación del movimiento sindical uruguayo, que culminó con la creación de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) en 1966.

El riñón del FA

El PDC fue uno de los partidos políticos fundadores del Frente Amplio (FA) en 1971, pero se puede afirmar que, además, fue uno de los promotores de la creación de esa herramienta política que hoy gobierna el país. “Estamos abiertos a organizar (y hay varias fórmulas posibles) una alternativa frente al pachequismo en acuerdo con otros grupos, si podemos en la práctica coincidir en el programa y las actitudes y compartir las responsabilidades”, decía el dirigente del PDC Juan Pablo Terra en una entrevista a Marcha en diciembre de 1969, que recoge el libro El PDC, protagonista de la creación del Frente Amplio, de Julio Ilha López. De hecho, el PDC brindó su lema para que el FA se pudiera presentar en la elecciones de 1971.

Reunión de la Mesa Política del FA, 1971

Durante el gobierno del presidente Jorge Pacheco Areco, precisamente el 25 de mayo de 1972, fue asesinado por la tortura, en el cuartel de Infantería Mecanizada Nº 10 de Treinta y Tres, Luis Nucho Batalla, militante del PDC y primer muerto por esta causa en el país. El entonces senador Terra fue uno de los principales denunciantes de este crimen en el Parlamento, lo que derivó en la renuncia del ministro de Defensa de la época.

El PDC también tuvo una historia fuera del FA. En 1988 se retiró de la coalición junto con el Partido por el Gobierno del Pueblo (lista 99), para luego volver en 1994 con la conformación del Encuentro Progresista-Frente Amplio. El actual senador Pablo Mieres, del Partido Independiente, formó parte del PDC, y llegó a ser secretario general de la JDC. Muchos democratacristianos que decidieron quedarse en el FA en 1988 formaron el grupo Artiguismo y Unidad, que terminó siendo uno de los sectores fundadores de la Vertiente Artiguista.

Un Salto adelante

El departamento de Salto ha sido un bastión histórico del PDC. En 1971 el PDC obtuvo un diputado por ese departamento, el doctor Carlos Texeira. En 1999, logró recuperar esa banca con la elección de Ramón Fonticiella, situación que se repitió en 2004. En 2005, Fonticiella fue electo intendente departamental. El actual intendente de Salto, Andrés Lima, también perteneció al PDC, partido del que se alejó a mediados de 2009, para fundar la Agrupación Humanista Armando Aguerre, que utiliza la lista 888, jugando con el número 808, de la lista histórica del PDC.

Según Fonticiella, el peso del PDC en el departamento se debe a que “hubo gente de la UC que tomó un perfil socialcristiano, muy comprometido con las causas populares” y que luego, consiguió “con habilidad” generar “alianzas estratégicas claves” con otros sectores de izquierda. “En 1971, en alianza con la lista 99 [que provenía del Partido Colorado] y sectores del Partido Nacional que se habían integrado al FA, se logró la diputación de Texeira”, agrega. Fonticiella explica que “hay un trabajo de acumulación muy importante a través del tiempo” y un “enraizamiento del pensamiento democratacristiano en una gran parte de la sociedad civil salteña, fundamentalmente en las clases medias y bajas”.

Para el ex intendente departamental, el llamado a conformar un espacio de izquierda cristiana “es una reedición de aquel ‘chiflá y vamos a juntarnos los que pensamos igual para fortalecer al FA’”. “La filosofía que se desarrolla en el mundo a partir de las enseñanzas de Jesucristo —y no estoy hablando de religiosidad—, como el amor al prójimo, y en la que se cambia caridad por justicia social, tiene una vigencia permanente. Y el flanco cristiano de la izquierda puede ser fortalecido por eso y así fortalecer a toda la izquierda”, añade.

En las últimas elecciones internas del FA, en las que fue electo Javier Miranda como presidente de la fuerza política, el PDC se presentó en Salto con la lista 808, algo que no hacía desde hacía tiempo. La edila del sector Soledad Marazzano dijo a la diaria que el partido intentó “probar” el apoyo que tiene en el departamento con esta opción, aunque reconoció que no estuvo de acuerdo con eso, por distintas razones, lo que la llevó a bajarse de la lista. Fonticiella se encuentra en una posición similar. Marazzano fue candidata a la diputación por Salto en las elecciones de 2014, impulsada por todo el Frente Liber Seregni, alianza de la que hoy forma parte el PDC en conjunto con Alianza Progresista.