Imagínese un amplio cuarto de paredes blancas con dos puertas cerradas que flanquean la pared del fondo. Cuelgan del techo muchas cosas: unos 16 vestidos en perchas de colores, una maraña de tul y armazones de lentes que caen casi hasta el piso, unas telas negras con distintos pines y, más contra la punta, unas maracas amarillas enlazadas en un tul, que no suenan porque nadie las mueve. Hay que tener cuidado al caminar por la habitación, porque cada tanto aparecen cubos que sostienen diferentes objetos; uno que está cerca de la puerta tiene un par de osos de peluche y una copa con pastillas de chocolate. La habitación tiene un par de columnas, en una de las cuales puede verse una espiral de colores hecha de autitos de juguete. Cerca de una de las puertas, pegadas con cinta adhesiva, se veía una mezcla de flores rojas, amarillas y blancas. Además, por todas partes había frases escritas que invitaban a pasar un rato leyendo la pared.

A todo esto, que ya de por sí parece agobiante, súmele unas 100 personas de todas las edades: niños jugando y llorando, adultos conversando, adolescentes riendo y especulando sobre lo que pasará. Ese era el escenario durante la inauguración de la XII Bienal del Juego, organizada por el Centro de ludopedagogía La Mancha.

Cuando nadie había terminado de asimilar toda la información que había en la antesala del auditorio del Centro Cultural de España, una voz femenina empezó a entonar una canción en inglés, a la que se sumaron un par de mujeres más, hasta que, casi sin querer, comenzó un flashmob del coro de mujeres Panambí, un conjunto de voces que pone celosos a los más exigentes artistas. Todavía abrumados por el espectáculo, se abrieron con un golpe las dos puertas y la gente de La Mancha, vestida de negro con corbatas de colores, invadió el lugar e invitó a pasar al auditorio, donde se desarrolló el resto de la velada.

La XII Bienal lleva el nombre “Divina mezcla: versiones para (re)armar” y apunta a trabajar mediante el juego en torno a la diversidad. Los talleres se desarrollarán del 15 al 19 de setiembre en la Intendencia de Montevideo (IM), y la inscripción tiene un costo mínimo de 3.500 pesos.

El grupo de gente que llenó el auditorio estaba compuesto en su amplia mayoría por estudiantes de Recreación y Deporte de diferentes casas de estudio. La bienal, sin embargo, no apunta sólo a los futuros egresados, sino también a los académicos: “Esperamos que el público sea diverso. La idea es acercar a todos los que tengan ganas de investigar y de encontrar nuevos conceptos sobre la diversidad, que es lo que también hacemos nosotros. La bienal siempre apuntó a todas aquellas personas que trabajan con el juego, que buscan caminos distintos”, explicó a la diaria Verónica Barbaruk, una de los cinco investigadores de La Mancha. “El objetivo es que se transforme en un espacio de investigación para que nos formulemos nuevas preguntas sobre la diversidad, más allá de la diversidad sexual; por eso lo de ‘divina mezcla’: se trata de mezclar formas diferentes de abordar el tema e investigar”, detalló.

Dentro del auditorio, cada uno debía tomar asiento según el medio de transporte en el que había llegado. Debajo de cada asiento había un trozo de papel; delante, un elemento para escribir. La primera consigna consistió en elegir a qué período educativo se quería volver; si el deseo era regresar a la etapa preescolar, había que cambiarse a un asiento con una crayola enfrente; si se añoraba la escuela, había que buscar un lápiz; si los recuerdos estaban en la secundaria, la meta estaba en un marcador.

Cuando cada uno había encontrado el elemento que lo llevaría a su mejor pasado, comenzaron a formularse una serie de preguntas a las personas que estaban cerca: ¿cuál es tu mezcla preferida?; ¿qué se pregunta después de preguntar sobre la mezcla preferida?; ¿viniste solo o acompañado?; ¿cómo te querés ir? Entre tanta picardía, pasó el tiempo hasta que llegaron los expositores. La primera en tomar la palabra fue Rina Piana, de la Secretaría de la Diversidad de la IM. La siguieron Álvaro Amarilla, especialista en recreación y parte del programa de la IM Esquinas de la Cultura, que impulsa el juego, y cerró Pablo Gómez, también relacionado a la recreación y a La Mancha. Todos apelaron a invitar a los presentes a participar en la bienal del juego y remarcaron la importancia de esa actividad en la vida cotidiana de las personas.

No falta tanto

Barbaruk sostuvo que la principal razón para ir a la bienal este año es “querer abrir los poros, mirar desde otros lugares, investigar desde otros espacios y descubrir que hay otras formas de mirar y de mirarse”. Basados en ediciones anteriores, los integrantes de La Mancha estiman que recibirán a aproximadamente 250 bienalistas. Según Barbaruk, “la temática está convocando, está muy a flor de piel, y está bueno que como ciudadanos la gente se pregunte acerca de la diversidad”.

El programa establece que en la tardecita del viernes 15 de setiembre talleristas y bienalistas tendrán la jornada de bienvenida e inauguración de las actividades. El plato fuerte se concentrará el fin de semana: durante esos días transcurrirán los tres talleres centrales, dos de ellos dictados por uruguayos y el tercero por especialistas brasileños. “Son propuestas de talleres vivenciales que estarán acompañados por mesas de reflexión, con una propuesta desde la ludopedagogía y la interacción, por eso también se puede ver como un espacio de laboratorio, en el que se busca que nos hagamos preguntas”.

Luego de esa panzada de juego, deviene un par de días de reflexión optativa. La Mancha propone, para culminar la XII Bienal, charlas a cargo de organizaciones sobre la diversidad en un espacio que denominaron “Infinito”. “Mediante una convocatoria a todas las organizaciones que consideran que están trabajando la temática de la diversidad, se seleccionó a aquellos que expondrán en el espacio Infinito. La idea es hacer visible lo que están haciendo desde su lugar en materia de diversidad”, comentó la integrante de La Mancha.

El centro de investigación en ludopedagogía está compuesto por miembros con diversas trayectorias académicas, que fueron “manchados” por este lugar por medio de los cursos, dictados con frecuencia anual hasta el año pasado y que ahora se transformaron en cápsulas intensivas de fin de semana, con el mismo espíritu de reivindicar la posición del juego en la educación.

Para Barbaruk, la Bienal también es un lugar para académicos, porque lo que ofrecen es una “herramienta metodológica”: según ella, esa es la razón para que haya una mezcla tan grande de profesionales interesados en participar, de áreas diversas como la educación física, la psicología, la educación social y popular, junto a funcionarios del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay y del Ministerio de Desarrollo Social. Esta duodécima edición será “la celebración de una divina mezcla”, resumió la investigadora.