¿Para qué ocultarlo? Somos todos delincuentes. Nadie está a salvo de un juicio y posterior sentencia en su contra. Ya sea por contaminación ambiental, sonora o de algún otro tipo, por complicidad en algún acto delictivo nimio, difamación, injurias, apología del delito, malversación de fondos, acoso sexual, robo, omisión de asistencia… un buen abogado, si quiere, nos hace moco. A cualquiera de nosotros. Ocultarlo sólo empeoraría las cosas. No busco alterar a nadie con esta afirmación, pero regístrese y publíquese que un doctor en leyes medio carismático, que maneje más o menos la retórica y ande medio cruzado con todos nosotros, un día te mueve unos papeles, se te para frente a un jurado y nos deja a todos adentro. ¿Y? Y nosotros vamos a tener que entrar a escribir cartas al exterior para que se conozca nuestra situación y el proceder abusivo de este señor y que alguien haga algo.

¿Y? Y organismos humanitarios del exterior, como Amnisty o Benetton, nos van a mandar a una especie de Baltasar Garzón que lo va a hacer pelota a este hijo de la gran siete por genocisación (acusación injusta a mucha gente junta).

Y el tipo, por hacerse el gracioso y andar alardeando del poder que tiene, al final va a terminar en cana él. Y ahí te quiero ver, porque este señor no se va a quedar de folios cruzados, no. Se va a querer vengar con todas las de la ley. Y va a mover todos sus contactos en los medios de comunicación, y nos va a poner a la opinión pública en nuestra contra, que somos nosotros mismos, para peor. Y la cosa se va a poner fiera. La gente va a empezar a exigir en las redes que rueden nuestras cabezas, que son las de ellos mismos. Y ahí se va a complicar aun más la situación en nuestro país, porque estaríamos teniendo una guerra civil con un solo bando que quiere eliminarse a sí mismo. Sería la primera vez en la historia que se da semejante contienda bélica. O sea que Uruguay pasaría a la posteridad por ser el primer pueblo que se autoelimina por culparse a sí mismo de ya no se sabe qué cosa. Y estaríamos orgullosísimos de nosotros mismos, en el caso de que aún existiéramos. Pero ya no existiríamos.

Y es científicamente improbable que un pueblo esté orgulloso de sí mismo sin existir. Pero con lo que nos gusta estar primeros, sería algo hermoso para contarles a nuestros nietos. Pero no habría nietos a quienes contarles nada. Es físicamente imposible reproducirse sin estar vivo. Ni siquiera te dan ganas de reproducirte. Así que este territorio oriental estaría desierto. Las vacas se quedarían pasmadas, preguntándose dónde están esos locos que nos tironeaban de las tetas y nos mandaban a Egipto sin darnos un marronazo en plena frente for export del Uruguay. Brasil podría hacer realidad su sueño de adueñarse de Bella Unión y de toda la parte norte de nuestro país, y Argentina se quedaría seguro con Colonia, Punta del Este –que ya las tiene ahí– y el resto de la parte sur. Y Paraguay con el Chuy.

¿Y? Y pensar que todo empezó porque quisimos ocultar que de alguna u otra medida, voluntariamente o no, somos todos delincuentes. Notoriamente la Justicia, en esto, está durmiendo la siesta.