Volvió la Falta y Resto y de qué manera. El espectáculo se llama “Misa Murguera” y juega de cabeza y tacos con religión, murga, Redonditos de Ricota y deconstrucción. “Deconstrucción” porque la murga de taco es alegoría de fútbol y porque arriba del escenario, sin tacos pero vestidas y cantando, la Falta tiene seis mujeres: Martina Cal, Jhoanna Duarte, Carolina Favier, María José Hernández, Papina de Palma y Camila Sosa. Revolución, claro, en una murga que históricamente ha dado cuenta de eso. Un salpicón dedicado al machismo, el cuplé de “El ateo” y una personaje llamada “Juana, la Murga”, son los puntos altos de la actuación, además de la retirada, que tiene un tramo dedicado a Daniel Viglietti.
»» Luego de 20 años de ausencia, volvió Los Saltimbanquis. Bien parados, con un coro que se canta todo y tiene la descollante actuación del mercedario Ricardo Canario Villalba, y con las puntas ejecutadas como toda la vida, como si no se hubiera ido. Los Saltimbanquis le ponen humor y es lo más polémico de su actuación. Tienen dos cupleteros de los notables: Diego Bello y Claudio Rojo. ¿Es Rojo el último de los de antes? No creo y tal vez no tenga sentido catalogarlo así. Lo que sí es formidable es su actuación interpretando, justamente, “El cupletero de antes”. El cuplé es a la vieja usanza: cuartetas que vienen y van, humor ácido, y Rojo cerrando con destreza y mucho canto. Porque eso sí conviene decirlo: nadie (o son pocos los que) actúa y canta a la vez como Rojo. Vamos, un histórico del carnaval.
Lo más polémico de Los Saltimbanquis es que reavivó la discusión entre lo políticamente correcto y lo que no es o debería ser. La condición sexual de Raúl Sendic y versos dedicados tanto a la ex senadora trans Michelle Suárez como a Laetitia d’Arenberg dan lugar a pensar una cosa que es eterna como el trajinar: ¿qué es carnaval?
»» Apunte bien el nombre que le voy a dar y busque inmediatamente en qué tablado estará el fin de semana: Doña Bastarda, la que “resurge del confín de los silencios”. Una presentación bien cantada, un espectáculo basado en un ropero (¿o dos?) y monstruos que salen y entran de escena. Parece un cuento de terror, entre tenebroso e infantil, con mucha sutileza, humor y crítica, esto último sobre todo con el cuplé de la cárcel. Lo digo más sencillo: la murga se la juega cuestionándonos la forma de ver nuestra sociedad.
»» Hay en una cosa que no fallan los maragatos de Sociedad Anónima: hacer reír. Tendrán sus altibajos, como todo espectáculo, pero hay momentos que son descostillantes. Era de esperar: volvieron los Gauchos Patones. Esta vez con ganas de presentarse en el concurso de lubolos del pueblo, humorada que es bastante cómica y que, distinto a otras veces, en esta ocasión abre la parte humorística del espectáculo. Hay otra parte dedicada a pensar. Es reflexiva y muy cómica. Pero qué es esto, ¿un spoiler de todo? Arranque para el tablado, quiere. Hágame el grandísimo favor. No sea papafrita.