Macetas y muebles, juegos para una plaza, incluso rampas de accesibilidad. Todo es resultado del diseño del que se encargaron estudiantes uruguayos y del reciclaje de 200 toneladas de material que llegan cada año a los depósitos del Plan Ceibal, pero que no permanecen ahí por mucho tiempo. Desde hace cuatro años, el área de disposición final de Ceibal trabaja con una empresa uruguaya para gestionar esos materiales. Este año decidieron unirse a otras dos compañías para construir productos en base a ladrillos de plástico que surgen del reciclaje. No contentos con eso, dieron un paso más y, por medio del programa Prendetec, la posta pasó a las comunidades educativas, que pudieron decidir qué construir con lo que alguna vez fueron sus computadoras.

Prendetec funcionó por primera vez en diez centros a finales de 2017, en una experiencia que los organizadores definieron como “muy exitosa”. Tanto fue así, que este año la convocatoria se extenderá a todo Uruguay y funcionará con un concurso: las instituciones que piensen el proyecto ganador lo obtendrán de la mano de Plan Ceibal. De todas formas, el referente del proyecto, Pablo Casaretto, aclaró a la diaria que ya están previstas otras formas de financiación, para que otros grupos trabajen con los bloques de plástico reciclado que, a grandes rasgos, cumplen la función de los tablones de madera.

Más allá de ser conscientes de la cantidad de materiales que generan y de tratarlos de la forma más responsable posible, el área de disposición final se unió al equipo de actividades educativas para llenar de contenido el proyecto. Casaretto comentó que el principal objetivo “es lograr aprendizajes profundos y significativos en los alumnos, no que ellos reciban la mesa de plástico reciclado, sino ir más allá, que puedan establecer algún tipo de conexión”. Según dijo a la diaria Martina Bailón, jefa del departamento de formación del Plan Ceibal, lo que hace el programa es “vincular la metodología de pensamiento de diseño que estaban trabajando los estudiantes de [educación] media, e implica a los docentes y chiquilines como protagonistas del cambio en sus centros educativos, con esta posibilidad material”.

El proyecto comenzó en el segundo semestre del año pasado con seis Centros Educativos Asociados de Montevideo (CEA), un programa de la Administración Nacional de Educación Pública, por el cual en el mismo predio conviven una escuela y una UTU de ciclo básico. Luego se unieron las escuelas y liceos de Cardona (Soriano) y Florencio Sánchez (Colonia). Casaretto explicó la experiencia por la que pasan los jóvenes: “Primero los llevamos a la planta, les mostramos el proceso de reciclaje desde sus computadoras hasta la materia prima. Después los invitamos a diseñar objetos que puedan instalarse en sus centros, eso implica identificar cuál es la necesidad que tiene el centro; al mismo tiempo, tenemos nuestros diseñadores para ajustar los proyectos que van elaborando y, finalmente, llegar a la instalación del producto. No se trata sólo de dejar la mesa o un invernadero, sino de hacer una intervención completa en el centro”.

Cada CEA trabajó con un grupo de unos 15 niños, quienes para participar sólo debían mostrar verdadero interés en el proyecto: “No queríamos que las maestras eligieran al más sobresaliente, sino al que tuviera más ganas de trabajar, y gracias a eso nos llevamos muchas sorpresas; encontramos casos de niños que no estaban explotando su potencial creativo, los interesamos en algo que capaz que no tenían previsto”, aseguró Casaretto, y agregó que “también colaboraron muy bien los maestros y directores que lograron incluir el proyecto en la currícula diaria”. El objetivo estaba puesto en lograr aprendizaje en esta participación, y, según el referente, “nos dimos cuenta de que lo logramos cuando un grupo de alumnos piensa en diseños para otros: una niña diseñó una rampa de accesibilidad aunque no hay niños en la escuela, ni ella tiene amigos o familiares que tengan movilidad reducida; otros que estaban por egresar crearon juegos para los preescolares. Ahí está el cambio de chip que queríamos”.

El hardware

En Plan Ceibal trabajan con la totalidad del ciclo vital de las máquinas, que aproximadamente es de tres años, y desde que las compran se aseguran de que tengan todos los estándares para que puedan ser recicladas. “Una computadora tiene plástico, plaquetas, metales, la batería; todo se separa y se le encuentra algún uso”, explicó a la diaria Juan Andrés Martínez, jefe de planificación, abastecimiento y disposición final. A pesar de que las ceibalitas, en sus múltiples versiones, tienen algunos componentes más contaminantes que el plástico, este es el que produce más volumen de desecho, de allí el énfasis en encontrarle un nuevo destino, detalló Alejandro Martínez, encargado del área de disposición final.

Cuando se hace el recambio de equipo, este se desarma y se divide en piezas que pasan a ser parte de la reserva de repuestos que tiene Ceibal, porque si un equipo se rompe, lo primero que se hace es arreglarlo, aseguró el jefe de área. Una vez que las partes ya no tienen otro posible uso, se separan según sus componentes principales para empezar su camino hacia otro producto. “Nosotros podríamos tirar ciertos plásticos al vertedero, pero no lo hacemos. Buscamos una disposición final aceptada por nuestros niveles; por ejemplo, las placas madres las mandamos a Bélgica, porque ahí les hacen un proceso para sacarles los metales preciosos; ellos están autorizados por la autoridad europea, y esto permite que no tiremos esa placa y sepamos que se va a usar para algo”, puntualizó.

“El material se presta a muchísimas posibilidades. Está en un proceso de investigación, porque se nos ocurrieron algunas cosas, pero ir a hablar con los chiquilines tuvo mucho de aprender y ver las opciones a las que podemos llegar”, comentó el encargado. Las sillas y mesas para las instituciones educativas son una de las opciones que se pueden manejar, pero para Bailón el equipo tiene muy claro que “Ceibal no es un proveedor de muebles”. “Podemos hacer una alianza con el que tenga interés en proveerlos, porque tenemos el material a disposición. Lo mismo hacemos con Prendetec; el objetivo no es dotar de bancos y juegos a los patios, sí queremos que haya un producto concreto, pero, más que nada, porque tiene valor simbólico al estar diseñado por los chiquilines. Eso es lo importante”, concluyó.