Hace 30 años, el ingeniero Nicolás Jodal fundó, junto con Breogán Gonda, Artech Consultores, o Genexus, como se conoce en general. Genexus es, sobre todo, una herramienta de desarrollo multiplataforma que permite escribir aplicaciones en un lenguaje de alto nivel, a partir del cual se genera código nativo para múltiples entornos. La herramienta fue el centro de GX28, un evento que reunió desde al martes al jueves a integrantes locales y del extranjero en torno a 180 charlas y al lanzamiento oficial de la versión 16 de Genexus. Antes de que Jodal volviera al estrado, conversamos con él.

Al inicio de tu charla mencionaste la frase the power of doing, el poder de hacer cosas. ¿Qué están haciendo hoy en Genexus que marca la diferencia?

En tecnología hay tres o cuatro temas de los que todo el mundo está hablando. Por ejemplo, inteligencia artificial, internet de las cosas, blockchain. Lo que creo es que, en realidad, haciendo hay muy pocos, entonces tenés que escuchar a los que están haciendo, porque hoy todo el mundo tiene el poder de hablar.

Y el de amplificarse.

Y eso puede ser cierto, puede ser falso, puede tener experiencia, no tenerla, puede pasar cualquier cosa. Entonces, lo que digo: a los que tenés que escuchar es a los que están haciendo cosas. De ahí venía el power of doing.

Entonces, ¿qué están haciendo en Genexus?

Todo el mundo habla de inteligencia artificial. Ahora, lo que nosotros tenemos dentro de la aplicación del evento Genexus es un chatbot con el que podés hablar en español y preguntarle cuándo va a haber una charla sobre fake news, y él te va a responder sobre eso. Ese es el power of doing. Para que veas lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Si le preguntás eso el chatbot te va a responder bien, es decir que es buena tecnología, y si le preguntás sobre qué precandidato del Frente Amplio va a ganar, no te va a decir nada, ¿no? Es decir, tiene cosas y no tiene cosas.

Genexus también pasó por un proceso de cambio. No es lo mismo hoy que lo que lo que vos fundaste con Breogán Gonda hace más de 30 años. ¿Cómo se dio ese cambio? ¿Cómo fue ese proceso de transformación?

Mirá, esa transformación es inherente a la industria del software. El principal competidor de Genexus es la versión anterior de Genexus. Es decir, vos tenés que hacer una versión que tiene que ser muy superior. Este año se te tienen que ocurrir ideas que sean muy superiores a las que se surgieron el año pasado. Si la nueva versión no es relevante, dejás de vender y desaparecés. Así como en la época industrial lo que valía era la economía a escala y vos tenías que ser lo más grande posible, acá tenés que ser lo más creativo posible. Entonces eso mismo nos fue llevando a que cada versión sea diferente. En particular en esta, un cambio muy importante que hubo fue la forma en que la construimos. Porque lo que hacíamos antes era entregar una versión cada 18 meses. Eso andaba bien. En un mundo en que dentro de 18 meses pasaba poco. El problema es que ahora en 18 meses pasa mucho. Entonces no podés esperar sacar una cosa nueva dentro de 18 meses. Eso nos obligó a hacer una versión cada dos meses. Lo que se llama una upgrade, una miniversión. Esto implicó mecanismos de cambios y demás.

A su vez, un diferenciador que ha tenido Genexus, que tiene que ver también con este evento, es lo de crear una comunidad. Hoy en el sector de tecnología informática sos, además, un referente como empresario. ¿Está relacionado con haber empezado a hablar de ecosistemas y de equipos antes de que se convirtiera en algo bastante natural? ¿De integrar actores?

Para nosotros fue súper natural el hecho de que esto se trata de personas; en última instancia, todo es personal. Acabo de hablar con Miguel San Martín, el ingeniero de la NASA que puso el Curiosity en Marte, y después de un ratito de charlar de algoritmos terminamos diciendo que al final todo el tema eran personas. Para nosotros siempre fue muy central ese tema y fue también muy natural [la idea de] que hay que tener un ecosistema de cosas. Por ejemplo, un ecosistema de personas. Seguimos insistiendo en que este evento tiene que ser presencial. Queremos que vengan 4.000 personas de 27 países. Lo podríamos hacer online, pero no es lo mismo. Hay mucha gente, pero estar todos juntos y hablar es algo totalmente diferente.

A su vez crearon ThalesLab como incubadora que permite desarrollar nuevas ideas, innovar saliéndose un poco de la estructura tradicional. ¿Qué has aprendido vos con todo eso?

Dos cosas. Primero, que la industria de software está basada en la creatividad. Tiene un lado muy bueno pero otro que tenés que saber resolver: ¿qué pasa si viene un flaco que trabaja contigo y con una idea de una cosa que no tiene nada que ver con lo que está trabajando ni nada que ver con la empresa? Antiguamente le decía: “No, flaco...”.

“...me dedico a otra cosa”.

“...Nos dedicamos a otra cosa, no vengas, ¿qué tiene que ver?” Ahora no te podés dar ese lujo. Ahora decís “bueno, pará, vamos a probarlo”. Por eso creamos un área para decir “aceptamos ideas locas”. Eso es lo primero. Si vos me preguntás lo que yo aprendí de todo esto es: de ideas locas está lleno. La diferencia la hacen los que dicen: “Yo voy a llevar esta idea adelante”. De gente con visión está lleno. Gente con visión y planes hay mucha menos. Y gente con visión, planes y ejecución casi no hay. El gran desafío, para mí, es eso. La idea en sí no vale, ¿cómo llevamos algo que se pruebe, que se ejecute?

En el sector de tecnología informática hay una explosión de emprendimientos y emprendedores. La meca es Silicon Valley y volverse millonario con una idea maravillosa. Todos los que analizamos el tema siempre coincidimos en que se trata más de la realización, de hacer. De dar esos primero pasos y concretar. ¿Cómo ves a esos emprendedores hoy? ¿Muy llenos de ideas, o esa etapa burbujeante se está calmando y ahora empiezan a aparecer o a quedar sólo los que en verdad trabajan?

No sé decírtelo en general. Te digo lo que me gusta a mí. A mí no me gusta la idea de “yo quiero una startup, la armo un poquito, la vendo, agarro millones de dólares y me retiro a los 30 años”. No me gusta. Son cosas personales, no digo que esté mal. A mí me gustan los tipos dedicados a resolver problemas difíciles y que vengan con un enfoque que antes no se había resuelto. Me gusta mucho más la orientación hacia el problema que al sueño de “creo la empresa, agarro millones de dólares y me compro la Ferrari”. Lo que quiero es un tipo que resolvió de una forma totalmente diferente el transporte, cosas por el estilo.

Mucho más dejar que llevarse...

Exacto. Me gusta eso. Por eso, por ejemplo, en ThalesLab no apoyamos especialmente al tipo que es extrovertido y que da un pitch espectacular –como se llama ahora–; prefiero a un tipo introvertido, tartamudo, pero que sea un crack en el problema que está tratando de resolver.

En tu trayectoria ya tenés gran parte del camino recorrido, ¿no? Y estamos en un momento de muchas tendencias llamativas. ¿Hay algo en particular hoy a lo que te gustaría dar una vuelta de tuerca para que sea parte del legado?

Justo ese va a ser el motivo de mi charla de hoy en el cierre. Es el tema de los vehículos autónomos. Creo que ese es un cambio en la forma de programación. Tiene una serie de efectos y me he estado metiendo en ese tema súper interesante. Y es uno de los problemas difíciles. Me gustan los problemas difíciles.

Los que te seguimos en las redes te hemos visto jugar tempranamente con pequeños robotitos.

Sí, sí. Vienen creciendo los robotitos. Esto va a terminar en un camión en cualquier momento. Empezamos con uno chiquitito, después uno más grande y ahora ya...

Tiene que ver con lo de animarse a hacer pequeñas pruebas de laboratorio para ir pensando en grande. Tener un horizonte de inicio largo pero dar pasos cortitos.

Cada uno de esos pasos fueron pequeñas cosas que estuvieron funcionando, que terminaron funcionando. Para mí es esa la evolución. Hacer algo iterativo. Ir creciendo de a poco.

¿Cómo ves el ecosistema de la tecnología informática? Es decir, la combinación de gobierno, universidades y el sector empresarial.

Creo que hoy Uruguay está en una muy buena situación; por ejemplo, [es importante] que el gobierno del Uruguay esté en el D7. A Genexus, por ejemplo, nos sirve mucho. Yo voy a otros países, ahora voy a un país muy importante que me está pidiendo algo sobre cómo interactuar con el gobierno, y nosotros le decimos: “Acá tenemos el ejemplo de cómo hay que hacerlo”. En ese sentido creo que están funcionando bien las cosas y que tenemos una industria del software con muy buena presencia.

Cuándo salís al exterior, ¿qué banderas de Uruguay podés levantar?

Lo primero que digo: nosotros estamos en el D7. De los siete países más avanzados en gobierno digital. Eso ya nos abre algunas puertas. A veces van por otros temas, pero en este tema concreto es así.

¿En ese ecosistema qué es lo que nos está faltando en Uruguay para explotar?

Creo que hay que seguir avanzando. En software vos nunca tenés la vaca atada. Que te haya ido bien hasta ahora... Mi analogía es subir una escalera mecánica marcha atrás: vas subiendo, te quedás parado y vas para atrás. Tenés que ir constantemente, estar corriendo. Creo que hasta ahora nos fue bien, pero hay tres o cuatro desafíos tecnológicos que tenemos que volver a superar: inteligencia artificial, blockchain, todas esas cosas.

Las ventajas de un país pequeño, de un país gourmet, digamos, están claras. ¿Y las desventajas?

No sé. Es un tema. Yo tiendo a apoyarme no en los obstáculos, sino en las oportunidades. Hay mucha gente que hace al revés, “decime el obstáculo así lo removemos y con eso avanzamos”. En realidad yo trato de buscar al revés. Hay una frase de Henry Ford que dice: “Los obstáculos son la cosa que ves cuando te apartás del camino”. Prefiero ver cuáles son las oportunidades; de obstáculos, si me pongo a hacer la lista, me lleno. Pero eso no te genera acción. Para mí lo que genera acción es decir cuáles son las oportunidades. Entonces, una oportunidad monstruosa de un país pequeño puede ser [constituirse como] un país beta-test. Nosotros podemos probar cosas a nivel país que en otros lados es imposible. Ya lo hicimos con el One Laptop Per Child en el Plan Ceibal, con la trazabilidad, quizá lo podamos hacer nosotros con… no sé, hay que ver la próxima.

Dijiste que el evento Genexus debe seguir siendo presencial. También sabemos que Genexus termina un evento y está pensando en el siguiente. ¿Hay forma de pensar cuál va a ser el gran tema para el evento próximo?

No, terminás el evento agotado y decís “no entiendo cómo voy a hacer el año que viene”.

“¡Por qué hago esto!”

¡No entiendo qué voy a hacer, qué le voy a poner, no se me ocurre nada! Y después aparecen cosas.

Hoy tenés el respaldo de un equipo de gente alineada con una visión, ¿no? ¿Qué reflexión te genera eso?

Sí. A ver, esto son personas. Podemos hablar de tecnología pero al final del día son personas. De las cosas con las que me quedo contento es que se trata de un equipo. Algo que sorprende a la gente de este evento es que me preguntan: “¿Dónde va a ser la cena?” “No, sé, me parece que va a ser en Los Robles.” “¿Y qué se va a servir?” “No tengo ni idea”.

Sería imposible.

Y llegué a la cena y me sorprendí por la decoración, y la gente no podía creer que yo no tuviera nada que ver. Es decir que hay un equipo que funciona perfecto y que toma decisiones muy superiores a las que yo tomaría. A veces está esa idea del empresario centralizador, de que todo pasa por su escritorio. La verdad es que yo tengo muy poca idea de las cosas.

Y en tu charla lanzamiento dijiste que ahora, para peor, hasta la aprobación de las nuevas versiones la hacen los algoritmos.

El algoritmo me superó. La verdad es que es mucho más que yo.