Tiene algo de esa oscura advertencia sobre la incursión de la tecnología en nuestras vidas de las primeras temporadas de Black Mirror, un poco del costumbrismo y la intimidad familiar de This is Us, unos toques de distopía con comentario político al estilo de The Handmaid’s Tale y algunas pizcas de humor negro. Parece mucho, demasiado, para una temporada que consta de tan sólo seis capítulos de una hora, pero funciona.

Years and Years, estrenada en la BBC el 14 de mayo y en HBO el 24 de junio, arranca en 2019 y sigue durante 15 años las aventuras y desventuras de cuatro hermanos que cubren el espectro de la clase media británica: un asesor financiero, una madre soltera en silla de ruedas, una activista antisistema y un empleado del Estado que ayuda a refugiados.

A ellos se suman sus parejas, un par de niños, una adolescente fanatizada con la digitalización y el implante de chips y una abuela mandona pero tierna. Los integrantes de la familia Lyons, tan queribles como imperfectos, viven vidas que, como las de todo el mundo, están atravesadas en mayor o menor grado por el impacto de cambios políticos, sociales, culturales y económicos en su país y en el mundo.

A esta intimidad familiar se suma un personaje mediático: Vivienne Rook, una mujer desfachatada que aspira a convertirse en una figura política de relevancia expresándose como “la gente común”. “Todo lo que quiero es que recojan mi basura una vez por semana y que la gente no estacione su auto en la vereda porque mi madre usa bastón. Así que dejen de preguntarme sobre Israel o Palestina, porque francamente me importa un carajo”, dice Rook en su primera aparición en televisión, apelando a la ignorancia, la incorrección y el egocentrismo para sumar simpatizantes a sus filas. Por suerte es sólo un personaje de ficción.

La cabeza atrás de esta historia coral es Russell T Davies, quien arrancó su carrera dedicándose a los contenidos infantiles de BBC, saltó a la fama en 1999 con Queer as Folk, una serie ambientada en un barrio gay de Manchester, y se convirtió en una ficha indispensable de la ficción televisiva inglesa cuando resucitó la mítica Doctor Who, serie nacida en 1963 que sigue los viajes por el tiempo y el espacio de un extraterrestre y que se había dejado de producir en 1989 debido a una baja en los niveles de audiencia. Davies se convirtió en guionista y productor de esta nueva etapa del Doctor entre 2005 y 2010, y allí desplegó sus habilidades para crear escenarios imaginarios cargados de crítica social, con un manejo del ritmo y la trama de esos que pueden en pocos segundos hacernos reír, largar alguna lagrimita y encajarnos sin piedad una trompada que logra abrirnos los ojos.

Corralito en la city

Davies dibuja al detalle el mundo del mañana de Years and Years, con nuevas apps y dispositivos que se incorporan al paisaje y medidas de gobierno que revelan su compleja interpretación del presente. Los años van pasando para los Lyons, acompañados por vertiginosas secuencias de montaje que muestran qué sucederá con el calentamiento global, con Donald Trump y el conflicto con China, con la persecución a minorías, con la crisis migratoria, con las profesiones que se vuelven obsoletas y la precarización laboral, con las fake news, con los totalitarismos, con la amenaza nuclear, con un planeta siempre al borde del colapso.

Existen incluso situaciones de este hipotético futuro inglés que se parecen demasiado a lo vivido en años recientes de este lado del mapa, como un corralito bancario o apagones masivos que demuestran que, aunque los países primermundistas puedan jactarse de estar adelante en materia de avances tecnológicos, nada mejor que un país latinoamericano para inspirar a un guionista europeo que escribe sobre un futuro escalofriante.

Si bien por momentos la serie deja de lado el humor y la acidez de sus diálogos para adentrarse en terrenos de moralinas y largos discursos explicativos, la cercanía de sus personajes nos inquieta. Los Lyons se nos parecen no sólo porque se equivocan y aprenden y se quieren a pesar de todo, sino porque reaccionan con tibieza o indiferencia ante hechos terribles, con excepción de los que repercuten directamente en su cotidianidad, y a veces ni siquiera. La desesperación que nos genera entender que cuando se den cuenta de que tienen que hacer algo será demasiado tarde se vuelve alarmante cuando comprendemos que ese futuro pesadillesco que viven ya está acá, y nos está mirando.