Su aparición en escena generó impacto. En un contexto de enorme expectativa en torno al debate por la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso argentino, Ofelia Fernández se hizo notar con el discurso que dio en una de las audiencias, sumado a su edad. La solidez de sus argumentos y la pasión con la que defendió el derecho al aborto legal, seguro y gratuito se destacaron en un contexto de discursos de diputados y supuestos expertos que llegaron a cuestionar la efectividad de los preservativos, a legitimar las violaciones o a comparar a las mujeres con perras. “Lo único más grande que el amor a la libertad es el odio a quien te la quita”, había concluido en aquella oportunidad.

Entre las miles de mujeres que se manifestaron en aquellas jornadas, su nombre se hizo muy conocido. A los 18 años se transformó en la cara visible del “ejército de pañuelos verdes”, el ala juvenil del #NiUnaMenos, el movimiento de mujeres que se forjó en las marchas en contra de los femicidios. Pronto, sus cuentas en las redes sociales estallaron de seguidores. Varias dibujantes le dedicaron memes que se viralizaron, la rapera Femigansta hizo una canción sampleando un fragmento de su discurso, y su nombre estaba por todas partes.

Ofelia pegó otro salto de notoriedad con su postulación a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, el parlamento porteño. Con 19 años, ocupa el tercer lugar en la lista del Frente de Todos, el espacio que agrupa a kirchneristas y otros sectores de la oposición que buscan derrotar al oficialismo liderado por el presidente Mauricio Macri y el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.

Su lugar de pertenencia política es el Frente Patria Grande. Esta organización tiene como referente más conocido a Juan Grabois, un dirigente social con fuerte llegada al papa Francisco, lo cual le ha traído más de una polémica en el movimiento feminista. A medida que se acercan las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del domingo, y las elecciones del 27 de octubre, su presencia es cada vez más habitual en los programas de mayor rating de la televisión, donde incluso en los terrenos más hostiles se desenvuelve con soltura y logra decir lo que quiere comunicar, con su lenguaje generacional, ante periodistas afines al actual gobierno. En las redes suele recibir muchas adhesiones pero también ataques.

Sus capacidades comunicacionales y escénicas se las debe en parte a su formación actoral. Incluso participó en una película que está en cartel, Los secretos de mi familia, en la que hace el papel de una adolescente con problemas de abuso de drogas. Pero hoy está concentrada en ser diputada de la ciudad más rica y más desigual de Argentina. Más allá del resultado que obtenga su fuerza –que en el plano nacional presenta las candidaturas de Alberto Fernández y Cristina Fernández–, todo indica que ella está a punto de convertirse en la integrante más joven del órgano legislativo porteño.

Su campaña se destaca por las recorridas y los reportajes que hace para las redes sociales, en los que dialoga con integrantes de bachilleratos populares, casas de refugio para quienes sufren violencia de género, canales de televisión comunitarios y ollas populares. “Generalmente están las mujeres, ese es el feminismo popular que reivindico”, cuenta a la diaria.

No es la primera vez que bate un récord por su precocidad. Ya de niña había mostrado interés por la política cuando se alegraba porque las cadenas nacionales de Cristina Fernández interrumpían su programa favorito, que podía ser Patito feo o Casi ángeles. Ella tendría entre nueve y diez años y se fascinaba con Cristina, a quien conoció hace poco. Los caminos se alejaron en su adolescencia. Cuando ingresó al colegio secundario se sumó a La Emergente, una agrupación de izquierda independiente que se mantuvo distante del kirchnerismo.

En 2015, cuando cursaba tercer año, fue la alumna más joven en ser elegida presidenta del centro de estudiantes de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, una institución que depende de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y es considerada de élite académica. Al ser un colegio público, aparece como contrapuesto al Cardenal Newman, la institución privada a la que aistieron Macri y muchos de sus funcionarios.

Como dirigente estudiantil le tocó lidiar con la notoriedad y con las agresiones machistas. Tuvo momentos de mucho protagonismo mediático cuando lideró la ocupación de su colegio en protesta por la violencia de género ejercida por preceptores y regentes contra estudiantes. No faltaron entre sus compañeros quienes buscaban desacreditarla por su condición de mujer. Tampoco faltaron los conductores televisivos que le hablaron de forma prepotente. “A mí no me digas ‘chiquita’”, le dijo a uno de ellos.

Ese año se llevó a cabo la primera movilización con la consigna “Ni Una Menos”. Uno de los desencadenantes fue el femicidio de Lola Chomnalez, a fines de 2014, en la playa de Valizas. “Fue un momento crucial para mí, fue lo que me hizo militar en el feminismo. Lola era una amiga de mis amigas, salía con los mismos chabones que yo, fue un cachetazo de realidad. Hasta ese momento el feminismo no estaba en mi agenda”, recuerda. Cuando egresó, junto a sus compañeras, había conseguido dos logros políticos, además de la destitución de las autoridades responsables de violencia: que el suyo fuera el primer colegio con un protocolo contra la violencia de género, y que ellas fueran las primeras estudiantes de educación secundaria en viajar al Encuentro Nacional de Mujeres de forma organizada.

¿Cómo te impactó el caso de Lola Chomnalez?

No me gusta que una injusticia te tenga que tocar de cerca para entenderla, pero así me sucedió. Ya estaban ocurriendo femicidios, pero esto fue un antes y un después. Nos dimos cuenta de que éramos las próximas, si no dábamos pelea. Eso se transformó en una potencia colectiva muy fuerte. Sabemos todas que con una sola no alcanza. Tenemos que bancarnos entre todas. A partir de este caso, el feminismo se convirtió en un eje central, una perspectiva con la que pensé todo lo que pasó después. El tratamiento mediático fue un poco más responsable que en otros casos porque Lola era una piba de clase media, blanca, no fue estigmatizada como en otros casos. De todos modos, al toque los medios empezaron con las hipótesis, a decir que había chats con un transa, que el porro y qué sé yo, y eso nos sirvió a nosotras para darnos cuenta de que no sólo combatíamos contra los femicidas sino contra todos los cómplices. Nos hizo pertenecer de manera más fuerte a algo que hoy en día consideramos un proceso revolucionario. Nos sirvió para acercarnos más emocionalmente, que es algo que nos enseña también el feminismo.

¿Cómo enfrentás en el día a día las agresiones en las redes de los “machitrolls”, como los llamó la revista El grito del sur?

De alguna manera ya estaba preparada. Es fuerte esa situación. Tiene que ver el poder. A ellos los educan para tener el poder y concentrarlo, a nosotras no. Cuando eso se invierte, cuando queremos disputarlo y ellos lo pierden, se genera un caos desmedido. La razón por la que recibo críticas de esos “machitrolls” no es porque soy una piba de 19 años. Eso ayuda, pero es porque soy una piba que vengo de la juventud organizada. Si fuera un tipo que fue al Newman y se graduó con promedio increíble y paso a ser funcionario, van a decir “qué maravilla este niño superdotado que se acerca a la política”. Lo que les molesta es la juventud irreverente, que viene de confrontar con el sistema político. Los procesos de organización de los que provengo no son amables con el poder político.

Uno de los periodistas que más te enfrentaron como dirigente estudiantil, Eduardo Feinman, dijo que tu candidatura era un premio a quienes ocupan los colegios.

Estaría bueno que fuera así [se ríe]. No es tan así. Esta bueno que los jóvenes puedan desarrollar ese proceso político. No es fácil tomar un colegio, sostener ese proceso, armar tu pliego reivindicativo, aprender a negociar. Está bueno que se le dé valor. Pero no es simplemente por eso que me convocan. ¡No es que vamos a tomar la Legislatura, como él especula! Mi potencia se debe a que mi intención es representar a esa juventud organizada, a las demandas de los centros de estudiantes, de los centros barriales. Te están cagando si te dicen que sos el futuro. Ya sé que no lo dicen con mala leche, pero quiero interpelar a la gente que nos dice eso. Es raro ser el futuro sin ser presente, es tener que hacerse cargo de las acciones de otro. El futuro es resultado de una serie de acciones en el presente, que lo van construyendo, y si no somos parte de las decisiones vamos a pagar los platos rotos de otro. Necesitamos espacios de decisión en el presente. Un ejemplo muy claro es que el actual gobierno contrajo deuda a 100 años. En el futuro vamos a tener que desendeudarnos pese a que no decidimos endeudarnos. En el caso del medioambiente, las decisiones extractivistas que se toman hoy no las toma mi generación. Nosotros vamos a sufrir cómo están cagando el mundo ahora.

¿Cómo lidiás con el hecho de que en el Frente de Todos hay muchos sectores que defienden la megaminería, el modelo sojero y el fracking?

Hay que cambiar de raíz la manera de pensar el tema ambiental. Vivimos en un sistema totalmente lineal: los recursos se explotan, se producen, se consumen y después se descartan. Está totalmente naturalizado. El problema no es solamente qué pasa con el descarte, para lo cual se podría pensar en un sistema circular de reutilización. El problema es que el consumo genera necesidad de mayor explotación y producción constante, y se produce en función de generar mercancía, no de satisfacer necesidades. No se produce alimento para que la gente coma sino para producir mercancía.

Es la teoría del buen vivir: toda esa situación tiene que cambiar de raíz, tenemos que pensar un sistema circular real, con un cambio filosófico de la sociedad en relación al consumo. Hay que evitar que la vida se construya en función de una producción que nunca va a ser suficiente. Es destructivo. En el Frente de Todos es una disputa abierta. Es un espacio muy amplio donde conviven muchas hipótesis. La prioridad es derrotar a Macri. Después hay una disputa identitaria muy fuerte que tenemos que dar y que aparece en este ámbito como en otros.

¿Qué te pareció que Cristina Fernández dijera que el Frente de Todos debía tener lugar para los pañuelos verdes, a favor del aborto legal, y también para los pañuelos celestes?

Te diría que esa disputa esta más ganada, hay muchas más posiciones a favor [del aborto legal] que en contra. Con el tema ambiental está más difícil.

¿Por qué?

Lo que se conoce del tema ambiental es el enfoque onegeista, que tiene más que ver con “salvar a las ballenas” que con estos planteos. Está muy bien lo de las ballenas, pero no resuelve el problema de fondo, y existe una filosofía individualista de que si cada quien hace su pequeño aporte el mundo va a ser hermoso. Pero hay algunos que, si no hacen su aporte, tienen mucho más poder de daño que nosotros. Destaco mucho lo que hace la organización Jóvenes por el clima [el movimiento también conocido como Fridays for Future, cuya cara más conocida es la de la activista sueca de 16 años Greta Thunberg], que está moviendo mucha gente con una visión muy estructural. Nuestro espacio, el Frente Patria Grande, tiene muy claro en términos programáticos qué hay que hacer. La difusión y la movilización popular en lo ambiental va a facilitar que se pueda repensar la cuestión. Es urgente. En lo inmediato ante todo hay que ver cómo se produce comida y le llega a la gente. Entendemos al Frente de Todos en esa clave.

¿Qué opinás de las iglesias?

Si tengo que hablar del papa y de esa gente, no tengo ganas de regalarles ninguna virtud. Para mí no son compañeros. Entiendo que en el feminismo hay un error al decir que son enemigos y punto, sin tener disposición a trabajar más que ellos. Mientras dibujás a la iglesia prendida fuego, esa iglesia está trabajando en los barrios populares para construir un sentido común. Si no estamos ahí, en los barrios, no nos podemos quejar si no podemos ganar posiciones y no generamos consenso. Tenemos que poder entender el papel que tienen las iglesias en los barrios y poder tener una réplica propia. Desde ya, no tengo ningún problema con la espiritualidad, el problema es la institución.

¿Qué consideración haces del vínculo de Grabois con el papa?

Cuando quiero caracterizar a Juan políticamente no pienso en el papa. Eso no lo define.

Los medios lo presentan como el enviado del papa.

Entiendo. Siendo franca, sé que su relación con el papa lo habilita a ser escuchado. Pero lo valioso y lo que termina de definirlo es su papel como dirigente de los movimientos sociales. Es tremendamente bueno lo que hace. La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular tiene 14 ramas. Tiene una noción muy práctica, resuelve concretamente problemas que parecían irresolubles. Es muy valioso que tipos como él puedan estar elaborando agenda de gobierno. Cuando le preguntan por el feminismo, él siempre pide que hablen las compañeras. Es fuerte que en el feminismo haya habido teorías conspirativas en las que yo estaría sometida a la iglesia por un carguito. Todo lo contrario. No me callo nada de lo que pienso. Es más, sumé nuevo ámbitos de militancia, con los movimientos sociales, construyendo feminismo popular.