Un interés por la dramaturgia catalana contemporánea demostrado en las anteriores Caricias, de Sergi Belbel, y Umbrío, de Josep María Miró, condujeron naturalmente al director Fernando Parodi a Llüisa Cunillé (Badalona, 1961). Las relaciones interpersonales son una síntesis posible de sus motivaciones teatrales y encontró buen material en los exponentes citados. ¿Cómo lo interpeló esta reescritura de la relación de Hamlet con Gertrudis? “En esta peripecia de lecturas y montajes aparece reiteradas veces el nombre de Lluïsa Cunillé como una dramaturga referente y de culto a la que quería conocer. Comienzo entonces a leer algunas de sus obras y a pensar su trabajo, me resultó fascinante por la profundidad y el misterio que emana de sus obras”. Dinamarca, justo, no había sido estrenada en Latinoamérica y es parte de la última producción de Lluïsa. “Sucedió lo que estaba buscando: encontré un vínculo primigenio y contemporáneo, con una complejidad profunda”.

La sinopsis trasluce la operación en boga: tomar un clásico y triturarlo hasta quedarse con una parte sabrosa, de la cual reste para extraer. “Una madre y su hijo en un apartamento. Dinamarca es el territorio de Hamlet, el lugar del cuestionamiento, de los que dudan de los modelos de felicidad. Donde algo huele mal. Ser o no ser. Es en este terreno que se instala Cunillé en Dinamarca. También podemos interpretar que son Hamlet y su madre Gertrudis, envejecidos y depositados en nuestro presente. Me interpeló el vínculo de salvación y condena al mismo tiempo. El aislamiento como una construcción social propia de nuestro tiempo. Dinamarca es un estado modelo, estado del bienestar, las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas lo catalogan como el país más feliz del mundo (2013 y 2016). Entonces Lluïsa, a través del modo de relacionarse de los personajes, nos deja ver lo que se esconde tras la máscara de la existencia cotidiana”.

El director dice que la puesta pondrá en valor los vínculos en duplas: público y privado, madre e hijo, pasado y presente. “Es una realidad aparentemente cotidiana, pero enrarecida. Cunillelandia, se trata de un país muy misterioso y que a la vez está muy cerca, lindando con el nuestro. Es como si se accediera a él por algunas puertas del mundo de lo real y al mismo tiempo es muy extraño. Unos personajes con una conciencia ética muy interesante, por cómo es su relación con los otros. Eso es lo que más me fascina, cómo se relacionan los personajes en ese país, cuáles son sus reglas. El tema fundamental, único, y que, sin embargo, se revela susceptible de revestir mil tonalidades, es el de las relaciones humanas en nuestra sociedad actual, en clave cotidiana e íntima”.

Se trata de una producción binacional, con buena parte de los integrantes argentinos, o como por ejemplo, sus protagonistas, radicados temporalmente allí, lo que habilitó a anotarse como coproducción en las convocatorias de Iberescena, sin descartar la posibilidad de presentarse a ambos márgenes del Plata.

De frente al estreno, vale preguntarle a director si detecta en la dramaturgia de Cunillé la influencia de José Sanchis Sinistierra. “Lluïsa comienza su trayectoria en los cursos de Sanchis Sinisterra, pero sin lugar a dudas desarrolla una dramaturgia con personalidad propia. José Sanchis Sinisterra utiliza la etiqueta 'teatralidad menor' para hablar de la tendencia dramatúrgica en que se inscribe esta autora, y que tiene que ver con lo que se ha llamado sepelio de la espectacularidad, esto es, prevalencia de la intimidad y del minimalismo escénico. Una tendencia reductiva o sustractiva que se caracteriza por la concentración temática, la contracción de la fábula, la mutilación de los personajes, la condensación de la palabra dramática, la atenuación de lo explícito, la contención expresiva del actor y la reducción del lugar teatral. Existe una gran preocupación ética que vertebra el teatro de Lluïsa Cunillé y es innegable la dimensión social y política que presentan sus obras, en particular las de los últimos años. La autora capta momentos y paisajes de la sociedad contemporánea y pone de manifiesto sus deficiencias, casi siempre de modo subliminal y sin subrayados. Lluïsa Cunillé contribuye a explicar, a través de las formas de vida material y el mundo psíquico de sus personajes, las lógicas que orquestan las transformaciones del presente social e histórico”.

Dinamarca va el 31 de agosto, 1, 6, 7 y 8 de setiembre a las 20.30 en la sala Zavala Muniz del teatro Solís. Entradas: $ 400. Equipo: dirección, Fernando Parodi; dramaturgia, Luïsa Cunillé; madre, Gloria Demassi; hijo, Rafael Soliwoda; dirección de arte, Paula Villalba, y música, Diego Porras.