Falleció este domingo, a los 78 años, el actor, director y dramaturgo Alberto Restuccia, uno de los fundadores, en 1961, junto con Luis Cerminara, Jorge Freccero y Graciela Figueroa, del histórico Teatro Uno, pilar del teatro independiente uruguayo. Aunque de creer en lo que él mismo decía, Alberto se había ido yendo ya en los últimos años, esfumándose a medida que su lado femenino, Beti Faría, iba cobrando fuerza. Beti llegó como una deriva natural de su sexualidad polimorfa y lanzada, como un avatar que se va instalando hasta ocupar todos los rincones. “Siento que no estoy quieta. Soy un híbrido, una mutante. Hay momentos en que soy rana, hay momentos en que soy gallina, hay momentos en que soy Beti y hay momentos en que soy cosa”, le decía a Álvaro Buela en una entrevista que publicó el suplemento Incorrecta, de la diaria, en 2016.

Restuccia fue un animal de teatro. Exactamente como lo describe el comunicado de su fallecimiento que publicó la Sociedad Uruguaya de Actores, “expresó teatro por todas sus fibras y todos sus poros durante una vida entera entregada al arte”. Fue maestro y referencia para varias generaciones de artistas. Sergio Blanco dijo de él, cuando lo vio en El gimnasio (2013, Gabriel Peveroni y María Dodera): “Restuccia nos hace entrar y no tenemos ganas de entrar. Luego nos echa y no tenemos ganas de irnos”. La provocación y el desacomodo eran su metodología, la incertidumbre su suelo y la transformación su esencia. Decía haber montado el primer espectáculo de travestismo en Uruguay cuando llevó a escena, en 1970, en el viejo local de El Galpón, en la calle Mercedes, Las criadas, de Jean Genet, tal como el autor la pedía: con varones en todos los roles de mujeres. Para poder hacerlo tuvieron que incluir un cartel a la entrada que advertía: “Los personajes femeninos están interpretados por un elenco masculino”. Pepe Vázquez, Bebe Cerminara y él empezaban la función vestidos de hombres y se iban cambiando hasta quedar completamente travestidos. En ese tránsito, Restuccia llegaba hasta el desnudo, lo que les costaba una multa pagada por cada día de función. En entrevista con Gabriela Gómez para la diaria, hablaba de esa suma abonada cada noche como el precio de ejercer la libertad de expresión.

En 1979 fue un éxito rotundo su obra Esto es cultura, animal, en la que desafió las duras condiciones que la dictadura imponía a la creación artística valiéndose de un idioma inventado y de un lenguaje gestual y corporal que permitía llenar de sentido la ausencia referencial de las palabras. La pieza pasó a la historia como una de las más vistas del teatro nacional, y tuvo reposiciones y hasta derivaciones, como Esto es locura, anormal, de 1987.

También Salsipuedes, el exterminio de los charrúas, de 1970, estrenada en 1985 y con reposición en 2015, fue un hito de la escena teatral nacional. Restuccia solía recordar que el investigador italiano Eugenio Barba la había considerado “teatro antropológico”.

En 2018 Alberto Restuccia fue declarado ciudadano ilustre de Montevideo. En 2019 volvió a dirigir, después de algunos años, y puso en escena una obra que había estrenado en 1995: Asesinato de un presidente uruguayo, sobre el asesinato de Juan Idiarte Borda.

Autor, performer, agitador cultural en el más completo sentido del término, Restuccia/Faría fue despedido con dolor, respeto y gratitud tanto por sus compañeros y amigos del ambiente artístico como por incontables espectadores de varias generaciones que se formaron en la experiencia teatral a través de la exposición a sus intensas, no pocas veces brutales y siempre removedoras prácticas escénicas.

Despedida

No habrá velatorio de Restuccia. El lunes a las 10.00 parte el cortejo desde la empresa Martinelli rumbo a Cementerio del Norte