Cerca de las 20.00, con dos horas arriba de actuación, el predio de pasto y tierra ubicado frente a la rambla, a la altura de la calle Paraguay, estaba lleno de gente.
En las primeras filas se armó una selecta platea donde se ubicaron mayoritariamente personas mayores de 70 años, madres y padres con hijos, y algún vecino que, precavido, llegó temprano al lugar.
Para esta ocasión, Carnavalé unió fuerzas con Municipio B, Centro Cultural Urbano, Vecinos Unidos y Casa del vecino al sur, y entre todos armaron un lindo tablado, a la usanza de la vieja Terminal Goes, o el Jardín de la Mutual, pero con entrada gratis y algunas otras diferencias.
En vez de un animador de oficio, uno de esos que cantan el bingo con el último hilo de vida, a este escenario se subió un joven con el pelo pintado de verde y una lapicera en la boca, para simular problemas fonoaudiológicos; una especie de clown punk pleno de compromiso inclusivo y revolucionario, orgulloso por el éxito de este emprendimiento alternativo al carnaval oficial, igual que sus dos compañeras en escena, que improvisaron poses y muecas, entre murga y murga, felices y esperanzadas.
Alrededor del tablado, y a lo largo del predio, el ambiente podía recordar películas como Mad Max: cientos de jóvenes con peinados raros, pero de una misma tribu, coparon la parada y aplaudieron bulliciosamente a las murgas jóvenes, algunos compraron tortafritas y cervezas y la mayoría interrumpió su atención carnavalera para chequear su celular.
Por momentos, en la ráfaga visual, el evento se parecía más a una misa ricotera que a un tablado, pero dos de las señoras con mayor edad, en la platea, festejaron con fuertes aplausos los chistes dedicados a la mala gestión de la coalición de gobierno, y luego fueron más allá y se pusieron de pie para aplaudir a los murguistas.
Entre los grupos participantes estuvieron La Milanga Nacional, una murga joven que presentó un repertorio digno de uno de los primeros premios del concurso de carnaval. Mezclaron decenas de canciones de rock, folclore y pop con astucia y originalidad. Su crítica de actualidad tuvo como momento de mayor brillo un cuadro dedicado a los nietos de Herrera, con versos especialmente dedicados a la Asociación Rural del Uruguay (ARU).
Canta, por ejemplo: “Volvimos a gobernar, la fiesta ya empezó y mientras nos tomamos un whisky el dólar ya empezó”. Y también una muy pegadiza con este estribillo “Hoy estoy ARU y no sé lo que hacer, si arriendo un campo o lo tengo que vender, sentarme a especular con que baje el precio y chau”. Uno de los mejores espectáculos de este carnaval, capaz de competir con cualquiera dentro de conjuntos participantes de la gran variedad de carnavales uruguayos.
Luego llegó Cero Bola, una murga integrada en su totalidad por mujeres que este año se vistió como un grupo de punks, con cuero y tachas, para su presentación. Criticó a Enrique Espert (presidente de Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay) y a la empresa Tenfield, así como al concurso oficial por su condición patriarcal y excluyente. Escrachó a personas que aparecieron en placas de Varones Carnaval y emuló un concurso entre diferentes tipos de mujeres feministas con dos juezas que debieron elegir la mejor entre un grupo de “argollas”.
“Si va explotar, que explote nomás; sólo una chispa más, y todo se quemará”, cantó Cero Bola.