A Juan, un montaraz carmelitano de 39 años, le dio resultó positivo el análisis del Covid–19 que le hicieron hace pocos días. Este hombre nunca viajó a Europa ni estuvo en contacto con personas que asistieron a la boda que habría sido el primer foco de contagio de ese virus en Uruguay. Una vez que trascendió el resultado de su estudio, los escraches en las redes sociales, las acusaciones infundadas y las muestras de solidaridad se hicieron presentes en la dinámica familiar.
Ximena es la compañera de Juan. Ambos tienen dos hijos en común, de 2 y 7 años. Ellos viven junto a la comadre de Ximena y su hija de 2 años en el barrio Complejo. El martes 24 la mujer atendió el llamado telefónico que realizaron desde el Hospital Artigas para informar que Juan estaba infectado por el Covid -19. “Casi me muero cuando lo dijeron, te juro que sentí un escalofrío, quedé totalmente paralizada. Empezás a pensar en todo el tiempo que pasó, en la cantidad de personas que viste... No me daban los dedos del celular para llamar a todas las personas que habían tenido contacto con nosotros, especialmente conmigo, porque era yo quien hacía los mandados, que iba hasta el hospital”, asevera.
Juan comenzó a manifestar síntomas de la enfermedad nueve días antes, el domingo 15. Ximena, preocupada por los picos de fiebre que sufría su compañero, “para descartar cualquier posibilidad” pidió que le realizaran los análisis correspondientes para detectar el coronavirus. En principio, Juan no resultaba sospechoso de contraer esa enfermedad ya que en las últimas semanas sus movimientos habían estado restringidos al trabajo en un monte en las orillas del río San Juan, a pocos kilómetros de la estancia presidencial Anchorena, y al ámbito doméstico en Carmelo, al cual había retornado el viernes 13. El sábado 14 la pareja festejó el cumpleaños del hijo mayor junto a familiares y algunos niños, que hoy están en cuarentena.
Ximena relata detalladamente lo que ocurrió en cada una de las jornadas: los síntomas que se manifestaban en la salud de Juan (altas temperaturas, problemas respiratorios, debilidad), las horas en el hospital, los traslados hacia su casa, la medicación recomendada (Perifar, Ibupofreno, Dipirona), las discusiones, la falta de respuestas y el diagnóstico confuso -¿hantavirus o leptospirosis?- por parte del personal sanitario.
Desde el domingo 15, la mujer hizo un surco entre su casa y el Hospital Artigas. “El día jueves 19 al mediodía me llamó un médico para coordinar una visita a mi casa pero nunca vino, y lo único que hizo fue dejar la receta de antibióticos en la farmacia del hospital y decirme que le diera uno cada doce horas, lo cual hice. El viernes 20 Juan ya no se podía parar de la debilidad que tenía, ya no se podía sentar porque se cansaba. Decidí volver a llevarlo al hospital y después de pelearme con el médico y hacer un poco de escándalo, de hablarle fuerte y preciso al médico para que entendiera que no me iba a mover del hospital hasta tanto no me dijeran algo, porque llevaba tres días con 40 de fiebre. Tras permanecer ese fin de semana en internación, el lunes 23, sin tener los resultados de los estudios, “lo mandaron para mi casa” con la recomendación de antibióticos para tratar los efectos del hantavirus.
El martes 24, cuando Juan comenzaba a recuperarse de las afecciones, llegó el resultado positivo del análisis Covid – 19 y su familia comenzó a sufrir el hostigamiento en las redes sociales: se transformaron en los chivos expiatorios de la llegada del coronavirus al pueblo fundado por José Gervasio Artigas. “El problema es la gente más que el virus, porque la gente piensa que somos asesinos seriales, ha habido un escrache a la familia a través de las redes sociales, del whatsapp, a través de todo lo que se te pueda ocurrir. Dicen que somos irresponsables, que somos la familia que tiene el virus, han subido fotos de mis hijos, han mandado cadenas de whatsapp como que nosotros andamos en la calle, que no cumplimos con la cuarentena, de todo, hasta llegar a denunciarme porque salí hasta el fondo de casa a tender la ropa o porque me senté en la puerta de mi casa a tomar mate, que está a tres metros de la vereda. Me mandaron a la policía y todo”.
Sin embargo, no todas han sido malas para ellos después de que los síntomas y el temido diagnóstico atravesaron las puertas de la vivienda familiar. “Hay un montón de gente buena que nos ha traído alimentos, canastas; los padres de la escuela donde va mi hijo se organizan y nos traen canastas que dejan en la vereda y que después nosotros levantamos, hay mucha gente buena”, valora.
Ximena está muy molesta con la atención recibida y anuncia que iniciará acciones legales contra la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), “por mal manejo de la emergencia sanitaria, porque no podés tener a una persona 6 días con fiebre y que está pidiendo que le hagan el test Covid 19 y que te digan que no, que es solo para emergencias, en medio de una pandemia, y también por darle el alta, porque tampoco me aislaron a mí que siempre estuve con él y seguí haciendo vida normal hasta que llegaron los resultados”.
Afortunadamente, Juan ya no siente dolores ni padece la fiebre que lo aquejaron hace un par de semanas. Los restantes integrantes del núcleo familiar, también en cuarentena, no han manifestado síntomas del Covid-19, al igual que sus compañeros de trabajo y quienes participaron en el cumpleaños de su hijo. “Ahora la vida sigue”, concluye Ximena.