Ayer fue el lanzamiento del primer libro: Aquí también, de Paula Fränkel. Le seguirán, con frecuencia semanal, Comequetecome, de Carol Libenson con ilustraciones de Matías Acosta (ver reseña); Alma del mar, de Jaime Gamboa y Roger Ycaza, y Dulce y feroz, de Evelyn Aixalà y María Lavezzi. Por otra parte, hasta el 15 de agosto estarán disponibles online los e-books de los títulos incluidos en el proyecto. A lo anterior se suma la canción Mona monada, con letra de Horacio Cavallo. Sin perder el tono poético y muy divertido, habla de “una mona con cerquillo”, atrapada por “un virus sin corona y sin castillo”, y comenta las medidas sanitarias y de convivencia que debemos tomar mientras dure la emergencia.
La editorial Amanuense –de raíces guatemaltecas, como sus directores, Valia Libenson y Rodolfo Bolaños, pero con sede en Colonia del Sacramento– se presentó con esta propuesta al llamado que la Agencia Nacional de Investigación e Innovación hizo a las industrias creativas para generar actividades que ayudaran a enfrentar el aislamiento durante la emergencia sanitaria por la pandemia de covid-19, teniendo en cuenta que la pandemia nos pone en la situación inédita de quedarnos en casa, “lo que supone un nuevo reto para las familias: mantener ocupados a los más pequeños y ofrecerles tiempo y contenidos de calidad”.
La propuesta de Amanuense consiste en un paquete de videos de cuentos cantados por El Sonido de los Libros –la dupla creativa conformada por Gabriela Mirza y Santiago da Rosa, residentes en el balneario Los Pinos, próximo a Valdense– y una serie de libros electrónicos, cuyos contenidos fueron seleccionados “pensando en la situación particular en la que nos tiene atrapados el coronavirus”, apunta Libenson. “En el mundo entero, las artes han salido al rescate. Convocados por museos, escuelas, centros de formación, o por iniciativa personal, artistas del mundo entero y de las más variadas corrientes han liberado el acceso a sus obras, lo que es genial si en casa existe el tiempo y la pericia para ubicar y seleccionar los contenidos. Para las miles de familias que no tienen posibilidad de hacer ese trabajo, para las y los docentes que preparan clases virtuales y precisan ideas, para la abuela que ya contó y cantó muchas veces hoy, para los amantes de la literatura ilustrada de todas las edades, creamos Canta cuentos en casa”, plantean los responsables de la editorial.
El realizador audiovisual es Nicolás Olivera Gonnet, de Valdense, y los también colonienses María y Fernando Chamorro son, respectivamente, la community manager y el encargado de la publicidad y el diseño web. “Para nosotros este proyecto significó un logro importante, porque fue pensado, planteado y casi completamente desarrollado entre profesionales artísticos que hacen vida en nuestro departamento, lo que demuestra que la descentralización de la cultura sí es posible. Hubo aportes de ‘importados’, claro, como la genial letra de la canción Mona monona, de Horacio Cavallo, o las ilustraciones de Paula Fränkel, pero 90% es producto del talento local”, destaca Libenson.
Definen el proyecto como “la fusión de varias formas de arte: literatura, ilustración, música, expresión corporal y teatro, para dar vida y nuevas dimensiones a una historia. El resultado es una lectura muy enriquecida, llena de emociones, estimuladora de la competencia lectora y la apreciación artística y que seguramente desearemos disfrutar una y otra vez”.
Con respecto al proceso de creación, cuenta Gabriela Mirza, de El Sonido de los Libros: “Nuestro proceso es similar a como lo hacemos siempre, nada más que esta vez se trata de un material audiovisual que no íbamos a hacer con niños en vivo, lo cual nos cambia bastante. El proceso de creación, no obstante, es prácticamente el mismo. Primero, buscar cuáles son las voces que hay en el libro, no sólo en los diálogos sino desde qué lugar queremos decir, cómo está escrito, qué dice la ilustración, cómo se acompaña, cuál es el diálogo entre ellos, y desde ahí poder componer una sonoridad que nos parezca adecuada para acentuar lo que queremos acentuar, y sobre todo para buscar un clima”, y apunta sobre las peculiares condiciones de producción: “Fueron dos días de rodaje muy intenso, porque con todas las restricciones que tenemos que tener entre nosotros, con Nicolás, Valia, Rodolfo, haciendo todo lo más cuidado posible e intentando que quede bien bonito, fue una experiencia interesante, muy distinta a lo que estamos acostumbrados, que siempre estamos rodeados de niños. En este caso fue otra cosa: como cuando grabamos el disco, intentamos imaginar que están ahí, porque es la manera de que luego se traduzca en algo que nos guste para compartir con la infancia. Si no, nos sentimos como ajenos”.