Gente que conoce gente a través de fotos de duración temporal, de publicaciones y de chats privados... si es discutible la utilidad de Snapchat, qué le dejamos a Die With Me (muere conmigo), una aplicación a la que sólo se puede ingresar cuando tenemos 5% de batería o menos y que básicamente nos permite hablar con gente en la misma situación que nosotros.

Con el ingreso de un nickname –un apodo–, Die With Me te permite entrar a una “habitación” de chat en la que la espontaneidad es la protagonista: se generan situaciones bizarras con personas que lo único que saben unas de otras es que están enfrentando los últimos segundos de vida de sus celulares. La aplicación se toma en serio la temporalidad de los encuentros y engañarla no es sencillo: si un usuario intenta abrir Die With Me con la batería que sobrepasa el límite de la desgracia, la app detecta la energía restante y cierra sus puertas automáticamente.

Que vivimos para el celular o que el teléfono nos consume la vida son reflexiones involuntarias –viendo su video promocional, tal vez no– que Die With Me deja a su paso; nadie muere cuando el celular se apaga, pero el divertimento se centra en ver con quién compartimos ese momento y qué surge de allí. Todo es anonimato, salvo la vida de nuestra batería, que es explícitamente comunicada al resto de los participantes de una sala, de modo que vean quién está más cerca de su “muerte”.

Cuando el tiempo apremia y la ansiedad es la enfermedad de moda, lo que se chatea en esos cuartos tiende a ser un tanto distinto a lo que encontraríamos en una conversación de Whatsapp. En una entrevista dada al portal The Verge, Dries Depoorter y David Surprenant, los creadores del chat, comentaban que la gente habla a una velocidad desmedida, se preguntan datos el uno del otro, juegan a juegos de palabras, u optan por lo reflexivo compartiendo qué sienten cuando su celular se está muriendo, contando anécdotas que involucran la baja batería. A su vez, dijeron que su intención es lanzar un libro en el que se recopilen todas las aristas de estas microconversaciones, que tienen como centro la sensación de dependencia de la tecnología que posee la generación actual.

En la práctica, este alocado concepto puede sufrir ciertos tropezones. El anonimato incita a la transgresión y estas salas de muerte se pueden convertir en cuna de comentarios temporales de mal gusto, o en cruces de palabras inexplicables entre varias personas que hablan diferentes idiomas. Desde el punto de partida, Die With Me es una propuesta diferente y que cada uno medirá si vale la pena obtener al costo de un dólar.

Esperar a que el celular se descargue hasta el 5% de batería es un desafío a la ansiedad, a la que le sucede un chat con poca gracia –que recuerda a los años 90–, para culminar en una pantalla negra que es el final irremediable. La adrenalina atraviesa a todos los usuarios que ven sus “vidas” en cuenta regresiva e intentan descifrar cuál va a ser el último mensaje que puedan enviar antes de desaparecer de la sala.

Hernan Casciari dice que los cuentos de antaño se verían completamente destrozados si al protagonista le colocáramos un celular en el bolsillo; de ser así, la narrativa emergente de estas microconversaciones puede que sea la respuesta. No nos estamos privando de aventuras novelescas; sólo habría que ambientarlas junto a un teléfono, pero con 5% de batería.