De un tiempo a esta parte la tendencia a generar hábitos para reducir la huella de carbono o carbon footprint se ha hecho fuerte en todo el mundo. El concepto define la cantidad de dióxido de carbono que una persona emite a partir de su simple existencia (por ejemplo, al movilizarse hacia el trabajo, hacer los quehaceres domésticos, etcétera).

En este sentido, se han tomado variadas medidas a nivel mundial: por ejemplo, se ha incentivado el uso del transporte público. Según un estudio publicado en 2010 por el Departamento Estadounidense de Transporte, la cantidad de dióxido de carbono emitido por un pasajero que se moviliza en ómnibus es 40% menor que la de alguien que se traslada en un automóvil personal. Estos valores son incluso menores en otros medios de transporte, como el tren.

Otras movidas que se han generado tienen que ver con la migración desde los combustibles fósiles hacia otras alternativas más amigables con el medioambiente. Así, en los últimos años ha habido una explosión en la fabricación de vehículos 100% eléctricos e híbridos (con motores a combustión y eléctricos que se activan según lo que sea más eficiente). Vale decir que en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en 2015 se firmó el Acuerdo de París, que determinó que para 2050 se debería alcanzar un balance neto de cero emisiones de CO2. Para ello, en 2030 el 100% de los vehículos matriculados deberían ser eléctricos o híbridos.

Se puede decir que en nuestro país estamos bastante alineados con esos objetivos. Por ejemplo, según datos que brinda la consultora SEG Ingeniería, en los últimos tiempos casi 100% de la energía generada por UTE se consigue con fuentes renovables (incluso la que exporta). Asimismo, el Ministerio de Industria, Energía y Minería brinda variadas bonificaciones fiscales (por ejemplo, los vehículos de este tipo tributan entre 75% y 95% menos que los convencionales) y ha desarrollado la llamada “ruta eléctrica”, en la que se han instalado cargadores para automóviles eléctricos a lo largo de la costa atlántica con proyección al resto del país.

En este contexto, nos propusimos probar dos alternativas que se encuentran disponibles en Uruguay en lo que refiere a movilidad eléctrica.

Pequeño y movedizo

El Mobility CityQuad es un vehículo biplaza de no más de 1,50 metros de altura y 1,20 metros de ancho. Todo transeúnte que lo ve en la calle se sorprende por sus dimensiones y su divertido diseño. Su peso no supera los 500 kilogramos y tiene una velocidad máxima de unos 40 kilómetros por hora.

A pesar de esto último, que a un conductor le parecerá un poco escaso, es suficiente para movilizarse cómodamente tanto por arterias principales como por calles internas. Además, su tamaño lo hace muy versátil y le permite escabullirse entre el tráfico. La posición de manejo es bastante cómoda, pero la plaza de acompañante puede que sea un poco escasa. Como accesorios tiene vidrios eléctricos, radio con bluetooth y puerto USB y cámara trasera con sensor de proximidad; no tiene aire acondicionado.

El Mobility CityQuad tiene una autonomía de batería de 80 kilómetros, con una vida útil de cinco años. La carga se hace en cuatro horas. Su costo es de 7.990 dólares y, según la información que nos proporcionó la concesionaria (EcoCars, ubicada en Mario Cassinoni y Rivera), se hace una devolución de hasta 2.000 dólares a los dos años, por contar con baterías de litio.

Renault Zoe.

Renault Zoe.

Foto: Alessandro Maradei

Todo terreno

El Renault Zoe, a diferencia del anterior, tiene cinco asientos y un tamaño de 1,60 metros de altura, 1,80 de ancho y poco más de cuatro metros de largo. En cuanto a potencia, vienen versiones de 80 kW y de 100 kW (en comparación con los 2000 W del CityQuad). Su manejo, por lo tanto, es prácticamente idéntico al de un auto convencional, ya que desarrolla velocidades similares y a nivel de equipamiento no tiene mayores diferencias (radio multimedia, aire acondicionado, bloqueo en las cuatro puertas).

Sin embargo, este auto todavía no se encuentra a la venta en el mercado uruguayo, aunque lo estará en el corto plazo, de acuerdo con Santa Rosa Motors. Como referencia, el precio de venta de la versión más básica en Europa es de unos 21.700 euros.

Desafíos

Las opciones que verificamos no son las únicas, ni tampoco se puede considerar que sean las mejores. Hay varias bibliotecas que indican que este puede no ser el camino hacia lo verde porque, además de tener en cuenta de dónde proviene la energía que abastece las baterías, hay que ver cómo disponer de ellas al concluir su vida útil. Lo eléctrico tampoco es la solución óptima, por ejemplo, para realizar transporte de carga de larga distancia.

En ese punto, ANCAP ha comenzado a desarrollar un proyecto para aprovechar parte del excedente de energía limpia de UTE “para electrolizar agua y producir hidrógeno”, según declaró Marta Jara, la presidenta del ente petrolero, a fines de agosto. El futuro parece ser verde, y el camino en nuestro país aparentemente está en firme construcción.